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SRI LANKA  - 12 dias

Dia 1. Vuelo Madrid (ESP) - Colombo (SRI). Traslado a Anuradhapura.

Dia 2. Anuradhapura.

Dia 3. Mihintale. Buda de Avukana. Dambulla. Habarana.

Dia 4. Sigiriya. PN Kaudulla.

Dia 5. Polonnaruwa.

Dia 6. Kandy.

Dia 7. Tren Kandy-Nuwara Eliya (Tierras Altas).

Dia 8. Nuwara Eliya. Ella.

Dia 9. Safari en PN Yala. Tangalle.

Dia 10. Tangalle. Mirissa. Unawatuna.

Dia 11. Galle.

Dia 12. Vuelo Colombo (SRI) - Christchurh (NZE)

Por que elegir Sri Lanka:

  • Anuradhapura y Polonnaruwa. Antiguas capitales del país, cuna de civilizaciones pasadas.

  • Sigiriya. Lugar mágico y sorprendente, ubicado en lo alto de una roca con un acceso no apto para los que sufren de vértigo.  Imprescindible.

  • Dambulla. Coloridos templos budistas excavados en cuevas en lo alto de una montaña.

  • Highlands. Kandy ó Nuwara Eliya son el vivo recuerdo del pasado colonial inglés y sus explotaciones de té ceilandés.

  • Parques Nacionales. El elefante o el leopardo son fáciles de ver en Kaudulla o Yala.

  • Playas del sur.  Temperaturas agradables, buenas playas y servicios. Ideal para el relax.

  • Galle. La joya colonial del país, con pasado portugués.

Medios de transporte:

  • Coche privado con conductor para la mayoría de trayectos por el país.

  • Tuc-tuc para trayectos cortos de menos de 30 minutos, en las playas del sur y ciudades.

  • Moto de alquiler para visitar Sigiriya.

  • Tren Kandy-Nuwara Eliya. Un clásico para acceder a las tierras altas.

Información útil:

  • Época: Octubre de 2017

  • Días de viaje: 12 días

  • Tipo de grupo: En pareja.

  • Tipo de viaje: Templos milenarios, safaris, naturaleza, trekings, playas y relax.

  • Alojamientos: hoteles, casas particulares en Highlands, cabaña en Yala.

  • Presupuesto (todo incluido): 2200 euros aprox.

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NOTA: Este viaje formó parte de nuestro proyecto personal de Vuelta al Mundo, en el que visitamos Sri Lanka, Nueva Zelanda y Fiji durante 1 mes, yendo en sentido este desde Madrid y volviendo desde el oeste. 

 

Introducción.

 

Sri Lanka es un país increíblemente diverso. Posee una importantísima riqueza cultural y arquitectónica englobaba en un área de la parte central del norte del país conocida como Triángulo de Oro, donde destacan Anuradhapura y Polonnaruwa como ciudades patrimonios de la humanidad, la enigmática y colorida Dambulla o la majestuosa roca de Sigiriya, lugar mágico y mítico como pocos en el mundo.

Al sur destaca también Galle como ciudad turística y de pasado colonial. A todo ello se suma una naturaleza exuberante con diversos parques nacionales donde encontrar felinos de la talla del leopardo o los elefantes, muy abundantes por todo el país, además de toda una región dedicada casi en exclusiva al cultivo del té, herencia del pasado colonial inglés. Por si fuera poco, toda la costa sur se está enfocando cada vez más al turismo de playa y las Highlands están descubriendo las oportunidades del senderismo y las actividades de montaña.  

Y para terminar, quizá lo más importante, es lo relativo a la calidad y calidez humana de sus habitantes, siempre humildes, siempre abiertos, siempre con una sonrisa en la boca.

Leí en varios sitios que este país se parece mucho a la India pero con la diferencia de ser mucho más limpio, ordenado y menos masificado, siendo por tanto más fácil de ‘visitar’ para el turista menos habituado a cambios tan drásticos en cuanto a cultura, alimentación y forma de vida.

Y la verdad es que, habiendo visitado la India, he decir que es totalmente cierto. Todo está más limpio y ordenado y se ve muchísima menos pobreza en las calles.

 

A diferencia de su inmenso país vecino, India, donde el hinduismo en la religión predominante, en Sri Lanka la religión principal siempre ha sido el Budismo. Es por ello que los monumentos principales del país son las estupas (o dagobas) y las estatuas de Buda en sus diversas formas. Durante siglos ha habido conflictos con los indios, motivo por el cual también se nota su influencia en arquitectura y costumbres.

En todos estos monumentos será necesario descalzarse para poder entrar, por lo que es conveniente llevar otro par de calcetines siempre contigo o bien descalzarse del todo. En este caso el único problema será el calor de las piedras. Aunque si llueve, cosa habitual en el país, será mejor ir descalzo que con calcetines mojados.

Merece la pena comentar que Sri Lanka posee los precios de entrada a monumentos más caros de toda Asia, llegando a pagar más de 20€ por los sitios principales (ver detalle en diario). Es curioso pero es así.

 

La organización del viaje a Sri Lanka es bastante sencilla.  

Salvo algunas zonas donde existe la posibilidad de tomar el tren (en las zonas altas del país, ubicadas en la región central del mismo), la mejor opción para ir de un sitio a otro es el coche privado, si la distancia es mayor de 1 hora, o el tuk-tuk si la distancia es menor. Como en este país no está permitido el alquiler de vehículos a extranjeros, la cosa se reduce a elegir coches con chofer para cada trayecto.

Existen diversas agencias, tanto locales como foráneas, que te ofrecen este servicio por todo el país. Suelen tener precios occidentales (más caros que si lo contrataras directamente en cada lugar), pero te ofrecen la seguridad de que vas a realizar el viaje en el día que tú quieres, a un precio ya cerrado sin el consiguiente regateo, en un coche con A/C y además te aseguran la disponibilidad.

Como siempre digo en mis diarios, si se dispusiera de tiempo suficiente quizá sería más económico y aventurero ir contratando los chóferes en cada destino local, toda una experiencia, aunque no todo taxista local está dispuesto a realizar un viaje de 4 o 5 horas sin avisárselo antes (porque él tendrá que regresar de vuelta).

En nuestro caso, y tras revisar diversos blogs y leer varias guías de viaje, nos decidimos por una que nos pareció de confianza y sobre la que no leímos más que buenos comentarios: www.letsgolanka (Dimuthu Priyadarshana se llamaba el tipo con el que hablamos). Con esta agencia reservamos y cerramos precios mediante emails de varios de los destinos más largos de la primera parte del viaje hasta llegar a Kandy. Y los que no reservamos, los fuimos renegociando con él día a día. Al terminar cada trayecto le indicábamos nuestra idea para el día siguiente, nos daba un precio y si estábamos conformes, lo reservábamos (casi todos los días lo reservamos al precio que nos decía, simplemente por ahorrar tiempo en los regateos y búsquedas de nuevos taxis). Todo nos fue relativamente bien hasta Kandy, donde descubrimos que nos estuvo engañando ya que los billetes de tren que nos iban a llevar de Kandy a Nuwara Eliya no los había comprado ni reservado, como le pedimos primero desde España, al llegar a Colombo y posteriormente le fuimos recordando prácticamente cada día, ya que no nos fiábamos y sabíamos que era complicado obtenerlos sin reserva. Justo al llegar a Kandy nos indicó que no disponía de los billetes de tren, y los tuvimos que buscar pagando casi 5 veces más de lo normal (así descubrimos que existe también un negocio con la reventa de los billetes de tren a turistas, que compran hoteles y ciertas personas, y luego revenden mucho más caro, hasta 5 veces más de su precio). Por tanto, cuidado con esta persona, pues no es de fiar. Y cuidado con la reserva de los billetes por las Highlands, hay bastante mafia con este tema.

En las highlands y la parte sur del país, fuimos contratando los coches con conductor sobre la marcha, todo es cuestión de fijar un precio que consideres razonable y pagarlo. Es sencillo. ´

 

Y por último, ¿de dónde viene el nombre de Sri Lanka?

Lo primero que hay que decir que la isla fue siempre conocida en la Antigüedad y por sus propios habitantes como Lanka. Cuando llegaron los europeos a partir del siglo XVI y la colonizaron, su nombre cambió paulatinamente a Ceilán, el cual se mantuvo durante varios siglos hasta el pasado siglo XX, momento en el que la isla forjó su independencia final del Reino Unido y decidió cambiar de nuevo su denominación con el nombre original pero añadiéndole la cláusula Sri, que en cingalés es símbolo de respeto. De ahí su nombre actual: Sri Lanka.

Dia 1. Vuelo Madrid (ESP) - Colombo (SRI). Traslado a Anuradhapura.

 

El sábado comenzó nuestra aventura dando la vuelta al mundo. Y lo comenzamos con unas ganas tremendas, como no podía ser menos tras varios meses de preparación y estrenando estado civil justo desde el día anterior, 13 de octubre de 2017.

El vuelo salió puntual de Madrid a las 10:00 con destino Abu Dhabi, donde aterrizamos tras unas 7 horas de vuelo sin sobresaltos, siendo las 20:00 hora local. La larga escala de 3 horas y media la aprovechamos dando una vuelta por la lujosa y moderna terminal del aeropuerto, típico de cualquiera de los ricos países del golfo arábigo, que parecen competir por cuál es el más acaudalado y gasta más dinero de cara al exterior.

El vuelo a Colombo salió a las 23:00 hora local, llegando a destino sobre las 5:00 del día siguiente. 

Aunque dormimos poco, al menos echamos una cabezadita en las 4 horas de vuelo.

 

Dia 2. Anuradhapura.

 

Mira que nos ha pasado veces, pero no aprendemos. Dormir 4 o 5 horas en un avión no te da las fuerzas suficientes para tirarte todo el día de después haciendo turismo. Y eso sin contar el calor, el cambio de horario, la aclimatación, etcétera. Pero claro, esto no lo tuvimos en cuenta cuando diseñábamos el planning de viaje y hoy nos tocaría sufrirlo. Menos mal que aún podríamos dormir algo más…

Al llegar a Colombo y pasar los distintos controles de frontera, seguridad y recoger maletas nos fuimos a la salida donde el ambiente sofocante nos dio la primera bofetada en nuestros cansados cuerpos. Por suerte allí se encontraba el tipo de la agencia que habíamos apalabrado con nuestros nombres escritos en una cartulina, el cual nos llevaría a nuestro destino de hoy, Anuradhapura, por 12500LKR (unos 65€). Nos separaban 4 horas de coche y aunque por educación estuvimos unos 15 minutos de conversación con el conductor, vimos claro enseguida que necesitábamos echar la cabeza a un lado y dormir otro poco más. Yo aguanté quizá un poco más mientras mi ansia de observar todo lo que pasa a uno y otro lado del coche (no puedo evitarlo cuando llego a un país nuevo) me mantenía despierto.

Al llegar a destino, dejamos las maletas en el hotel, nos cambiamos de camiseta y zapatillas, descansamos 15 minutos y nos preparamos para comenzar la visita a la antigua capital del país.

 

La ciudad nueva de Anuradhapura es una ciudad vibrante, típica del sureste asiático: llena de motocicletas, rickshaws, gente caminando por todos lados, animales sueltos, lagos y zonas arboladas, calles asfaltadas y otras embarradas,  tiendas y restaurantes tanto para locales como para turistas y, como no, un mercado de productos frescos centro de la vida diaria de la ciudad y atiborrado de gente.

Que alegría estar disfrutando ya de este choque cultural tan divertido. ¡Nos encanta!

 

Anuradhapura fue la capital más antigua del reino cingalés, y lo fue durante más de 600 años, hasta aproximadamente el siglo IX, momento en el que las invasiones indias arrasaron el lugar. Hoy día se conservan un vasto conjunto de templos, estatuas, pagodas y pequeños monumentos diseminados por una extensa zona de más de 40km2. Es patrimonio de la humanidad desde el año 1982 y es lugar sagrado para el budismo (22€). Aunque muchos de los edificios están en ruinas, otros muchos están perfectamente conservados, siendo varios de ellos únicos en el mundo tanto por su tamaño como por su importancia para el budismo.

Dos de los edificios principales del complejo son las dagobas de Abhayagiri y Jetavanarama, ambas encaladas de colores ocres y rojizos por el ladrillo utilizado en su construcción. Son de las más antiguas y especiales de todo el complejo, al menos para mí. Impresionantes edificios que por sí solos merecen la visita.

Como curiosidad comentar que el término ‘dagoba’ se utiliza exclusivamente en Sri Lanka para referirse a este tipo de tipo de construcción religiosa budista, con forma de campana. En otros países se llaman estupas o chedis.

La dagoba de Ruvanvelisaya destaca en cambio por su majestuosidad y el color blanco radiante de su encalado. Es un lugar siempre atestado de fieles donde las ofrendas y las oraciones son habituales.

Otro punto a destacar es el Sri Maha Bodhi, que con sus más de 1000 años es uno de los árboles más antiguos del mundo. Es un pequeño lugar sagrado donde se puede sentir la emoción y el respeto en las caras de todos los fieles, que acuden en masa a este pequeño recinto no demasiado llamativo ni espectacular, pero si de un gran significado para los budistas.

Los estanques Eth Pokuna o Kuttan Pokuna también merecen una visita, con el plus añadido de que casi con seguridad verás monos campando a sus anchas entre los despistados turistas.

La visita al complejo se ha de hacer en rickshaw o coche, ya que las distancias entre distintos puntos pueden llegar a ser de hasta varios kilómetros.  Es impensable ver todo el conjunto en un día, por lo que hay que centrarse en los puntos principales. En nuestro caso negociamos con el mismo chófer que nos trajo desde Colombo, pues no estábamos para ponernos a regatear en la calle con los que pasaran. Recomiendo estudiarse antes un poquito los puntos más importantes, para no perdérselos y dedicarle el tiempo suficiente. La visita completa nos llevó unas 4 o 5 horas, aunque pudo haber sido mucho más.

 

A la hora de cena decidimos comer en un restaurante local llamado Casserole (buscado en Internet), que recomiendo completamente porque se come comida ceilandesa muy rica y variada y el trato es muy cercano, como pronto descubriríamos que ocurre en todo el país.

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Dia 3. Mihintale. Buda de Avukana. Dambulla. Habarana.

 

Tras la paliza del día anterior dormimos unas 10 horas casi del tirón. Lo necesitábamos para cargar pilas.

El día de hoy estaba reservado para seguir visitando el triángulo de oro. El taxi nos costó unos 35€ para todos los trayectos del día.

Quedamos sobre las 8:30 con nuestro chofer de hoy, que nos llevó en primer lugar a Mihintale (3€), un centro de peregrinación budista ubicado en una colina con unas vistas privilegiadas de varios kilómetros a la redonda, y donde se encuentran una serie de monumentos religiosos además de las ruinas de otros edificios, entre ellos un antiguo hospital o un monasterio, visitables nada más llegar.

La parte más interesante de Mihintale está sin duda en la zona alta, donde para llegar hay que subir una serie de empinadas escaleras llenas de ofrendas de flores, que cuesta subir por la humedad y el calor sofocante.

Al llegar a la explanada principal hay que descalzarse, y es donde en realidad descubres la espiritualidad e importancia de este lugar. Desde este punto se observan todos los monumentos importantes:

Maha Stupa, una pagoda encalada en blanco y ubicada en el punto más elevado, al final de unas empinadas escaleras; Aradhana Gala, una curiosa piedra que cuenta con una famosa leyenda budista y a la que todo el mundo sube por tradición. Hay que tener especial cuidado pues es una zona muy ventosa, hay algunos tramos de barandilla inestables y en varios de los escalones tallados en la propia roca para subir no cabe ya ni un pie de lado. No es muy recomendable para miedosos o los que padecen de vértigo. Y cómo no, una enorme figura de Buda de color blanco, sentado en posición de loto que parece estar vigilando a toda persona que entra en la explanada desde su posición privilegiada.

La visita en general nos ha gustado, se palpa el aire de espiritualidad por todas partes y el hecho de tener que ir descalzo le da un plus, al menos para mí. Las vistas, de escándalo. Cuidado con los monos.

 

La segunda parada del día nos llevó a visitar el gran Buda de Avukana (11€), ubicado en un lugar un tanto alejado pero que sin duda no nos queríamos perder. Lo único que tiene este lugar es la enorme escultura de más de 12 metros de Buda, esculpida directamente en la pared de roca granítica ubicada justo detrás, lo cual no es poco ni mucho menos. Es una maravilla de escultura, tanto por su tamaño como por su acabado, solemne y ceremonioso, teniendo en cuenta que se erigió en torno al siglo V. El lugar está protegido por un tejado metálico que protege el monumento de las inclemencias meteorológicas pero que le quita un poquito ese aire místico y espiritual que se percibe en casi cualquier lugar sagrado budista. 

 

La siguiente parada nos llevó al punto fuerte del día, Dambulla (8€).

Lugar patrimonio de la Humanidad, se trata de un conjunto de cuevas con templos ubicados en su interior, que contienen distintas esculturas, estatuas y pinturas sobre las distintas fases de la vida de Buda. Hablamos de más de 80 cuevas, 150 estatuas de Buda y más de 2000 metros cuadrados de pinturas murales en un estado de conservación asombroso, aunque sólo se visitan los 6 o 7 principales. La visita puede llevar unas 2 o 3 horas, contando con la empinada subida que hay que realizar hasta llegar a las cuevas (como en la mayoría de lugares sagrados budistas, ubicados en sitios altos).

Dentro de las cuevas llama poderosamente la atención el colorido y luminosidad de las pinturas (gracias también a una buena iluminación artificial, todo sea dicho), así como el nivel de detalle de los mismos. Todo techo o pared está profusamente decorado, adaptándose a las caprichosas formas de las rocas que los forman, no siempre lisas y planas.

Una de las cuevas más espectaculares cuenta con decenas de budas de distintos tamaños y en distintas posiciones, además de algunos antiguos reyes ceilandeses e incluso algún dios hindú como Visnu, herencia de los distintos años y vicisitudes de la historia del país. Otra sala, en cambio, destaca por su reducido tamaño y el enorme buda tumbado a lo largo de la estancia, de más de 10 metros de largo.

Al igual que en Mihintale, nos tuvimos que descalzar para visitar todo el complejo. Y también vimos multitud de gente local vestida de blanco, color que simboliza el respeto y la espiritualidad, visitando los templos y rezando en los múltiples pequeños altares diseminados por todo el complejo.

Dambulla es, sin duda, de visita obligada a todo viaje a Sri Lanka.

 

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Llegamos a nuestro destino final, Habarana, sobre las 18:30. Hoy dormiríamos en una casa tradicional de campo reconvertido en hotel familiar, regentado por unos padres que no hablaban apenas nada de inglés pero que habían delegado las relaciones con los clientes a su hijo, un chaval muy simpático llamado Chamoth con el que estuvimos hablando bastante rato, él deseoso de practicar inglés y contarnos todas las actividades posibles de la región, y nosotros con ganas de charlas con gente local.

Entre todo lo que nos recomendó y que decidimos llevar a cabo estuvo la cena en un bonito y bien ambientado restaurante local llamado Dewata Villas, el alquiler de una moto para visitar al día siguiente la roca de Sigiriya y sus alrededores, la comida en el propio hotel, con su madre haciendo de cocinera, y la reserva del tour en 4x4 por el parque nacional de Kaudulla. En los 4 casos salimos encantados.

 

También nos comentó la posibilidad de dar un paseo en elefante en un lugar cercano al propio pueblo, algo al parecer muy habitual en esta zona en la que viven elefantes en estado salvaje, y que algunas personas utilizan para obtener un beneficio ofreciendo estas actividades para turistas con elefantes mal cuidados, encadenados y con dudosa procedencia y legalidad. Cometimos el error de aceptarlo, y aunque nos pareció que los elefantes no vivían mal (no tenían la aspecto, les daban de comer, les bañaron al terminar, no les maltrataban delante de nosotros) varias personas después en España nos indicaron que este tipo de negocios son los que fomentan este maltrato y explotación animal, aunque de cara al turista nunca lo mostrarán. Entendemos que hicimos mal y ‘picamos’ como turistas mal informados (quizá por el precio barato y la cercanía al pueblo), por lo que desde aquí escribo todo esto para tratar de evitarlo a futuro a quien lea este blog. Existen otro tipo de centros con mejor reputación donde sí se puede pasar un tiempo con estos bellos animales manteniendo las garantías del buen estado de los paquidermos. Eso sí, costarán bastante más.

 

Antes de ir a cenar estuvimos dando una vuelta por el pueblo de Habarana, que si bien no es nada turístico, salvo una calle con unos cuantos restaurantes y hoteles, sí que te permite descubrir lo vibrante, ruidoso y caótico que es el día a día de los ceilandeses en una ciudad como ésta. Lo elegimos simplemente por ser el lugar perfecto, cruce de caminos para visitar el Triángulo de oro, Anuradhapura y Polonnaruwa.

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Dia 4. Sigiriya. PN Kaudulla.

 

El día comenzó con un desayuno súper completo preparado por la madre de nuestro amigo hotelero.

Variado, abundante, todo comida local. Espectacular.

 

La moto que habíamos reservado el día anterior en un arrebato de entusiasmo estaba ahí en la puerta, esperándonos. Y todo sea dicho, me entró un poco de cague sólo de pensar en la aventura que nos esperaba, circulando en moto por este caótico país.

Menos mal que estamos viajados y no nos asustamos, ya habíamos alquilado motos en Vietnam y nos pareció toda una experiencia en este tipo de países. Al final, es más sencillo de lo que parece.

A los 5 minutos de estar subido en la moto, gas a tope (tampoco daba para mucha velocidad que digamos), ya se me había quitado el gusanillo y estábamos disfrutando y gritando, a pesar de los camiones, rickshaws, coches y más motos que no paraban de pasarnos a toda velocidad. En esta situación y en estos países más vale olvidarte de la seguridad occidental en cuanto a obligatoriedad de casco, distancia de seguridad moto-coche en adelantamientos, velocidad máxima permitida (cada uno va a lo que puede), estado de las carreteras (baches, arena, socavones), tipos de vehículos y animales que circulan por las carreteras, señalización casi inexistente, etc. y disfrutar sin pensar en las consecuencias. Esto es Asia y aquí todo funciona de otra forma.

Al llegar aparcamos en la puerta de entrada, guardamos los cascos y compramos los tickets (26€).

Ahora tocaba disfrutar a pie de la majestuosa y única Roca de Sigiriya.

 

La Roca de Sigiriya fue la ubicación elegida por el rey Kasyapa en el siglo V para construir su palacio y fortaleza. El lugar consiste en una inmensa roca de unos 100 metros de altura, con la parte superior totalmente plana y todos sus lados verticales, siendo posible el acceso a la parte superior únicamente por una zona, conocida por las 2 inmensas pezuñas de león que servían como entrada al palacio de la parte superior. Al estar ubicada en una planicie, la Roca es visible varios kilómetros a la redonda.

El lugar, patrimonio de la humanidad, dispone de multitud de jardines reales en la parte baja. A medida que te vas acercando a la roca, comienzan a aparecer empinadas escaleras que te llevan a distintas estancias reales, salas de audiencias, árboles Bodhi sagrados de gran porte y cuevas construidas aprovechando el terreno y las cavidades rocosas de la base. Ya sólo con esto el lugar merecería la pena.

Pero lo mejor está cuando comienzas a subir a lo alto de la Roca, algo no apto para todos los públicos por lo empinado de la escalera, que conlleva la necesidad de estar en buena forma física, así como por la sensación de vértigo, palpable en varias zonas de la subida donde, literalmente, se puede observar la caída libre que hay a los pies (por el uso de rejillas) o por la inestabilidad, grado de inclinación y cantidad de gente, sobre todo en la parte final de subida a lo más alto de la Roca. Da algo de miedo, la verdad.

En la primera parte de la subida lo mejor son unas cuevas con unos preciosos frescos de mujeres guapísimas en perfecto estado de conservación, así como el muro espejo con pinturas (hoy día queda muy poco) que daba la bienvenida a los visitantes mientras caminaban literalmente sobre el abismo rumbo al palacio. Tras pasar esta zona de escaleras y pasillos construidos en la roca se llega a una pequeña explanada en la que se encontraba la monumental puerta de entrada al palacio.

Hoy día sólo quedan en pie unas inmensas y enigmáticas pezuñas de león así como unos cuantos peldaños de roca.

Es en esta zona donde, yo al menos, pasé más vértigo, pues la escalera (mitad original, mitad metálica colgada en la pared) se vuelve especialmente vertical y el tráfico de gente es mayor.

Superado este trago que, ojo, es una pasada y disfruté muchísimo a pesar del canguelo, se llega a la parte superior, donde antaño se ubicaba el palacio real y hoy día no quedan más que restos de la estructura de sus muros, varias piscinas y pozas y, eso sí, unas vistas de escándalo de la selva en varios kilómetros a la redonda.

Lugar excepcional donde merece la pena echar un rato observando y disfrutando, sin más.

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Sigiriya es, sin duda, uno de los lugares más espectaculares y singulares que hemos visitado nunca.

Conviene reservar, sin contar trayectos de ida/vuelta, entre 3 y 4 horas para disfrutarlo a tope y llevar a cabo la subida y la bajada, pues ambas te llevarán sudor y alguna lágrima.

 

Recomiendo también la visita a otra colina que existe a pocos kilómetros (2 o 3 si no recuerdo mal) donde, tras una pateada cuesta arriba, se llega a un excepcional mirador natural de la Roca de Sigiriya, lo cual tiene también su punto y te da una perfecta visión de la genial ubicación de la Roca.

Nosotros nos acercamos con la moto, pero no llegamos a subir porque hacía falta al menos otra hora para llegar a la cima, y no nos daba tiempo porque teníamos que regresar para comenzar el Safari de avistamiento de elefantes que habíamos contratado por la mañana. Nos quedamos con las ganas.

 Regresamos al hotel, dejamos las motos de alquiler y comimos una de las que sería, a la postre, de las mejores comidas de todo el viaje, con producto local, variada y riquísima. Y preparada no en un restaurante, sino en la casa de la madre de nuestro amigo Chamoth.

 

A la tarde comenzamos al Safari por el Parque Nacional de Kaudulla (14€ 4x4 + 17€ entrada P.N), donde pretendíamos ver en total libertad el animal estrella del país: el elefante asiático. Elegimos este parque y no Minneriya (también muy famoso y cercano), porque así nos lo recomendaron tanto Chamoth como varias agencias con las que contactamos previamente por email. Según la época del año los elefantes se mueven de uno a otro libremente en función de sus necesidades y los recursos existentes en cada uno, y en esta época es mejor ir a Kaudulla. Por tanto, recomendado seguir los consejos de la gente local.

Una de las cosas más importantes para realizar un Safari es realizarlo en un vehículo cómodo, con buena visibilidad para todos los integrantes, con la parte trasera lo más elevada posible según el modelo de 4x4 y con capota o protección para la lluvia, por lo que también es recomendable verlo antes de reservar.

El safari nos llevó por distintos caminos del parque nacional, hasta que llegamos a unas planicies con diversas lagunas y riachuelos donde pudimos observar a escasos metros de distancia no menos de 50 ejemplares de diverso tamaño y condición, viendo muchas familias con crías, varios ejemplares jóvenes pero ya de buen tamaño y algún que otro macho adulto solitario buscando la nueva tierra donde formar una familia. Los elefantes están muy acostumbrados a la presencia de decenas de coches observándolos por lo que no huyen ni se espantan. Espero que no les impactemos en su forma de vida, cosa que por otro lado dudo por la cantidad de vehículos haciendo el mismo tipo de safari.

 

Tras el safari, nos tocó ruta en coche de 1 hora hacia Polonnaruwa, donde al día siguiente visitaríamos una de las ciudades más importantes de las antiguas civilizaciones en Sri Lanka.

De nuevo, como veníamos haciendo hasta ahora y haríamos hasta Kandy, reservamos el taxi y acordamos el precio (23€) con Dimuthu antes de empezar el safari.

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Dia 5. Polonnaruwa.

 

El día de hoy ha sido el más tranquilo desde que estamos en el país.

La visita al enorme complejo de Polonnaruwa (22€) la hemos realizado en bicicleta, método bastante recomendable para este lugar no sólo para moverte dentro del recinto, sino también para pedalear un poco la zona nueva del pueblo. Se trata de zonas totalmente llanas y por tanto ideales para llegar a muchos sitios a golpe de pedal.

 

La antigua Polonnaruwa fué capital del país y sede del reino cingalés durante los siglos XI al XIII, tras la decadencia de Anuradhapura. Hoy día conserva un buen puñado de monumentos, la mayoría de ellos religiosos y muchos de ellos en un más que aceptable estado de conservación, lo que le ha valido el título de patrimonio de la humanidad.

Para empezar la visita lo primero es encontrar la ubicación del control de entradas, pues no se encuentra en la entrada del recinto, sino a casi 1km. Es importante llegar hasta aquí pues no te dejarán entrar sin la entrada y no te la venderán en otro lugar. Es mejor preguntar para no perderse, cosa fácil.

Justo en este lugar se encuentra el Museo Arqueológico, que en este caso recomiendo por sus bien realizadas maquetas y porque te da una primera idea sobre lo que fue esta inmensa ciudad.

Las ruinas se encuentran repartidas en distintas ubicaciones y alejadas unas de otras, aunque la mayoría se encuentran cerca del llamado Cuadrángulo y el grupo de edificios del Palacio Real.

Con la entrada no te dan un mapa, con lo que es conveniente tener claro dónde están los monumentos principales de antemano. En casi todas las guías viene uno que es más que suficiente para hacerse una ruta y comenzar la visita.

El grupo del Palacio Real apenas conserva nada del esplendor pasado, salvo parte de la fachada, varios frisos y esculturas, el pabellón de audiencias y la piscina (kumara pokuna).

Muy cerca se encuentra el famoso Cuadrángulo, un lugar no demasiado grande pero con el mejor estado de conservación de todo Polonnaruwa y donde se encuentran los siguientes puntos a visitar:

-Vatadage, uno de los edificios más singulares y bonitos, donde podemos encontrar las piedras de luna representando el ciclo de la vida y varios budas al final de cada tramo de escalera.

- Gal Pota, enorme piedra de más de 9 metros, la piedra tallada más grande de todo Sri Lanka.

-Thuparama Gedige, el templo mejor conservado y el único con el techo intacto.

-Hatadage, construido para alojar la reliquia del diente Buda.

-Satmahal Prasada, estructura en forma de zigurat donde se representan distintas historias.

Otro de los puntos fuertes de Polonnaruwa son los Devales, pequeños templos de origen hindú diseminados por todo el recinto y cuya orientación era honrar a una deidad, principalmente Siva.

Respecto a las dagobas, aquí se encuentran algunas de las más interesantes y grandes del país, aquí conocidas curiosamente como Viharas. Sus nombres son Pabula Vihara, construida en dos niveles; Rankot Vihara, la mayor de la ciudad; y Kiri Vihara, de color blanco inmaculado.

 

Mención aparte merece el conjunto Gal Vihara, fascinante conjunto de 4 esculturas gigantes de Buda esculpidas en la roca de granito de la pared, 2 de ellas sentadas, una tercera de pie y la última reclinada. La más grande tiene 14 metros de largo. Todo el conjunto es excepcional.

 

Tras la visita en bicicleta durante buena parte del día, comimos en un restaurante caro de la zona (casi 30€ por persona, así que cuidado con los precios de esta zona, carísimos algunos de ellos) y nos dirigimos al hotel para darnos una ducha y relajarnos en la piscina con vistas al lago Topa Wewa, donde se pueden observar sin problemas diversos tipos de aves e incluso elefantes que se acercan a beber.

Buen final de día observando el atardecer desde el agua.

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Dia 6. Kandy.

 

Hoy hemos tenido un día donde [casi] todo ha salido mal.  Y eso que a priori sólo consistía en el transporte por carretera a Kandy (60€) y la visita de la ciudad por nuestra cuenta.

Pero todo se torció un poco. Primero el conductor llega 30 minutos tarde. Después nos va parando en lugares donde no le habíamos pedido que parase, como por ejemplo la típica parada en restaurante-y-venta para turistas donde nos enseñaron un ‘jardín de especias’ con los distintos tipos de plantas del país, como la vainilla, el cardamomo, el té, el mango o la pimienta, y luego te medio obligan a comprar algo a un elevado precio. En este caso, y sin que sirva de precedente, he de decir que me gustó ver las distintas variedades de árboles y arbustos tan exóticos, aunque no me gustó la parada sin preguntar, debimos estar más avispados.

 

Otro punto donde nos paró (esta vez sí nos preguntó), fue en el curioso templo hindú de Sri Muthumariamman, en la población de Matale. El templo es completamente diferente a lo que estábamos acostumbrados con los templos budistas, más calmados y espirituales y mayoritarios en el país. Éste es una explosión de colorido y armonía representada en forma de esculturas de dioses hindúes, que llenan paredes, techos y la torre principal del templo, que es por otro lado el segundo más alto de Sri Lanka. La visita no lleva más de 30 minutos, pero merece la pena pagar alguna rupia para verlo.

 

Tras pasar por unas cuantas zonas de obras y varios atascos, conseguimos llegar a Kandy sobre las 13:00. Y justo en este momento recibimos la noticia del conductor de que Dimuthu NO nos había comprado los billetes para el día siguiente del tren que va hasta Nuwara Eliya. Y claro, explotamos con el conductor, que pagó el pato. Ya sabíamos que estas cosas podían pasar y por ello estábamos en contacto con Dimuthu vía email tanto antes del viaje como durante el mismo a través de los conductores, para asegurarnos de tener los billetes. Y Dimuthu nos estuvo mintiendo durante todo el viaje para ganarse nuestra confianza y que siguiéramos contratando con él los distintos trayectos en coche privado. Y eso hicimos, por desgracia.

Lamentablemente en esta situación y en este país no nos quedaba otra que dejar de lamentarnos y buscar soluciones por nuestra cuenta, y eso fue lo que hicimos.  Por desgracia dispondríamos de menos tiempo del esperado para visitar la ciudad, pero esto es algo que podía ocurrir.

Nos dirigimos a la estación de tren para buscar billetes. No había hasta dentro de 5 días. Tarde.

Nos fuimos a tomar una coca cola y pensar. Leyendo algunos artículos y blogs descubrimos que algunos hoteles te podían conseguir billetes casi para cualquier día, así que nos dirigimos al mejor hotel de la ciudad, el Queen, ubicado justo en el centro de la ciudad. Y ¡bingo!, tenían billetes para el día siguiente, al “módico” precio de 25USD por persona. En ventanilla valen unos 4USD, y nos estaban cobrando 6 veces más. Miramos a los tipos que nos lo ofrecieron, nos sonrieron con cara de ‘es lo que hay’ y entendimos todo al instante. Se han dado cuenta que todos los turistas pagaremos lo que sea por ese billete de tren y un grupo de personas hacen negocio con ello, comprando los billetes con antelación y revendiéndolo mucho más caro. Y claro, lo pagamos, no nos quedaba otra si queríamos estar en las Highlands al día siguiente. Lo que no me queda claro aún es si Dimuthu estaba también metido en el negocio o simplemente se aprovechó a su manera. Quién sabe.

Moraleja: Buscar una agencia confiable que os reserve los billetes de tren. Aunque no sé si existe alguna.

 

Ya más tranquilos y con los billetes en la mano, nos pusimos a conocer Kandy, la ciudad a orillas del lago Bogambara que da entrada a las montañas del centro del país, conocidas también como Highlands.

Estuvimos paseado por el centro de la ciudad nueva, donde hay multitud de tiendas, restaurantes, e incluso algún centro comercial. Nos pareció más cercano a alguna ciudad europea que a una ubicada en Asia, la verdad. Pero tiene su encanto.

El templo principal de la ciudad  es el Templo del Diente de Buda (8€), y está ubicado a orillas del lago. Lo dejamos para la tarde para intentar coincidir con monjes y peregrinos que acuden pasado el atardecer y realizan un espectáculo de tambores. Compuesto de diversos edificios, templos y algunos museos, el punto de interés principal del mismo es poder contemplar el supuesto diente izquierdo de Buda, leyenda de dudoso rigor como suelen ser estar reliquias, o el elefante disecado de uno de los reyes del país.

La visita no nos pareció especialmente interesante, aunque quizá tenga algo que ver el hecho de que lo vimos con lluvia, tuvimos problemas en la entrada al no disponer de ropa para taparnos piernas y hombros (tuvimos que comprar un trozo de tela para taparnos) y tener que descalzarnos con la lluvia que estaba cayendo. El día vino torcido y ello nos influyó, creo, en la percepción de este templo, que no nos pareció del otro mundo.

Por suerte dejó de llover al salir del templo y pudimos pasear a orillas del lago, muy bien iluminado y cuidado como símbolo de la ciudad y lugar de esparcimiento para parejas y familias.

Lamentablemente y por falta de tiempo no pudimos visitar el enorme Buda de 25 metros situado en lo alto de una montaña de los alrededores, ni el famoso mirador de la ciudad conocido como Arthur’s seat.

 

Nos fuimos caminando al hotel, con ganas de cambiar de día y recargar pilas.ç

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Dia 7. Tren Kandy-Nuwara Eliya (Tierras Altas).

 

Eran las 8:30 cuando llegamos a la estación de tren de Kandy, tras dejarnos el tuk-tuk que nos trajo desde el hotel.

Teníamos los billetes en la mano, y aunque no fue sencillo, al final podríamos recorrer en tren los bosques de las tierras altas. Mientras esperábamos al tren dimos una vuelta por la estación, que parece sacada de otra época. Ventanillas de madera, horarios escritos a mano en un viejo tablón, carteles de anuncios antiguos. En los andenes, viejos trenes de colores rojizos y ocres esperan en las vías mientras otros no mucho más modernos esperan la bajada de pasajeros y la subida de otros.

El tiempo parece haberse detenido en la vieja y romántica estación de Kandy.

A pesar de que no esperábamos puntualidad, nuestro tren llegó a las 8:50, tal y como venía escrito en el tablón de anuncios. Y para nuestra sorpresa, no es tan vetusto como esperábamos, sino más bien moderno. Y de color azul.  La realidad llegó al entrar en los vagones. Eso era el caos absoluto. Gente sentada en todos los bancos, varios turistas despistados como nosotros y ningún cartel indicado del número del vagón. Menos mal que una francesa preguntó a la persona adecuada, que le indicó que nuestro vagón era 3 trenes por delante del que estábamos. Nos cambiamos todo lo rápido que pudimos y, por suerte, nuestro compartimiento estaba vacío y nuestros 2 sitios, libres. Respiramos. El pago de los billetes de 1ª clase no había sido un timo como podríamos habernos esperado.

La sorpresa se la llevaron unas españolas que, en otro vagón, nos pidieron que les abriéramos la puerta desde el nuestro porque no se podían ni mover. Pero no pudimos, pues se trataba de otra clase y la puerta estaba cerrada con llave. Así descubrimos que cada vagón tiene su clase y precio y no se puede pasar de uno a otro. Estas chicas debieron pagar unas 600 rupias (4€) por su billete de tercera clase, y eso significa que puedes ir de pie todo el camino y con el espacio justo para tu cuerpo y tu mochila. 

Así que hay que tener en cuenta las distintas clases de billete. Y si quieres ahorrar, hay que saber que tu viaje puede llegar a no ser tan divertido como pensabas.

 

Durante el trayecto recorrimos zonas de montaña boscosas, pasamos por encima de algún que otro puente de hierro y madera, vimos campos de té y gente trabajando en ellos e incluso varios pueblecitos que atravesábamos por el mismo centro, sin más seguridad que un largo pitido del maquinista antes de entrar al pueblo, donde niños y mayores se agolpan a los lados del apeadero sonriendo y saludando.  Estuvimos todo el viaje mirando embobados por las ventanas, tomando fotos, disfrutando de las vistas e incluso del propio traqueteo del tren, que se movía lento pero de forma constante y haciendo un ruido espantoso en cada giro, en cada curva. Lo disfruté un montón. La pena es sólo duró 4 horas.

Habíamos leído que es bastante habitual que el tren sufra retrasos, pero en nuestro caso llegó bastante puntual. Según lo que nos contaron después, el tren suele retrasarse sólo en época de lluvias, aunque supongo que también dependerá del estado de conservación de trenes y vías, algo difícil de mantener en estos terrenos escarpados de montaña y con tantas precipitaciones.

 

Ya en Nuwara Eliya, nos fuimos en taxi directos al hotel (hay unos cuantos kilómetros desde la estación al centro del pueblo), ubicado en una casa de campo estilo inglés muy típica de esta zona, donde dejamos las cosas y nos preparamos para visitar la zona. Para ahorrar tiempo le pedimos presupuesto al propio taxista que nos trajo de la estación de tren, y reservamos con él mismo (12€).

Nuestra idea era visitar primero una serie de cascadas ubicadas como a 1 hora aproximadamente, luego visitar una factoría de té y por último, ya de vuelta en Nuwara Eliya, dar una vuelta por el pueblo.

 

Las cascadas que visitamos se llaman Ramboda falls, accesibles tras un paseo cuesta arriba de unos 30 minutos hasta llegar a un mirador justo enfrente de las mismas, y las Puna Falls, ubicadas justo al lado contrario de la carretera pero sólo visibles en la distancia, pues se encuentran algo lejos.  Creo que merecen la pena ambas, y eso a pesar de que no paró de llover ni un segundo.

 

Durante todo el trayecto por carretera es fácil ver plantaciones de té, pues toda la zona está dedicada su cultivo. Lo que no es tan fácil es ver a las tea-pickers, mujeres encargadas de recoger las hojas de la planta del té para su posterior procesado, puesto que sólo trabajan por las mañanas. Aunque hoy día, como su sueldo es tan ridículo que apenas les llega para sobrevivir (2,5€ al día), muchas de ellas se pasean por los campos con su enorme y pesada cesta esperando sacar algo de dinero a los turistas que les quieren sacar una foto. Algo triste, sin duda, pero que cada vez es más habitual en ciertas profesiones mal pagadas y países, donde se obtiene más mendigando una limosna al turista que recibiendo una minúscula paga de una multinacional poderosa como Lipton, que gana millones cultivando estos campos y semi-explotando a sus gentes.  ¿Explotación o forma de dales trabajo a la gente local? Quién sabe, no me queda claro, la verdad.

Es casi obligatorio parar en una de las muchas factorías de la zona para entender todo el proceso desde que se planta, se cuida, se cosecha y finalmente se procesa el té cuando las hojas están en su estado óptimo de maduración. En nuestro caso paramos en Blue Fields. Suelen ser gratuitas, y sólo esperan que compres alguna cajita al finalizar. Y la verdad es que la visita fue muy completa, pues se pasan por las diversas zonas de la fábrica y se aprenden muchas curiosidades sobre las distintas variedades (té blanco, negro o el carísimo blanco), sus diferencias e incluso su historia.

 

Llegados a Nuwara Eliya seguía lloviendo. A pesar de ello estuvimos dando una vuelta por el centro, visitando algunas tiendas de ropa (donde compramos una mochila de montaña súper barata, por cierto) y tomándonos unas cervezas Lion junto con una mujer gaditana de unos 50 años con la que coincidimos en el único bar animado del pueblo. Con ella nos echamos unas risas y descubrimos que muchas veces los impedimentos nos los ponemos nosotros mismos. Llevaba viajando sola por el país durante 15 días, no hablaba nada de inglés y era su primer viaje fuera de España.

Por casualidades y necesidades de la vida le surgió este viaje y decidió tirar p’alante. Olé por ella.

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Dia 8. Nuwara Eliya. Ella.

 

Hoy nos esperaba un día de esos que, cuando haces el planning, sabes que estás forzando demasiado. Había que elegir entre Ella o Yala por falta de tiempo, y priorizamos el safari por Yala. Al día siguiente descubriríamos que nos equivocamos, pero es muy fácil decir esto a toro pasado, pues sobre la mesa Yala era uno de los destinos obligados de cualquier viaje a Sri Lanka, a pesar de que nos salió un poco rana, como contaré más adelante.

 

El trayecto en coche de hoy  (74€), reservado de nuevo con el mismo chófer que el día anterior, nos llevó primero al pueblo de Ella en 2 horas por carreteras de montaña y posteriormente a Tissa en otras 2 horas más. Entre medias dedicamos tiempo a hacer un trek por las preciosas montañas de Ella.

 

Pero antes de comenzar la ruta estuvimos dando una vuelta por Nuwara Eliya, pues la lluvia y la falta de tiempo el día anterior nos había impedido tener una buena impresión del pueblo, del que habíamos leído muy buenos comentarios y nos apetecía conocer un poco más.  Y menos mal que lo hicimos, pues de otra forma nos habríamos perdido su fantástico hipódromo y campo de golf en mitad del pueblo, los jardines Victoria, sus cuidadas calles y casas de madera o el lujoso Grand Hotel, sacado de la época victoriana y que aún hoy día te sorprende por su estilo y sus detalles, tanto interiores como exteriores.

Merece la pena darse una vuelta por su interior, sin duda. Se nota el origen inglés del pueblo en cada rincón y construcción, que han sabido mantener en los tiempos actuales. También se nota que en esta zona hay dinero y la gente local vive mejor que en otras latitudes.

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Ella es una pequeña población enclavada en lo alto de un paso de montaña, en pleno centro de las Highlands.

Hace décadas no existía apenas ni el pueblo, pero hoy día se está reinventando como centro de senderismo y actividades en la naturaleza. Proliferan los restaurantes, los hoteles y las tiendas en torno a una calle principal que, me temo, serán más en pocos años.

Desde Ella se pueden realizar diversos trekkings de diversa dificultad y longitud. Conviene informarse antes a que no están demasiado indicados, más allá de un cartel, si acaso, al comienzo del mismo.

En nuestro caso, como no disponíamos de mucho tiempo, decidimos descartar la subida a la Roca de Ella, imponente montaña visible desde casi cualquier punto de la zona, una de las rutas más largas.

En cambio sí fuimos a Little Adam’s Peak, fácil ruta de cerca de 1 hora de subida hasta unos miradores desde los que se contemplan unas preciosas vistas de todo el valle de Ella, la Roca y las montañas de los alrededores. Desde este punto te das cuenta que, efectivamente, esta zona tiene mucho potencial. Cascadas, altas montañas, cañones, bosques tropicales, templos escondidos se esconden por la zona y sólo es cuestión  de tiempo que se abran al turismo.

También nos acercamos al famoso mirador sobre el puente de los 9 arcos, ubicado muy cerca del comienzo del sendero anterior, pero cuya ruta conviene ir preguntando a la gente nativa pues no está nada indicado, hay muchas casas por la zona y a veces hay que atravesar zonas privadas para llegar hasta el mirador que, de hecho, es una casa de un tipo que ha decidido habilitar un mirador, vender bebidas y poner 2 carteles con el nombre del lugar, incluyendo los horarios del tren para sacar la foto justo cuando pasa. Llegar hasta allí no es fácil y requiere subir y bajar alguna que otra empinada cuesta por caminos de arena y/o barro. Eso sí, la famosa vista del túnel y el puente es muy chula, muy Instagram.

 

Tras comer algo rápido en la calle principal, pusimos rumbo sur. El paisaje pronto fue cambiando del verde y frío bosque de montaña hacia las llanuras y el calor sofocante del sur.

Llegamos a Tissamaharama casi de noche, sobre las 18:00. Y nos costó casi 1 hora más llegar hasta nuestro alojamiento de hoy, pues no estaba en el pueblo sino a unos 20km, aislado de cualquier población y en mitad de la nada, en una zona deshabitada en dirección al Parque Nacional de Yala. Tras varias llamadas entre nuestro chófer y el dueño del alojamiento, por fin encontramos el 4x4 que nos recogería para llevarnos bosque adentro hasta nuestro campamento. Y es que nuestro alojamiento de hoy era eso, un campamento de estilo ‘glamping’ (camping con ciertos lujos para quien no conozca el concepto) con cabañas en mitad del bosque separadas unas de otras por unos cuantos metros, antorchas para marcar el camino y varios detallitos cuquis.

Ana lo había buscado con mucho mimo y era uno de nuestros hoteles con encanto del viaje. Pero claro, esto es la selva. Y los lujos y la selva no pueden ir de la mano. La cena, a la luz de las velas, eso sí, la pasamos espantando moscas y mosquitos que revoloteaban sobre los platos que no veíamos pues las velas poco iluminaban en la oscuridad cerrada.  El calor, para colmo, era asfixiante.

Pero lo peor no fue eso, sino al llegar a la cabaña y abrir la cama, donde descubrimos un enorme lagarto de unos 15 centímetros saliendo de entre las sábanas y riéndose de la mosquitera que cubría la cama. Y claro, Ana se puso histérica. No quería dormir ahí bajo ningún concepto. En mitad de la noche me tocó llamar al dueño y contarle lo sucedido. Vinieron 2 ayudantes que buscaron el lagarto, pero éste ya no estaba. Total, que nos tomaron por locos turistas de ciudad. Menos mal que al ver la cara de Ana tuvieron el detalle de cambiarnos de cabaña, la cual revisamos varias veces buscando bichos y posibles huecos por los que podrían colarse.

Esta noche yo no dormí demasiado mal, pero Ana apenas pegó ojo.

Creo que ya no se le va a volver ocurrir mezclar naturaleza con supuesto lujo nunca más.

A las 4:30 sonaba el despertador. En este caso, no nos vino mal.

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Dia 9. Safari en PN Yala. Tangalle.

 

No sé si teníamos más ganas de salir del campamento o de empezar el safari, pero el caso es que no costó demasiado levantarnos de la cama y subirnos al 4x4 cuando nuestro guía de hoy, llamado Nelson, nos pasó a buscar a eso de las 4:30 de la madrugada.

La experiencia del campamento en el bosque, que otras veces habíamos probado con bastante éxito, esta vez salió algo rana. Ni la cena, ni el alojamiento, ni la ubicación nos gustaron demasiado.

 

La reserva del safari en Yala la concretamos totalmente desde España por email con un tipo llamado Nelson del que leímos buenísimas referencias en múltiples blogs y que, al final, fue todo un acierto.

Y eso que nada más recogernos Nelson nos confirmó la noticia que nos dio el día anterior, y es que sólo podíamos visitar el bloque 5, pues el resto estaba cerrado por mantenimiento. El parque nacional de Yala está dividido en 5 sectores, siendo el número 1 y 2 los más conocidos y visitados pues es donde mayor concentración de leopardos habita. Si por algo es conocido Yala es por la gran probabilidad de avistar leopardos, pero nos lo íbamos a perder. Una pena, pero son cosas que pasan. Algunas semanas al año se cierran ciertos sectores, normalmente cuando es la época de cría. Quizá nos deberíamos haber enterado mejor desde España y podríamos haber cambiado algo del planning.

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El caso es que decidimos seguir adelante con el safari y estuvimos recorriendo los diversos caminos del sector 5.

Vimos varios tipos de aves, incluyendo tucanes, garzas y águilas, manadas de ciervos, varios pavos reales, algún que otro esquivo elefante en la lejanía e incluso 1 chacal. Tendríamos que esperar a otro momento para poder ver a este esquivo y silencioso animal. También nos bajamos en alguna zona a observar algún lago o miradores panorámicos de toda la zona.

Tras unas 5 horas de safari salimos de Yala un tanto decepcionados porque veníamos con las expectativas altas, pero contentos por la experiencia, cada parque es único y tiene su propio encanto. Además sabemos que la naturaleza es imprevisible y los animales no están ahí para ser observados, sino para sobrevivir, que no es poco.

 

Ya en Tissa, fuimos a conocer la casa de nuestro guía Nelson, un tío majete con el que hablamos mucho y que insistió en que conociéramos su casa y su familia. Y así hicimos. Fue entrar por la puerta de su casa y su mujer comenzó a desvivirse por que nos sintiéramos como en casa. Nos sacó bebida y unos dulces típicos, nos acomodó en el sofá e invitó a la hija, de unos 10 años, a practicar inglés con nosotros. Nosotros le pedimos que nos enseñara algunas palabras en cingalés y ella nos sorprendió tocando una canción con el violín que estaba aprendiendo a tocar. Fueron unos momentos muy agradables, nos sentimos muy a gusto con ellos.  La casa, de una planta y con un jardín enorme, ya me gustaría a mí para España.

 

El día continuó con el traslado hacia Tangalle, de 1 hora, cuyo trayecto hicimos en el coche de un familiar de Nelson, que nos dio buen precio (Safari y transporte a Tangalle, 2 personas, por 125€). Aquí todo va así, boca a boca, yo te ayudo, tú me ayudas. Quizá fuese caro, pero preferíamos tranquilidad.

Llegados a Tangalle, dejamos las cosas en el hotel y nos alegramos de la cama King size con mosquitera que tenía nuestro hotel, ubicado en primera línea de costa, o mejor dicho en la misma línea de playa. Esta noche íbamos a dormir por hoy y por el día anterior.

La costa sur de Sri Lanka es una zona de playas de arena fina con palmeras, muchas de ellas casi vírgenes, aguas limpias pero con oleaje, temperaturas agradables todo el año y pequeños pueblos marineros que, poco a poco, se están convirtiendo en pueblos dedicados al turismo de playa y sol. Aun así, reina un ambiente general de relax y tranquilidad, ideal para desconectar de todo.

Elegimos Tangalle y Unawatuna para pasar las 2 noches que teníamos pensado pasar por esta zona, pero perfectamente podíamos haber elegido otras poblaciones. Todas ellas tienen una bonita playa, servicios turísticos y restaurantes y hoteles por doquier. Algunos de ellos disponen además de algo de historia asociada a la parte antigua de los pueblos, como por ejemplo Mirissa.

La impresión que nos llevamos al pasar por varios de los pueblos de esta costa sur es que los hay de 2 tipos. Por un lado están los pueblos tranquilos donde puedes pasear tranquilamente, disfrutar del silencio o cenar a la luz de las velas en la arena de la misma playa. Así es Tangalle, la más auténtica, la menos turística.

Y por otro lado los pueblos donde parece haber más turistas que gente local, las palmeras y cocoteros han sido sustituidos por chiringuitos en la arena y hay bares con música en la calle y diversión nocturna. Así es Unawatuna, más animada, más turística.

En ambos casos se puede disfrutar de todo lo bueno que te ofrecen estos lugares, que no es poco. En ambos los restaurantes se agolpan uno tras otro en plena playa, a estilo chill-out, descalzos en la arena.

 

La tarde de hoy en Tangalle la dedicamos a pasear por la playa, ver el atardecer, cenar un pescado en un sitio con velitas muy cuqui en plena playa y darnos un masaje de pies, incluido en el precio de nuestro hotel y que disfrutamos un montón.

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Dia 10. Tangalle. Mirissa. Unawatuna.

 

El día de hoy se presentaba tranquilo, pues no teníamos pensado más que trasladarnos a Unawatuna y seguir en modo relax. Se nos planteó la duda de cómo ir de Tangalle a Unawatuna, y tras pensarlo un poco lo tuvimos claro: tuk-tuk (20€).

No sabíamos si las mochilas iban a entrar o no, pero los lankeses, siempre sonriendo, nos dijeron que sin problema. No lo teníamos muy claro, pero la verdad es que entraron.

Un poquito de aventura no nos vendría mal tras las más de 10 horas de sueño que nos habíamos pegado hoy. Es que en el fondo nos mola la marcha, para qué negarlo.  Y además ahorrábamos un poco, pues el tuk-tuk siempre es más barato que el coche, ideal para trayectos cortos, aunque éste era casi 2 horas.

 

El trayecto fue siempre paralelo a la costa, por lo que pudimos seguir viendo playas y pueblos durante todo el trayecto.

Pasamos por el centro de Mirissa, donde me quedé con ganas de dar una vuelta pero que descartamos por el caos de tráfico y ruidos de sus calles, mucho más abarrotadas que lo que íbamos buscando.

También descartamos la visita a los pescadores zancudos de las playas del sur, gente que en otro tiempo se ganaba la vida pescando desde una estaca clavada directamente en el mar, imagen que es hoy día una de las más representativas de Sri Lanka. La razón hay que buscarla en que ya no se dedican a la pesca, sino a representar esta imagen para los turistas, que pagan por hacer la foto. Se han dado cuenta de que así ganan más con menos esfuerzo. Una de las consecuencias negativas de tanto turismo. O no, quien sabe. Me parece similar a lo que comentaba sobre las tea-peackers en las HIghlands.

El caso es que nosotros decidimos no participar de la pantomima. 

 

Llegados a Unawatuna con nuestro emocionante viaje en tuk-tuk, que recomiendo por la experiencia pero no por la comodidad, nos pusimos los bañadores y nos bajamos a disfrutar de la playa.

Mucho más turística que Tangalle, la playa es un arenal de unos 2 km repleta de restaurantes y bares chill-out en plena arena, alquiler de motos de agua, barcas de remo y kayaks y gente volando cometas o paseando a sus perros. Da gusto darte un baño en las cálidas aguas del Índico y tumbarte en la arena  ver la vida pasar.  Un muy buen lugar para descansar, tomarse una cerveza y simplemente disfrutar.

 

Decidimos quedarnos esta noche en Unawatuna, además de para poder pasar una última noche en la playa, por motivos logísticos. Así el día siguiente podríamos dejar las maletas en la recepción del hotel y visitar Galle sin prisas, yendo y viniendo en tuk-tuk por pocas rupias (3€)

Dia 11. Galle.

 

Tras 2 días de tranquilidad, playas y descanso, nos dejamos para el final la guinda de nuestro viaje por Sri Lanka:

la preciosa villa de Galle.

Ubicada en una pequeña península natural junto al mar, esta preciosa población de origen portugués conserva intacto todo su pasado esplendor colonial. Para acceder a la villa histórica hay que pasar obligatoriamente por su fortaleza, cuyos anchos y altos muros aún conservan la grandiosidad que debió tener cuando fue construida, allá por mediados del siglo XVII, por los holandeses, que tomaron la ciudad a los portugueses e hicieron de ella un próspero puerto comercial entre Europa y Asia. Entre sus muros destaca sin duda la torre del reloj, visible desde cualquier punto.

El centro histórico, ideal para recorrerlo a pie durante 1 o 2 horas, ha transformado muchas de sus antiguas casonas y palacios  en bonitos hoteles, tiendas y restaurantes, aunque lo bueno es que se ha conservado el estilo en fachadas e interiores. Muchas de ellas son accesibles por el interior y merece la pena sin duda entrar a curiosear, tanto por el género como por el gusto en la recuperación de los espacios, nos han parecido muy modernos.

Entre los edificios históricos cabe destacar los museos Nacional y Marítimo y el antiguo hospital holandés, hoy reconvertido en moderno centro comercial.  También destacable son las iglesias anglicana y protestante holandesa, así como varias pequeñas mezquitas y algún templo budista, todos ellos edificios religiosos que parecen mostrar la armonía que se vive en esta pequeña población.

El punto quizá más fotografiado de Galle es su elegante y bien cuidado faro, de color rojizo y blanco y ubicado en un lugar privilegiado, al lado de los muros que rodean la ciudad y protegen del mar.

Por último tengo que mencionar que Galle se disfruta mucho más dejándote llevar por entre sus calles, fotografiando rincones con encanto y descubriendo la ubicación de sus preciosas puertas de entrada, pues esconde zonas muy chulas, sólo hay que encontrarlas.

 

Tras comer en un restaurante local, de nuevo genial y a buen precio, regresamos de vuelta a Unawatuna para recoger las maletas y partir hacia Negombo, ciudad donde se encuentra el aeropuerto internacional, un poco al norte de Colombo, la capital de Sri Lanka. Nos quedaban 2 horas de trayecto (54€) en coche hasta nuestro hotel, el típico cercano al aeropuerto, que sólo queríamos para dormir.

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Dia 12. Vuelo Colombo (SRI) - Christchurh (NZE)

 

Día 12. Llegó nuestro último día en el país de los elefantes, los tuk-tuks de colores, los campos verdes de té, la fantástica comida local y las ciudades patrimonio de la humanidad. Continuamos nuestro viaje alrededor del mundo con la sonrisa en la boca por haber podido conocer este precioso y sonriente país.

IIstouti Lanka, ayubowan!  (Gracias, Lanka, hasta luego)

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