GRECIA - 11 dias

Dia 1. Llegada a Atenas a las 14:00. Tarde: visitar Atenas. Dormir en Atenas
Dia 2. Atenas. Coche a Delfos. Dormir en Delfos.
Dia 3. Delfos. Paso de las Termópilas. Coche a Meteora. Dormir en Kalambaka.
Dia 4. Meteora. Coche a Zagoria. Dormir en Zagoria.
Dia 5. PN Vikos-Aoos. Zagoria. Coche a Igounemitsa. Barco a Corfú. Dormir en Corfú.
Dia 6. Corfú. Kerkira. Dormir en Corfú.
Dia 7. Corfú. Norte y oeste de la isla. Dormir en Corfú.
Dia 8. Barco a Igounemitsa. Coche hacia el Peloponeso. Kalavrita. Dormir en Kalavrita.
Dia 9. Argólida: Nauplio; Khorintia: Canal de Corinto, Akrocorinto y Loutraki. Dormir en Loutraki.
Dia 10. Argólida: Epidauro, Micenas. Coche a Atenas. Dormir en Atenas.
Dia 11. Traslado al aeropuerto. Avión de regreso a Madrid.
No hay que perderse:
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Atenas. Imprescindible.
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Delfos. Ruinas griegas del famoso oráculo.
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Meteora. Monasterios de culto en lo alto de las rocas. Único en el mundo.
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Parque Nacional Vikos.Aoos. Región de Zagoria. Naturaleza y montaña.
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Isla de Corfú. Playas y tranquilidad.
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Peloponeso. Ruinas e historia griegas: Epidauro, Nauplio, Akrocorinto, Micenas, etc.
Medios de transporte:
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Vehículo alquilado (furgoneta de 7 plazas) todo el viaje (incluido Corfú).
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Tren cremallera para subir a Kalavrita.
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Barco entre Igounemitsa y Corfú (i/v)


Dia 1. Atenas.
Elegimos Grecia en su parte continental por varias razones. Una de ellas era el clima suave a estas alturas del año, imbatible al comparar con cualquier país europeo al norte de los Alpes. Otra eran los precios nada caros de los billetes. Otra la seguridad del país (con esto descartábamos también los países del norte de África como Túnez o Egipto, en plena primavera árabe). Y la última quizás la curiosidad de descubrir el interior del país, yendo a contracorriente de lo típico que sería visitar las múltiples islas del Egeo (Santorini, Mikonos, Creta, etc). Éstas las dejaríamos para el verano.
Llegamos a Atenas sobre las 14:00 de la tarde. Recogimos la furgoneta de alquiler (pues éramos 12) con la que recorreríamos el montañoso interior del país en próximos días y nos fuimos directos al hotel, tras casi 1 hora de trayecto por el correspondiente atasco. Ojo porque está lejos del centro.
El hotel, elegido adrede, estaba a 5 minutos andando de la acrópolis y del barrio de Plaka.
Era el primer día y como estábamos fuertes empezamos a patear por la ciudad. Recorrimos el templo de Zeus, arco de Adriano y puerta de Atenas, justo al lado de los jardines Nacionales. Después el parlamento y la plaza Sintagma, donde vimos unas manifestaciones y bastante policía.
Por último subimos en el funicular que sube a la colina Lycabettus. Desde allí las vistas de la ciudad son magníficas, y sobre todo de lo que más destaca: la colina del Acrópolis, justo en el medio de la ciudad.
De allí nos fuimos hacia los barrios de Plaka y Psyrri, más comerciales y llenos de gente, donde entre multitud de comercios, bares y restaurantes está la preciosa y pequeña iglesia de Panaghia Kapnikarea.
También por la zona se encuentran el Ágora romana, varias iglesias católicas y la biblioteca de Adriano. Visitar esta zona de noche tiene su encanto, pues apenas hay gente en la calle y todo se contempla desde otra perspectiva mucho más tranquila y, quizá, cercana como debió ser en otro tiempo.
Tras cenar en un restaurante de la zona, nos fuimos de copas por la zona de Monastiraki. Es la zona de marcha típica de la ciudad, y realmente estaba llena de gente. Lo dimos todo en un garito mexicano donde ponían música rock super buena, y tras unas cuantas copas, algunos bailes y muchas risas, nos fuimos al hotel.
El viaje prometía.


Dia 2. Atenas. Delfos
Tocaba madrugar a pesar del poco tiempo dormido, pues queríamos visitar el monumento más famoso de Grecia: la Acrópolis. Tras pagar la entrada, comenzamos a subir por la colina donde se sitúa. Ya desde abajo se comienzan a ver algunas ruinas, mal conservadas. A media altura se llega al Odeón de Herodes, un teatro en la ladera de la colina bastante grande y bonito. Al llegar arriba destacan las escaleras monumentales y columnas del Propylaea, muy restauradas, que dan acceso a la explanada de la Acrópolis. Lo primero que se ve es el pequeño templo de Atenea a la derecha. A la izquierda, el Erecteion y sus famosas cariátides llaman más nuestra atención. Aunque el más llamativo sin duda es el Partenón, mucho más grande y justo en el medio de la explanada. Está bastante bien conservado, aunque se notan los años de expolio y muchas partes derruidas y no restauradas. En ninguno de ellos puedes caminar por dentro, entre las columnas. Desde lo alto de la colina se observan unas bonitas vistas de Atenas por todos lados, desde donde puedes llegar a imaginar (si los cientos de turistas te dejan un hueco tranquilo, cosa difícil por otro lado) el importante significado que tuvo este lugar en la antigüedad, cuna de la civilización y la democracia.
El calor es insoportable también en esta época, por lo que tras casi 2 horas de visita y unas cuantas fotos nos vamos hacia la parte baja de la acrópolis, menos conocida que la parte alta pero también con encanto. En ella se puede pasear por el antiguo Ágora ateniense, visitar el templo de Efesto o un pequeño museo con esculturas y bustos encontrados por la zona. Es una zona muy grande en extensión, donde lo que más merece la pena es sin duda el templo de Efesto, muy bien conservado.
Tras casi 4 horas por la Acrópolis, decidimos dar por terminada la visita. Salimos por la zona de bares de Monastiraki, justo al lado contrario de la entrada. Desde aquí las vistas de la Acrópolis son muy buenas.
A las 14:00 teníamos que estar en el aeropuerto, pues nuestra amiga Laura se unía al viaje. Comimos rápido por la zona y salimos en torno a las 13:00 del centro de Atenas.
El museo de la Acrópolis tendría que esperar para otra ocasión. Una pena porque dicen que existen muchas antigüedades que ver (aquellas que no robaron ingleses y franceses, claro).
La sensación que nos queda de la Acrópolis y en general de Atenas es un poco decepcionante, pues a pesar de que existen decenas de vestigios del mundo antiguo, la mayoría de ellos o están en muy mal estado de conservación, o están muy restaurados, o están literalmente arrinconados entre los edificios modernos de la ciudad.


Dia 3. Delfos. Termópilas
Tras unas 4-5 horas durmiendo tocaba continuar con el planning. Ya con luz, descubrimos el precioso valle que se abría hacia abajo hasta los pueblos de Kirra e Itea, viendo incluso una parte del mar Egeo. Y justo detrás de nosotros, la inmensa montaña Parnaso, leyenda del mundo griego y hoy día parque natural y estación de esquí. Comenzamos a darnos cuenta que el interior del país no es para nada llano, sino todo lo contrario: muy montañoso. Además la geografía del país, muy irregular, contiene múltiples entradas y salidas del mar por todos lados, por lo que es fácil ver el mar desde múltiples puntos.
Esta es la razón por la que hay tan pocas autovías.
A poca distancia del pueblo están las ruinas de lo que en su día fue el lugar donde se encontraba el oráculo de Delfos. Se trata de un complejo con bastantes cosas que ver. Tiene varios pequeños templos bien conservados, algunas columnas de otros más grandes, varios restos de piedras talladas, un teatro, una escuela, un gimnasio e incluso un hipódromo.
El conjunto está bastante bien conservado, sobre todo el hipódromo (de los mejores que he visto por tamaño y grado de conservación). También se puede visitar el museo, bastante recomendable, donde se encuentran varias esculturas enormes y bien conservadas, así como varias decenas de utensilios, vasijas y aparejos en general, encontrados en la zona.
Todas estas cosas, así como el menor número de turistas y la ubicación justo en la ladera de una montaña con vistas al valle y las montañas de alrededor, hacen que el conjunto nos haya gustado bastante.
La visita completa nos llevó aproximadamente unas 3 horas, museo incluido.
Tras recoger a Laura, pusimos rumbo a Delfos, por una autovía en buen estado. Tras unas 2 horas, ya casi de noche, llegamos a Delfos, justo en las laderas del monte Parnaso.
Dejamos las cosas en el hotel y cogimos de nuevo el coche para visitar el pueblo de Arachova, a unos 5 minutos en coche. Se trata de un pueblo de montaña, con varios rincones bonitos para visitar, tiendas de recuerdos y varios restaurantes.
Como era de noche y no había mucha gente en este pueblo, nos fuimos de nuevo a Delfos, donde buscamos un restaurante para cenar. Tras la cena no queríamos irnos a dormir por lo que preguntamos a los del restaurante, que nos indicaron un pub donde bailar y tomar algo. Y resultó que estaba lleno de gente. Y claro, 12 españoles con ganas de fiesta llaman la atención. Al poco estábamos bailando encima de la barra, haciendo coreografías con canciones españolas que nos ponía el DJ y bailando con el resto de gente del garito. Una gran segunda noche!!!


Visto Delfos, nuestro siguiente destino fue encontrar el famoso Paso de las Termópilas, pues se encontraba de camino a nuestro verdadero destino: Kalampaka y los monasterios de Meteora.
Llegamos al pueblo llamado ‘Termópilas’, pero no encontramos signos de lo que buscábamos ni la apariencia del terreno era la de un desfiladero estrecho. El caso es que tras casi 30 minutos dando vueltas descubrimos un sitio, a las afueras, donde había una escultura de los legionarios espartanos que hicieron famoso este lugar. También descubrimos que antiguamente el mar estaba mucho más cerca de la montaña, formando el famoso paso entre la montaña y el mar, hoy día no apreciable.
En resumen, no merece la pena perder ni un minuto en este sitio, que yo creo que pusieron tras el éxito de la peli de 300, y que no se parece en nada a lo que un día, posiblemente, fue.
Pusimos rumbo norte de nuevo hasta que, tras casi 4 horas largas por una carretera de doble carril llena de camiones, llegamos a Kalampaka, pueblo base desde donde visitar Meteora.
El pueblo resulta que estaba bastante animado, lleno de restaurantes y de gente. Cenamos en un restaurante pequeñito pero muy bueno, y después no pudimos resistirnos a salir de nuevo a tomar algo. Esta vez el ambiente era más selecto y la gente estaba más arreglada, pues era sábado. Y nosotros con nuestros quechuas y zapatillas de montaña. Nos daba igual.
Tras un par de horas y otras tantas copas, nos fuimos al hotel, porque la música era un poco rara. Nos esperaba otra noche de dormir poco.


Dia 4. Meteora.
Este es sin duda uno de los puntos fuertes del viaje. Los monasterios ortodoxos de Meteora son un conjunto de monasterios enclavados en la parte más alta de unas montañas de piedra con formas irregulares y extrañas. En la actualidad se encuentran en buen estado y visitables más de diez, aunque en la antigüedad estaban activos muchos más. En algunos todavía viven monjes (y tienen horarios restringidos). Hoy día se trata de un centro de peregrinación para cristianos ortodoxos.
Como no da tiempo a visitar todos, lo mejor es elegir 2 o 3 para ver por dentro, y disfrutar de las vistas y el entorno de todos ellos por fuera.
Nos acercamos desde Kalampaka en coche (se puede aparcar fácilmente en todos ellos), y visitamos por dentro los 2 más famosos: Varlaam y Gran Meteoro. En ambos casos el interior del monasterio es muy interesante. Puedes encontrar pequeños museos, capillas con frescos, cuidados jardines, lugares de culto y silencio, miradores, o incluso mortuorios, una sala con calaveras u otra sala con cuadros dedicados a las diversas formas de morir en la antigüedad.
Es muy sorprendente los lugares donde están construidos, algunos imposibles totalmente rodeados de roca y abismo. Son accesibles normalmente por pequeñas escaleras de roca o puentes artesanales, algunos rehabilitados. Las vistas del valle con los monasterios son espectaculares.
Es un lugar muy fotogénico, místico y creo que único en el mundo.
Recomendable ir a por la mañana para tener mejor luz (al atardecer cierran los monasterios).
Tras dedicar toda la mañana a visitar la zona sin prisas, comimos de picnic encima de una de las múltiples rocas que hay en la zona, miradores naturales del valle.
Ya por la tarde, seguimos nuestra visita por las afueras de Kastraki durante un par de horas, un pueblo más cercano a los meteoros, enclavado entre la montaña, donde se encuentran pequeñas capillas-cueva diseminadas por toda la zona. La vista del pueblo y las cuevas por la tarde es espectacular.


Pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: la región de Zagoria y el parque Nacional Vikos-Aoos, la región montañosa más importante de Grecia (aunque la montaña más alta del país es el Monte Olimpo, situado al este, camino a la ciudad de Tesalónica).
No es una zona muy visitada por el turista urbanita, pero a nosotros siempre nos tira el monte y no queríamos dejar de conocer este lugar, lleno de montañas enormes, uno de los desfiladeros más largos del mundo (el de Vikos), aldeas y pueblos de montaña con encanto, ríos con aguas transparentes y puentes de piedra bien conservados. Además el otoño pondría la nota de colores rojizos y amarillos.
Tras llegar a Iaoninna, ciudad al lado de un bonito lago, la carretera cambia completamente y comienza a ascender hacia las montañas Pindo. El tiempo se vuelve frío y la niebla y la lluvia comienzan a aparecer. Tras unos 90 minutos, por fin llegamos a nuestro alojamiento, en el pequeño pueblo de Monodendri, justo al lado del desfiladero de Vikos.
Esta vez estábamos en un pueblo de montaña perdido en esta remota región, por lo que sabíamos que no iba a haber ni marcha ni bares ni apenas gente. Y acertamos. Cenamos en las propias habitaciones de los apartamentos y, por fin, tocó descansar tras varias noches seguidas saliendo de bares.
Dia 5. PN Vikos-Aoos.Zagoria.
El día comenzó con malas noticias, pues se encendió una luz de avería en nuestra furgoneta y tuvimos que llamar al seguro. No nos queríamos arriesgar a conducir por las carreteras de montaña de la zona.
Estuvimos esperando cerca de 1 hora hasta que vino el mecánico en la grúa. Tras mirar el coche, nos dijo que no era grave y que podíamos aguantar sin problemas con la luz encendida. No tuvimos más remedio que fiarnos de él. Lo malo es que ya habíamos perdido 2 horas y para colmo, el día continuaba nublado y con lloviznas.
Estos pequeños inconvenientes no nos iban a parar ni mucho menos, por lo que sacamos nuestros chubasqueros (que por desgracia no abandonamos en el resto del día) y comenzamos a visitar el pueblo. Monodendri en si no tiene gran cosa más que varios hoteles y restaurantes, que estaban cerrados porque Noviembre no es precisamente temporada alta allí. De hecho, no había prácticamente nadie en las calles. Esto tampoco nos iba a parar, más tranquilos veríamos todo!!.
Lo realmente bonito del pueblo eran los miradores naturales que tiene sobre el desfiladero del Vikos y sobre todo, el pequeño monasterio de Agia Paraskevi, enclavado en la montaña y accesible tras un pequeño paseo. Y realmente son muy bonitos.


Eran casi las 11:00, por lo que pusimos rumbo hacia el otro pueblo desde el que se puede contemplar el desfiladero, Vikos. Es menos turístico que Monodendri, mucho más rural y pequeño. Y quizá por eso tiene quizá más encanto. Los miradores del desfiladero son preciosos. Además aquí se puede ver ya la enorme figura del monte Astraka, que con sus más de 2400m es una de las montañas más altas.
La siguiente parada fueron los pueblos de Megalo Papingo y Mikro Papingo, justo al lado. Para llegar a ellos hay que subir por una carretera llena de zetas de lado a lado de la montaña, bastante curiosa.
Ya arriba, las vistas de nuevo son preciosas, llena de colores rojizos, marrones y amarillos del otoño. Ambos pueblecitos tienen sus casitas de piedra con encanto, pequeñas iglesias, algún que otro bar con terraza y mirador y, en general, están bastante bien cuidados. La tranquilidad es la reina en este lugar.
Justo en la carretera entre ambos pueblos merece la pena visitar las piscinas naturales de Pofkovo. Un pequeño cartel indica la zona. Tras un rato andando por un camino, se comienzan a ver las piscinas que forma el caudal del pequeño río. Se puede subir un tramo entre ellas, pasando de lado a lado del arroyo. Es un bonito paseo de unos 30-45 minutos que merece la pena visitar.
Continuamos conduciendo por las preciosas carreteras de montaña entre preciosos bosques y ríos de agua azul transparente en algunas zonas, azul vívido en otras, parando en algunas zonas a sacar fotos.
Para comer decidimos parar en un restaurante que teníamos recomendado por la zona, ya que el día era frío y nos apetecía sentirnos calentitos al lado de una chimenea y comer bien. Y fue todo un acierto, pues comimos muy bien y barato, todo cosas típicas de la zona.
A la tarde queríamos pasarnos por algunos de los famosos puentes de piedra de la zona. Pero la noche se nos echó encima enseguida, por lo que sólo pudimos pasarnos por dos de ellos. Una pena porque nos parecieron bastante bien conservados y con encanto.


Ya de noche, salimos rumbo a Igoumenitsa, pues teníamos billetes para las 20:00 y ya andábamos justos de tiempo. Aquí tuvimos una pequeña gran cagada por hacer caso al GPS en lugar de a las indicaciones de la carretera, cosa que nunca hago porque no me fío de los GPS, salvo en esta ocasión.
Y es que en Iaoninna acababan de construir hacía poco tiempo una nueva autovía que en poco más de 50 minutos te llevaba a Igoumenitsa. Pero como el GPS no tenía esta carretera en sus mapas, pues nos fuimos por la antigua carretera de montaña con decenas de camiones, curvas y en mal estado.
Tardamos casi 2 horas en llegar, aunque tuvimos suerte porque llegamos justo a tiempo para embarcar, furgoneta incluída.
La travesía en barco hasta la isla de Corfú fue muy agradable. El tiempo ya no era el frío de la región de Zagoria y se podía estar tranquilamente en cubierta. Tras cerca de 1 hora, llegamos a Corfú.
La siguiente misión, bastante complicada, fue encontrar nuestro alojamiento, pues se trataba de una villa en pleno campo, aislada de los pueblos más grandes, llamada Villa Paramonas. Nos costó un mundo llegar a ella, pues estaba en una zona boscosa, llena de caminos privados, sin ninguna señal y con el GPS volviéndose loco. Tras casi 1 hora dando vueltas, dimos con la casa. Y resultó que las penurias que pasamos para encontrarla merecieron la pena.
Se trataba de una villa de lujo con vistas al mar, 3 plantas, piscina, jacuzzi exterior de 6 personas, jacuzzis privados en las habitaciones, salón comedor para 20 personas, habitación suite de lujo, terraza exterior con cocina americana, barbacoa, columpios y hasta esculturas de mármol en las escaleras. Y por menos de 25€ por persona y día. Nos quedamos flipados al verla.
Las siguientes 3 noches las pasaríamos en esta villa por lo que comenzamos a disfrutarla.
Tiramos las cosas en las habitaciones y nos fuimos directos a probar la piscina y el jacuzzi exterior.
En ese momento se nos olvidó todo y sólo disfrutamos del momento.


Dia 6. Corfú.
Hoy lo dedicamos por entero a hacer turismo por Corfú ciudad, la ciudad principal de la isla y la más turística. Se trata de una ciudad medieval con bastantes cosas que ver. La principal es la antigua ciudadela de la ciudad con su imponente fortaleza y la iglesia-templo de San Jorge. Desde lo alto se tienen las mejores vistas de la ciudad. Ya abajo es recomendable pasear por las múltiples callejuelas y callejones entre edificios antiguos, que van desde la enorme plaza de la Spianada hasta el castillo nuevo al otro lado de la ciudad. También existen varios museos aunque no fuimos a ninguno.
La ciudad es pequeña, pero si te lo tomas con tranquilidad la visita lleva al menos 4 horas.
Tras comer en uno de los variados restaurantes de la ciudad, visitamos la península de Kanoni, a escasos 15 minutos de Corfú ciudad, o mejor dicho el mirador desde el que se observa dicha península y todo el precioso entorno de la bahía que la rodea. Nos quedamos disfrutando del entorno y tomando unas cervezas bien merecidas mientras anochecía, pues queríamos ver el atardecer desde allí.
Tras una buena tanda de fotos, nos fuimos al supermercado a comprar comida para hacer una barbacoa en nuestra villa. Nos tenía ganados y queríamos disfrutar de ella. Allí que nos fuimos de nuevo a disfrutar de una deliciosa barbacoa, un bañito en la piscina y un poco de relax en el jacuzzi.
Esto era vida.


Dia 7. Corfú.
El día de hoy queríamos dedicarlo a recorrer las zonas costeras más interesantes de la isla. A pesar de no estar en época de poder disfrutar de las playas y el mar, sabíamos que la isla está llena de vegetación, acantilados, montañas, bahías y pequeñas calas, lo cual era más que suficiente para acercarnos.
El día anterior nos dimos cuenta que moverte por la isla es toda una aventura y lleva bastante más tiempo de lo que parece a priori por el número de kilómetros. Las carreteras son estrechas, hay bastante tráfico, muchas curvas y zonas de montaña. Decidimos que con recorrer la parte norte y noroeste era más que suficiente, según dicen las zonas de costa más bonitas de la isla.
La primera visita fué para la bonita bahía de Paleokastrisa. Es un pueblecito enclavado entre montañas y vegetación, con varias calas de agua turquesa, llena de hoteles, restaurantes y casas de cierto nivel.
La segunda parada fue en Arillas, un poco más al norte. Esta playa no tiene nada que ver con la anterior, pues es una playa recta de varios cientos de metros de largo y arena fina. Detrás en lugar de vegetación y hoteles sólo hay pequeñas casas de pescadores de una planta con algún que otro bar.
Paramos también en algunos pequeños miradores por las carreteras de camino, están llenos de ellos porque hay decenas de sitios fotogénicos por esta zona montañosa y abrupta de la isla.
La tercera visita fue a Sidari, al que fuimos para conocer el canal del Amor, que no es otra cosa más que un conjunto de pequeños acantilados que forman varias pequeñas calas de arena fina, con una entrada de agua que se parece a un canal. Dimos una vuelta por allí y nos fuimos a tomar unas cervezas al bar Pirata, el único que vimos abierto por la zona.
Se nos echaba la noche encima, y decidimos irnos de nuevo a cenar y disfrutar de nuestra villa.
El día de hoy había sido un poco raro, pues visitamos varias playas y sitios preciosos, donde daban ganas de darse un baño o tomar el sol, pero lógicamente en noviembre hacía algo de frío, el cielo estaba gris y no había ni un alma en casi ningún sitio. Por no haber, no había ni sitios para salir de marcha a tomar algo o a cenar. Imagino que visitar esta isla en verano debe ser totalmente distinto.


Dia 8. Traslado a Peloponeso. Kalavrita.
El día de hoy iba a ser largo, pues nos iba a llevar desde la parte norte del país hasta el Peloponeso.
Cogimos el barco de vuelta a Igoumenitsa, y nada más desembarcar salimos rumbo sur. La carretera alterna zonas de autovía con otras zonas de doble sentido atravesando pueblos. El terreno casi en su totalidad es bastante montañoso y de nuevo, como cerca de Delfos, existen zonas donde el mar se adentra tierra adentro formando bahías y golfos de diversas formas y tamaños.
Al llegar al Peloponeso, tras pasar por el bonito puente elevado Rio Antirio cerca de Patrás, el verde va dejando paso al marrón, propio de esta tierra más árida y seca, pero igualmente montañosa.
Tras más de 4 horas llegamos a Diakopto. Desde aquí cogeríamos un tren de cremallera que nos llevaría hasta lo más alto en las montañas: Kalavrita. El tren fue muy innovador en su tiempo, y hoy día es una atracción turística de la zona. El trayecto hasta arriba es bastante bonito, pasando por varios túneles, puentes y desfiladeros, salvando importantes desniveles. Incluso si tienes suerte y das palique al conductor, te puede dejar llevar el tren un rato.
Tras casi 1 hora, llegamos a Kalavrita. Mientras Sergio y yo bajábamos de vuelta a por los coches, el resto del grupo se fue al hotel a descansar un rato del viaje.
Una vez estábamos todos ya en el pueblo, y como le habíamos cogido gusto al tema de los jacuzzis, descubrimos la sorpresa del día: nuestro hotel tenía spa privado incluido en el precio! Así que allá que fuimos a probarlo de nuevo, todos con nuestro albornoz y el spa para nosotros solos. Alguna ventaja tenía que tener estar en noviembre.
Tras el relax, fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que resultó ser bastante turístico, aunque por la época, de nuevo sin apenas gente en las calles. Aún así cenamos en un restaurante bastante bueno y acogedor, y después retomamos nuestra costumbre en este viaje de salir a tomar alguna copichuela y echar unos bailes. Y tuvimos suerte porque había un bar bastante animado y con bastante gente. El dueño estuvo rápido y listo y nada más detectar que éramos varios españoles con ganas de juerga, nos empezó a poner salsas, merengues y toda la música latina que encontró en su repertorio. Y nosotros, claro está, encantados.


Dia 9. Argólida: Nauplio; Khorintia: Canal de Corinto, Akrocorinto y Loutraki
Con todo el dolor de mi corazón tuvimos que quitar varias zonas del Peloponeso que tenía marcadas como imprescindibles, como Patrás, Olimpia, Pyrgos y el templo de Apolo en la región Élide; Kalamata, Messini y Pilos en la región suroeste de Mesenia; Esparta, Mistras o Mani en la costa sur de Laconia ó Trípoli y Megalópolis en la región de Arcadia.
No teníamos tiempo para recorrer todo el Peloponeso y nos decantamos por las regiones de la Argólida y de Corinto, que no es poco. Pesó bastante, además de la distancia, el estado ruinoso de la mayoría de sitios, como Esparta u Olimpia, cuna de los juegos Olímpicos, donde apenas queda nada en pie.
Salimos de Kalavrita descubriendo lo bonito del enclave en el que está situado el pueblo, en mitad de un valle rodeado completamente por montañas, de hecho hay una estación de esquí muy cerca. Este pueblo también es conocido porque los nazis se hicieron fuertes en esta zona en la II Guerra Mundial, existen varias placas y monumentos conmemorativos de las atrocidades que hicieron por allí.
Tras unos 30 minutos llegamos a la cueva de los Lagos, muy cerca del pueblo de Kastria. Estas cuevas son conocidas porque se supone que contienen una serie de lagos a varias alturas, únicos en su género.
Resultó que tras pagar 9 euros y visitar la cueva en poco más de 1 hora, no vimos ni rastro de agua. Nos pareció un poco tomadura de pelo (podrían avisar que no hay agua según la época o cobrar menos), por lo que salimos rápidamente hacia nuestro siguiente destino, a 1 hora, y ya en la Argólida: Nauplio.
La antigua capital griega de Nauplio es realmente bonita. Tiene una serie de fortalezas en lo alto de una colina dominando la ciudad. En ellas se pueden recorrer sus murallas a varias alturas, así como varias salas, patios y palacetes en bastante buen estado de conservación. La más famosa es la fortaleza de Palamidí. Desde lo alto se tienen unas vistas preciosas de la ciudad, la bahía, las montañas al fondo y una pequeña península con otro castillo, muy peculiar. También se puede ver en mitad de la bahía el pequeño islote de Bourtzi, con un pequeño castillo en el interior que parece flotar sobre el agua. Si además acompaña el buen tiempo, se disfruta todavía más de las preciosas vistas.
La ciudad abajo está bastante cuidada, con variedad de comercios, restaurantes y gente por las calles, aunque poco más que ofrecer turísticamente, por lo que tras unas 2-3 horas de visita, nos fuimos hacia Acrocorinto, situado al norte a 1 hora de coche.


Acrocorinto fue en la antigüedad la acrópolis de la cercana ciudad de Corinto.
Situado en lo alto de un conjunto de colinas áridas y sin vegetación, hoy día se conservan una entrada al recinto majestuosa con multitud de escaleras, una serie de estancias defensivas y una fortaleza en el punto más alto de la colina, todo ello completamente rodeado por murallas rodeando las colinas, bastante bien conservadas. Las vistas que se tienen en todo el recinto, y sobre todo en el punto más alto, son espectaculares. De hecho tiene la curiosidad de que se pueden ver 2 mares: el mar Egeo a un lado y el mar Jónico al otro, unidos por el famoso Canal de Corinto. De nuevo las lenguas de mar entrando y saliendo a tierra, formando la orografía tan peculiar de este país.
La visita, totalmente recomendable si te gustan las vistas, los castillos y los sitios elevados, nos llevó 2 horas.
La siguiente parada del día fue el famoso Canal de Corinto. Fue una visita de parada y foto fugaz, pues el lugar tampoco da para mucho más. Aún así, era un imprescindible por lo que representó en su día y por la inmensa obra de ingeniería que, aún hoy día, representa. Se realizó a finales del siglo XIX, pero la idea original, irrealizable para la época, se tuvo ya en la antigua Roma de Nerón. Me sorprendió lo estrecho que es, unos 20 metros de ancho. De hecho sólo pasan barcos pequeños.


Para acabar el día, habíamos pensado una sorpresa: tras pasar el canal de Corinto, pasamos de largo Loutraki (nuestro destino para esta noche) rumbo desconocido. Sólo Sergio y yo conocíamos el destino. Tras casi 50 minutos de coche, la gente nerviosa y temerosa de la locura que se nos habría ocurrido, llegamos por fin al lugar. Una pequeña calita rodeada de rocas, y las ruinas de un templo griego dedicado a Hera justo al lado del mar. No había nadie en la cala, y estaba a punto de ponerse el sol. El sitio merecía la pena. Y para celebrarlo decidimos darnos un baño en las aguas del Egeo, aunque sólo unos pocos valientes, claro. El agua estaba algo fría, lógico, pero aún así disfrutamos de nuestra pequeña calita con templo griego para nosotros solos, justo al atardecer. Momentazo.
Ya de noche, regresamos a Loutraki, según nos dijeron el nuevo Benidorm griego, lleno de hoteles por todos lados, bares y restaurantes, una playa grande y un paseo marítimo cuidado.
Cenamos en un restaurante de la zona y salimos, cómo no, a tomar algo. Por suerte, había ambientillo.
Dia 10. Argólida: Epidauro, Micenas. Atenas
Tras desayunar tranquilamente, comenzamos nuestro tour cultureta del día, yendo hacia Epidauro, en la costa este del Peloponeso. Se trata de un complejo de ruinas ubicado en una zona de pinares, bastante grande en extensión, y en general bastante ruinoso. No queda apenas nada de ningún edificio salvo la planta y alguna pequeña columna perdida. Otra cosa es la joya de la corona de este lugar: el famoso teatro de Epidauro, motivo por si mismo suficiente para venir hasta aquí. Es inmenso, está bastante bien conservado (y restaurado), y la acústica sigue siendo espectacular. Sólo tienes que gritar para comprobarlo. Por desgracia, sólo quedan en pie los graderíos. La visita nos llevó unas 2 horas.
Nuestro siguiente destino, tras otra hora de coche, era Micenas, civilización bastante más antigua que la griega. Algunos de los restos datan de varios siglos antes de Cristo, y lo que sorprende es el buen estado de conservación de la mayoría de edificios a pesar de dicha antigüedad: la famosa puerta de los leones que da la entrada a la ciudad, las escaleras de entrada a la misma, la fortaleza en lo alto de la colina, el sistema de murallas, el conjunto de casas de la ciudadela exterior, las tumbas circulares con un agujero en la cúpula (tholos) o la más famosa tumba de Grecia: la tumba de Agamenón. Este lugar me recordó las fotos de los libros de historia antigua que estudiábamos cuando éramos pequeños. La visita al museo te muestra la multitud de objetos encontrados sobre la cultura micénica.
Este lugar debe ser un imprescindible en toda visita a la Argólida. Lleva unas 2-3 horas.
Parece increíble que después de más de 2000 años esto siga estando en pie.
Llegados a este punto, decidimos irnos directamente a Atenas (teníamos casi 2 horas de coche), para poder disfrutar de la última tarde-noche en la ciudad.
Tras la ducha y puesta a punto de rigor, dimos nuestro último paseo nocturno por las animadas calles de Plaka, realizando nuestras últimas compras, cenando en un sitio típico griego y por último, volviendo al bar mexicano que tanto nos gustó cuando estuvimos al comienzo del viaje. Lo pasamos de miedo de nuevo y lo dimos todo como no podía ser menos en nuestra última noche en Grecia.
Dia 11. Regreso a Madrid
Tras dormir más bien poco, salimos hacia al aeropuerto para coger nuestro vuelo de vuelta. Como siempre, salimos encantados de haber disfrutado de la parte continental del país, y planeando ya el siguiente destino.

