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Malasia-Singapur (+Dubai) ( 18 días)

 

EMIRATOS ARABES UNIDOS (DUBAI)

Día1. Vuelo Madrid – Dubai. Dormir en vuelo.

Día2. DUBAI. Dubai. Vuelo Dubai-Kuala Lumpur. Dormir en vuelo.

MALASIA

Día3. Llegada Kuala 8:35. Bus a Malaka. Malaka. Dormir en Malaka.

SINGAPUR

Día4. Malaka. Bus Malaka-Singapur. Dormir en Singapur.

Día5. SINGAPUR. Dormir en Singapur.

MALASIA

Día6. Vuelo Singapur-Penang. Georgetown. Dormir en Georgetown.

Día7. Georgetown. Dormir Georgetown.

Día8. Borneo (Sarawak). Vuelo Penang-Kuching. PN Kubah y Matang por libre. Dormir Kuching.

Día9. Borneo (Sarawak). Tour extendido Bako National Park. Dormir en Kuching.

Día10. Borneo (Sarawak). Festival Bung Jagoi. Dormir en Kuching.

Día11. Bornoe (Sarawak). Kuching. Crucero P.N. Manglares Kuching. Dormir en Kuching.

Día12. Borneo (Sarawak). Semenggoh + Kayak. Vuelo Kuching-Kota Bharu. Dormir Kota Bharu.

Día13. Traslado a Islas Perenthian. Pulau Kecil. Dormir Islas Perenthian.

Día14. Islas Perenthian. Pulau Kecil. Dormir Islas Perenthian.

Día15. Islas Perenthian. Pulau Besar. Dormir Islas Perenthian.

Día16. Traslado a Kota Bharu. Vuelo Kota Bharu-Kuala Lumpur. Kuala Lumpur. Dormir en Kuala Lumpur.

Día17. Kuala Lumpur. Dormir en Kuala Lumpur.

Día18. Vuelo Kuala Lumpur-Madrid.

Medios de transporte

 

  • Aviones internos. Lo más rápido y económico para desplazamientos internos y Borneo.

  • Autobús. Para traslados de menos de 4h (KLIA-Malaka y Malaka-Singapur). Flota moderna.

  • Coche con conductor (Grab). Ideal para desplazamientos cortos en ciudades, ida/vuelta a aeropuerto, traslados Kota Bharu-Besut, moverte por libre en Borneo, etc.

  • Metro/tranvía. Otra opción, rápida y barata, para ciudades grandes como Kuala o Singapur.

No hay que perderse: 

  • Kuala Lumpur y Singapur. Iconos de ciudad moderna asiática. Skyline espectacular.

  • Georgetown y Malaka. Ciudades coloniales patrimonio de la Unesco, visitables a pie. 

  • Borneo malayo. Naturaleza, vida salvaje, parques nacionales. Uno de los pulmones del planeta.

  • Islas Perenthian. Playas tropicales de ensueño, fascinante vida marina.

Información útil:

  • Época: Julio de 2019

  • Días de viaje: 18 días

  • Tipo de grupo: 5 amigos.

  • Tipo de viaje: naturaleza, fauna salvaje, grandes y pequeñas ciudades, playas tropicales.

  • Alojamientos: hoteles gama media, cabañas a pie de playa.

  • Presupuesto (todo incluido): 1900 euros

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Introducción

 

¿Por qué Malasia?

 

Malasia es un país que destaca por su diversidad a nivel turístico.

En este país puedes encontrar pequeñas ciudades coloniales patrimonio de la Humanidad, como Malaka y Georgetown, así como grandes urbes orientadas al mundo de los negocios, como Kuala Lumpur y Singapur. Si bien las primeras destacan por su pasado colonial orientado al comercio (portugués la primera, británico la segunda) y la mezcla de culturas chinas, hindúes y musulmanes de sus casas y monumentos, las segundas han evolucionado desde ese pasado común también colonial y comercial hasta convertirse en lo que son hoy día, grandes urbes orientadas al mundo de los negocios donde se pueden contemplar muchos de los rascacielos más modernos y vanguardistas del planeta, como son las  

Torres Petronas en Kuala o el hotel Marina Bay Sands en Singapur. Si bien Singapur es hoy día un país independiente, su cercana ubicación (se encuentra en la punta sur de la península malaya) lo hace perfecto para incluirlo en cualquier viaje a Malasia.

En las 4 ciudades se pueden visitar edificios históricos de las 4 religiones principales: mezquitas musulmanas, templos budistas, iglesias cristianas y templos hinduistas.

 

Pero Malasia es mucho más, pues también dispone de preciosos lugares donde disfrutar de la naturaleza, como pueden ser los campos de té de las Cameron Highlands o los bosques primigenios de Taman Negara, ubicados en el centro de la península malaya, y a los que se puede llegar por un tren construido por los británicos que recorre de este a oeste el país, conocido como ‘El Tren la Jungla’.

En nuestro viaje no tuvimos tiempo de visitar estos lugares, pero sin duda hubieran merecido la pena.

 

La isla de Borneo merece una mención aparte. La tercera isla más grande del planeta siempre ha sido un centro de biodiversidad único por la enorme variedad de selvas, humedales y ríos donde habitaban decenas de especies endémicas de plantas y animales. Este pulmón verde del planeta contaba no hace muchas décadas con casi el 100% del territorio de la isla, llegando a compararse con la Amazonía sudamericana en cuanto a biodiversidad y estado casi virgen de todo el territorio.  

Pero hoy día ese Borneo está a punto de desaparecer. Las plantaciones de palma se han extendido por más del 70% de la isla, y la mayoría de animales viven bajo el peligro de la desaparición inminente por falta de hábitats en estado salvaje y presión humana.

La isla está hoy día separada administrativamente en 3 países: Indonesia, Malasia y el pequeño sultanato de Brunei, pero ninguno de los tres países parece muy interesado en que esta tendencia cambie, pues es una fuente de ingresos enorme para ellos, a pesar de las terribles consecuencias futuras que se esperan si se arrasa con todo el territorio virgen.

No sé cuál sería la solución a este problema mundial, pero espero que todavía estemos a tiempo de revertir la situación o al menos frenar esta deforestación salvaje.

Hoy día el turismo en el Borneo malayo está totalmente orientado a la naturaleza, a la observación de vida animal, a la visita de antiguas poblaciones locales y al buceo. Existen multitud de parques nacionales accesibles en coche, y para los más aventureros existen otras zonas remotas a varios días a pie o en barca, donde entrar en un contacto más auténtico con tribus ancestrales que aún viven libres de tecnología.

 

¿Y qué decir de las islas tropicales diseminadas por todo el litoral malayo? Pues que hay decenas de ellas. Las más conocidas y desarrolladas para el turismo extranjero son quizá las islas Perenthian, pero existen otras igual o más espectaculares en la costa este peninsular, como las pequeñas Kapas o Redang, o la más grande Tiomán. También muy explotada es Langkawi, ubicada en la costa oeste.

La vida subacuática es espectacular. Es fácil ver tortugas, rayas, peces tropicales e incluso tiburones haciendo simplemente snorkel, así como corales de diversos tamaños y colores.

Malasia es un país que sufre tifones en un litoral u otro dependiendo de la época del año, luego hay que elegir bien las islas a visitar en función de ello, pues en época de tifones todos los hoteles se cierran.

 

Como resumen final diría que Malasia, aun no disponiendo de unos templos tan alucinantes como los de Angkor Wat, Tailandia o Java, ni una población tan característica y reconocible como la vietnamita, ni una cultura tan especial como la balinesa, tiene un poco de todo. Nada espectacular, pero todo bonito.

Creo que sería un país ideal para comenzar a conocer el sureste asiático sin el shock cultural tan drástico que producirían otros como India. La limpieza de calles, el orden y respeto por las normas de tráfico y la higiene en restaurantes, por ejemplo, no las he visto en otros países del entorno. Hay papeleras, señales de tráfico y semáforos que se respetan, incluso todos los moteros llevan casco, algo inaudito en países como India o Vietnam.

La sensación de seguridad es total en todas las zonas. Se nota mucho respeto y diversidad cultural.

 

Sobre el transporte, comentar que el país se parece más a cualquier país occidental que a otro país de la zona. Los autobuses son limpios, modernos y con aire acondicionado, con buena frecuencia de paso. Las webs de reserva e información funcionan bien, en inglés, y sin líos ni intermediarios.

Los coches con conductor funcionan perfectamente bien. Grab es la aplicación más usada, se puede pagar en metálico o con Paypal. No  esperamos más de 5 minutos nunca, pues los hay por todas partes. Los coches son amplios, modernos y todos con a/c. Les encanta ponerlo al máximo, por cierto. Creo que es el transporte ideal e incluso el más barato si el grupo es de 3 o más personas.

Salvo en Malaka, no hay tuk-tuks. Una pena, pues me encantan y los asocio a esta parte del mundo.

El metro de Kuala y Singapur es una maravilla. Rápido, limpio, eficiente. Con un vagón sólo para mujeres (por seguridad, no por tema machista)

 

En nuestro viaje, hemos hecho algunos saltos ‘no naturales’ al volar desde Singapur a Penang y luego de ahí a Borneo, cuando lo más eficiente hubiera sido ir directos de Singapur a Borneo. La explicación la encontramos en el precio y oferta de vuelos de uno a otro lado, no siempre baratos.

 

Si hablamos de comida, hay que decir que en Malasia se come muy bien, variado y barato. Hay mucha verdura, arroces, pollo y ternera en diversas variedades. No hay cerdo (son musulmanes) y es difícil encontrar noodles (lo cual nos ha llamado la atención). Pagamos entre 8 y 15 euros por persona en casi todos los restaurantes que comimos, algunos orientados al turista pero otros muchos donde también comen los locales. Incluyendo una cerveza grande, algunos platos para compartir y un segundo para cada comensal. Casi todos los restaurantes parecen cuidar la limpieza de cocinas y local, los camareros están siempre limpiando la mesa y fregando el suelo, algo inaudito en otros países del entorno. La sensación de higiene es alta, por lo que hemos probado bastante comida local. Ninguno nos hemos puesto malos del estómago.

¿Merece la pena visitar Dubai?

La respuesta es que depende de tus gustos. Dubai es una ciudad que ha cambiado enormemente en los últimos 20 años, pasando de ser un pequeño pueblo de pescadores en mitad del desierto arábigo a lo que es hoy día, una mega urbe atestada de rascacielos, centros comerciales, islas artificiales ganadas al mar y otras excentricidades arquitectónicas, diseñada desde la nada en mitad de la arena, y donde el poder del dinero se palpa en cada edificio. 

La ciudad está pensada por y para el extranjero, ya venga por negocios, ocio o compras. Existen multitud de actividades para descubrir la ciudad, desde paseos en barco a tours por el desierto, pasando por zoos, acuarios o pistas de esquí indoor, además de centros comerciales y galerías donde se vende de todo y que harán las delicias de aquellos que quieran gastarse su (mucho) dinero.

En mi opinión, es una ciudad en la que puede merecer la pena dedicar unas horas de turismo, aunque sólo sea para ver por fuera algunas de sus construcciones megalómanas, como la torre más alta del mundo (Burj Khalifa) o descubrir las excentricidades de alguno de sus lujosos centros comerciales, pero no creo que disfrutara demasiado en esta ciudad más allá de 2 o 3 días, quizá también por el dinero que haría falta para ello. Porque aquí sin dinero no eres nadie, todo tiene un elevado precio.

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Día1. Vuelo Madrid – Dubai. Dormir en vuelo.

Día2. Dubai. Vuelo Dubai-Kuala Lumpur. Dormir en vuelo.

 

Nuestro viaje comenzó con puntualidad. El enorme Airbus A380 de Emirates salió a la hora prevista de Barajas (22:10),  aterrizando en Dubai sobre las 7:30 del día siguiente. Tras pasar el control de pasaportes, nos fuimos a la consigna (está en el mismo aeropuerto) para dejar las mochilas de mano un tanto voluminosas y llevar tan sólo unas pequeñas con lo imprescindible. Las maletas facturadas irían directas a Kuala Lumpur.

Luego sacamos algunos dirham (10€) de un cajero para tener algo de efectivo para compras y pagar la barcaza que cruza el río de Dubai (Dubai creek). El resto de cosas se pueden pagar con tarjeta de crédito. Por último nos fuimos directos al metro que se encuentra en el mismo aeropuerto.

Entre las distintas opciones de billetes de transporte existentes elegimos una que incluye 10 viajes por 66 dirham, pues éramos 3 e íbamos a coger 3 veces el metro (aeropuerto-palm deira; dubai marina-burj khalifa; burj khalifa-aeropuerto).

Entre Palm Deira y Dubai Marina tomamos un barco que sale a las 11:00 y que recorre toda la costa dubaití hasta Dubai Marina, de tal forma que podríamos ver todo el skyline de la ciudad, pasar muy cerca del hotel Burj Al Arab y del complejo The Palm Jumeirah, navegar una parte de la Dubai Marina y todo ello sentados en el barco con aire acondicionado.

El billete de este barco nos costó 50 dirham (12€ persona), comprado en el mismo embarcadero.

 

Teníamos por delante unas 14 horas para visitar la ciudad más rica de los emiratos del desierto.

Y lo habíamos calculado al milímetro para aprovecharlas al máximo. Es importante hacerlo así porque es una ciudad enorme con grandes distancias y muchas cosas que ver.

Comenzamos yendo en metro hasta la parada de Palm Deira para conocer la zona de Deira, origen de la ciudad de Dubai. Nada más salir de los túneles nos dio un golpetazo de calor sofocante del desierto, que nos hizo desear beber litros de agua sin parar. Ni estando a la sombra se pasa el sofoco. No son sólo las altas temperaturas (unos 45º), sino también el viento seco y la sensación de ahogo constantes. 

En esta zona se puede pasear por el zoco del oro para descubrir tiendas de lujo donde se vende todo tipo de joyas a precios desorbitados (el anillo de oro más grande del mundo está aquí), pero también hay otros zocos como el de las especias o el de los textiles. También hay souvenirs. Todo aquí esta ordenado y limpio, esto es Dubai y no cualquier ciudad árabe. Y quizá por ello nos pareció un tanto insustancial.

Cruzamos el Dubai creek al otro lado en una barcaza que sale cuando se llena de gente, por 1 dirham cada uno (de ahí que necesitáramos dinero en metálico). Ojo porque intentarán hacerte subir a otros barcos mucho más caros para cruzar al mismo sitio.

 

Justo al otro lado del río se encuentra el embarcadero de Al Ghubaiba desde el que parte el tour en barco que nos llevaría a Dubai Marina. Salimos puntuales a las 11:00, en un barco moderno y con aire acondicionado a tope, algo que agradecimos enormemente.

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El trayecto hasta Dubai Marina supone el cambio radical entre lo que pudo ser Dubai en sus orígenes como pequeño y humilde pueblo pescador, a lo que es hoy día, la ciudad más rica y excesiva del planeta.  

El trayecto en barco lleva unas 2 horas, por lo que aprovechamos para descansar un rato, tomar alguna foto del skyline de la ciudad (si las tormentas de arena y la calima lo permiten) y, ya casi al final de recorrido, contemplar de cerca el impresionante hotel Burj Al Arab famoso por su característica forma de vela y por ser el único del mundo con 7 estrellas, o The Palm Jumeirah, conjunto de islas en forma de palmera ganadas al mar sobre las que se ubican decenas de enormes complejos hoteleros, cada cual más impresionante y caro que el de al lado. 

Sin duda lo mejor de la navegación es cuando se entra en Dubai Marina, especie de puerto con canal navegable que se adentra hacia el interior y que está rodeado de enormes rascacielos de viviendas construidos unos al lado de los otros.

Esta es una de las zonas más caras de la ciudad, y en ella es fácil ver lujosos yates y embarcaciones de recreo. Todas enormes, todas despampanantes. Es también sorprendente la cantidad de edificios altos existentes así como los que hay en construcción.

Como no disponíamos de demasiado tiempo, comimos comida rápida en el centro comercial de la zona (cada barrio tiene el suyo propio) y enseguida marchamos en metro hacia la siguiente parada del día para ver la torre más alta del mundo. 

 

A estas alturas de nuestra estancia en Dubai ya estábamos seguros de 3 cosas: 

- Es imposible estar en la calle más de 20 o 30 minutos al sol. Te derrites. Por suerte hay centros comerciales con aire acondicionado.

- Dubai es el exceso hecho ciudad. Parece que cada construcción debe ser más impresionante, cara y alta que la anterior. 

- Dubai es una ciudad muy cara. Todo cuesta mucho dinero.  Si no te quieres arruinar, elige bien en que gastar tu dinero. 

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El Burj Khalifa, con sus 828 metros de altura, ostenta ese honor hasta la fecha: julio de 2019.

Es una barbaridad de edificio, descomunalmente alto, e imposible fotografiar entero tan cerca. Para llegar a él hay que caminar cerca de 20 minutos desde el metro (todo interior y con aire acondicionado), y adentrarse en el centro comercial Dubai Mall que hay justo debajo.

Hay distintos tipos de billetes para subir a plantas superiores, pero nosotros escogimos el más económico para subir hasta la plata 125, a unos 450m. Hay que reservar y pagar con antelación (149 dirham, 37€ persona), eligiendo un día y hora concretos.

¿Merece la pena? Ver una ciudad desde las alturas para mí siempre merece la pena, y este edificio no es una excepción a pesar de su elevado precio. No tiene vistas 360º sino sólo de 2 zonas concretas, una al aire libre y otra cerrada con cristaleras, por lo que los muchos turistas nos agolpamos para hacernos la foto típica.

Las vistas de Dubai que se ve son excepcionales. Desde las alturas te das cuenta de la cantidad tan apabullante de rascacielos existentes y de los muchos que están en construcción. También de lo cerca que está el desierto arábico.

 

Nos dejamos para última hora el paseo por el centro comercial más grande del mundo, el Dubai Mall. Como todo en Dubai, está hecho a lo grande. Dentro se pueden encontrar zonas exclusivas de diseñadores caros, además de una cascada, un enorme acuario (en el que se pueden observar multitud de animales por fuera y sin pagar) o decenas de tiendas de todo tipo. Por fuera merece la pena contemplar el espectáculo de luces y sonido de las fuentes de agua, programado cada hora por la tarde.

 

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A las 20:00 estábamos ya sentados en la terminal, con todo preparado para volar a Malasia y comenzar así nuestro objetivo principal del viaje.

Día3. Llegada Kuala 8:35. Bus a Malaka. Malaka. Dormir en Malaka.

Llegamos a Kuala Lumpur a las 8:35, cansados de nuevo al no haber podido dormir más allá de 2 o 3 horas en los incómodos asientos de la clase turista.

Tras pasar de nuevo el control de pasaporte y recoger las maletas (llegaron sin problemas a pesar de la larga escala de 14 horas en Dubai), nos pusimos manos a la obra con las tareas iniciales que casi siempre hacemos en estos largos viajes: primero sacamos algo de dinero de un cajero para disponer de efectivo, después compramos una tarjeta SIM prepago malaya para disponer de Internet durante todo el viaje (no encontramos en el aeropuerto, pero sí unas horas después en un Seven Eleven en Malaka), nos tomamos nuestro primer café en el país y por último nos fuimos a comprar los billetes de bus a Malaka.

En la propia terminal del aeropuerto KLIA existe una zona donde paran los autobuses, y en ella hay distintas compañías. Los billetes se pueden comprar por internet o en ventanilla. Como no sabíamos la hora a la que estaríamos listos no los reservamos previamente, por lo que los compramos allí mismo (sabíamos que hay autobuses cada hora).  

La idea de ir a Malaka directamente la pensamos para evitarnos el tiempo y coste del desplazamiento a Kuala Lumpur (aprox. 1 hora), además de que el aeropuerto está ubicado en dirección a Malaka. Es decir, se ahorra tiempo y dinero yendo a Malaka desde el aeropuerto.

Cuando subimos al autobús y vimos las enormes butacas reclinables no lo dudamos, las 2 horas que duró el trayecto las aprovechamos para dormir. Los autobuses son modernos y cómodos.

 

Llegamos a la estación de Malaka-central sobre las 13:00. Desde aquí tomamos un taxi (hay taxistas esperando en la estación) a nuestro hotel, muy cerca del barrio chino, donde nos estaban esperando nuestros amigos Javi y Raquel que habían llegado un día antes a la ciudad.

 

Dedicamos toda la tarde y noche a pasear por la agradable ciudad colonial de Malaka.

Y es que no se me ocurre un calificativo mejor para esta ciudad: agradable. Es una ciudad tranquila, de esas que hay que descubrir paseando despacio y mirando a los lados.

El barrio principal (Chinatown) no dispone de edificios altos ni estridentes, todo son casitas tradicionales de 2 alturas con ventanas de madera, conocidas popularmente como shophouses, construidas hace siglos por los comerciantes chinos que venían a esta boyante ciudad y que hoy día componen el barrio más interesante de la ciudad antigua.

El barrio está organizado en cuadrículas, siendo las calles principales la calle Harmony y Jonker Walk, esta última quizá la más característica y representativa del barrio. Las noches de los viernes, sábados y domingos se monta un mercado nocturno muy interesante en el que se puede encontrar todo tipo de comida caliente y fría, además de puestos y tiendas de todo tipo.

Conviene pasear por estas calles y detenerse en algunos de los edificios más importantes: los templos chinos Xiang Lin Si y Cheng Hoon Teng, la mezquita Masjid Kampung Kling o el templo hinduista Sri Poyatha Vinayagar Moorthi (todos gratis), además de un par de casas tradicionales chinas (éstas de pago) que resultan imprescindibles para conocer su forma de vida puertas adentro.

 

Para observar lo que queda de la antigua colonia holandesa hay que cruzar a la plaza del Ayuntamiento, justo al otro lado del río Malaka. En esta vibrante plazoleta se encuentran, además del antiguo edificio del ayuntamiento holandés (conocido como Stadthuys), la iglesia de Cristo (protestante), la Torre del Reloj, la fuente de la Reina Victoria y una serie de balconadas sobre antiguos mercados y comercios, todo ello del color rojizo salmón tan característico de esta zona de la ciudad.

En esta plaza se encuentra también el punto de reunión de los coloridos y extravagantes rickshaws, los únicos que hemos visto en Malasia, decorados con motivos de dibujos animados o películas Disney, además de potentes equipos de música. Les encanta el color, el ruido y las luces.

 

Desde esta plaza se puede subir en unos 15 minutos a lo alto de la colina donde se encuentran los restos de la iglesia de San Paul, único vestigio del siglo XVI que queda en la ciudad de origen portugués y que en otro tiempo se dice que guardó los restos del jesuita español Francisco Javier. Desde este punto se observa una bonita panorámica de la ciudad. Siguiendo otro camino en dirección opuesta se llega a un antiguo cementerio con lápidas antiguas. Si seguimos un poco más abajo llegamos a la puerta A Famosa (o Puerta de Santiago), símbolo de la ciudad que en otro tiempo formó parte de la muralla que la rodeaba y la hacía inexpugnable hasta la invasión de los holandeses allá por el año 1641.

 

La vuelta a la ciudad se puede hacer por el otro lado hasta llegar al museo Marítimo (unos 3€), localizado en un emplazamiento tan singular como es el interior de una antigua carabela portuguesa del siglo XV. Muestra la historia del primer sultanato de la ciudad así como de las distintas invasiones extranjeras. El hecho de poder subir al barco y ver sus entrañas es un plus, aunque el interior está diáfano, no muestra la realidad de cómo sería un barco de este tipo en plena actividad hace 5 siglos.

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En escasos 5 minutos estábamos de vuelta al río Malaka, vertebrador de la ciudad y a lo largo del cual se ha ido desarrollando la ciudad en los últimos años con distintos bares, hoteles y restaurantes en las orillas, además de llamativos y coloridos murales en algunas sus paredes. Se nota que se ha dado valor a esta parte de la ciudad, seguramente abandonada por el paso de los años como antigua zona portuaria.  Existen incluso barcos turísticos para recorrer el río, y la gente viene por aquí a pasear y tomarse algo. Merece bastante la pena, además de tener rincones realmente fotogénicos y bonitos.

 

Llegada la noche nos fuimos al mercado de la calle Jonker que comenté anteriormente, donde cenamos comida local en uno de los múltiples puestos callejeros existentes, probando por primera vez el estilo Hawker malayo.

Un hawker no es más que un concepto de zona común donde se ubican multitud de pequeños restaurantes o locales (en este caso puestos de comida callejera) en torno a mesas comunes donde te puedes sentar a probar la comida de los puestos que tú elijas. Probamos varios tipos de pescado y marisco a la plancha, así como otras especialidades y dulces malayos, todos riquísimos pero con nombres difíciles de recordar.

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Día4. Malaka. Bus Malaka-Singapur. Dormir en Singapur.

 

La mañana de hoy la dedicamos a visitar algunas de las zonas de Malaka que comenté en el día anterior pero que no nos dio tiempo a visitar con luz o que estaban cerradas, como es el caso de la casa-museo Baba-Nyonya o el paseo por el río Malaka, que queríamos revisitar con luz.

También aprovechamos para realizar las primeras compras del viaje, pues existen multitud de tiendecitas con cosas originales (además de las típicas de recuerdos que son todas iguales, que también hay), incluyendo unas camisetas de una tienda local llamada Orangutan house, creada por un artista local de Malaka y con decenas de dibujos reivindicativos, creativos y divertidos.

 

Comimos sobre las 13:00 en quizá el restaurante más conocido por los turistas, llamado Geographer Café y ubicado en pleno centro de la calle Jonker, ideal para ver la vida pasar mientras te tomas una cerveza y degustas los exquisitos platos de la comida malaya.

Sobre las 14:00 recogimos las maletas del hotel y nos fuimos (en Grab) a la estación Melaka-central, donde compramos los primeros billetes de autobús para Singapur que había, sobre las 17:00.

No quisimos reservarlos con tiempo para estar tranquilos en Malaka y no obligarnos a ir a una hora concreta, y ello supuso tener que esperar 1 horita en la estación. Bueno, fue asumible, no pasa nada.

 

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El autobús, de nuevo, una maravilla. Aire acondicionado, asientos grandes y cómodos, ideales para echar un sueñecito. Unas 4 horas de viaje nos esperaban, así que no tuvimos otra alternativa mejor.

Lo que no sabíamos es que pasadas unas horas tendríamos la anécdota del viaje, que terminó bien aunque comenzó bastante mal.

Todo ocurrió cuando llegamos a la frontera con Singapur.

Al ser otro país, hay que sellar pasaporte de salida de Malasia, pasar un tramo ‘tierra de nadie’ y sellar el pasaporte de entrada a Singapur. Al ir en autobús, éste te recoge al comienzo y te espera al final. Sobre el papel es sencillo, sólo hay que seguir las indicaciones y esperar alguna cola en el control.

Pues resulta que a mi amigo Javi pollito se le ocurrió darle algo de emoción al asunto y decidió dejar caer su pasaporte justo cuando estaba en una escalera mecánica en la ‘tierra de nadie’, con la mala suerte de que se quedó en el techo de una tienda que había abajo. No sabíamos si reír o llorar. Creo que hicimos ambas cosas. No se me ocurre otro lugar peor para perder el pasaporte, pues no podríamos ni ir a un país ni al otro, como la peli de ‘La Terminal’ de Tom Hanks en la que el protagonista se queda en el aeropuerto sin poder salir ni entrar.

Por suerte la gente malaya es muy amable y nos ayudó. Una chica llamó a mantenimiento y, al cabo de unos 30 minutos de agonía, vinieron, se descolgaron por la escalera y recuperaron el pasaporte de mi amigo. Se echaron unas risas, claro. Y nosotros, también. Al mal tiempo siempre buena cara.

Lo malo es que esta demora nos hizo perder el autobús, que no pudo esperarnos al llevar más gente.

Total, que eran las 21:00 y teníamos que llegar al chinatown de Singapur, lugar donde teníamos reservado nuestro alojamiento para los 2 próximos días.

Y aquí comenzó nuestra siguiente aventura, pues no teníamos dólares de Singapur para coger el autobús que nos sacara de aquí. En esta zona franca tampoco había cajeros ni podíamos pagar con tarjeta. De nuevo, preguntando a la gente alguien nos dijo que uno solo de los muchos autobuses que había aceptaba el pago en ringgits, moneda malaya (de ésta si teníamos efectivo). Y eso hicimos. Pero lo siguiente fue que el autobús nos llevó a otro lugar intermedio donde tuvimos que coger otro bus y hacer lo mismo, hasta que por fin llegamos al metro. No entendíamos que no hubiera metro justo en esta zona franca, la verdad. Supongo que los autobuses que vienen de Malasia, si no lo hubiéramos perdido, nos hubiera dejado en una boca de metro.

Ya en el metro, por fin, pudimos sacar moneda local de Singapur y comprar los billetes de metro (porque las máquinas, maldita suerte de hoy, tampoco aceptaban el pago con tarjeta).

Llegamos sobre las 00:00 a nuestro alojamiento en Chinatown, unas 2 horas después de lo previsto.

Siendo positivos, la verdad es que lo que pudo haber sido un desastre se quedó simplemente en un retraso de alguna hora. Pero lo que nos reímos no nos lo quita nadie. ¡Ay  pollito!

Nos esperaban las cápsulas futuristas para los 2 próximos días. Y la verdad es que resultaron ser toda una experiencia. Limpias, silenciosas y cómodas, tienen todo lujo de detalles en el interior: luces azules, mesita, cascos para música, cargador usb, espejo… y además se pueden cerrar con llave para guardar cosas. Es muy similar a un albergue con baños compartidos, pero con cierta intimidad.

Y encima, ubicación inmejorable en pleno Chinatown y precio asequible para lo disparatados que están los precios en esta ciudad, una de las más caras del mundo.

 

Poco más hicimos hoy salvo cenar algo de la comida rápida que traíamos de emergencia desde España (bendito embutido), darnos una ducha rápida y echarnos a dormir. El día siguiente prometía ser largo.

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Día5. Singapur. Dormir en Singapur.

 

El día de hoy lo teníamos reservado por completo a la ciudad-estado de Singapur, icono por excelencia de la pujante y vibrante nueva economía asiática. Es el perfecto ejemplo de ciudad dinámica y ultra moderna que sabe además dar valor a sus raíces pasadas y su mezcla de culturas. En esta ciudad se pueden encontrar desde vibrantes y animados barrios llenos de cultura y color (Chinatown o Little India), pasando por zonas residenciales de casas bajas (barrios exteriores), zonas de negocios con multitud de modernos rascacielos (Downtown) o espacios abiertos para el uso y disfrute de la gente (Marina Bay).

Además dispone de un excelente servicio de transportes públicos, seguridad, orden y limpieza.

Creo que incluso hay multas para los que escupen por la calle o tiran algo al suelo.

La mezcla de culturas y estratos sociales se palpa también en cada rincón. Es fácil ver todo tipo de asiáticos, así como grupos de hindúes, musulmanes y occidentales, ya sea como comerciantes, turistas o como gente de negocios.

Es un lugar de oportunidades y de trabajo.  

Sin duda los gobernantes han sabido aprovechar la independencia tras dejar atrás el pasado colonial inglés y la pertenencia a Malasia, país del que se separaron en la década de los 60 del siglo pasado.

 

Visitar esta enorme ciudad-estado en un día es imposible.

Hemos tenido que eliminar de la visita lugares tan interesantes como el Zoo, el Jardín Botánico, la isla de Sentosa o los puestos callejeros galardonados con una estrella Michelín (esto último era por curiosidad mía), obviamente por falta de tiempo.

Aun así, nos dio tiempo a ver casi todo lo imprescindible, aunque para ello hayamos tenido que planificarlo todo muy bien con antelación, patear bastante y tomar algún que otro transporte. 

 

Comenzamos la visita por Chinatown, ya que estábamos allí alojados. La elección de esta zona para pernoctar no fue casual.

Este barrio posee varios templos interesantes así como bastante animación nocturna.

Por la mañana todo está tranquilo en el barrio, momento ideal para visitar el pequeño templo hinduista de Sri Mariamman y la mezquita Masjid Jamae, ambos muy juntos en pleno barrio.

Caminando por las calles comerciales se llega al mejor templo budista de la ciudad, el impresionante Templo de la Reliquia del Diente de Buda, majestuoso por fuera e intimista y lleno de detalles por dentro. En nuestro caso tuvimos la suerte de coincidir con un canto budista en grupo, durante el cual un grupo de 3 o 4 monjes budistas rapados al 0 y vestidos con el característico hábito naranja cantaban los mantras de forma constante mientras el grupo de fieles, sentados y con los libros de cantos en mano, los repetían al unísono. El sonido del eco de las voces retumbando en las paredes junto al olor a incienso hizo la experiencia impresionante.

El último templo que visitamos para acabar con Chinatown fue Thian Hock Keng, éste ya más separado de los anteriores y diría que hasta difícil de encontrar, pues hay que pasar una zona extraña con escaleras y jardines en la que no hay indicaciones.  Es un templo pequeño e intimista, localizado entre la maraña de rascacielos y casas bajas de viviendas que conforman el nuevo Singapur. Parece un oasis de paz y tranquilidad entre la vorágine de la ciudad.

 

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Desde esta zona tomamos el metro en la estación Telok Ayer, línea morada, hasta la parada de Little India, sin transbordos.

La siguiente visita fue el llamativo barrio de Little India.

Esta zona destaca por el colorido de algunos de sus edificios y templos, siendo la casa de Tan Teng Niah el lugar más representativo, así como el bullicio del mercado de frutas de las mañanas, muy cercano al metro.

Al igual que observamos en Chinatown, Little India está salpicada de murales de todos los tipos y tamaños, la mayoría de ellos muy bien cuidados y realistas. Decoran paredes solitarias, grandes edificios o pequeños rincones ocultos. Es curioso y divertido buscarlos, Algunos son auténticas obras de arte callejero.

Ya en la calle principal del barrio, Serangoon road, y las calles aledañas, el aspecto cambia a un modelo más comercial donde predominan las tiendas, bancos y restaurantes. Aquí se puede encontrar todo tipo de souvenirs.

Continuamos unos 10 minutos a pie en dirección este hacia la mezquita Abdul Gafoor, interesante y pequeña mezquita de colores verdosos y amarillos que destaca principalmente por su bello exterior. Es obligatorio ponerse unas bonitas túnicas para poder entrar. 

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Continuamos otros 10 minutos más hacia el último barrio ‘tradicional’ del día: Kampong Glam (barrio árabe)

Hay que decir que poco tiene que ver con el concepto que todos tenemos de un barrio musulmán. Lo único que nos recuerda a musulmán es la bonita mezquita Masjid Sultan, que recuerda a las ‘mil y 1 noches’ por sus minaretes de colores y su tonalidad color arena. Es la más grande e importante de la ciudad a pesar de su reciente creación a comienzos del siglo XX.

También nos recuerda a musulmán la calle Arab Street, una de las más antiguas de la ciudad y donde se pueden encontrar las típicas tiendas de telas, alfombras y perfumes. 

El resto de calles y callejones de los alrededores destacan por los llamativos y transgresores murales, pintadas y esculturas en torno a Baghdad street, las modernas y originales tiendas de la calle Haji Lane, preciosa calle llena de energía y color en las fachadas de las casas, o la enorme variedad de restaurantes gourmet y gastrobares ubicados en torno a las calles Bussorah o Muscat.

Es una zona que nos ha sorprendido pues no nos imaginábamos el estilo tan característico del barrio.

Hemos aprovechado para comer en uno de los múltiples restaurantes con terraza en la calle.

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Hasta aquí la parte más tradicional y cultural de la visita a Singapur.

La tarde la dedicaríamos a visitar la otra cara de la ciudad, la parte más nueva y moderna.

Desde Kampong Glam tomamos un Grab que, en apenas 10 minutos, nos llevó hasta la calle Clarke, muy cerca del Malaka Bridge en pleno centro del Clarke Quay. Esta antigua zona portuaria de muelles y almacenes es hoy día una de las zonas más recuperadas de la ciudad, y donde se encuentran algunos de los mejores y más caros restaurantes de la misma, ubicados a ambos márgenes del río Singapur. Es una zona que tiene que estar super animada por las noches, aunque descartamos cenar aquí porque nos iba a salir por un ojo de la cara, es una zona con precios muy elevados.

Seguimos el margen norte del río por una zona verde y ajardinada, en dirección a otro de los 3 muelles recuperados: Boat Quay. Este muelle destaca por la ausencia de restaurantes, la tranquilidad de sus jardines, las esculturas al aire libre y las vistas del otro lado del río donde los rascacielos, a cual más moderno y estilizado, parecen competir por las alturas agolpados unos al lado de los otros. Observando la cantidad y calidad de los mismos no puedes evitar comparar con Nueva York.

En mi opinión Nueva York fue el origen pero Asia es el futuro.  Esta ciudad es la modernidad en cada esquina.

 

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El paseo, de unos 30 minutos, acabó al llegar a la estatua del león mitológico escupiendo agua conocido como Merlión, ya en plena Marina BayLugar de reunión de familias y turistas,  desde este punto se observa una de las mejores panorámicas del edificio más representativo de la ciudad: el hotel Marina Bay Sands, compuesto por 3 edificios principales unidos entre sí en la parte superior por una enorme estructura en forma de zepelín alargado en cuya parte superior se encuentra la piscina infinita más conocida del mundo. Es un edificio impresionante, que sorprende al verlo de cerca.

Y junto a él, también impresionante, está el museo de Ciencias, extraño edificio con forma de flor de loto abierta que parece estar suspendido en el aire, o el edificio del Casino.

Toda la bahía está rodeada de edificios vanguardistas y ultra modernos, como si éste fuera el lugar donde los mejores arquitectos del mundo compiten por construir el más original. El dinero aquí no es problema. Hay varias torres con jardines en altura, un centro de convenciones con una especie de techo flotante con forma de ovni, un puente que simula una cadena de ADN, o un teatro cuya forma y color exterior va cambiando en función de la hora y luz del día. Y esto es sólo por citar algunos ejemplos.

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Porque si seguimos caminando por la bahía llegaremos a otro de los nuevos iconos y maravillas de la ciudad: Gardens by the Bay. Esta zona es una enorme extensión de terreno donde existen diversos jardines botánicos interiores de pago, pero también otros exteriores que se pueden disfrutar de forma gratuita. Llegamos aquí sobre las 19:00, tras una larga caminata por la bahía. Era la hora que teníamos prevista para poder contemplar el espectáculo nocturno de luces y música que tan buenas críticas tiene. Y la verdad es que no defrauda. Toda la gente se tira al suelo por las distintas explanadas de los jardines para contemplar el espectáculo, de unos 30 minutos de duración. Es muy recomendable.

 

Como recomendable es ver la ciudad iluminada. Me encanta ver las ciudades por la noche, pues parecen otras totalmente distintas a por el día. Y Singapur no defrauda. Volvimos a pie por toda la bahía deshaciendo el camino andado previamente, sólo por ver la impagable imagen de la bahía iluminada, con el skyline al fondo y todos los edificios comentados anteriormente perfectamente iluminados.

 

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Serían las 21:00 cuando decidimos dejar de andar e irnos a cenar. Descartada la zona de los muelles por su elevado precio, decidimos tomar de nuevo un Grab para ir a Chinatown y cenar por allí. Así veríamos el ambiente de las calles por la noche, con las mesas corridas distribuidas por cada rincón y las llamativas fotos de cada plato preparado, así como su precio, algo muy característico de esta zona. Cenamos en uno de los que mayor variedad de platos tenía y no nos defraudó.

Fue en este momento, tras cenar, cuando nos dimos cuenta de la paliza que nos habíamos dado. Todo el día caminando de aquí para allá, con multitud de nuevos estímulos a cada paso, pasó factura.

Nada más cenar, nos fuimos directos a las cápsulas. Necesitábamos descanso.

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Día6. Vuelo Singapur-Penang. Georgetown. Dormir en Georgetown.

 

Nuestra parte cultural del viaje continuaba con la siguiente y última parada, la antigua colonia inglesa de Georgetown, ubicada en la península de Penang, al noreste de la península de Malasia.

Llegamos pronto a la ciudad tras tomar un vuelo directo con la compañía de bajo coste Scoop que nos hizo madrugar más de lo debido en Singapur.

Ya acostumbrados y encantados con Grab, nada más llegar al aeropuerto de Penang tomamos otro que nos llevó al alojamiento. Ubicado en una de las múltiples shophouses de la parte antigua de la ciudad, la casa de huéspedes era una antigua casa de comerciantes de 2 plantas, que conservaba gran parte de la estética y mobiliario antiguos. No había más de 3 o 4 habitaciones, por lo que la sensación de tranquilidad y silencio invitaban a sentarse y descansar un rato. Y eso es lo que hicimos.

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En el día y medio con que contábamos para visitar Georgetown decidimos dedicar el día de hoy a visitar a pie la parte antigua de la ciudad, dejando para el siguiente día la visita a los templos de las afueras. 

 

Para comenzar con buen pie fuimos directos a comer al restaurante Teksen, muy recomendado en todas las webs y del que salimos encantados, tanto por la comida, muy variada y sabrosa, como por el servicio, muy atento y eficaz. Y si a esto le añadimos que justo enfrente se encuentra una pequeña frutería en la que vende multitud de frutas tropicales, le hace insuperable. Salimos tan contentos que al día siguiente volveríamos a comer en el mismo sitio. Los dos días compramos mangostán y rambután, dos de las frutas más preciadas por su dulzor e intenso sabor, así como mango y Jack Fruit recién cortados. También probamos la fruta del dragón, algo más floja para mi gusto.

Si quieres probar las frutas tropicales, una frutería de calle es la mejor opción sin duda.

 

Tras la comida y un buen café, comenzamos a recorrer las calles de la zona antigua de la ciudad en busca de los famosos murales de arte callejero creados en el año 2012 por el artista lituano Ernest Zacharevic y que hoy día se han convertido en visita obligada de la ciudad. Existen mapas en internet en donde se localizan todos ellos, los cuales se encuentran justamente en pleno centro junto a las antiguas shophouses. Es tal el éxito de los murales que han florecido toda una serie de tiendas de artesanía, boutiques, cafeterías y gastrobares en las calles por las que se encuentran, generando un muy buen ambiente por donde se hace muy agradable pasear e irlos descubriendo. Lamentablemente algunos de ellos están desapareciendo por el propio devenir del tiempo. También hay otros que han surgido aprovechando el tirón creado por el artista lituano.

Tras visitar los situados en las calles más céntricas, continuamos rumbo este hasta llegar a los embarcaderos de la ciudad, conocidos como Jetties. Se trata de un conjunto de muelles de madera elevados sobre el nivel del mar que se adentran hacia el interior, a modo de malecón. En ellos viven decenas de familias en pequeñas casas, aunque hoy día han ganado terreno los puestecitos para los turistas. No nos pareció una zona demasiado agradable ni bonita, quizá porque nos pilló con las últimas horas de luz del día y nos parecía que estábamos invadiendo la intimidad de las personas que allí viven.

 

Tras unas 3 horas pateando sin parar, decidimos parar a cenar en un hawker ubicado justo al lado del jetty principal, al otro lado de la calle. Estaba bastante animado y lleno de gente local, lo cual nos indicaba que se debía comer bien. Pedimos unos cuantos platos variados entre pescados, marisco, verduras salteadas, gyozas y carnes. Todo estaba delicioso. Y hecho al momento, claro. Había buen ambiente, las cervezas Tiger estaban frías y para rematar, en el centro del recinto empezaron a cantar 2 malayos para animar el momento. ¿Qué más podíamos pedir?

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Día7. Georgetown. Dormir Georgetown.

Nuestro segundo día en Penang lo dedicamos a visitar los 3 templos de los alrededores de la ciudad.

 

El primero era el templo budista más grande de toda Malasia: Templo de Kek Lok Si, construido a finales del siglo XIX por las comunidades chinas y malayas. Para llegar a él tomamos un Grab, que nos dejó en la puerta principal tras unos 30 minutos de trayecto. Este templo es el más impresionante de los 3 que veríamos hoy.

Ubicado en lo alto de varias colinas, hay que dedicarle un cierto tiempo y esfuerzo a subir escalones y escaleras para visitar cada uno de los múltiples rincones, patios, esculturas, altares, torres y pequeños templos con los que cuenta, repartidos a varios niveles y alturas. El colorido de esculturas y tejados es impresionante, a veces diría que incluso demasiado llamativo.

A esto hay que sumarle unos cuidadísimos jardines, estanques y fuentes, donde los jardineros se afanan en mimar plantas y flores en un ambiente de espiritualidad feng shui muy conseguido. A ello ayuda sin duda el continuo rumor del agua y la tranquilidad con que se mueven las tortugas que campan a sus anchas por los estanques.

Existen también miradores desde los que se observa la contaminada ciudad de Georgetown a lo lejos.

Uno de los símbolos del templo es la preciosa torre blanca ubicada en la parte más alta del recinto, conocida como la Pagoda de los 10000 budas. Esta construcción es singular, pues aúna una planta octogonal de origen chino con un estilo tailandés y una corona birmana en lo alto, fusionando de esta forma los símbolos del budismo Mahayana y Theravada en el mismo edificio.

La única zona que no nos ha gustado ha sido la ubicada en la zona más alta, lugar donde se encuentra una enorme estatua de Guan Yin de más de 30 metros, la cual está parcialmente cubierta de columnas a los lados y un techo enorme de granito en lo alto, perdiendo con ello todo el posible encanto que pudiera tener. Menos mal que la subida se hace en un funicular (de pago).

 

Para visitar los templos de Dharmikarama y Wat Chaiyamangalaram, situados uno enfrente del otro, tomanos un Grab que nos dejó en la puerta en apenas 30 minutos.

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Primero visitamos el templo de Dharmikarama, único templo birmanés fuera de Myanmar. Consta de diversas pequeñas pagodas donde se pueden observar escenas de la vida de Buda en forma de esculturas e imágenes, siendo la más llamativa un Buda dorado de unos 5 o 6 metros de alto. En la parte exterior se encuentran varios jardines, un árbol Boddhi, un estanque de deseos y pequeñas casas donde viven los monjes, además de una representación del planeta protegido por 2 dragones o una entrada monumental con dos grandes elefantes de piedra que dan acceso a una zona de paneles y murales donde se cuenta el viaje del príncipe Siddharta hasta lograr el nirvana y finalmente convertirse en Buda.

 

El templo tailandés de Wat Chaiyamangalaram es famoso principalmente por contener una gigantesca estatua de Buda reclinado de 33 metros de largo, una de las mayores del mundo de este tipo.

El Buda es lógicamente la mayor atracción, aunque a su alrededor también merece la pena contemplar otras esculturas menores de Buda, así como una serie de murales representando su vida.  Como curiosidad comentar que justo detrás del Buda se encuentran las esquelas de decenas de personas que, supongo, fueron incineradas allí y quisieron mantener su recuerdo vivo para las siguientes generaciones.

En la parte exterior del templo destaca también el dragón de colores que parece observar a todo el que entra o sale, y cuya cola llega a todas las entradas del mismo.

 

Tras toda la mañana dedicada a visitar templos, decidimos no arriesgar con la comida y por eso fuimos de nuevo a Teksen, garantía de buena comida y buen precio. Por suerte lo encontramos abierto, pues eran las 14:50 y estaban a punto de cerrar.  Así también tendríamos cerca nuestro alojamiento y podríamos echarnos una siesta, con el sofocante calor no era buena idea ponerse a caminar al mediodía.

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La tarde la dedicamos a recorrer la parte de la ciudad que dejamos pendiente el día anterior.

Ello incluía la zona noreste de la ciudad, donde se encuentran los restos del Fuerte Cornwallis (muy deteriorado y cerrado por obras), el parque de la Explanada, el Ayuntamiento o la Torre del Reloj de la Reina Victoria. Nada de esta zona nos pareció demasiado interesante, para ser sinceros.

Aprovechamos también para visitar el arte callejero que dejamos pendiente el día anterior, localizado en la más alejada calle Muntri. Por los alrededores de esta calle, y sobre todo en Love lane comenzamos a ver muy buen ambiente con varios restaurantes, terrazas, tiendas y música en directo. Todo estaba lleno de turistas. Dimos por vista la ciudad y sus alrededores por lo que dedicamos las últimas horas en la ciudad a tomarnos unas cervezas y cenar algo occidental mientras escuchábamos música en vivo.

No se me ocurre mejor final para esta ciudad que visitar esta animada calle.

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Día8. BORNEO (Sarawak). Vuelo Penang-Kuching. PN Kubah y Matang por libre. Dormir Kuching.

 

El octavo día marcó el primer cambio importante en el tipo de viaje.

Dejábamos atrás la parte cultural del mismo para comenzar 5 intensos días de naturaleza y aventura.

Borneo es una isla repartida geográficamente entre 3 países: Malasia, Brunei e Indonesia.

La parte del borneo malayo se divide a su vez en las regiones de Sarawak al oeste y Sabah al este.

Durante la fase previa de preparación del viaje decidimos centrarnos exclusivamente en la región de Sarawak y más concretamente en la zona en torno a Kuching, pues esta zona dispone de atractivos suficientes para los 5 días con los que contábamos. Sabah debería esperar a otra ocasión, al igual que la región oriental de Sarawak próxima al sultanato de Brunei (Parque Gunung Mulu o Miri).

Al ir y volver todos los días desde Kuching, la logística de maletas era muy sencilla, pues sólo nos llevábamos lo justo y necesario para cada día en una pequeña mochila.

 

Durante la fase previa de preparación del viaje decidimos centrarnos exclusivamente en la región de Sarawak y más concretamente en la zona en torno a Kuching, pues esta zona dispone de atractivos suficientes para los 5 días con los que contábamos. Sabah debería esperar a otra ocasión, al igual que la región oriental de Sarawak próxima al sultanato de Brunei (Parque Gunung Mulu o Miri).

Al ir y volver todos los días desde Kuching, la logística de maletas era muy sencilla, pues sólo nos llevábamos lo justo y necesario para cada día en una pequeña mochila.

Para poder realizar ciertas actividades decidimos contratar diversos tours con una empresa local. De entre las múltiples existentes elegimos Borneo à la Carte (https://www.borneoalacarte.com/en/), agencia regentada por una francesa afincada en Borneo desde hace años llamada Nicki.

Esta agencia era la única que ofrecía algunos tours distintos al resto y el trato desde el primer contacto fue rápido y eficaz, con mucha información y mucha ayuda a la hora de organizarlo todo.

Con ellos contratamos inicialmente 3 días de actividades:

  • Un tour al parque nacional de Bako con una extensión nocturna.

  • Visita a un poblado de la etnia Bidayuh durante un festival con actividades tradicionales.

  • Visita al centro de orangutanes de Semmengogh + kayak 3 horas por el río Santubong.

Los 2 días restantes haríamos actividades y visitas por libre, aunque se nos torció algo el plan original.

El coste total de las actividades para estos 3 días fue de 164€ por persona.

Aterrizamos en Kuching, capital del borneo malayo, alrededor de las 9, tras otro madrugón para tomar el vuelo en Penang a las 7:00. Preferimos reservar estos vuelos tan pronto para así aprovechar mejor las horas de luz de cada día. Tras otro traslado en Grab, llegamos al hotel que teníamos reservado para las próximas 5 noches sobre las 10:30.

 

Nuestro objetivo para hoy era acercarnos al parque nacional de Kubah para visitarlo por libre, dejando algunas horas de la tarde para visitar la reserva de Matang.

Si llegábamos a una hora no demasiado tardía pretendíamos recorrer el camino que va desde el centro de visitantes de Kubah hasta el centro de recuperación de fauna salvaje de Matang, que atraviesa el parque justo por su centro y es conocido como Rayu trail, estimado en unas 3 horas según todos los mapas que circulan por internet.

Pero nada más llegar al centro de visitantes de Kubah, de nuevo en Grab tras 30 minutos, nos dimos cuenta que no iba a ser posible nuestro ambicioso plan. Primero porque llegamos más tarde de lo esperado, sobre las 12:30. Segundo porque Rayu trail es el camino más largo del parque y los rangers del parque, muy majos, nos recomendaron tomarlo sólo si partes a primera hora de la mañana. Tercero, porque el centro de Matang cerraba a las 15:30 y queríamos visitarlo.

Total, que nos encontramos en la entrada del parque nacional de Kubah con la duda de qué hacer y el tiempo muy escaso. La planificación previa había sido demasiado optimista.

Tras plantear las distintas alternativas en el grupo, descartamos quedarnos en Kubah y hacer alguno de los trails más cercanos, como uno que va a una cascada u otro con el que visitas un estanque de ranas, por no parecernos demasiado interesantes y porque en los siguientes días recorreríamos otros bosques similares. Decidimos por mayoría darle prioridad a la visita al centro de Matang.

El problema fue cuando descubrimos que no teníamos cobertura y por tanto no podíamos buscar un Grab. Por suerte los rangers del parque nos ayudaron y, tras hacer una llamada telefónica, nos buscaron un taxista que vino desde Kuching a por nosotros. Eso sí, la broma nos costó unos 50€ para un trayecto de unos 20 minutos. Y encima hubo que esperarle casi 45 minutos.

 

El centro de conservación de fauna salvaje de Matang es un lugar bastante interesante para ver de cerca ciertas especies de animales que, de otra forma, serían imposibles de ver en estado salvaje.

No es un zoo sino un centro de recuperación de animales salvajes. Como tal, tiene sus detractores y defensores. Los primeros dicen que los animales no están en condiciones óptimas y deberían vivir libres y no enjaulados, mientras que los segundos opinan que sin estos centros, lamentablemente, ciertos animales no sobrevivirían debido a la presión humana cada vez más acuciante en sus hábitats de origen.

En mi opinión, ambos grupos tienen su parte de razón. Las instalaciones del centro son muy mejorables, al menos en cuanto a espacio dedicado para cada animal, pero también es cierto que el objetivo del mismo es ayudar a recuperar animales heridos que no sobrevivirían si vivieran salvajes.

Dejando a un lado este debate, en este lugar se pueden observar de cerca animales tan diversos como los cocodrilos (cuentan con casi una decena en una charca), las tortugas, los osos malayos (el oso más pequeño del mundo), diversas especies de aves (entre las que se encuentra algún ejemplar del precioso cálao de yelmo -Rhinoplax Vigil en nombre científico-, conocido por su extraño pico abultado de color amarillento), algunos ejemplares de monos y gibones malayos y diversos tipos de animales nocturnos de pequeño tamaño difíciles de encontrar en libertad. Muchos de todos ellos son animales endémicos de Borneo.

Aunque sin duda las estrellas del centro son los orangutanes. El centro cuenta con unos 8-10 especímenes de diversas edades. Todos conviven en el mismo recinto cerrado salvo los 2 machos dominantes, conocidos como Amán y George, que viven aislados del resto debido a la agresividad que muestran con los de su propia especie. Da un poco de penilla esto de que vivan tan aislados.

Ambos cuentan con unas enormes solapas en sus mejillas, más distintivas y grandes cuanto más edad.

 

Tras la visita al centro durante unas 2 horas, salimos con un muy buen sabor de boca. Comimos los bocatas que llevábamos en el edificio donde se encuentra el pequeño centro de interpretación donde explican la historia del centro y así como ciertos detalles y curiosidades de la vida de los orangutanes.

La vuelta a Kuching la hicimos igualmente en taxi, tras solicitarlo a los encargados del centro que llamaron de nuevo a un taxista, el cual nos volvió a cobrar una pasta.

Como recomendación general para visitar Kubah y Matang, hay que tener muy en cuenta el traslado ida y vuelta, pues es el único momento del viaje en el que hemos tenido problemas para encontrar un Grab.

 

Kuching es una ciudad que la mayoría de turistas usamos como base para recorrer sus alrededores, aunque también merece la pena darse una vuelta por ella. El centro de la ciudad gira en torno a su edificio más representativo, el Parlamento, aunque en la orilla contraria a donde éste se encuentra.

Las dos calles paralelas a la orilla del río Sarawak están llenas de tiendas de souvenirs, restaurantes y agencias de viaje, siendo por tanto un buen lugar para hacer compras de recuerdos. En una de ellas se encuentra también el animado barrio de Chinatown.

Si  vamos hacia el oeste podemos encontrar lugares tan variados como la plaza Merdeka, lugar de reunión y reivindicación; un centro comercial con tiendas al estilo occidental que dispone de un hawker muy interesante en la planta superior; la Mezquita de Kuching y su llamativo color rosado o la animada calle India, con un mercado callejero que merece la pena recorrer mientras haya luz.

Llegada la noche se puede pasear por el paseo ribereño para picar algo en alguno de los puestos de comida callejera o probar el bizcocho de capas de colores tan típico de la ciudad.

Justo debajo del Parlamento, cada hora tras caer la noche, se puede por último contemplar un espectáculo de luces y sonido, ya sea desde la orilla contraria o bien desde el original puente que separa ambas orillas y que se llena de parejas al atardecer para observar la puesta de sol.

Todas estas zonas que he comentado aquí las vimos en las tardes y noches de los sucesivos días, tras finalizar los tours de cada día, con la única excepción del día 11, que también aprovechamos la mañana.

 

Como nuestro hotel estaba ubicado en la céntrica plaza Merdeka, prácticamente todos los días nos acercamos a la zona del río a dar una vuelta y cenar, cada día en un sitio distinto.

Hoy tocó un restaurante japonés ubicado en la calle Jalan Wawasan, al lado del templo Hong San Si. Decoración y ambientación fantástica, comida buenísima y variada, servicio mejorable.

 

Día9. BORNEO (Sarawak). Tour extendido Bako National Park. Dormir en Kuching.

 

Nuestro segundo día en Borneo fue también el primero organizado por Borneo à la Carte.

Nos pasaron a recoger a las 8:30 y enseguida pusimos rumbo al parque nacional de Bako, a escasos 30 minutos en coche.

Al llegar al embarcadero del pueblo de Bako, nos subimos a una barcaza estrecha y alargada que nos llevó a la verdadera entrada al parque, una playa virgen sólo accesible desde el agua y en la que descendimos en la misma playa, pues no hay embarcadero alguno.

A escasos metros de la playa se encuentra el centro de visitantes, donde nos recibió nuestro guía de extraño nombre ‘Pi’ y nos dio una charla inicial sobre lo previsto para el día. Básicamente se trataba de recorrer algunos senderos cercanos al centro de visitantes por la mañana, en busca de animales salvajes. Le insistimos en querer realizar las pateadas para llegar a dos playas vírgenes del parque y no puso problema alguno, lo dejamos para la tarde. Recién caída la noche, y tras una cena ligera, recorreríamos de nuevo los alrededores del centro en busca de otros pequeños animales nocturnos.

El resto de caminos que llevan a la zona más al este de Bako son sólo accesibles tras varios días de caminata, pues suponen más de 4 horas. Algunos de ellos están cerrados al público

 

Lo primero que nos comentó fue que, a diferencia de casi cualquier otro lugar de avistamiento de animales salvajes, en Bako es más probable verlos cerca del área de visitantes. Y así fue.

Vimos varios monos saltando por los árboles, algún lagarto y varios jabalíes malayos campando a sus anchas en torno al comedor. Los monos narigudos, verdadera joya del parque, se hicieron más de rogar. Para verlos en su hábitat tuvimos que andar por uno de los senderos habilitados con maderas e indicaciones de colores.

Nuestro guía, hábil y conocedor de las rutinas de los narigudos, no tardó en encontrar indicios de donde se encontraban. Les llamó haciendo sonidos guturales y golpeando un árbol con un cierto tono solemne, y los monos correspondieron con aullidos.

Estaban cerca.

Vimos a varios sentados en las ramas a escasos 50 metros. Otros no paraban de moverse.

Estábamos emocionados de poder ver en libertad este mono tan peculiar, endémico de Borneo. Estuvimos allí observándoles durante más de 20 minutos, fue un momento especial del viaje, sin duda. 

Ojalá dentro de unos años su población no haya desaparecido, sino que se haya incrementado. Aunque pinta mal. 

 

La comida la hicimos en el comedor del centro de visitantes, en torno a las 13:00. Menú de 2 entrantes y 2 platos principales a elegir, con postre y agua. No hay otra opción.

 

La tarde la dedicamos a recorrer el sendero que lleva a las 2 playas vírgenes ubicadas al norte del parque, límite máximo alcanzable en excursiones de 1 día, pues el resto de caminos del centro y este sólo son abarcables en rutas de más de 1 día. Los senderos recorridos por la mañana transcurrían por bosques húmedos y sombríos, pero éste era totalmente distinto al carecer totalmente de árboles y ser mucho más seco. El calor era abrasador y debido a ello la primera subida nos costó un poco.

Pero una vez llegados a una planicie intermedia, la dureza bajó y pudimos continuar más rápido hasta llegar a la primera, la playa de Teluk Pandan Besar. No es posible llegar a la arena, pero sí verla desde un mirador en lo alto. La vegetación alrededor es exuberante.

La segunda de las playas, Teluk Pandan Kecil, accesible a través de otro sendero y a unos 25 minutos de distancia de la primera, parece más bonita que la primera, quizá por verla más de cerca. El mirador está más próxima a la arena y la vista por tanto es más cercana. Se puede bajar a pie hasta la misma playa, aunque en nuestro caso nos quedamos arriba en unas rocas desde la que se tienen unas vistas inmejorables del lugar, bello por lo salvaje y solitario, y completamente rodeado de bosques.

Según nos dijo nuestro guía hace unos años la gente se bañaba en esta playa solitaria, pero tuvieron que prohibirlo ya que es hábitat de cocodrilos de agua salada, habituales de esta zona.

 

Llegamos al centro de visitantes sobre las 18:00, tras unas 3 horas y media de pateada entre ida y vuelta.

La cena estaba siendo servida y la tomamos, aunque sin demasiada hambre. Nuestros horarios y costumbres españolas casi nos impedían cenar tan pronto, aunque algo picamos.

 

Tras la cena nos pusimos de nuevo en marcha, linterna en mano, para realizar el tour nocturno en busca de los animales que viven en estos bosques. Nada más alejarnos del centro de visitantes comenzamos a escuchar el intenso y constante sonido de la selva, donde miles de insectos y pequeños animales nocturnos campan a sus anchas. Durante la búsqueda encontramos algunas pequeñas víboras de colores amarradas entre las ramas de los árboles, varios tipos de arañas y pequeñas tarántulas, algunas hormigas gigantes y, lo que más nos impactó, varios escorpiones ocultos en sus madrigueras, sólo visibles con un haz de luz ultravioleta, las linternas apagadas. Nuestro guía, incansable buscando animales durante todo el día, no lo fue menos en esta ocasión, y estuvo tratando de hacerlos salir de las mismas usando un palito aunque los escorpiones, cautos, no se aventuraron a salir demasiado lejos.

 

Una vez acabado el paseo tocaba regresar totalmente de noche en lo que fue una de las experiencias guapas del día, navegando en la barcaza a oscuras y con la única ayuda de la luz de la luna, ya que así el piloto ve mucho mejor que con los faros encendidos. Sensación muy guapa el navegar a oscuras.

Al llegar al embarcadero de Bako pueblo, tomamos una furgoneta y en apenas 30 minutos nos dejaron en nuestro hotel en Kuching, sobre las 22:00.

Como conclusión he de decir que fue una muy buena elección este tour extendido nocturno por Bako.

 

Día10. BORNEO (Sarawak). Festival Bung Jagoi. Dormir en Kuching.

 

El día de hoy lo íbamos a dedicar a la visita de un poblado tradicional de la etnia Bidayuh, con la particularidad de coincidir con la celebración del festival Bung Jagoi, organizado anualmente para rememorar y mantener las tradiciones ancestrales de su cultura. En él se organizan actuaciones musicales y de baile, juegos tradicionales, demostraciones de actividades artesanales, etc.

Cerca de Kuching existen diversos poblados similares de la etnia Bidayuh y de otras. Todas las agencias ofrecen visitas tanto de una jornada como de varias. Una de las razones por las que elegimos Borneo à la Carte fue por este tour que, a diferencia del resto de agencias, incluía el ya comentado festival.

Pero tuvimos la mala suerte de que nos salió mal. Ni hubo festival ni el trato recibido fue el esperado.

El poblado bidayuh que visitamos estaba ubicado a escasos kilómetros de la frontera con Indonesia.  

Aunque dicha frontera es meramente política, pues todas las tribus de la región viven indistintamente a uno y otro lado de la misma desde hace siglos.

Al llegar nos recibió una familia que nos ofreció un té y nos indicó que esperáramos sentados, no sabíamos muy bien por qué. Comenzó a llover. Al cabo de cerca de 1 hora esperando sin darnos explicaciones, un chaval joven que no hablaba demasiado inglés nos indicó que era el momento se comenzar a andar. El poblado tradicional que íbamos a visitar se encontraba a unos 60 minutos colina arriba, por un sendero con escaleras construido en el bosque. Todo estaba encharcado por la incansable lluvia que no paraba de caer, pero seguimos caminando hasta por fin encontrar el cartel de bienvenida que nos indicaba que ya habíamos llegado. Nadie nos recibió.

Dedicamos las 3 horas siguientes a realizar ciertas actividades para pasar el rato, pues no había ni rastro del festival Bung Jagoi ni las 4 o 5 personas que estaban en el poblado eran capaces de explicarnos nada al respecto, sólo nos decían que el festival se había celebrado el día anterior y que allí en el pueblo ya apenas quedaba gente. Tras el pertinente cabreo por sentirnos engañados, decidimos intentar disfrutar del momento y posponer una charla con la agencia para más adelante.

Entre las actividades que hicimos estuvo un taller de realización de pulseras, un paseo hasta un mirador en lo alto de la colina y la práctica de tiro con cerbatana, todo ello con la sensación de que querían ocuparnos el tiempo allí arriba pero sin demasiado interés ni explicación alguna por parte del chaval que hacía de guía, que hablaba muy poco inglés. La comida la hicimos en la casa de la única familia que estaba presente.

 

 

Sobre las 15:00 hicimos el camino de vuelta al coche, al que montamos rumbo Kuching.

Desde allí comencé a escribir a Borneo à la Carte para quejarnos por todo lo vivido en el día de hoy. Ni era lo que esperamos ni era lo que habíamos pagado. Tras un rato de charla con Nicki, la jefa de la agencia, y de ella con los jefes del poblado, nos explicó que hubo un malentendido con los días de realización del festival, agravado con la muerte de uno de los vecinos del pueblo, que hizo que el resto abandonara el mismo para asistir al funeral. Además el chaval que hizo de guía no era el habitual. Total, que ella misma se mostraba sorprendida por lo que le decían los responsables del poblado, y nos pidió perdón por ello. Como compensación nos regaló uno de los tours que haríamos al día siguiente también con ellos.

Estas cosas pueden pasar cuando tratas con comunidades con costumbres tan distintas a las occidentales, donde el trato con el turista/cliente no siempre es el que esperamos y sus prioridades pueden no ser sólo agradar al turista, lo cual entiendo perfectamente.

La tarde noche en Kuching la dedicamos a pasear por algunas de las zonas comentadas anteriormente. Cenamos en un restaurante occidental ubicado en la calle Jalan Wawasan llamado The Granery. Música en vivo y hamburguesas de escándalo.

De vez en cuando apetece descansar de la cocida asiática.

 

 

Día11. BORNEO (Sarawak). Kuching. Crucero P.N. Manglares de Kuching. Dormir en Kuching.

 

El día de hoy estaba destinado inicialmente a la visita del Parque Nacional Gunung Gading para buscar la única y original Raflesia, la flor carnívora más grande del mundo y endémica de Borneo, muy difícil de ver porque sólo florece durante 5 días. La idea original era visitarlo por libre, contratando un coche con conductor que nos llevara y trajera en el mismo día, pues está lejos de Kuching, a unas 2 horas en coche.

Pero al final tuvimos que cancelarlo un par de días antes. Al parecer Julio no es un buen mes para la floración de la raflesia y en las últimas semanas nadie había informado de que ninguna estuviera en flor (los guías de la zona publican fecha, foto y posición de las flores que se ven). Además, la lejanía (2 horas en coche) y la falta de otros alicientes en el mismo nos alentó a cambiar de planes.

 

Y esos nuevos planes fueron visitar por la mañana la zona turística de Kuching que no habíamos visto hasta entonces (ver comentarios anteriores al respecto), hacer algunas compras por la ciudad y disfrutar de un baño en la piscina del hotel.

Dejamos para la tarde otro nuevo tour, contratado sobre la marcha con Borneo à la Carte, a pesar del contratiempo que tuvimos con ellos por el tour del poblado bidayuh. Nos costó unos 140RM (30€) por persona, tras regalarnos el tour de uno de nosotros por lo sucedido.

 

La actividad elegida para la tarde de hoy fue el crucero por los manglares de Kuching, algo muy complicado de hacer por libre. Una furgoneta nos recogió a las 16:00 en nuestro hotel y nos llevó al embarcadero del Sarawak boat club. Allí tomamos un barco junto a otras 10-12 personas, y comenzamos la navegación en busca de la fantástica vida salvaje de esta zona de humedales y manglares donde habitan animales tan dispares como los delfines de Irawaddi, los monos narigudos, los cocodrilos de estuario, las luciérnagas y los peces de fango.

No tenía demasiadas ilusiones en verlos, pero por suerte vimos la mayoría de ellos.

La navegación comenzó aguas abajo del caudaloso río Santubong. En esta zona próxima al mar la selva prevalece en ambas orillas, y por encima de todo destaca la enorme silueta del sagrado monte Santubong, ubicado en plena desembocadura del río a modo de inhóspito y verde guardián.

Al llegar a la desembocadura emerge una pequeña bahía por la que transitamos por aguas algo más turbulentas en busca de sus habitantes más famosos: los delfines de Irawaddi. De tamaño más pequeño y comportamiento más esquivo que otros tipos de delfines, vimos un par de ejemplares aunque nunca a menos de 50 metros del barco, y por pocos segundos, apenas uno o dos saltos. Están en peligro de extinción y es bastante complicado verlos.

 

Seguimos ruta en dirección al río Batang Salak, donde nos adentramos en busca de diversos tipos de monos y langures, incluidos los narigudos. La curiosidad de los mismos los hace salir y mostrarse al ruido de los motores, por lo que verlos es muy fácil, al igual que otro tipo de aves y pájaros. Otra cosa es fotografiarlos, pues el movimiento de ramas y hojas es constante allá por donde pasan.

Seguimos navegando un rato por este río hasta llegar a una zona de aguas tranquilas justo al otro lado de la isla de Pulau Salak, lugar donde paramos a cenar el arroz con pollo que nos habían preparado y que estaba incluido en el tour, mientras observábamos el atardecer en la bahía. Tocaba momento relax. Los motores se apagaron. Era tiempo de escuchar los sonidos de los animales que viven en los manglares.

Nuestro guía, por cierto, era un tío muy parlanchín al que se le notaba conocimiento de la zona y ganas de que disfrutáramos de la actividad. No paraba de hablar de la fauna y flora de este lugar.

 

Ya de noche el barco comenzó a adentrarse en algunos de los riachuelos estrechos que salían del río principal y que formaban parte del laberinto de agua que conforma el humedal. Al poco comenzamos a ver pequeños puntos de luz en las ramas de los árboles. Primero eran unos pocos, luego decenas, por último miles de puntos de luz. Los árboles que estábamos viendo son llamados api-api, y son el hogar de las luciérnagas, pequeños animales del tamaño de una hormiga que emiten una luz natural intermitente. Pudimos coger alguna con nuestras propias manos, son animales totalmente inofensivos que no pican ni muerden. Parecía que teníamos a ambos lados los árboles de la Navidad.

Nunca había visto este animal en tal cantidad, es realmente alucinante ver miles de ellas en plena actividad.

Cuando pensábamos que ya habíamos visto suficiente con el maravilloso colofón de las luciérnagas, ya en ruta de vuelta, nuestro guía empezó a alumbrar con un potente foco de luz hacia las orillas del río Santubong. A la señal del guía el barco paró abruptamente y se dirigió a una de las orillas. Allí se encontraba uno de los últimos animales que nos quedaba por ver hoy, el cocodrilo de estuario. Se trataba de un ejemplar pequeño, de menos de 2 metros, parado en la orilla y con sus ojos totalmente brillantes (de hecho es lo que usan los guías para localizarlos, el brillo de sus ojos).

Fue el perfecto final para un día que comenzó raro pero que ha acabado con un muy recomendable crucero por los humedales de Kuching, lugar lleno de vida salvaje y a escasos minutos de la ciudad.

 

Mañana último día en Borneo…

Día12. BORNEO (Sarawak). Semenggoh + Kayak. Vuelo Kuching-KotaBharu. Dormir Kota Bharu.

 

Para el último día destinado a Borneo dejamos un lugar que no hay que perderse en toda visita a Sarawak: la reserva natural de Semenggoh. Este lugar, a escasos 30 minutos de Kuching y perfectamente visitable por libre tomando un taxi, es el mejor lugar para observar orangutanes en la región de Sarawak, al igual que la reserva de Sepilok lo es para la provincia de Sabah.

Semenggoh es una amplia reserva natural sin paredes ni vallas en el que viven entre 20 y 30 ejemplares de orangutanes de todas las edades y sexos. Cada uno está perfectamente identificado y dispone de un nombre propio. Existen 2 turnos de alimentación, las 9:00 y las 15:00, en los cuales los cuidadores del centro ofrecen plátanos a todo orangután que se quiera acercar por la zona, repleta de cuerdas y árboles altos, en la que se encuentran unos miradores en los que los turistas pueden observarlo todo.

 

Los orangutanes tienen libertad de venir aquí a comer o buscarse la comida en la selva con sus propios medios. Según nos dijeron, normalmente se acercan los más mayores y las madres con sus retoños, mientras que los jóvenes y los adultos se acercan menos. Todo queda registrado por los cuidadores del centro, que así conocen los que se pueden valer por sí mismos y los que no.

En nuestro caso vimos una orangután anciana al lado del parking y varias parejas madre-hijo en la zona de alimentación, además de algún que otro joven animado y juguetón que no paraba de saltar de un lado a otro.

Verlos de cerca es una auténtica pasada. Son unos animales fuertes y ágiles, con un parecido extraordinario a los humanos. Te sorprende verlos pelar un plátano con paciencia o rascarse la cabeza tal y como lo harías tú mismo. Ojalá les dejemos vivir en su hábitat natural para que no desaparezcan.

 

Al final de la visita se puede visitar el centro de visitantes, donde se muestra información de todos los orangutanes del centro, incluyendo al macho alfa de la manada, conocido como Ritchie, y cuya hegemonía va a tardar poco en ser cuestionada cuando dos de los jóvenes adultos comiencen a rivalizar con él. También se puede apadrinar alguno de ellos para colaborar en su manutención y cuidados.

¡Nosotros hemos apadrinado a Ganya!

 

La segunda y última actividad del día fue realizar kayak por las tranquilas aguas del río Santubong en su parte alta. Nuestro guía de hoy nos cayó bien al instante por su continua sonrisa y explicaciones, primero en la reserva de Semenggoh y después ya subidos al kayak.

En cuanto a guías, y quitando la mala experiencia del poblado Bidayuh, un 10 para Borneo à la Carte.

Las aguas del río Santubong son tranquilas en todo momento, salvo algún pequeño rápido.

No existen animales peligrosos tipo serpientes o cocodrilos, lo cual nos relajó bastante al escucharlo.

La actividad la hicimos en privado los 5 integrantes del grupo, más el guía, en 3 kayaks, 2 para cada uno.

Fueron unas 2 horas de navegación tranquila y a ritmo constante pero suave, en las que atravesamos diversos tipos de selvas y bosques, sin ver ni una sola construcción humana. La única excepción fue en la parada intermedia que hicimos en un pequeño pueblo, por cuyas calles estuvimos caminando en buscar de diversas especies de árboles y plantas tropicales, algunas de ellas medicinales, que nuestro guía nos iba señalando y explicando. En esta parada también aprovechamos para comer unas deliciosas empanadillas caseras de su madre y para jugar a pescar con las manos algunos de las decenas de peces que habitan en el río y que está prohibido pescar.

De nuevo, un guía con interés en su trabajo y dedicando esfuerzo a que estuviéramos a gusto.

 

Tras acabar la actividad de kayak, fuimos directos a un edificio que estaba allí mismo y que disponía de varias duchas al aire libre (alguna cerrada también), jabón, champú, espejo y zona privada donde poder cambiarte y ponerte ropa limpia. También disponía de diversas mesas corridas donde nos íbamos a comer la deliciosa carne braseada que estaban preparando, junto a otros platos.

Fue un buen momento para relajarse con una ducha, refrescarse un poco y tomarnos una cerveza fría mientras degustamos la comida.

 

Tras tomar un café nos llevó directos al aeropuerto en unos 30 minutos. Allí nos despedimos de él y también de la isla de Borneo, tras 5 días vibrantes llenos de naturaleza y actividades.

 

La siguiente parte del viaje cambiaríamos de nuevo de estilo. La playa y el mar nos aguardaban.

Pero antes de eso tocaría pasar una noche intermedia en Kota Bharu, la ciudad con aeropuerto más cercana a las islas Perenthian. Decidimos dormir allí ya que el vuelo que reservamos desde Kuching aterrizaba demasiado tarde como para desplazarse a las islas Perenthian en el mismo día.

 

 

Llegamos al hotel de Kota Bharu sobre las 21:00, tras tomar un Grab desde el aeropuerto.

Bajamos a dar una vuelta por los alrededores, pues estábamos a 300 metros de la plaza principal de la ciudad y esperábamos encontrar algo de ambiente. Pero el caso es que no vimos apenas un alma por las calles. Todo estaba oscuro y poco iluminado.

El aspecto y sensación general era como de suciedad, de abandono. Había malos olores, poca luz y en las alcantarillas vimos asomar alguna que otra rata. No invitaba demasiado a pasear, la verdad.

Paramos a cenar en el único restaurante abierto, que resultó ser de comida rápida y sin A/C. Los chavales que lo llevaban estaban sorprendidos de ver turistas por allí. Comimos mejor de lo pensado para las expectativas que teníamos al entrar, y decidimos volver al hotel a descansar, pues no había necesidad alguna de seguir caminando por estas calles desiertas.

Leímos después que la región noreste de Malasia, en la que se encuentra Kota Bharu, es donde rigen las leyes musulmanas más estrictas y más fundamentalismo hay. No sé si lo que vimos tiene relación o no con este hecho, pero la verdad es que nos pareció un mundo totalmente distinto al visto hasta ahora.

 

Día13. Traslado a Islas Perenthian. Pulau Kecil. Dormir Islas Perenthian.

 

Por fin llegó el momento de visitar las playas del este de Malasia.

Como comenté al principio, de entre las múltiples islas existentes en la parte oriental de la península malaya, elegimos las islas Perenthian por ser las más conocidas y preparadas para el turismo. Ello no quiere decir que sean las mejores ni las únicas de esta costa.

Si lo que vienes a buscar son playas de arena fina, aguas transparentes, clima y agua cálida, zonas para disfrutar de la tranquilidad que ofrece el mar, buena oferta gastronómica y variedad de hoteles y servicios, éste es tu sitio.  

Pero no esperes playas bucólicas de las de cocotero y arena fina, ni fondos marinos vírgenes accesibles desde la playa (hay mucho coral muerto) ni tampoco privacidad (hay multitud de turistas).

Para encontrar este tipo de playas hay que salirse de los puntos turísticos, caminando o en barca.

 

Las islas Perenthian son en realidad 2 islas: Pulau Kecil y Pulau Besar.

Pulau Kecil es más pequeña y animada que su vecina. La mayoría de alojamientos son de tipo mochilero y están distribuidos en torno a sus 2 playas principales: long beach y coral bay. Ambas están separadas por un camino adoquinado que atraviesa la isla en unos 15 minutos subiendo un pequeño desnivel. Fue nuestro centro de operaciones.

En esta isla se encuentra también un pueblo de pescadores y una mezquita, al sur.

Pulau Besar, en cambio, dispone de 3 lugares bien diferenciados: la bahía sur, que no visitamos por falta de tiempo; la costa oeste, zona más cercana a Kecil y lugar que recorrimos de norte a sur y las 2 bahías del norte, una más alejada es lugar de desove de tortugas y la más cercana está rodeada de resorts.

Este es el resumen de las zonas más visitadas y accesibles, pero ambas islas cuentan también con lugares más remotos y menos explotados, que quizá harían las delicias de quien busque tranquilidad, privacidad y lugares vírgenes sin explotar. Entre esos lugares hay playas paradisíacas sin apenas turistas. Ambas islas son totalmente verdes y boscosas, y cuentan con diversas colinas en los que existe la posibilidad de hacer trekking y perderse por la jungla.

Es complicado encontrar mapas donde se identifiquen claramente los nombres de las bahías y playas de ambas islas. Lo que se encuentra en su lugar son los mejores puntos para hacer snorkel y buceo así como las ubicaciones de los distintos alojamientos. Muchos de los nombres pueden llevar al despiste. Turtle resort, por ejemplo, no indica que en la playa haya tortugas, al igual que en Coral Bay no se encuentran los mejores corales.

 

Como soy un poco ansias, no pude evitar distribuir las 3 noches de que disponíamos entre las 2 islas. Dormiríamos 2 noches en Kecil y la última noche en Besar. A toro pasado diría que hubiera sido mejor dormir las 3 noches en el mismo lugar, para evitar el trasiego de maletas de un lado a otro, y porque ir de una a otra es fácil tomando uno de los múltiples wáter taxis existentes.

 

Para llegar a las islas Perenthian desde Kota Bharu hay que tomar primero un taxi/Grab hasta el embarcadero de Besut. Esto lleva unos 60 minutos. Ya en Besut, hay que tomar un barco para llegar a las islas en otros 20-30 minutos. El último barco que realiza este trayecto a las 17:00. El billete y la tasa de conservación de los fondos marinos, obligatoria, se compran directamente en el embarcadero.

Suele haber mucha gente esperando, por lo que conviene llegar pronto y evitar los fines de semana, cuando hay mayor afluencia de gente, tanto turistas como locales.

El barco va llevando a los pasajeros a sus hoteles destino, estén en una isla o en la otra, luego no hay que preocuparse por caminar demasiado ni en descubrir cómo llegar a tu hotel. Las bahías principales cuentan con embarcadero pero para llegar a los alojamientos más aislados es necesario desembarcar en la propia playa.

 

El alojamiento que elegimos en Pulau Kecil (más bien el que quedaba libre cuando lo reservamos por booking), fue el Senja Bay. Compuesto de varias cabañas privadas de color rojo distribuidas por lo alto de una colina justo al lado de la playa, es un alojamiento limpio, tiene A/C y cuenta con un buen restaurante.  Poco más se puede pedir en este tipo de alojamientos a pie de playa que no son resorts.

 

La mañana la dedicamos a disfrutar de la playa de Coral Bay. Aunque por el nombre pueda parecer otra cosa, la verdad es que la mayor parte de los corales están muertos, salvo alguna zona alejada unos metros donde si existen ejemplares vivos y coloridos. La playa está abarrotada de pequeñas embarcaciones de transporte de pasajeros y water taxis, lo que le da un toque de color a la bahía pero resta a la hora de querer darte un baño o nadar. A pie de playa existen multitud de pequeños restaurantes, así como bares y alojamientos de tipo cabaña. Hay bastante ambiente.

Comimos en uno de los chiringuitos de la playa y nos fuimos a la bahía del lado contrario de la isla, a través del sendero que las comunica en unos 15 minutos de paseo.

Esta bahía, conocida como Long Beach, es otra cosa. Aunque los barcos también atracan en la misma playa, ésta es suficientemente grande como para encontrar zonas tranquilas donde poder darte un baño y nadar. La arena es fina tanto fuera como dentro del mar, y no existen ni piedras ni corales. El agua es transparente y es fácil encontrar pequeños peces. Nosotros, alejándonos unos escasos 100 metros en dirección a unas rocas, vimos incluso 2 crías de tiburón rondando por la zona.

En cuanto a alojamientos, en esta playa existen 2 o 3 resorts de esos con tumbonas y hamacas privadas, piscina y restaurante caro, todo chulísimo y en plena playa.

Como curiosidad indicar que en esta playa también existe un camping con decenas de tiendas de la marca quechua que alquilan como si fuera un hotel. Increíble pero cierto. Y no es nada barato.

 

La cena la hicimos en uno de los restaurantes de Coral Bay más animados. Música en vivo, espectáculo de fuegos y acrobacias, comida tradicional malasia pero con tintes modernos y originales, y para acabar incluso nos pusieron una peli en pantalla gigante a modo cine de verano. Nos descalzamos con los pies en la arena, y a disfrutar mientras nos tomábamos una cerveza Tiger.

 

Día14. Islas Perenthian. Pulau Kecil. Dormir Islas Perenthian.

 

El segundo día en las Perenthian lo destinamos a realizar un tour de snorkel a los 5 lugares más interesantes de las islas. Este paquete se ofrece en prácticamente todos los hoteles y centros de buceo, siempre con las mismas zonas de inmersión o como mucho variando una o dos. Nosotros lo reservamos el día anterior en nuestro propio hotel, ya que los precios son idénticos en todos sitios (40MYR persona).

Los puntos de inmersión están distribuidos por las 2 islas, luego la travesía te permite disfrutar también de las vistas de las islas desde el mar así como de la propia navegación. El barco en el que se realiza la actividad tiene unos 7 u 8 metros de eslora por 2 de manga, para una capacidad de unos 8 o 10 turistas. Es rápido y ligero, es el tipo de barco más habitual por las islas, algo más grande que los water taxi.

La excursión dura todo el día, e incluye una parada para comer.

Los puntos donde paramos son bastante representativos de lo que se encuentra en ellos. La primera parada fue en ‘Fish Point’, lugar que destaca por albergar grandes bancos de peces, sobre todo tropicales de esos de colores, junto a algunos grandes corales. El buceo se realiza a unos 50 metros de una playa cercana poco transitada por turistas.

En la segunda parada, ‘Shark Point’, no me podía creer que fuéramos a ver tiburones haciendo snorkel, pero el caso es que vimos 4 especímenes, dos adultos de unos 2 metros de largo y otras 2 crías. No entiendo tanto como para diferenciar el tipo de tiburón, aunque sé que no eran ni tigre, ni blanco, ni martillo. Los animales se mueven en círculos continuamente por el fondo arenoso, que se encuentra a unos 5 o 6 metros. La visibilidad era bastante buena por lo que los vimos con claridad. No hay que asustarse, ellos van a su rollo y no se acercan, mientras no bajes a su territorio, claro.

El tercer punto se llamaba ‘Turtle Point’, estaba ubicado en la bahía de Teluk Pauh y efectivamente vimos tortugas. Bueno, mejor dicho vimos una única y enorme tortuga que, al parecer, es mayor y vive por la zona desde hace tiempo. Sólo hay que localizar los barcos de turistas para saber en qué lugar exacto de la playa está.

 

Estos 3 primeros puntos se encuentran en la isla grande, Pulau Besar, mientras que los 2 restantes se encuentran en Kecil. Tras acabar los 3 primeros snorkel fuimos a comer al pueblo de pescadores ubicado en Kecil. Se trata de un conjunto de casas pegadas al mar, con algunos restaurantes de comida local regentado por los vecinos del propio pueblo. No hay que esperar demasiada calidad ni limpieza.

Supongo que será lo más barato de la zona y por eso todos los tours te traen aquí a comer.

 

El cuarto punto se encontraba en nuestra Coral Bay, en un pequeño faro ubicado a unos 200 metros de la playa. Su nombre, ‘Lighthouse point’, de nuevo muy adecuado. Esta ha sido una de las zonas donde más vida marina hemos visto. Diversos bancos de peces pululan en torno al faro y junto a varios corales enormes con forma de cerebro.  La profundidad es de unos 10-12 metros en algunas zonas.

El último punto del día, sin duda el peor de todos, fue en la playa conocida como ‘Romantic Beach’. Poca vida marina y poco coral, la mayoría muerto. La playa, a pesar de su nombre, no es demasiado idílica aunque lo bueno que tiene es que apenas hay gente.

 

El tour finalizó en torno a las 17:00, buena hora para darse una ducha y relajarse un poco mirando al mar. Coral Bay, aunque no sea la mejor playa para bañarse, sí que tiene algo interesante. No sé si serán los barcos atracados en la playa, los chiringuitos en la misma arena, el ambiente mochilero, o el estupendo atardecer, pero es genial contemplar la panorámica de la bahía en este momento.

La cena la volvimos a hacer en el mismo restaurante del día anterior, pues tenía mucha variedad de platos y nos encantó el rollo de cenar con los pies descalzos en la arena de playa.

 

Día15. Islas Perenthian. Pulau Besar. Dormir Islas Perenthian.

 

Nuestro último día en las islas empezó con un buen desayuno en el restaurante del Senja Bay.

Para desplazarnos a la isla de Besar tomamos un water taxi allí mismo (20MYR por persona), el cual nos dejó en el embarcadero principal de la costa oeste de la isla, justo enfrente de nuestro alojamiento, llamado Cozy Chalet. Este hotel se compone, como la mayoría, de cabañas diseminadas a lo largo de una pequeña playa y hacia lo alto de una colina en mitad del bosque. Nos tocó una de las cabañas en lo alto, por lo que tuvimos que subir alguna que otra escalera con las mochilas a la espalda. Sudada asegurada.

El estilo de este hotel es muy similar al Senja Bay, aunque el entorno es bastante distinto. Si en Coral Bay todos los hoteles y restaurantes compartían la misma playa de unos 200 metros de largo, en este hotel sólo existe una pequeña playita de poco más de 50m, separada hacia el norte por una colina rocosa y boscosa y del sur por una serie de embarcaderos sin playa. Ambas zonas de la costa oeste son accesibles a pie en poco más de 20-30 minutos. Decidimos dedicar la mañana a la zona sur y la tarde a la norte. Todo caminando.

 

Nuestra idea era llegar caminando a las playas de Teluk Keke, unas de las más bonitas de la isla.

Para llegar a ellas lo primero fue avanzar por la zona de embarcaderos y restaurantes anexos a nuestro hotel.

A diferencia de Coral Bay, en el que todos estaban en la misma arena, aquí todos están construidos sobre estructuras de madera por encima del nivel de la playa.

Tras unos 10 minutos comenzamos a ver la primera playa, no demasiado cuidada, junto a algún edificio abandonado, alojamientos de peor calidad que los anteriores y barcos antiguos abandonados en el mar.

Aunque hubo atisbos de querer regresar visto lo visto, al cabo de otros 10 minutos llegamos por fin al Ainaohana chalet y desde aquí hasta Teluk Keke el panorama cambió para bien. Ya no había construcciones sino que todo aparecía virgen y salvaje. El bosque llega hasta la arena, que es fina y deja ver algún que otro coral muerto en la orilla. El agua es cristalina.

No hay ni una construcción humana en los alrededores. Vemos algún que otro cocotero con las largas hojas cayendo hacia el mar. Y un conjunto de rocas parece estar colocado adrede en un pequeño saliente para darle el toque final perfecto a esta zona. Esta vez sí que nos recuerda por fin a una de esas playas paradisíacas que teníamos en mente y no teníamos muchas esperanzas en ver.

Y cuando nos metimos al agua descubrimos además una de las mejores zonas de corales de los vistos hasta ahora, muy bien conservados y directamente accesibles desde la playa y con apenas 1 o 2 metros de profundidad. Incluso vimos alguna que otra anémona con sus famosos habitantes, los peces ‘nemo’.

Estuvimos disfrutando de esta zona durante un par de horas sin apenas ver turistas.

 

Regresamos a la zona de nuestro hotel para comer, echarnos una siesta y tomar un café.

Por la tarde nos adentramos en el sendero que recorre la montaña en dirección a las playas del noroeste de la isla, entre las que se encuentra Teluk Pauh. Tras unos 15 minutos caminando por el bosque cuesta arriba y cuesta abajo, llegamos al Mama’s chalet, primer alojamiento que te encuentras en esta zona, ubicado en la misma playa. Desde aquí ya son todo resorts y restaurantes a lo largo de una playa larga donde no vimos apenas gente bañándose por lo que entendimos que no era demasiado buena.

El hotel Coral View Island Resort separa esta playa de la que buscábamos, Teluk Pauh, también conocida como la playa del Perenthian Island Resort y accesible mediante un corto caminito con escaleras que sube y baja una parte de la montaña que llega hasta el mar. Esta playa, en forma de media luna, es un arenal de fondos cristalinos en los que da gusto darse un baño y relajarse. A diferencia del resto de playas de esta isla que hemos visto, aquí sí que hay gente aunque es tan grande que no hay sensación de masificación. Nos pareció todo un lujo quedarnos en el agua mientras observábamos el atardecer.

Para regresar hubo que darse un poco de prisa por la falta de luz, de hecho el sendero del bosque que nos dejaba en nuestra cabaña lo hicimos en casi total oscuridad. Menos mal que teníamos la luz del móvil. Las chicas, siempre más listas, tomaron un wáter taxi directo a la cabaña, en lugar de caminar.

 

Para la cena nos metimos en uno de los restaurantes más animados de la zona, que estaba abarrotado de gente. El ambiente era mucho más pijo y los precios más caros, pero también nos gustó.

Fue un buen final para las islas Perenthian.

 

 

 

 

Día16. Traslado a Kota Bharu. Vuelo Kota Bharu-KualaLumpur. Dormir en Kuala Lumpur.

 

Dejamos atrás las Islas Perenthian para finalizar nuestro viaje en la capital de Malasia: Kuala Lumpur.

La ciudad, de unos 8 millones de habitantes, se ha convertido en los últimos años en el icono de la modernidad del país. Es una ciudad efervescente y dinámica, y a juzgar por las continuas obras en carreteras, túneles y nuevos rascacielos de la zona financiera o downtown, sigue en continuo crecimiento y dispone de muchas inversiones en marcha. A esta parte urbanita y moderna hay que sumarle otra zona más tradicional, representada por los barrios de Chinatown y Little India y los diversos templos repartidos por toda la ciudad, los cuales parecen luchar por sobrevivir entre tanto rascacielos. Los contrastes entre estos dos mundos son muy fuertes. Y a ellos hay que sumarle que la ciudad se construyó en mitad de una selva y una ciénaga, de la que tan sólo quedan los ríos canalizados que la atraviesan y los parques en plena ciudad, que no son sino pequeños restos de selva que luchan por sobrevivir junto al cemento.

 

A nivel turístico, los puntos principales de la ciudad se pueden visitar en unos 2 días. Nosotros disponíamos de uno y medio, por lo que tendríamos que apretar el acelerador.

 

Llegamos a Kuala Lumpur tras tomar un vuelo desde Kota Bharu, ciudad a la que llegamos deshaciendo el camino realizado 3 días antes (barco de islas Perenthian a Besut + Grab al aeropuerto de Kota Bharu).

Este trasiego de transportes nos llevó toda la mañana. Aterrizamos en Kuala Lumpur sobre las 17:00.

Desde el aeropuerto, ubicado unos 50 kilómetros al sur, hay diversas opciones de transporte para llegar al centro de la ciudad, identificado siempre por la estación Kuala-central.

La más económica para 1 persona es sin duda el bus shuttle (1 hora, 20RM aprox.).

La más rápida sería el tren conocido como Klia express (40 minutos, 55RM aprox.).

La más cómoda sería tomar un taxi, aunque también la más cara (1 hora, 60RM aprox.).

En nuestro caso, como no podía ser de otra forma en este viaje, tomamos un Grab, lo ideal para grupos de 3 o más personas. Al ser 4, los 80RM que nos costó se quedaron en 20RM por persona.

 

Las 2 noches que íbamos a estar en Kuala nos alojamos en el hotel The Face Suites.

Ubicado a escasos 12 minutos a pie de las Torres Petronas, está situado en pleno downtown, lugar donde se encuentra la mayor parte de rascacielos y edificios de oficinas, pues este es el centro financiero de la ciudad. La planta de nuestra suite (pues todas las habitaciones son apartamentos enormes tipo suite) era la 40, luego las vistas de la ciudad eran impresionantes.

Elegimos este hotel y esta zona por 2 razones:

Una) El hotel disponía de una piscina infinita y, tras quedarnos con las ganas en Singapur por los elevadísimos precios del hotel Marina Bay Sands, no queríamos irnos sin probar una. Poder ver las Torres Petronas desde la piscina es un punto muy a favor, algo que ofrecen varios hoteles de la zona. Dos) La cercanía a las Petronas y a otros rascacielos con bares de moda en terrazas o pisos elevados.

 

¿Y qué hicimos nada más llegar al hotel, ya de noche, sobre las 18:30?

Pues sí, nos pusimos el bañador y nos subimos al ático a disfrutar de la piscina infinita. Yo tenía en mi cabeza la imagen idílica de la piscina para nosotros solos, las vistas de la ciudad iluminada, las Torres Petronas de fondo, el agua caliente….pero cuando llegamos a la entrada recibimos un golpe de realidad.

Toda la piscina estaba llena de gente, incluidos niños corriendo, saltando y gritando, no había ninguna hamaca libre y las toallas que ofrecen al entrar se habían acabado. Y para colmo, justo enfrente del hotel estaban construyendo otro rascacielos y 2 enormes grúas afeaban la visión de las Torres Petronas, por no hablar del constante ruido que hacían los obreros trabajando.

No sin apuros pudimos encontrar un hueco en un rincón de la piscina. Aunque no duró mucho, pues todo el mundo se quiere hacer la foto en el mismo sitio y hasta te sientes presionado si estás demasiado tiempo en algunas zonas, donde todo el mundo espera turno, móvil en mano, a que te vayas de ahí para ponerse ellos y sacar la misma foto. En fin, cosas del turismo de masas.

 

 

Tras ‘disfrutar’ del momento piscina nos pegamos una ducha, nos cambiamos y nos bajamos a visitar de cerca las Torres Petronas.

Llegamos paseando desde el hotel, en unos 15 minutos. Estábamos flipando con la chulada de hoteles y edificios altos de la zona cuando por fin aparecieron las Torres. Inauguradas en 1999, tienen una altura de 452 metros distribuidas en 88 plantas, y hasta el año 2003 fueron los  edificios más altos del planeta. Tienen un diseño geométrico con continuas referencias a la cultura islámica.  La visión de cerca es impresionante, tanto por su tamaño como por su buena iluminación. Justo debajo de las mismas se encuentra un centro comercial que separa el estanque lineal ajardinado que sirve de entrada principal con el parque con lagos y fuentes de luces y sonido de la parte trasera.

Por todos lados hay gente haciendo fotos, aunque es difícil que quepan las torres en la foto estando tan cerca. Para ello hay algunos vendedores de un pequeño gran angular que se acopla a los móviles y permite sacar una foto única. A un módico precio, claro.

 

Para cenar teníamos varias opciones. En esta zona financiera existen algunos buenos restaurantes y bares de copas ubicados en azoteas o pisos altos, desde los que se tienen vistas inmejorables de la ciudad. Esta era la idea principal, pero finalmente la descartamos porque era domingo tomamos un Grab hacia la zona de Kampung Baru, a escasos 10 minutos al norte. No queríamos andar por esta parte de la ciudad que no está hecha para peatones, sino para los rascacielos.

Buscábamos un mercado nocturno del que leímos buenas referencias en un blog. Paseamos por la calle Jalan Raja Muda Musa y alrededores, pero no encontramos demasiado ambiente. La zona no es nada turística y en ella sólo existen tiendas y restaurantes para locales. La iluminación no invitaba a quedarnos por lo que continuamos hacia la calle Jalan Raja Abdullah, donde encontramos un hawker también de comida local, pero con bastante mejor pinta: Gerak 23. No lo dudamos y pedimos algunos platos de la gastronomía malaya. En este lugar encontramos sólo gente local, desde familias con niños hasta parejas o grupos de jóvenes. Muchos comían con las manos y sin cubiertos. A escasos 500 metros se encontraba todo el downtown de la ciudad y sus enormes rascacielos. Qué contraste más brutal. 

Me está recordando mucho esta ciudad a la imaginada en Blade Runner, con aquella lluvia constante, los tonos grises, las luces de neón, los edificios altos…sólo faltaban los replicantes.

Regresamos caminando a pie al hotel, a escasos 10 minutos.

 

Día17. Kuala Lumpur. Dormir en Kuala Lumpur.

 

Amanecimos pronto en nuestro último día de viaje, y tomamos un Grab directo a las Batu Caves, situadas a unos 12km del centro de la ciudad y también accesibles en metro.  

Las cuevas Batu son uno de los santuarios hindúes más importantes de Malasia. Constan de un conjunto de pequeños templos construidos en el interior de unas cuevas naturales formadas en la parte central de la montaña, así como de otros templos menores ubicados en los alrededores. Son gratuitas.

Lo primero que llama la atención al llegar es sin duda la enorme estatua de color dorado ubicada justo al lado de una larga y colorida escalinata que da acceso a las cuevas. Por ella hay que subir sorteando el fuerte desnivel y la intimidación de los monos que campan aquí a sus anchas.

Una vez llegado arriba se abren dos cavernas naturales, una de ellas a cielo abierto, en las que se encuentran 2 pequeños templos. No hay que esperar espectacularidad, sino simpleza y emotividad.

Para terminar la visita entramos al templo ubicado justo al comienzo de las escaleras de acceso a las cuevas. Es un lugar curioso para un occidental, lleno de luz y color, con multitud de esculturas y representaciones de divinidades en techos y paredes. Los altares son la parte principal del templo y en ellos se encuentran los monjes vestidos con faldones naranjas y pecho descubierto recogiendo las ofrendas que los fieles compran y ofrecen a los dioses, ya sea comida, bebida o flores.

 

Justo en la entrada de las cuevas se encuentran varias tiendas y restaurantes. Tras 1 hora de visita aproximadamente, compramos agua y algo de picar y nos fuimos directos al metro.

La siguiente visita del día nos llevaría a la zona más antigua de la ciudad: los alrededores de la plaza Merdeka y el barrio de Chinatown, ubicados en la confluencia de los ríos Gombak y Klang. Fue en esta zona donde, a mediados del siglo XIX, colonos chinos empezaron a construir asentamientos para explotar la cercana mina de estaño que encontraron río arriba. Lo que comenzó siendo una mina en mitad de una zona selvática y fangosa se fue desarrollando y ganando importancia con el tiempo, hasta llegar a ser lo que es hoy día la ciudad.

 

Nos bajamos en la estación Kuala Lumpur, directos desde las Batu Caves. Ojo, no confundir con Kuala Central, estación que se construyó al lado y que sirve de nudo principal de comunicaciones de la ciudad.

Desde esta estación todo el centro se puede visitar a pie.

El barrio de Chinatown es un hervidero de gente, puestos callejeros, actividad comercial, tiendas y restaurantes de comida rápida. Aquí se puede encontrar de todo. En la calle Jalan HangKasturi hay un mercado callejero y junto a él está el Mercado Central, edificio de 2 plantas lleno de tiendas de estilo más occidental aunque con alguna que otra sorpresa. Merece la pena darse una vuelta por dentro.

Si seguimos caminando hacia el noroeste llegaremos a la plaza Merdaka, centro neurálgico y origen de la ciudad. En esta plaza ajardinada se encuentran varios museos, algunos edificios antiguos recuperados y, sobre todo, el precioso Palacio del Sultán Abdul Samad. Aunque no se puede visitar el interior, desde el exterior se pueden obtener unas bonitas vistas de los alrededores, incluyendo las omnipresentes Torres Petronas y todo el skyline de la zona financiera.

Por toda esta zona se encuentran también algunos edificios religiosos interesantes, como el templo chino de Sin Sze Si Ya o el templo hindú de Sri Maha Mariamman.

Comimos en Nando’s, restaurante con buenos comentarios donde echamos un buen rato.

 

La tarde la teníamos reservada a la calle Petaling y su famoso mercado callejero.

Compuesto por 2 calles en cruz, en este lugar se pueden encontrar todo tipo de imitaciones de marcas de ropa, calzado y marroquinería. El nivel de copiado llega a tal nivel que existen diversas calidades de copia, por lo que los precios pueden variar sustancialmente de una tienda a otra. La comparativa de precios respecto al del producto original es abismal.

Este es el paraíso de las copias. Lo que está prohibido y perseguido en Europa, aquí se ofrece sin problemas, pues es el medio de vida de muchísima gente.

Estuvimos dando vueltas y comprando algunas cosas durante cerca de 2 horas.

 

El regreso al hotel lo teníamos planeado hacer en uno de los medios de transporte más curiosos de la ciudad: el monorail.

 

La parada más cercana es Maharajalela, justo al final de la calle Petaling, y al lado del templo Kuan Yi.  Si anteriormente comentaba que esta ciudad me recordaba a la película de Blade Runner, el colofón fue ver estos vagones recorriendo la ciudad sobre una plataforma elevada. Es algo curioso de ver, pues no muchas ciudades del mundo disponen de este medio de transporte. En Kuala sólo existe una línea, pero ésta pasa por los principales puntos de interés de la ciudad. 

 

Tras un último baño en la piscina infinita del hotel (de nuevo masificada de familias con niños), nos dimos una ducha, nos pusimos guapos (lo máximo que se puede estar tras 17 días de viaje con la ropa arrugada) y nos fuimos a cenar.

Para la última cena del viaje teníamos pensado acercarnos a algún restaurante o bar de copas de moda de los muchos que hay ubicados en azoteas o terrazas en la zona financiera. Hay unos cuantos bastante interesantes, sobre todo uno que se usa de día como helipuerto y de noche como discoteca.

Esta era la idea original, pero finalmente la descartamos porque era domingo y algunos estaban cerrados. Tampoco teníamos demasiadas ganas de ir a un sitio elegante ni caro.

Acabamos yendo al restaurante de nuestro propio hotel, que también estaba en la planta superior, tenía unas buenas vistas y la cama estaba más cerca imposible tras tan largo día.

Y resulta que cenamos excepcionalmente bien. ¿He hablado de lo buena que es la comida malaya?

 

 

Día18. Vuelo Kuala Lumpur-Madrid.

 

Llegó el día que no queríamos que llegara. El último y largo día de regreso a Madrid.

Debido a los cambios de huso horarios salimos de Kuala Lumpur a las 10:00 y aterrizamos en Madrid el mismo día sobre las 20:30 hora local, a pesar de que los vuelos nos llevaron unas 15 horas (7 a Dubai, 1 de escala + 7 a Madrid).

¡Otro viaje que se acaba! ¡A pensar en el siguiente!

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