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FRANCIA

Languedoc-Rosillon - 9 dias

Dia 1. Traslado en coche Madrid-Cataluña. Dormir en St. Joan de Vilatorada.

Dia 2. Costa sur de Languedoc. Portbou, Colliure, Angelés-sur-Mer. Dormir en Canet-en-Rousillon.

Dia 3. Pueblos cátaros del sur-este: Eus, Castelnou, Perpignan. Dormir en Canet-en-Rousillon.

Dia 4. Pueblos y castillos cátaros: Cucugnan, Queribus. Dormir en Cucugnan.

Dia 5. Pueblos y castillos cátaros: Peyrepertuse, Gorges de Galamus, Puilaurens, Renees-le-Chateau, Arques, Villerouge-Termenes, Lagrasse. Dormir en Fabrezan.

Dia 6. Pueblos cátaros del norte: Roquebrun, Olargues, Minerve. Dormir en Beziers.

Dia 7. Beziers. Canal du Midi. Sete. Dormir en Carcasonne.

Dia 8. Carcasonne. Dormir en Carcasonne.

Dia 9. Pueblos cátaros del sur-oeste: Mirepoix, Foix. Lourdes. Regreso a Bilbao.

No hay que perderse:

 

  • País cátaro: Castillos y pueblos medievales con encanto y mucha historia.

  • Costa sur francesa: costa abrupta al sur de playas largas y arena fina al norte.

  • Carcasona. Ciudad medieval perfectamente conservada. Imprescindible.

  • Canal du Midi. Canal fluvial navegable que une el Mediterráneo con Toulouse. Maravilla de la ingeniería.

 

Medios de transporte:

Vehículo propio durante todo el viaje

 

Dia 1. Traslado en coche Madrid-Cataluña

El primer día solo tenía como objetivo acercarnos en coche a no más de 3 horas de la frontera con Francia, por lo que reservamos una noche en un hotel en un pueblo catalán de paso.

 

Dia 2. Costa sur de Languedoc. Portbou, Colliure, Angelés-sur-Mer

Tras descansar esta noche, pusimos rumbo a Francia. Se puede pasar por autovía por La Jonquera, pero elegimos la ruta antigua, la cercana a la costa, por el pueblo de Portbou. La carretera en sí ya merece la pena, pues se trata de una carretera de montaña con acantilados escarpados pegada al mar.

Paramos en el puerto de Portbou, frontera con Francia, donde unos cuantos monumentos y cuadros explicativos nos informan de la importancia que tuvo este punto en la guerra civil española, como punto de paso de refugiados. Hay muy buenas vistas a un lado y otro de la frontera.

Pasado este punto, seguimos la carretera de montaña unos km más, pasando por pueblos de costa como Banyuls-sur-mer ó Port-Vendres, donde comimos en uno de los muchos miradores de la zona.  

 

Tras comer, llegamos a nuestro primer destino importante: Colliure.

Este bonito pueblo merece una visita por sí solo. Está ubicado en una preciosa y pequeña bahía, dominado por varios castillos desde donde gobernaban  los antiguos reyes de Aragón, uno en lo alto de las montañas y otro en el mismo pueblo. Desde arriba de este último se tiene una visión global de todo el entorno, bastante recomendable. El pueblo en si tiene multitud de puestos y tiendas, restaurantes, una bonita playa donde darse un baño y una curiosa iglesia justo al lado de la playa, dando al mar. El pueblo es también conocido por haber alojado a Antonio Machado, entre otros escritores y artistas.

Paseando por sus callejuelas empinadas más alejadas de la playa se pueden encontrar pequeñas galerías  de arte, medio escondidas en románticas calles con pequeñas casas blancas y flores en los balcones.

Tras pasar media tarde en el pueblo, seguimos por la costa, ya menos abrupta, hasta llegar a nuestro alojamiento para las 2 próximas noches: Canet-en-Roussillon.

El pueblo (y en general toda esta zona desde Coillure hacia el norte), es el típico pueblo de costa al estilo levante español: casas de veraneo, hoteles de costa con piscina, bares y restaurantes a lo largo del paseo marítimo, tiendas de utensilios playeros, playas de arena fina grandes y cuidadas, y embarcaderos con pequeños barcos de recreo en la zona portuaria.  Es decir, sitio ideal para descansar y disfrutar de la playa. Nosotros, inquietos como somos, también aprovecharíamos al día siguiente para hacer alguna que otra visita a algunos pueblos cátaros cercanos.

Dia 3. Pueblos cátaros del sur-este: Eus, Castelnou, Perpignan.

Tras un desayuno tranquilo y un baño en la piscina del hotel, nos fuimos a conocer la ciudad de Perpignan, en otro tiempo capital del reino de Mallorca. Es una ciudad de interior, dominada por un castillo gótico con forma de estrella, que como siempre está en la colina más alta de la ciudad. El entorno que rodea al castillo está poco cuidado, lo que unido al precio del mismo nos hizo desistir de entrar.

Seguimos paseando por la parte vieja de la ciudad, en concreto por las plazas de Cataluña y de Aragon, el conjunto funerario de San Juan y el más bonito monumento de todos: el Castillet, antiguamente la puerta de entrada principal de la ciudad, y también de origen aragonés. 

Tras unas 2 horas de paseo, nos quedamos con la sensación de que la ciudad ha vivido tiempos mejores. No nos gustó demasiado, quizá porque teníamos expectativas más altas.

Decidimos salir de la ciudad para comenzar a conocer los pueblos y castillos cátaros, motivo principal de nuestro viaje.  La doctrina cátara fue un movimiento religioso derivado del catolicismo que se propagó por el Languedoc francés entre los siglos X y XII. Sus ideas fueron tachadas de herejía por la iglesia Católica (como cualquier pensamiento contrario al catolicisimo), por lo que fueron perseguidos por la Iglesia con el apoyo del reino de Francia. Por suerte sobrevivieron algunos castillos y pueblos para la posteridad.

Comenzamos yendo al pueblo de Castelnou, situado en lo alto de una colina y rodeado de un denso bosque, en un lugar privilegiado. El pueblo tiene un castillo señorial en lo alto, dos calles principales de piedra que suben hacia lo alto y diversas callejuelas y casitas antiguas muy bien cuidadas y conservadas. En ellas se puede encontrar 2 o 3 pequeños restaurantes, alguna tiendecita de artesanía de algún dueño bohemio y/o solitario y algún que otro turista despistado. El pueblo emana tranquilidad y belleza.

El siguiente pueblo fue Eus, un poco más alejado. Ubicado en la ladera de una montaña, tiene unas vistas preciosas del inmenso valle a sus pies, y del enorme pico Canigó justo enfrente.

La inmensa llanura del Rosellón le confiere al pico una imagen más majestuosa si cabe. Más allá de sus vistas, el pueblo no nos pareció tan bonito como Castelnou.

Bien entrada la tarde, regresamos al hotel, donde nos pegamos un baño en la piscina, una ducha y dimos una vuelta por el pueblo, que al ser verano, estaba bastante animado. Incluso vimos una actuación de teatro tipo Circo del Sol en plena playa, con acróbatas, bailarines y una gran escenografía.

Dia 4. Pueblos y castillos cátaros: Cucugnan, Queribus

Los siguientes días no veríamos ya el mar, por lo que dedicamos buena parte de la mañana a darnos un último chapuzón en la playa y disfrutar de la piscina del hotel.

Tras una ducha subimos las cosas al coche y salimos hacia el pueblo de Cucugnan, pequeño pueblo ubicado justo en medio de dos de los castillos más conocidos del movimiento cátaro: Queribus y Peyrepertuse. Como otras veces en este viaje, comimos sentados en un merendero de campo, disfrutando de la naturaleza y del buen tiempo.

 

En Francia hay mucha cultura de comer en el campo. Hay merenderos prácticamente por todos lados, por lo que merece la pena traer tu propia nevera portátil, con comida y bebida propia, y poder disfrutar de la naturaleza. Tras comer y echarnos una pequeña siesta tirados bajo un árbol, visitamos el chateau de Queribus.

El castillo está ubicado en un lugar imposible, en lo más alto de un peñasco, entre rocas y con un único punto de acceso. Una larga escalera de entrada, bien defendida entre muros, y con diversas alturas, te hace pensar lo difícil que tuvo que ser atacar este lugar tan innacesible. Las vistas desde lo alto son impresionantes, se ve toda la llanura del Rosellón, la cordillera del Canigó y hasta el mar a lo lejos. El castillo conserva aún su estructura de piedra, algunas estancias y prácticamente todo el entramado de murallas defensivo, pues ésta fue su función.

Tras unas 2 horas de visita subiendo escaleras y disfrutando de unas vistas increíbles, bajamos hasta el pueblo de Cucugnan, donde teníamos el alojamiento, un Bed & Breakfast en una tranquila parcela a las afueras del pueblo, en pleno campo.

Siguiendo los consejos de la dueña hicimos una pequeña ruta de unos 60 minutos por los alrededores del pueblo, muy bonita y tranquila, siguiendo el cauce de un arroyo, atravesando una zona de viñedos y acabando en lo alto del pueblo, justo al lado de un molino desde donde contemplamos el atardecer.

Cenamos en un pequeño pero bonito restaurante en el mismo pueblo, que nos gustó mucho. En Francia, a diferencia de España, no existen los restaurantes cutres o con mal servicio. Ya puedes llegar a un pueblo perdido en las montañas que, si encuentras un restaurante, puedes estar seguro de que en él encontrarás comida elaborada, y un servicio cuidado. Le dan mucha importancia a la comida, tanto a su elaboración como a su presentación como al servicio de la misma. Por este mismo motivo no encontrarás un restaurante con comida barata. Si te sientas, pagas. Pero merece la pena, por lo general.

Dia 5. Pueblos y castillos cátaros: Peyrepertuse, Gorges de Galamus, Puilaurens, Renees-le-Chateau, Arques, Villerouge-Termenes, Lagrasse

Comenzamos el día con un buen desayuno justo al lado de la cama, que nos sirvió la dueña del albergue. Estuvimos charlando con ella un buen rato, pues queríamos practicar nuestro francés, y ella quería practicar su español. Resultó que era muy viajera como nosotros, así que pasamos un rato agradable.

Tras el desayuno, cogimos el equipaje y nos fuimos justo al lado, al castillo de Peyrepertuse. Se trata de otro castillo con leyenda cátara, aunque también sirvió posteriormente como protección de la frontera sur francesa con la corona de Aragón.

De mayor tamaño que su vecino Queribus, se compone de dos castillos (uno nuevo y otro antiguo), encaramados ambos a lo más alto de la montaña. La visita, que lleva unas 2-3 horas como poco, requiere andar bastante pues hay que dar un rodeo para llegar a la única entrada del recinto. Y dentro de él, hay numerosas estancias a visitar. Es bastante recomendable pagar por una buena guía, o bien un audioguía, para encontrar un sentido a la historia del lugar y darle valor a lo que queda del mismo. De lo contrario corres el riesgo de sólo ver piedras y murallas sin sentido alguno, y llevarte una mala impresión.

El siguiente destino, a unos 30 minutos, fueron las Gargantas de Galamus, un bonito cañón natural que separa el departamento de Aude del de Pirineos Orientales. El acceso en coche está restringido según la época del año y la hora, pues la carretera es muy estrecha en algunos tramos y sólo puede pasar un coche a la vez. A medio camino existe una ermita construida entre rocas, de cara al precipicio y sólo accesible mediante unas escaleras de piedra. Merece la pena dedicarle unos minutos.

Dejamos atrás las gargantas y llegamos al pueblo de Saint-Paul-de-Fenouillet, en el que no paramos por falta de tiempo, pues queríamos visitar otro castillo cátaro antes de comer: Puilaurens.

Este castillo, cómo no en lo alto de una colina, tiene una entrada espectacular, con múltiples recodos de piedra y en fuerte pendiente (previo camino con escaleras también bastante empinado).  Una vez flanqueada la puerta de entrada, poco más hay que ver salvo la estructura periférica del castillo, con murallas altas y bien conservadas y/o restauradas. No hay apenas estancias que visitar por lo que tras poco más de 1 hora de visita, contando la dura subida, bajamos a comer en el primer merendero que nos encontramos, justo abajo.

Nuestro siguiente destino, a unos 60 minutos, fue Rennes-le-Chateau, conocido por diversas leyendas y misterios medievales, aumentados por la mención de la novela ‘El Codigo Da Vinci’, y que el pueblo ha sabido aprovechar para abrir varias librerías y tiendas de recuerdos con motivos místicos y de leyendas varias, además de bares. El pueblo en si es agradable para pasear, con calles y casas cuidadas para el turismo. Está en un alto por lo que las vistas son muy buenas.

A destacar, la Villa Vetaria con su peculiar torre, y la misteriosa Iglesia de Santa María Magdalena, donde una figura del demonio nos recibe en la puerta y nos da la posibilidad de descubrir las diversas curiosidades y misterios de la propia iglesia.  

Algo apurados de tiempo ya, pusimos rumbo a 2 de los castillos ‘menores’ de la ruta: Arques y Villerouge-Termenes. Ambos,  a diferencia de los anteriores, están en zonas llanas, son de planta cuadrada y su objetivo era residencial y no defensivo. A Arques no entramos pero se puede ver bien desde fuera. En el segundo sí que entramos, pero no nos gustó nada pues sólo tiene un centro interpretativo de varias plantas, orientado a niños, además de ser pequeño y caro.

La noche se nos echó encima por lo que pusimos rumbo a nuestro alojamiento de hoy, ubicado en Fabrezan. Tras cenar en un sitio sin demasiado interés, nos fuimos a dormir. El día fue muy largo.

Dia 6. Pueblos cátaros del norte: Roquebrun, Olargues, Minerve, Lagrasse.

A primera hora fuimos directos a Lagrasse, pueblo que pensábamos ver el día anterior pero no nos dio tiempo. Habíamos leído comentarios muy buenos de este pueblo, y en realidad hicimos bien en volver. Calles empedradas, casas medievales, puentes de piedra, un río rodeando al pueblo, una plaza del mercado techada con maderos, y la joya de la corona: la Abadía de Saint-Marie (a la que no entramos porque estaba cerrada justo ese día). El pueblo parece sacado de un cuento medieval. Lo mejor es perderse por sus callejuelas, descubriendo cada uno de los preciosos rincones que ofrece.

Tras tomar un café, pusimos rumbo a la zona cátara del norte.

Comenzamos en el pueblo de Minerve, pequeño pueblo donde su extraña ubicación es signo distintivo. Se encuentra totalmente rodeado por un río, encima de un promontorio rocoso, y en su momento sólo era accesible mediante un puente construido en piedra (aunque en el pasado siglo se construyó otro puente que enlaza directamente al centro del pueblo). Debido a su ubicación, sirvió como refugio de los cátaros, hasta que fueron derrotados. Como recuerdo de la batalla se pueden ver algunas catapultas al otro lado del río. El pueblo está muy bien cuidado y, a pesar de ser bastante pequeño, se puede disfrutar de varias casas-museo, miradores, puentes naturales y su preciosa iglesia. También se puede dar un paseo por el río que rodea el pueblo y contemplar las murallas que lo rodean.

El siguiente pueblo en el que paramos fue Roquebrun, situado entre la ladera de una montaña y el ancho río Orb, en un entorno natural precioso. En verano todo el mundo se tira al río a hacer kayak, canoas o simplemente darse un baño y tomar el sol, y eso fue lo que hicimos. El día acompañaba y disfrutamos un montón del lugar.

Tras el bañito nos fuimos a nuestro penúltimo destino del día, el pueblo de Olargues. Otra villa medieval en un entorno espectacular, esta vez en lo alto de una pequeña colina, con un muy bien conservado puente medieval sobre un río, en la parte baja. El pueblo en lo alto está un poco abandonado, de hecho no existe ningún local turístico ni vimos apenas gente. Aun así, subimos a la iglesia medio derruida que hay en el punto más alto y desde donde se observan unas preciosas vistas de la zona. Ya en la parte baja nos dimos un chapuzón en el río, justo debajo del precioso puente medieval que da acceso a la parte antigua del pueblo. 

Desde este punto salimos hacia nuestro alojamiento del día en un hotel de paso en Beziers.

Al principio del viaje teníamos claro que éste iba a ser un viaje rural, motivo por el que descartamos grandes ciudades del Languedoc como Toulouse, Narbona o Montpellier, pero con Beziers hicimos una excepción porque nos pillaba de paso. Tras dejar las cosas en el hotel fuimos a dar un paseo por la ciudad, que nos pareció oscura, con gente de dudosa reputación por las calles, y nada apacible, por lo que cenamos en una terraza algo rápido y regresamos al hotel.

Dia 7. Beziers. Canal du Midi. Sete

Tras un buen desayuno en el hotel, nos acercamos a visitar las famosas esclusas del Canal del Mediodía francés, único motivo por el que paramos en Beziers. Desde la época de los romanos se pensó en unir mediante canales el océano Atlántico con el Mediterráneo, pero no fue hasta el siglo XVII cuando se construyó el canal del Mediodía, entre Toulousse y Séte.

Hoy día se usa como canal navegable turístico, y algunas zonas son visitadas por haber puentes, túneles o esclusas para salvar desniveles importantes, todo un prodigio arquitectónico para la época de construcción. Es curioso ver cómo grandes barcos hacen cola ‘atrapados’ en las esclusas,  dejándose llevar por los cambios de desnivel. 

Más allá de las esclusas, y sobre todo fuera de las ciudades, merece la pena buscar algún tramo de aguas tranquilas, sin bullicio alrededor y con la típica estampa de árboles bucólicos a ambos lados del canal.

Nuestro siguiente destino fue Séte, pequeña ciudad en el Mediterráneo conocida por sus canales. A pesar de los eslóganes, no tiene nada que ver con Venecia (pues ésta es única), pero es cierto que tiene bastante encanto. 

Es una ciudad turística, con mucha gente, llena de restaurantes donde comer pescado o marisco, con algunos edificios y hoteles dignos de foto, y decenas de barcos, veleros y botes de pesca amarrados o navegando por los canales. Merece la pena dedicarle unas horas. A nosotros nos gustó bastante.

Tras comer pescado en un restaurante con vistas a uno de los canales y tomar un helado, pusimos de nuevo rumbo sur al país cátaro, hacia la más famosa ciudad medieval de la zona: Carcassone.

Llegamos casi de noche. Hicimos el check-in en el hotel  (que estaba en la parte nueva de la ciudad, mucho más barata que la antigua y a escasos 15 minutos andando) y salimos a la ciudad medieval a cenar el plato típico: el exquisito Cassoulet de alubias blancas y pato.

Aprovechamos también para dar un paseo por la ciudad de noche. Es curioso cómo cambia totalmente la percepción que tienes de una ciudad cuando paseas por ella a oscuras, sin gente, sin comercios abiertos, sin ruidos.  Lo hacemos en muchas de las ciudades que visitamos, y nos encanta.

 

Dia 8. Carcasonne

El día de hoy lo dedicamos en exclusiva a disfrutar de la maravillosa ciudad de Carcasonne

Es la viva imagen de lo que  nos viene a la mente cuando pensamos en cómo sería una ciudad medieval en el siglo X o XI. Está situada en una colina elevada, con un río a los pies, totalmente rodeada de altas murallas almenadas y múltiples torres de vigilancia con correderas de madera. Dispone además de varias puertas y accesos monumentales de acceso.

Una vez dentro se mantiene el aroma medieval con bastante buen tino, a pesar de las decenas de puestos, restaurantes, pequeños museos, tiendas y turistas en masa que hay por todos lados. La visita al castillo es obligada, muy bien documentado,  conservado y restaurado, con recorrido por múltiples estancias, torres y murallas, y haciendo énfasis en la parte defensiva del mismo, muy difícil de ver en otros castillos (pues las partes de madera no se conservan con el paso del tiempo en casi ningún otro que no se haya remodelado). Te sumerge muy bien en el medievo.

Otra visita obligada es alguno de los pequeños museos (de la tortura, por ejemplo), la iglesia principal o las murallas exteriores, únicas en el mundo. En general, merece la pena perderse sin seguir mapa alguno y durante varias horas por la ciudad, descubriendo los muchos rincones con encanto que existen.  

Es fácil ponerse a pasear por Carcasonne durante varias horas, pues dispone de múltiples rincones preciosos. 

Es una ciudad única, quizá la mejor conservada (y/o restaurada) y más grande ciudad medieval.

Dia 9. Pueblos cátaros del sur-oeste: Mirepoix, Foix. Lourdes

El viaje estaba tocando a su fin, pero no queríamos irnos del Languedoc sin visitar un par de poblaciones cátaras más, camino a Bilbao (en este viaje éste fue nuestro destino final).

La primera fue el pequeño pueblecito de Mirepoix. Ubicado en una zona totalmente llana, y rodeado de casas modernas, no te esperas para nada que el centro del pueblo tenga tal aire medieval.  De hecho pensaba que nos habíamos equivocado cuando vimos de repente un cartel de bienvenida a la villa medieval de Mirepoix.

La parte turística se compone únicamente de una plaza, rodeada eso si totalmente de pequeñas casas medievales estrechas de diversos colores y tamaños, unas pegadas a las otras, y con soportales en la parte baja de todas ellas. El conjunto parece sacado de un cuento y está perfectamente bien conservado. El pueblo cuenta también con una enorme iglesia al lado de la plaza bastante interesante por dentro y por fuera.

El siguiente pueblo fue Foix. Aunque el pueblo en sí no es demasiado turístico, sí lo es su imponente castillo, ubicado en lo más alto de una colina natural en mitad del pueblo, que se encuentra a su vez en un cruce de caminos rodeados por montañas del pre-pirineo francés. Sobre las murallas almenadas sobresalen 3 altas torres, una con forma de cilindro, otra de planta cuadrada y almenas en la parte superior y la tercera techada con tejas de pizarra. Si tras el esfuerzo de subir al castillo consigues subir a alguna de las torres,  te sentirás como un conde divisando desde lo alto todas sus tierras.

Me encantan los castillos medievales franceses. Están por lo general muy bien conservados y/o restaurados, son muy didácticos y casi todos merecen la pena por dentro. El contrapunto es España, donde a pesar de tener también múltiples castillos medievales por todo el país, el nivel de conservación y explotación es mínimo o nulo, salvo algunos casos contados. Una pena.

Hasta aquí llegamos visitando lo que durante unos siglos fue el lugar donde vivieron los cátaros, un lugar lleno de castillos en sitios imposibles, naturaleza, mucha historia y preciosos pueblos medievales.

La última parada del viaje la realizamos en Lourdes. Hasta hace no mucho no era más que un pequeño pueblo del pre-pirineo francés con un castillo y un enorme río. Uno más entre tantos en Francia.

Pero en el siglo XIX se convirtió en un centro de peregrinación mundial debido a la visión de la Virgen en una cueva, por parte de una niña llamada Bernadette.

Hoy día todo está orientado al mercado religioso. Hay literalmente decenas de tiendas donde poder comprar cosas tan extrañas como bidones para recoger agua bendita, imágenes de vírgenes de todos los tipos y tamaños y estatuas religiosas de tamaño natural. Incluso hay un cine con películas católicas, fuentes donde poder llenar agua bendita (es una fuente con grifo, ¿estamos tontos o que?) y venta de velas a partir de 10€ la más pequeña. No me podía creer lo que estaba viendo.

Es increíble el merchandising que hay en esta ciudad, y lo que mueve la religión. La gente paga lo que sea por algo de esperanza. Vimos incluso una cola de unos 2 km de gente llevando en carros a ancianos discapacitados o enfermos y autobuses llenos de niños.

En lo alto de la cueva, donde supuestamente se obró el milagro, se ha construido una enorme basílica de estilo moderno llena de imágenes coloridas de todos los tipos de santos y vírgenes.

Cuando ya no pudimos aguantar más tal grado de absurdo religioso, cogimos el coche y pusimos rumbo a Bilbao. Nuestro viaje había terminado y nos fuimos con un muy buen sabor de boca.

© 2016 by MR.FOGG

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