Praga - 5 dias
Dia 1. Llegada a Praga sobre las 11:00. Visehrad. Stare Mesto (Old Town).
Dia 2. Nove Mesto (New town). Stare Mesto (Old town).
Dia 3. Josefov . Malá Strana. Stare Mesto (Old town).
Dia 4. Terezin. Stare Mesto (Old town).
Dia 5. Hradcany. Malá Strana. Stare Mesto (Old town). Salida hacia Madrid a las 18:30.

Porque ir:
Praga es una de las ciudades más bonitas y auténticas de Europa. Todo su centro histórico parece sacado de un cuento de hadas donde el marcado ambiente medieval de todas sus calles, plazas y edificios te transporta a tiempos immemoriables. Su fascinante historia, múltiples leyendas y decenas de rincones con encanto hacen de esta ciudad una visita obligada para conocer el corazón de la vieja Europa.
Medios de transporte:
-
Visitas siempre a pie (salvo Terezin, donde hay que coger un tren local)




Dia 1. Llegada a Praga sobre las 11:00. Visehrad. Stare Mesto (Old Town).
Llegamos al aeropuerto de Praga puntuales sobre las 11:00. Al no llegar de noche optamos por la opción más barata para llegar al centro: tomar el autobús 100 que, por poco más de 1 €, te deja en unos 20 minutos en la parada de metro de Zlicín. Desde allí se puede tomar el metro (línea amarilla) hacia el centro, en nuestro caso en la parada I.P. Pavlova, tras un par de transbordos, en otros 30 minutos.
¿Billetes sencillos o abonos de transporte? Al ser Praga una ciudad relativamente pequeña y ser muy recomendable visitarla a pie, nos decantamos por no comprar ningún tipo de abono de transporte sino ir comprando billetes sencillos de metro/tranvía en caso de necesitarlos durante el viaje. Además el precio de los billetes es muy barato (menos de 1 €).
Al final del viaje, en resumidas cuentas, sólo usamos transporte público para la ida/vuelta al aeropuerto, para llegar a Vysehrad y para ir a Terezín, cuyo transporte no está incluido en ningún abono transporte y por tanto hay que pagar aparte.
Para poder visitar a pie toda la ciudad es fundamental alojarse en un hotel céntrico o próximo al centro.
A diferencia de otras ciudades europeas como París, Londres o Roma, donde es casi imposible alojarse en el centro por menos de 50€ por persona, en Praga es posible alojarse a escasos 10-15 minutos a pie de la plaza de la ciudad vieja por menos de 30€.
En nuestro caso nos alojamos en una zona tranquila de la ciudad nueva o Nove Mesto, cerca de la calle Jecná y la estación de tranvía de Stepanská, a unos 10 minutos del centro de la ciudad.
Comimos en un bar cercano al metro, sin demasiadas pretensiones pero la verdad es que comimos especialmente bien un plato de carne con patatas cocinadas, una salsa desconocida y unas verduras rehogadas, todo ello regado con un par de cervezas. Abundante, barato y creo que plato típico checo (aunque no recuerdo el nombre). Aprovecho para decir que en Praga en particular, y en Republica Checa en general, se puede beber una de las cervezas más baratas y ricas del continente. La más pequeña de medio litro, por cierto.
Este primer día decidimos visitar una de las zonas más alejadas del centro, el Vysehrad, donde se encuentra una de las fortificaciones más antiguas de la ciudad, dicen que uno de los orígenes de la ciudad allá por el siglo X.
Nos acercamos en metro hasta la estación de Vysehrad y desde allí recorrimos todo el complejo a pie.
La visita, de unos 60 minutos, nos decepcionó un poco, la verdad. Como puntos principales está la propia fortaleza amurallada de Vysehrad, una rotonda o torre románica a la entrada, la iglesia de San Pedro y San Pablo con el cementerio de personas ilustres en su patio, y lo que hoy en día se ha convertido en un parque con vistas al río Vltava. Es una zona algo gris, sin apenas turistas y poco promocionada comparándola con el resto de puntos de interés de la ciudad.
Por ello pusimos rumbo hacia el centro histórico, caminando por la gélida pero también romántica orilla del río Moldava que atraviesa toda la ciudad, siempre dejando al fondo el imponente castillo de Praga, que veríamos otro día.
Al poco llegamos al retorcido edificio conocido como la Dancing House, obra de Frank Ghery y una de las pocas zonas modernas turísticas de la ciudad, merecedora de algunas fotos. Siguiendo por la misma acera está el Teatro Nacional, impresionante por su tamaño, al que no entramos.
Una vez en esta zona, ya en pleno Stare Mesto o ciudad vieja, lo mejor sin duda es dejarse llevar, pasear sin rumbo por entre las distintas callejuelas, contemplando la multitud de edificios singulares, los colores de las casas medievales, la cantidad de detalles en muchas esquinas, entrar en las preciosas tiendas de artesanía, dejarse maravillar por el gusto de locales centenarios. En definitiva, disfrutar de pasear en esta preciosa ciudad.


Por indicar varios lugares imprescindibles, que visitamos varias veces a lo largo de nuestra estancia: la plaza de la Ciudad Vieja, centro neurálgico de la ciudad y donde se encuentran sitios como los siguientes: la Iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn, llena de leyendas; el precioso ayuntamiento justo enfrente, con su torre gótica a la que se puede subir para ver una de las mejores vistas de la ciudad; el Reloj Astronómico, orgullo de la ciudad por no haberse parado nunca en toda su historia; el enigmático calendario de Josef Manes junto a las figuras animadas representando a los 12 apóstoles o las múltiples casas medievales de colores que bordean toda la plaza y las calles aledañas. Ya solo por esta plaza y toda su historia merece la visita la ciudad.
Un poco más alejado de la misma, dirección norte, se encuentra la famosa y oscurecida torre de la Pólvora, antiguamente una de las puertas de la ciudad y hoy día uno de sus símbolos, unida con la Casa Municipal por un puente cubierto. Su presencia sigue siendo imponente.
Caminando en dirección al río se llega al Clementinum, segundo complejo arquitectónico de la ciudad por detrás del castillo de Praga, y hoy día sede de la Biblioteca Nacional y de multitud de eventos culturales, educativos y sociales.
Desde aquí enseguida llegamos al puente de Carlos, otro de los puntos fuertes de la ciudad, que une las ciudades Vieja (Stare Mesto) y Pequeña (Malá Strana) en sus más de 500 metros de longitud, flanqueado casi en su totalidad por más de 30 estatuas.

La imagen de la ciudad a ambos lados desde aquí es maravillosa, tanto de día como de noche. El puente está siempre lleno de turistas yendo de un lado a otro, vendedores de comida, artistas callejeros, pintores y gente de lo más variopinta, lo que confiere un plus adicional de atractivo a este lugar.
Para ser el primer día recorrimos gran parte de la ciudad, aunque en los próximos lo recorreríamos de nuevo una y mil veces no solo para observarlo todo, sino para disfrutarlo y vivirlo. Y con ello también me estoy refiriendo a disfrutar de su gran cantidad de restaurantes, de calidad y a precios asequibles la mayoría de ellos; a sus teatros, con una gran oferta diaria; a sus cervecerías, algo ocultas algunas pero llenas de encanto y tradición la mayoría de ellas, además de muy concurridas a ciertas horas; y en general a todas las tiendas del centro histórico, digno de admirar que en los tiempos que corren donde casi todos los centros de las ciudades son un calco de tiendas de moda, siempre las mismas, aquí en Praga no sólo se mantienen un gran número de ellas sino que son mayoría, lo que le da un mayor valor al paseo por el centro, donde siempre encontrarás algo distinto en cada una.
Dia 2. Nove Mesto (New town). Stare Mesto (Old town).
Comenzamos el día de hoy yendo a la plaza de Wenceslao, en la zona de Nove Mesto. Justo en la parte alta de la plaza se encuentra el imponente Museo Nacional, al que por falta de tiempo no pudimos entrar. Preferimos sin embargo dedicar el día a una visita guiada gratuita a través de Sandeman, empresa que ofrece tours gratuitos no sólo en esta ciudad, sino en la mayoría de capitales europeas. Sólo hay que apuntarse previamente en su web para concertar día y hora.
Es algo a lo que últimamente nos hemos acostumbrado siempre que visitamos alguna ciudad europea, ya que es una muy buena forma de conocer historias y anécdotas sobre los sitios más populares de la ciudad, además de los sitios más importantes y turísticos, claro. También es muy cómodo porque un guía que habla tu lengua te lo cuenta todo evitándote el esfuerzo de mirar guías y mapas para llegar a los sitios. Y también porque es algo puntual y no obligado en tu viaje, que puedes adaptar a tu viaje.
Al final del tour, al cabo de unas 3 horas, se le da al guía el dinero que consideramos justo para el servicio de guía prestado, ya sea mucho o poco, y todos contentos.
Bajo nuestro punto de vista, para que el tour merezca la pena es necesario que la ciudad ofrezca posibilidades de historietas y curiosidades (casi todas tienen algo al respecto), y sobre todo, que al guía le guste lo que hace y lo demuestre. Casi el 80% de tu opinión sobre el tour estará condicionada a tu opinión sobre el guía. En nuestra experiencia en otras ciudades, casi todos suelen ser gente joven, simpática, positiva y empática, conocedores de la historia y curiosidades de la ciudad, al menos de lo más importante. Tampoco esperemos historiadores ni profesores de arte, eso sí.

En el caso de Praga nuestro guía, serio y profesional, nos contó muchas historias y curiosidades interesantes en todos los rincones que recorrimos por la parte antigua de la ciudad, Stare Mesto. Ésta es una ciudad en la que puedes pasarte ratos mirando hacia arriba en calles y plazas, pues seguro que encontrarás alguna curiosidad en forma de escultura, cartel, bandera o torre. Es una pasada.
Tras 3 horas de paseo, decidimos contratar para otro día el tour por el campo de concentración de Terezin, a las afueras de la ciudad. Éste, a diferencia del primero, es de pago (unos 15€), pero incluye transporte en tren regional y guía toda la visita. Poco más se puede pedir por dicho precio.
Fotos, paseos, cervezas, restaurantes, más fotos, tiendas, un café, etc… Ése fue nuestro día de hoy por el precioso centro de la ciudad, por el que no nos cansábamos de pasear y disfrutar de todo su ambiente y aura medieval, presente por todos lados.
A destacar que, al ser época navideña, la plaza vieja estaba preciosa, decorada con un enorme árbol de navidad y los típicos puestos navideños, uno de los motivos por los que vinimos a Praga en esta época. Los puestos están decorados de forma muy original y cuidada, típicamente navideña, y en ellos se ofrecen desde dulces típicos (como el riquísimo Trdelnik), pasando por comidas checas como salchichas o patatas, o regalos y artículos de decoración. No esperéis ver pelucas, disfraces y caretas como en España. Aquí se respeta la tradición navideña y su encanto, que no es poco y creo que hacen bien en cuidar. Y todo el mundo lo vive en la calle, aunque haga un frío que pela. No pasa nada, pues hay tiendas de gorros, guantes y abrigos por todos lados.


Y para terminar el día qué mejor que disfrutar de un pequeño concierto de jazz en un local pequeñito (Jazz Club Ungelt) casi oculto en una callejuela de detrás de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn, accesible bajando una pequeña escalera de caracol. Concierto íntimo y muy apetecible cuando el frío empezó a arreciar.
Dia 3. Josefov . Malá Strana. Stare Mesto (Old town).
Para nuestro tercer día en Praga dejamos el barrio judío o Josefov.
Ubicado en la parte norte de la ciudad vieja, lo que hace unos cuantos siglos fue el lugar donde vivían y comerciaban los miles de judíos de la ciudad, hoy es un barrio de lo más moderno, lleno de calles anchas y rectas y lugar donde se concentran las tiendas y comercios de lujo de la ciudad. Es fácil ver coches de alta gama y joyerías de la que salen hombres y mujeres con mucho dinero.
Lo único que queda de su pasado medieval son el cementerio y alguna de las 6 sinagogas del barrio.
El cementerio judío no se trata de un lugar enorme ni ubicado en algún sitio privilegiado o llamativo, sino todo lo contrario. Es un pequeño cementerio lleno de multitud de lápidas apiñadas entre sí, más de 12000, donde se percibe un ambiente enrarecido, triste y gris por todo lo que evoca. Fue el único lugar donde se podía enterrar a los judíos durante más de 300 años. Y hay enterrados más de 100000.
Respecto a las sinagogas, se puede entrar a todas previo pago. Cada una tiene algo que ofrecer, ya sea en forma de textos hebreos con historia (Sinagoga Klausen), una preciosa decoración morisca (Sinagoga Española) o una curiosa arquitectura exterior (Sinagoga Vieja-Nueva).
Como resumen de toda esta zona puedo decir que, particularmente, no me gustó demasiado en su conjunto.
El problema es que es una zona moderna donde quedan pinceladas de la historia en forma de sinagogas o cementerio, pero el entorno no acompaña en absoluto. Quizá el problema sea que me he malacostumbrado al ambiente medieval y bucólico de Stare Mesto.
Tras la visita a esta zona comimos tranquilamente en uno de los muchos restaurantes del centro, acompañados cómo no de una enorme jarra de cerveza checa. A estas alturas ya es un imprescindible.
Por la tarde decidimos pasar el ‘charco’ y cruzar a la otra parte de la ciudad, Malá Strana.
Barrio anexo a Hradcany ó barrio del castillo, destaca por el magnífico estado de conservación de sus edificios, donde la guerra mundial apenas dejó huella. A diferencia de Stare Mesto, aquí el ambiente que se respira no es medieval, sino de cierta majestuosidad y elegancia, debido a la cercanía del castillo.
El barrio destaca por la cantidad de edificios, palacios y plazas en buen estado de conservación. Como visita obligada están la plaza de Malá Strana, la iglesia de San Nicolás o la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, que alberga dentro la estatua del niño Jesús de Praga. No teníamos ni idea de la importancia de esta estatua para la comunidad católica hasta que vimos las colas de gente para verlo.
En esta zona se encuentran también algunas zonas más modernas como pueden ser el Monte Petrin con el mejor mirador de la ciudad (que no visitamos por la falta de luz y la pateada que supone llegar arriba), la Isla Kampa, que es hoy día el parque más visitado de la ciudad o el curioso muro de John Lennon, que sinceramente nos pareció simplemente un muro lleno de pintadas en una zona algo turbia y sucia, totalmente prescindible. Con una o dos horas de paseo es más que suficiente para ver este barrio.
A la noche nos acercamos a Hradcany o Barrio del Castillo, ya que aunque le dedicaríamos más tiempo otro día, queríamos verlo también de noche. Siempre me gusta pasear por las ciudades de noche, ya que te muestran una cara completamente distinta a cuando la ves abarrotada de gente. Más tranquilidad, más silencio, más encanto.
Y vistas de todo Praga, preciosas.
Una zona con mucho más encanto que su vecino barrio de Malá Strana, sin duda.
Tras la pincelada por Hradcany bajamos de nuevo hacia Malá Strana y de ahí, tras tomar el café + Trdelnik casi obligatorio en esta ciudad, nos dejamos llevar una vez más hacia Stare Mesto.
Hoy fue un día largo de patear por lo que decidimos cenar cerquita del hotel, para irnos pronto a dormir. Al día siguiente tocaba Terezin.
Dia 4. Terezin. Stare Mesto (Old town).
El día de hoy estaba dedicado por completo a la visita guiada al campo de concentración de Terezin.
A primera hora quedamos sobre las 9:00 en la estación de tren, cercana a la plaza de Wenceslao, con nuestro guía sevillano Francisco. De allí compramos los billetes de tren, que nos dejaría en un pequeño pueblo al lado de Terezin. Al cabo de unos 60 minutos llegamos a un apeadero solitario y bastante feo, donde nos bajamos. Desde aquí tuvimos otros 20 minutos a pie hasta llegar al propio pueblo de Terezin.
La sensación al llegar a la zona es como de soledad, de tristeza, de que algo malo pasó en este lugar. No sé muy bien cómo explicarlo, pero realmente se siente esa extraña sensación al visitar este lugar. A ello ayuda sin duda la casi ausencia no solo de turistas, sino de gente paseando por las calles o tráfico.
En el propio pueblo se pueden visitar algunos edificios que utilizaron los nazis, el interesante museo del Guetto y la iglesia principal, todos ellos con múltiples historias sobre lo que aquí sucedió, por lo que es imprescindible un guía para poder apreciarlo.
La parte más interesante es sin duda el propio campo de concentración, a las afueras del pueblo. En él se puede visitar el enorme cementerio a la entrada, con miles de tumbas perfectamente alineadas y el crematorio justo al lado, donde incineraban a los reclusos y que sin duda es lo más impactante del lugar. Sólo queda uno en pie ya que los nazis se encargaron de destruir el resto.
Ya en los barracones, se pueden visitar por dentro las diversas celdas y patios, los baños, las salas de control y las murallas y alambradas que todo lo rodeaban. Impacta la soledad y rigor del lugar. También visitable es la antigua escuela o un angustioso y oscuro túnel por el que transitaban los reclusos.
Ésta es una visita de varias horas, para ver con tranquilidad, donde recomiendo un guía o una buena guía y donde es fácil sentirse angustiado por la sinrazón que sucedió aquí no hace tantos años.


La vuelta, ya por la tarde, y tras comer en el bar de la estación de tren un triste bocata (porque no tenían nada más y porque no había restaurantes por ningún lado), nos dejó en el centro de Praga a eso de las 18:00, con el tiempo justo para ir al hotel, ducharse y arreglarse para nuestro siguiente plan, otro casi obligatorio plan en Praga: ver un espectáculo de Teatro Negro.
Nuestro elegido (por precio y disponibilidad de entradas), no pudo ser el famoso Ta Fantastika, sino otro algo más alejado del centro del que no recuerdo ni el nombre. Era un lugar pequeñito, nada acogedor, y con unas decenas de sillas de plástico justo enfrente del escenario. Parecía como si lo hubieran montado hace unas horas. Por suerte, la función estuvo bastante bien y los actores muy empáticos y agradables. Era un espectáculo mudo de humor con el típico fondo negro que se hizo famoso en Praga hace tiempo y que, hoy día, se puede disfrutar en muchas otras ciudades del mundo.
Habiendo marcado otra X en la lista de ‘Cosas a hacer en Praga’, nos fuimos a degustar un riquísimo codillo a un restaurante cercano, acompañado, cómo no, de otra, y ya van unas cuantas, cerveza checa.
El paseíto de vuelta al hotel, con la tripa llena y un frío que pela, nos vino de miedo pero supo a poco.

Dia 5. Hradcany. Malá Strana. Stare Mesto (Old town). Salida hacia Madrid a las 18:30.
El último día del viaje tenía que llegar. Pero por suerte disponíamos de muchas horas para dedicar a la última zona turística de Praga que nos quedaba por ver a fondo: el barrio de Hradcany o Barrio del Castillo. Fuimos como todos los días caminando en un paseo agradable de unos 15 minutos hasta el puente de Carlos, lo cruzamos y una vez en Malá Strana, giramos a la derecha hasta la zona de Malostranska. Desde aquí sale un autobús que rodea todo el castillo subiendo a la parte alta de Hradcany, hasta la calle Dlabacov, donde nos bajamos.
Justo aquí está el Monasterio de Strahov, imponente en lo alto del monte dominando la ciudad de Praga desde lo alto. Es un enorme complejo de edificios que ha sufrido múltiples reformas a lo largo de su historia y donde hoy día solo se puede visitar la preciosa Biblioteca, además de una serie de pequeños museos. Las vistas desde esta zona son impresionantes.
En dirección al barrio del castillo por la calle Loreto, y justo enfrente del Palacio Cerninsky, se encuentra el Loreto, edificio religioso de bastante importancia en la ciudad, aunque poco fotogénico. Siguiendo la calle hacia abajo hay varios edificios gubernamentales e históricos junto con algunas calles empedradas y con bastante encanto, que dan un cierto aire solemne a esta zona de la ciudad. A destacar el original Palacio Schwarzenbersky, justo al lado de la entrada al castillo.



Tras el paseo llegamos por fin al barrio del Castillo de Praga, que ostenta el honor de ser el castillo más grande del mundo. No es un castillo medieval típico, fortificado y con altas torres almenadas, como correspondería a su tiempo (se empezó a construir en el siglo XI), sino que se trata de un conjunto de palacios y edificios conectados entre sí por pequeñas y pintorescas callejuelas, con algún que otro punto defensivo o muralla. Aunque en general, no da sensación de estar en un castillo, sino en una parte más de la ciudad.
De ahí que el apelativo de ‘más grande del mundo’ sea, cuanto menos, dudoso.
Dentro de este complejo se pueden observar preciosos edificios como la catedral de San Vito, símbolo del país, con un indudable valor artístico tanto exterior como interior; el otrora pequeño Palacio Real, hoy reconvertido en impresionante conjunto de edificios; la basílica de San Jorge, original y enigmática ó las esbeltas torres de la Pólvora, Daliborka, y las torres Blanca y Negra, que han llegado a usarse como puntos defensivos, prisiones, laboratorios de alquimia, o incluso como edificios de la realeza.
Otro punto de gran interés y siempre lleno de turistas es el escondido y pequeño Callejón de Oro, lleno de pequeñas y pintorescas casas medievales de colores. Antiguamente era el barrio de los orfebres, pero hoy día la vorágine del turismo las ha reconvertido en tiendas de artesanía en su mayoría. Es tal la cantidad de gente que viene a este lugar y debido a lo estrecho del lugar, que el gobierno ha tenido que controlar el acceso a un número limitado máximo de personas, para disfrutar del lugar sin tantos agobios de gente. Y ello se hace con un torno como los del metro a la entrada. Curioso, pero efectivo.
Para ver toda esta zona alta de la ciudad se necesitan al menos 3 o 4 horas en total.
Para bajar de nuevo a la parte baja se ha de seguir un nuevo camino empedrado con diversas escaleras, desde la que se puede seguir contemplando unas preciosas vistas de toda la ciudad.

Tras las últimas y típicas compras de último minuto, los últimos vistazos al puente de Carlos o la plaza del Ayuntamiento, tuvimos que partir rumbo al hotel con todo el dolor de nuestro corazón por haber terminado el viaje, pero con una sensación genial de haber conocido más o menos bien esta pedazo de ciudad del centro de Europa, a la que teníamos muchas ganas. Nos ha parecido una ciudad con un encanto enorme, romántica y con ganas de conservar el ambiente medieval que tanto la caracteriza.
Esperamos volver pronto, Praga!

