top of page

NORUEGA

Islas Lofoten y Tromsø- 8 dias

Dia 1. Vuelo Madrid-Estocolmo. Estocolmo. Tren nocturno a Narvik.

Dia 2. Tren nocturno a Narvik. Coche Narvik-Tromsø. Tromsø.

Dia 3. Tromsø. Glaciares de Lyngen.

Dia 4. Islas Vesterälen. Islas Lofoten. Kabelvag

Dia 5. Islas Lofoten. Svolvaer. Trolljfiord. Henningsvaer. Museo vikingo. Acampada

            libre en Uttakleiv.

Dia 6. Islas Lofoten: Playa de Uttakleiv. Ramberg. Fiordo de Reine. Ramberg. Â.

Dia 7. Islas Lofoten: Fiordo de Reine. Moskenes. Ferry Moskenes-Bodo.

Dia 8. Avión Bodo-Oslo. Avión Oslo-Madrid

No hay que perderse:

  • Tromsø. Una de las ciudades más al norte de Europa, cuna de la cultura ártica noruega.

  • Islas Lofoten. Montañas nevadas sobre el mar, fiordos, valles espectaculares completamente verdes, playas vírgenes, carreteras bajo el mar, pueblos marineros de colores, gente encantadora, etc.

 

Medios de transporte:

  • Tren nocturno Estocolmo-Narvik.

  • Coche alquilado Narvik-Tromsø-Islas Lofoten-Bodo.

  • Ferry Moskenes-Bodo (con coche dentro).

  • Avión interno Bodo-Oslo

 

 

Dia 1. Estocolmo. Tren nocturno a Narvik.

Este viaje  de locos que nos llevaría por 2 países nórdicos de sur a norte y de norte a sur, tomando trenes, aviones, barco y coche, lo estábamos haciendo ¡un grupo de 9 amigos!

Si ya es difícil organizar un viaje de este tipo para 2 personas, imaginad para un grupo tan grande. Opiniones diversas, impuntualidades, yo quiero ir allí, yo prefiero ir allá, etc. Pero como siempre digo: con optimismo, actitud positiva, confianza los unos en los otros, alguien que lidere y  muchas ganas, todo se puede conseguir. Y vaya si lo conseguimos, fue un viaje espectacular y divertido.

El tipo de viaje en este caso fue totalmente low cost: nos llevamos tiendas de campaña, hornillos, incluso algo de comida cada uno para comer de picnic siempre que el tiempo lo permitiera. Tanto Noruega como Suecia son países muy caros y nuestro objetivo era no gastar demasiado. Además aquí existe mucha cultura de comer tanto en casa como en los múltiples merenderos existentes.

Recorriendo tanta distancia en tan pocos días es obvio que no se puede disfrutar de cada lugar mucho tiempo. Es éste un viaje de ‘pinceladas’ de cada lugar, una especie de road trip parando unas horas en cada lugar, tratando de captar la esencia de cada sitio y recogiendo ganas de volver en el futuro con más tiempo y dinero. Se trata por tanto de disfrutar el camino recorrido con amigos.

Y el objetivo principal que nos marcamos fue contemplar el famoso Sol de Medianoche.

Nuestro viaje más allá del círculo polar ártico comenzó con un vuelo de bajo coste a la capital sueca, vía Londres, con Ryanair. Aterrizamos en Estocolmo puntuales, sobre las 14:30, por apenas 60€.

Desde aquí al centro de la ciudad fué otra aventura, pues tuvimos que tomar el autobús 941 hasta la estación de tren en el pueblo de Västeras, y desde aquí otro tren al centro de Estocolmo, por unos 12€ la hora de trayecto. Total, que llegamos al centro de la ciudad sobre las 16:00, con pocas horas de luz por delante pero con muchas ganas de recorrerla. Era la primera vez para muchos en visitar un país nórdico por lo que la mayoría del grupo estábamos súper ilusionados.

La suerte es que estábamos justo al lado del centro. Paseando tranquilamente recorrimos la zona de Medelhavsmuseet, el Rosenbad, el palacio Arvfurstens, y la Ópera Real de Estocolmo. Desde aquí atravesamos Lilla Värtan (que en realidad es una entrada de mar) por la isla donde se encuentra el museo Medieval de Estocolmo hasta llegar al centro histórico principal de la ciudad, llamado Gamla Stan. En esta zona hay innumerables edificios de interés como el Palacio Real o la Catedral de San Nicolás, además de varios museos, galerías y palacetes. Pero lo que hicimos fue dejarnos llevar por las callejuelas medievales llenas de edificios de colores, muy llamativos para nuestros ojos sureños.

Todo en Estocolmo en particular y en Suecia en general está lleno de entradas de agua de mar, aunque a nuestros ojos parezcan ríos, por lo que la humedad y el frío es palpable en cualquier punto. Por suerte íbamos preparados con ropa de nieve. ¡Y eso que era Junio!

Tras nuestra visita fugaz a la capital sueca, nos fuimos de nuevo a la estación de trenes, donde a las 20:42 y por 62€, salía nuestro tren que nos iba a llevar a nuestro remoto destino, ya en Noruega: Narvik. Ojo con la puntualidad nórdica porque el tren sale puntual, estés o no estés.

El tren para recorrer largas distancias es una experiencia que hay que vivir alguna vez en la vida.

Se puede resumir en tranquilidad, disfrute relajado del viaje y tiempo de sobra para pensar en tus cosas, charlar con amigos, ver simplemente pasar el paisaje o conocer gente en otros vagones o compartimentos. También hay tiempo para aburrirse y dormir, claro está. En 21 horas da tiempo a todo esto y mucho más.

Los compartimentos, con 4 literas cada uno, eran pequeños pero confortables. La calefacción y la mantita, imprescindibles, no faltaban tampoco. Y si a esto le unimos unas barajas de cartas y comida y bebida que traíamos de España, ya tenemos la fiesta montada.

No he comentado que los precios tanto en Suecia como en Noruega son extremadamente caros (una coca cola 6-8€ por ejemplo), por lo que con nuestro bajo presupuesto tuvimos que tirar de supermercado varias veces.

 

Dia 2. Tren nocturno a Narvik. Coche Narvik-Tromsø. Tromsø.

Es increíble la inmensidad de los bosques escandinavos. Durante horas y horas puedes estar viendo árboles y más árboles, junto con lagos y montañas. En todo el trayecto apenas vimos casas aisladas y ni una sola persona, pues las condiciones climáticas extremas lo hacen impensable, incluso ahora en verano. Sí que pasamos 2 o 3 poblaciones remotas con un pequeño apeadero, suponemos que pueblos dedicados al negocio de la madera o a la pesca. Porque otra dedicación no se nos ocurre, la verdad.

Te puedes pasar minutos embobado mirando los paisajes por la ventanilla del tren.

Es taaaan distinto a lo que tenemos en España. Tras más de 20 horas de trayecto, multitud de anécdotas, un cambio de tren y cuando el aburrimiento estaba haciendo acto de presencia en algunos de nosotros, por fin vimos un pueblo rodeado de agua y montañas nevadas: Narvik. Eran las 17:00 aproximadamente.

Nada mas bajar del tren tuvimos nuestro primer inconveniente del viaje, y es que resulta que la compañía de alquiler de coches se encontraba a unos kilómetros de la estación. Y allí no había más que 3 o 4 personas. Por suerte una de ellas nos ayudó a ir hasta la compañía, hacer los trámites de recogida de los 2 coches y volver a por el resto de gente. Eso sí, perdimos algo de tiempo con el que no contábamos. Pero como dije arriba, con actitud positiva todo se supera, no pasa nada.

Desde aquí nuestra siguiente parada era Tromsø, a unas 3 horas al norte  por carreteras convencionales.

El tener coches propios es otra cosa, pues fuimos parando en multitud de sitios: lagos espectaculares, fiordos, montañas nevadas, bosques y más bosques. Sólo el hecho de recorrer este camino fue espectacular.

Llegamos a Tromsø bien entradas las 21:00, hora bastante tardía para las costumbres locales. Pero al estar a tan alta latitud y en esta época ya se notaba que las horas de luz son mucho más de las habituales. En Tromsø dormimos en una casa particular típica nórdica: sin persianas (el poco sol que hay es bienvenido siempre), obligatorio cambiarse de calzado a la entrada, chimenea, todo de madera y un ambiente cálido y acogedor general. Ideal para lo que buscábamos. Y la dueña, encantadora y muy amable.

El día había sido muy largo y cansado pero ello no nos privó de nuestro típico paseo nocturno por los alrededores, para liberar cuerpo y mente de tensiones, y respirar aire puro como nunca antes habíamos respirado. La pena fue no encontrar un bar abierto a estas horas por el pueblo, para probar alguna cerveza noruega. La cultura nórdica podría importar esta costumbre española, pensamos algunos.

 

Dia 3. Tromsø. Glaciares de Lyngen.

Por la mañana despertamos más pronto que tarde con los primeros rayos de luz (que no tengan persianas o cortinas es un incordio si quieres dormir, esto no lo pensamos el día anterior), y nos pegamos un desayuno muy rico en la casa.

Fue salir de nuestra casa cabaña de madera y descubrir el precioso lugar en el que nos encontrábamos. Tromsø, capital del ártico noruego, está ubicada en una isla desde la que se contempla un escenario fantástico de nieves perpetuas, montañas hermosas y aguas gélidas. Como dijo un amigo, es como si estuviéramos en los Alpes nevados y éstos se hubieran inundado.

Aprovechamos buena parte de la mañana para pasear por la ciudad. Como puntos más turísticos están la preciosa zona portuaria, llena de edificios singulares de colores, la larga calle Storgata donde puedes encontrar locales de todo tipo, con pequeños negocios familiares así como varios museos de cierta importancia, o la plaza del Ayuntamiento, donde se encuentra la famosa escultura del cazador ártico o Fangstmonument. Tromsø alberga multitud de lugares interesantes relacionados con el arte y las ciencias, como por ejemplo el Centro de Ciencia del Norte de Noruega o Nordnorsk Vitensenter, el Museo Polar, el acuario más septentrional del mundo (Polaria) o el museo de la Universidad, que versa sobre la cultura Sami. Existe incluso un barco visitable (MS Polstjerna) donde se puede conocer el mundo de la caza de focas.

 

También imprescindible, aunque ubicada fuera de la isla principal, se encuentra la Catedral del Ártico o Ishavskatedralen, edificio religioso aunque no lo parezca por fuera por su originalidad y el color blanco de su tejado, acorde con el lugar en el que se encuentra.

Nuestro viaje estaba más enfocado a otro tipo de actividades más relacionadas con la naturaleza, por lo que descartamos entrar a cualquiera de estos lugares.

Tras la visita a la ciudad pusimos rumbo norte hacia la zona de Lyngen, a unos 90 minutos en coche.

El camino hasta allí es precioso, lleno de fiordos y naturaleza virgen. Obviamente no todos los fiordos están rodeados de altas montañas nevadas o rocosas al estilo de los muy turísticos de zonas más al sur como Bergen, pero es tal la variedad y cantidad que hay por esta parte del país que hay que disfrutar cada uno como algo particular y distinto al resto. A esta belleza paisajística se une el hecho de la soledad y el silencio. No hay casas aisladas en ninguna zona, y los escasos pueblos que existen no dejan de ser un puñado de casas de madera de pescadores.

Tras una parada en un lago para comer de picnic, llegamos a nuestro destino final: Lyngen. Una vez allí hicimos la compra, aparcamos los coches y cargamos nuestras mochilas con lo imprescindible para pasar una noche en la montaña y un par de trekkings cortos. Teníamos reservada una cabaña de montaña justo al lado de los glaciares, a unos 60 minutos a pie desde el último pueblo.

El camino es un paseo más bien tranquilo por un sendero río arriba, pasando por alguna que otra cascada. Al final se llega a una planicie de cerca de 1 km de largo y ancho, el circo que antecede al glaciar, que se puede observar más arriba. ¡Y nuestra cabaña estaba situada allí mismo!

Atravesando el circo se llega por fin al glaciar, montaña arriba.

Nunca antes había contemplado un glaciar tan cerca. Es un lugar extraño, en el que te sientes muy poca cosa frente al poder de la naturaleza. Y cuanto más te acercas, más respeto te da el hielo perpetuo, las grietas, la inmensidad y la fuerza del lugar. Y eso que este glaciar no era demasiado grande.

Respecto a la cabaña, espectacular, toda de madera, con su chimenea, su cocina totalmente equipada y sus habitaciones acogedoras y calientes. Pasamos un rato muy agradable con una cena casera, unas cervezas y unas risas, en un entorno sin igual.

 

Dia 4. Coche Lyngen-Islas Vesterälen. Islas Lofoten. Kabelvag.

Amanecimos prontito y calentitos en nuestra cabaña, aunque fuera la sensación era otra, de un frío polar. Eso para todos menos para nuestro cocinero particular, al que descubrimos en manga corta limpiando los cacharros de la cocina en el riachuelo que bajaba directo del glaciar. El frío no va con él, sangre gallega. Tras las risas oportunas y otro desayuno casero, nos despedimos de este maravilloso y solitario entorno y nos encaminamos de vuelta a Lyngen.

Al cabo de unos 90 minutos estábamos en el coche, rumbo a las Islas Vesterälen y Lofoten. En el largo trayecto de más de 5 horas pudimos disfrutar de nuevo de los vastos paisajes árticos noruegos. Al principio parábamos a sacar fotos en cualquier sitio, pues todo nos parecía precioso.

Hasta que nos dimos cuenta que es tal la cantidad de fiordos, lagos helados, montañas nevadas, bosques inmensos que es imposible parar en todos. Es un recorrido para ir mirando por la ventanilla y simplemente disfrutar de lo que en tus ojos.

Tras parar de nuevo a comer en alguno de los múltiples merenderos de la zona, alrededor de las 16:00 llegamos por fin a la entrada de las islas Vesterälen en la comarca de Evenes.

Estas islas, antesala de las Lofoten, tienen como municipios principales a Andøy, Bø, Hadsel y Øknes, y como islas a Langøya, Andøya, Hadseløya, una parte de Hinnøya, la zona norte de Austvågøya, más varias islas menores. El paisaje es montañoso, si bien su forma es más redondeada que las de Lofoten.

Por desgracia, en nuestra ruta no teníamos tiempo para visitar estas islas, por lo que decidimos irnos directos a sus más famosas vecinas: Las Islas Lofoten. Nada más dejar Hinnøya comienza oficialmente estas islas. Lo primero que nos llamó la atención fue la carretera que te adentra en ellas, única y preciosa en sí misma. Continuos sube y bajas, decenas de curvas, preciosos puentes para cruzar entre un lado y otro e incluso lo más llamativo: túneles por debajo del agua del mar. Increíble obra de ingeniería que comunica estas islas con la parte continental del país.

 

Y todo de nuevo rodeado de una naturaleza exuberantemente verde, con altas montañas y preciosos fiordos por todos lados.

Sobre las 17:00 llegamos por fin a nuestro punto destino: Kabelvag. Tras dejar las cosas en el albergue donde teníamos reservada esta noche, nos dimos una vuelta por la localidad.

Típico pueblo pesquero noruego, lleno de casitas de madera situadas a lo largo de la costa y en torno al puerto, zona principal del mismo. Por suerte el tiempo no era demasiado frio y el sol lucía sin apenas nubes en el cielo, con lo que el tiempo era perfecto para pasear por el pueblo disfrutando de todo el entorno. 

Los lugareños, poco acostumbrados a turistas, nos miraban con extrañeza mientras tomábamos fotos aquí y allá.

La cena, como venía siendo costumbre en este viaje, la hicimos en la cocina del propio albergue, tras comprar algo de comida en el supermercado del pueblo. Con amigos y cerveza, todo es mucho mejor.

 

Dia 5. Islas Lofoten. Svolvaer. Trolljfiord. Henningsvaer. Museo vikingo. Acampada libre en Uttakleiv.

A primera hora de la mañana nos levantamos y salimos rumbo a Svolvaer, muy cerca de Kabelvag, y también muy similar en cuanto a estilo y forma de vida: el mar y la pesca.

Tras dar una vuelta por el pueblo y tomarnos un café calentito, fuimos al embarcadero para tomar el primer barco para visitar uno de los fiordos más característicos de estas islas: Trolljfiord.

El trayecto en sí mismo fue espectacular, navegando entre fiordos y contemplando desde el agua la espectacularidad del paisaje que ya hemos comentado anteriormente. A pesar del frío, aumentado con la humedad del agua, disfrutamos mucho de la travesía en la cubierta, viendo volar gaviotas a nuestro lado y simplemente, contemplando el entorno. El capitán nos enseñó lo fácil que es en esta zona pescar salmón, simplemente tirando una caña con un pequeño cebo. No pasaron más de 5 minutos cuando picó un salmón de no menos de 1-2 kg. Zona salmonera, sin duda.

Tras unos 45 minutos llegamos al fiordo, una estrecha franja de agua que salía hacia la izquierda del canal principal, bordeada por altos riscos y paredes de roca. Al llegar al final del mismo, una serie de picos preciosos y un par de cascadas  pusieron la guinda a la visita.

 

De vuelta en Svolvaer, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino, el precioso pueblo de Henningsvaer. Sigue el mismo estilo del resto de pueblos de la zona, pero quizá destaca un poco sobre el resto en cuanto al número de casitas de colores, bien conservadas y cuidadas todas ellas, además de por el conjunto de canales que se adentran por el pueblo y que permiten llevar pequeños embarcadores a cada casa. Las casas, además, se ubican muchas de ellas sobre vigas de madera de hasta 3 o 4 metros de altura, ubicadas en rocas y sobre el mar. Una serie de pasillos peatonales de madera por encima del mar comunican en algunas zonas algunas casas y calles con otras. Pueblo que bien merece una visita.

De nuevo nos pusimos en marcha hacia el oeste, esta vez hasta el Museo Vikingo, ubicado cerca de la localidad de Borg. El museo aborda la forma de vida de los antiguos vikingos, desde una perspectiva muy cercana. De hecho, está permitido coger objetos, probárselos, tocarlos. Al poco ya estábamos haciéndonos fotos vestidos con cotas de malla, hachas, cascos y espadas.

Además de por ser interactivo, el museo destaca por la cantidad de objetos relacionados con antiguos oficios como los hilanderos, los granjeros o los cocineros, así como por lo que más nos gustó de todo: un barco vikingo real, botado en el agua, al que te podías subir y recorrer de punta a punta. Nos pasamos allí un  buen rato haciendo fotos y disfrutando nuestro pequeño momento vikingo.

Nos hubiéramos quedado más tiempo, pero el museo estaba cerrando y casi nos echaron, por lo que nos fuimos a nuestro último destino del día: la playa de Uttakleiv, donde pensábamos pasar la noche plantando nuestras tiendas en la mismísima playa contemplando desde allí el Sol de Medianoche.

Dormir en una tienda de campaña no es algo que a todo el mundo le guste.  Y obviamente, en otra época que no sea verano es impensable en estas latitudes.

No existen las comodidades de tener un baño cerrado, una temperatura cálida, poder descansar sentado al lado de una chimenea, cenar sentado, ponerse un pijama cómodo, etc. Es por ello que es imprescindible buscar la parte positiva de esta experiencia: libertad de estar en la naturaleza, paisajes espectaculares sin bullicio alrededor, estar rodeado de amigos, no escuchar ningún ruido, disfrutar de una cena sencilla y calentita de hornillo. Es algo que recomiendo hacer al menos 1 vez en la vida. Y luego decidirás si te ha gustado o no. Y si encima estás en un entorno virgen espectacular como éste, mejor que mejor.

La playa de Uttakleiv es una de las más bonitas de las Islas Lofoten. Se trata de una larga playa de arena fina dorada en forma de U, de unos 2 km de largo, ubicada en una pequeña bahía cerrada y rodeada por montañas, con aguas tranquilas y transparentes sin apenas oleaje.

En este entorno idílico plantamos las tiendas y empezamos a cocinar en nuestros hornillos la cena de hoy, mientras nos tomábamos nuestras ya típicas cervezas de la tarde acompañadas de unas latas de anchoas y salmón típicas de por aquí.

Tras la cenita sacamos todo el alcohol que teníamos para entrar en calor y contemplar el extraño y único espectáculo que nos había traído hasta aquí: el Sol de Medianoche.

Es  curioso ver al Sol yendo poco a poco hacia la línea del horizonte, y de repente pararse cuando está justo al lado, para volver en la dirección contraria de nuevo. De alguna forma te hace darte cuenta lo pequeños que somos en este planeta y lo increíble que es la naturaleza.

Gracias al alcohol pudimos sobrevivir hasta la 1:00, ya que el frío arreciaba cada vez más y a pesar de tener sol sin parar, éste no calienta tanto como estamos acostumbrados más al sur.

Nos metimos en las tiendas y nos abrigamos como si no hubiera mañana.

 

Dia 6. Islas Lofoten: Playa de Uttakleiv. Ramberg. Fiordo de Reine.Â.

Amanecimos de nuevo bien prontito debido a la presencia casi constante del sol y, sorprendentemente, al calor. Entre que en la tienda de campaña hace efecto invernadero y que todos nosotros íbamos abrigados como si fuera a haber otra glaciación, el calor fue algo inesperado, pero bienvenido también.

Abrir la tienda de campaña y contemplar la preciosa playa es algo que no se me olvidará nunca.

Así como tampoco las ovejas que comenzaron a aparecer pastando al lado de nuestras tiendas.

Y tampoco olvidaré a nuestro cocinero gallego particular darse un bañito mañanero en las gélidas aguas polares. Y cómo otro par o tres de locos le siguieron y empezaron a correr por la playa en ropa interior para entrar en calor. Fue el momento cumbre del comienzo del día. La única pega en la playa tan idílica en la que estábamos era la gélida temperatura del agua, fría como el hielo.

Tras desmontar las tiendas, desayunar tranquilamente y dar un paseo matutino por la preciosa playa de Uttakleiv, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino hacia el oeste: Ramberg.

Este pueblo, de nuevo marinero y lleno de casitas rojas sobre pilotes de madera, es precioso, al igual que la mayoría de pueblos de la zona.

Más tarde continuamos hacia el oeste, paramos a comer de nuevo de picnic y nos adentramos en la comarca de Reine. Aquí se encuentra si cabe una mayor concentración de pequeños islotes y puentes para llegar de uno a otro, hasta tal punto que se tiene la sensación a veces de ir sobre el mar. No logro entender cómo puede ser este lugar en invierno, cuando todo se llene de nieve y la carretera se hiele, incluso el mar. Supongo que la carretera se cortará por el peligro.

Este lugar, como punto colofón a las islas Lofoten, es ideal. Parece que las montañas, valles, puentes, islas y pueblos se han colocado justo en los lugares idóneos para que las fotografías sean perfectas y bucólicas. También hay que decir que el tiempo que estamos teniendo, siempre soleado y con las nubes justas, ayuda bastante a ello. Según nos dicen los lugareños a los que preguntamos, esto no suele ser lo normal y sí las lluvias, el frío y el cielo gris.

Nuestra última parada del día fue en el último pueblo del oeste de las islas, de nombre tan curioso como característico y fácil de recordar: Â. De nuevo, pueblo marinero muy coqueto lleno de casas rojas sobre las rocas cercanas al mar. En esta ocasión reservamos unas de estas agradables casas para terminar nuestro viaje por todo lo alto.

Y terminamos nuestra última noche en las Lofoten con una cena riquísima, unas cervezas y unos juegos de mesa, todos juntos a una mesa en torno a una chimenea. Bucólico y perfecto final.

Dia 7. Islas Lofoten: Moskenes. Fiordo de Reine. Ferry Moskenes-Bodo.

Para la mañana del día de hoy teníamos pensado hacer 2 actividades: una parte del grupo haría una ruta de trekking a uno de los picos nevados de la zona y el otro un paseo en bici por Reine, Â y alrededores.

La ruta, preciosa, seguía un sendero montaña arriba atravesando varios lagos en altura hasta llegar al punto culminante de hacer cima. Desde lo alto se contempla todos los valles de los alrededores de Reine, resultando curioso ver las montañas nevadas entre fiordos y entradas de mar, todo rodeado de un entorno verde espectacular.

Respecto a la bici, recorrimos sin prisa y a un ritmo muy tranquilo los diversos pueblos de la zona, en una ruta circular de unos 20 km, siguiendo la carretera serpenteante que tan bien conocíamos desde hacía varios días. Como curiosidad comentar que en todos los pueblos existían grandes zonas dedicadas al secado del bacalao, aprovechando el calor de la época veraniega. No pudimos evitar hacer alguna foto al lado de los bacalaos secos, jaja.

Por suerte, tuvimos una mañana de sol y pocas nubes por lo que ambos grupos disfrutamos un montón de nuestra última mañana en las Lofoten. Para terminar tuvimos nuestra última comida de despedida haciendo un picnic en una campa de los alrededores de Â.

 

Desde allí, al acabar de comer, nos dirigimos al pueblo de Moskenes, donde habíamos reservado previamente el barco que nos llevaría de vuelta a la zona continental noruega, en Bodo.

El trayecto, de algo más de 3,5 horas, surca las heladas aguas del atlántico norte.

La sensación de frío y humedad es tal que era casi imposible permanecer en la cubierta más de 20-30 minutos sin congelarse. En esos momentos te pones a pensar en lo que tuvieron que pasar los supervivientes del Titanic al caer al agua. Por suerte, el barco es tan grande que puedes matar el tiempo dándote una vuelta por él, leyendo, tomando algo en el bar o simplemente durmiendo un rato.

Llegamos a Bodo sobre las 20:00, y nos dirigimos directos a nuestro último alojamiento en el albergue municipal. Allí preparamos nuestra última cena y nos dimos un último paseo por la insulsa y fría ciudad.

Al día siguiente tocaba madrugar bastante por lo que fuimos pronto a dormir.

 

Dia 8. Avión Bodo-Oslo. Avión Oslo-Madrid

Último día de nuestro viaje relámpago y, como no podía ser menos, nos tocó correr un poco.

Primero madrugón para llegar al aeropuerto de Bodo, dejar los coches de alquiler en el aeropuerto y tomar el avión a las 7:20 hasta Oslo Gardermoen, en donde aterrizamos sobre las 9:00. Una vez en este aeropuerto de Oslo, teníamos que desplazarnos al otro aeropuerto de la ciudad, pues era desde donde salía nuestro vuelo de vuelta (es lo que tiene a veces viajar en low cost), a las 14:10.

Teníamos unas 5 horas más o menos para realizar el trayecto, por lo que íbamos justos de tiempo.

Para ello, primero tomamos un tren hasta la estación de Sandefjord Lufthavn Torp, y desde allí un autobús al aeropuerto de Oslo Torp. El precio fue de unos 25€, casi más que el viaje de vuelta con Ryanair (35€).

Tras algunos apurillos con los carteles y alguna carrera para llegar a por el autobús, llegamos por fin a Torp. El vuelo de vuelta, con escala en Londres, fue de lo más tranquilo y sin ningún inconveniente.

Nuestra aventura noruega llegó aquí a su fin, aunque la experiencia vivida perduraría para siempre.

© 2016 by MR.FOGG

bottom of page