Costa Oeste EEUU - 16 dias
Dia 1. Vuelo Madrid-Boston-Los Angeles. Llegada 23:30. Dormir en Los Angeles.
Dia 2. Los Angeles. Partido NBA Lakers. Dormir en Los Angeles.
Dia 3. Los Angeles costa: Santa Monica, Malibú, Venice. Dormir en Santa Barbara.
Dia 4. Ruta Big Sur. Santa Barbara, Solvang, San Simeon. Monterrey. Dormir en Monterrey.
Dia 5. Carmel. Traslado a Yosemite. Parque Nacional Yosemite. Dormir en Yosemite.
Dia 6. Parque Nacional Yosemite. Trekking. Dormir en Yosemite.
Dia 7. Parque de Secuoyas. Death Valley. Dormir en Death Valley.
Dia 8. Death Valley. Traslado a Page. Dormir en Page.
Dia 9. Antelope Canyon. Monument Valley. Dormir en Monument Valley.
Dia 10. Monument Valley. Gran Cañon del Colorado. Dormir en Williams.
Dia 11. Ruta 66. Traslado a Las Vegas. Helicoptero sobre Gran Cañon del Colorado. Dormir en Las Vegas.
Dia 12. Las Vegas. Dormir en Las Vegas.
Dia 13. Las Vegas. Vuelo a San Francisco. Dormir en San Francisco.
Dia 14. San Francisco. Tour en bici. Golden Gate. Sausalito. Alcatraz. Dormir en San Francisco.
Dia 15. San Francisco. Castro. Ashbury-Haight. Twin Peaks. Downtown. Dormir en San Francisco.
Dia 16. Vuelo de regreso San Francisco-Madrid.



No hay que perderse:
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Ciudades principales: Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas. 3 mundos distintos.
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Big Sur: carretera costera que une Monterrey con Santa Mónica.
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Parque Nacional Yosemite. Half Dome y Capitán. Trekking por cascadas.
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Parque Nacional Death Valley. El lugar más seco y desértico de EEUU. Asusta.
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Monument Valley. Territorio de los indios navajos. Todo es de color rojo.
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Antelope Canyon. Pequeño cañón de formas imposibles.
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Ruta 66. La carretera más conocida de EEUU. Hoy día recuerdo y nostalgia.
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Gran Cañón del Colorado. El cañón más conocido del mundo. Imprescindible.
Medios de transporte:
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Vehículo alquilado (furgoneta de 10 plazas) entre Los Angeles y Las Vegas.
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Vuelo interno entre Las Vegas y San Francisco.


Dia 1. Vuelo a Los Angeles.
Nuestro viaje, como no podía ser de otra forma, comenzó con un largo viaje por la mañana al otro lado del globo. 8 horas de vuelo a Boston, escala de 2 horas y otro vuelo de 6 horas a Los Angeles. Debido al cambio horario, llegamos en torno a las 23:30 hora local, bastante cansados. Nos dirigimos a recoger el coche de alquiler, más bien nuestra enorme furgoneta. Disponía de unas 10 plazas, unos 7-8 metros de largo. Tuvimos bastantes dudas al reservarlo desde España porque con el carnet B español no estamos autorizados a conducir este tipo de vehículos. Pero esto es EEUU, y aquí nos dijeron que no había problema, todo el mundo conduce coches enormes con el mismo tipo de carnet. Al cabo de unas horas en EEUU descubrimos que, efectivamente, el concepto de vehículo grande en EEUU es distinto a Europa. Aquí solo hay grande, muy grande y extra grande. De hecho nos costó bastante ver algún coche pequeño de ciudad tipo Corsa o Ibiza durante el viaje.
Tras recoger la furgoneta, pusimos rumbo a Hollywood Boulevard, donde teníamos nuestro alojamiento para hoy. Se trataba de un albergue mochilero que elegimos por su ubicación, podías ir andando al paseo de la fama, y por su precio.
Dia 2. Los Angeles
Hoy dedicamos el día por completo a recorrer Los Angeles. Es una ciudad inmensa donde moverte en coche es indispensable, salvo que estés en pleno centro y te quieras mover por él, o seas un inconsciente turista recién llegado. Era nuestro caso, por lo que tomamos el metro hasta el distrito financiero. Ya pronto empezamos a darnos cuenta que el cine es parte muy importante de la cultura americana. Cada edificio o lugar te recuerda a una película, y en algunos de ellos existen carteles recordándotelo y publicitándolo como turismo. Show bussiness americano. Estuvimos paseando por Grand Park, Los Angeles City Hall, la sede del periódico Los Angeles Times (Spiderman), la sede del departamento de Justicia, la famosa estación Union Station o el germen de la ciudad de LA: Olvera Street y alrededores. Esta zona es curiosa porque parece más Mexico que LA. Aquí se puede dar un paseo por alguna pequeña iglesia o comprar algo en alguno de los puestecitos de artesanía o comida callejera. La zona es realmente bastante pequeña, y en poco más de 30 minutos ya has salido de ella. Poco les gusta a los americanos su origen.
De aquí nos pasamos por el chinatown de LA un poquito más norte. Aquí el tipo de gente cambió radicalmente, pues todos eran asiáticos. No es que sea una zona muy bonita, por lo que es prescindible si no tienes mucho tiempo.
Tras comer en chinatown, seguimos nuestro paseo hacia la otra parte del distrito financiero: el edificio Bradbury (donde se rodó parte de Blade Runner), el Museo de Arte Contemporáneo (Moma), el Walt Disney Concert Hall (museo Gughenheim de LA), la catedral de Moneo (de estilo moderno) o la plaza Pershing y su pequeño funicular.

Toda esta zona destaca por sus enormes rascacielos y sus grandes avenidas. También porque no hay mucha gente paseando como nosotros por la calle, pues las distancias son muy grandes aunque no lo parezca. Pero como estábamos fuertes, decidimos continuar la pateada hasta uno de nuestros destinos ‘top’ del viaje: asistir a un partido de los Lakers en el Staples Center. El partido fue lo de menos. Lo realmente chulo es el show que se monta. Pabellón enorme, lleno a reventar, música en directo en los descansos, videowall gigante en el centro, restaurantes de todo tipo dentro, cheerleeders. Aquí todo es show y el partido casi es lo de menos (de hecho fue contra Sacramento, uno de los peores equipos ese año). En Europa en cambio lo importante es el deporte, el partido en si mismo. Formas distintas de concebir estos espectáculos.
Tras acabar el partido, recorrimos un poco la zona aledaña al pabellón, que tiene multitud de restaurantes y más vidilla que la zona financiera, incluso tiene el paseo de la fama de los músicos, al estilo del paseo de la fama de Hollywood Boulevard. El jet lag (y la pateada de todo el día) hizo mella en nosotros, por lo que cogimos el metro de vuelta a nuestro albergue y ni tuvimos fuerzas de salir a tomar algo por la zona.

Dia 3. Los Angeles. Santa Monica, Malibú, Venice.
Amanecimos pronto y empezamos a pasear por el famoso Hollywood Boulevard, justo al lado. Se trata de una calle bastante larga llena de todo tipo de locales. Te puedes encontrar restaurantes, pubs, tiendas de venta de todo tipo de objetos extraños, museos del cine, salas X, etc. Y lo más famoso de la calle: las estrellas de celebrities. Hay literalmente cientos de ellas, y cuanto más cerca estás del edificio Kodak donde se entregan los Oscar, más famosos son sus dueños. Yo pensaba que estaban solo los actores más conocidos o representativos, pero estaba equivocado pues tienen todo tipo de personajes (incluso Javier Bardem y Penélope Cruz), por lo que me da que quién paga tiene estrella. Tras buscar las que más gracias nos hacían (Schwarzenegger o Stallone por ejemplo) y hacernos alguna foto con los Darth Vader o Chaplin que pululan por la zona, entramos al centro comercial del teatro Kodak, hecho en cartón piedra como casi todos los edificios de la zona y sin demasiado interés salvo que seas un cinéfilo.
Desde allí se ve el famoso cartel de Hollywood en lo alto de la colina que rodea LA, por lo que decidimos, tras unas 2 horas de paseo, que ya era momento de ver el cartel desde más cerca.
Tras unos 15 minutos de coche, llegamos al observatorio Griffin, desde donde se ve una visión muy completa de todo LA, incluido el cartel de Hollywood (aunque a lo lejos, sin ningún edificio en medio). Unas fotos y pusimos rumbo al famoso barrio de Beverly Hills, de camino a la zona de costa. Tras cerca de 1 hora (a pesar de estar lado y tener una carretera de 4 carriles, el tráfico es horrible), llegamos a la zona. Nos dimos una vuelta con el coche viendo todas las mansiones con jardín de todo tipo de tamaños, formas y colores. No vimos a nadie por la calle, y salvo que alguien te invite a su mansión (cosa alto improbable), no vimos sentido a bajarnos del coche.
Dimos otro pequeño paseo por Rodeo Drive, justo al otro lado de la carretera principal. Esto es donde van a comprar los vecinos de Beverly Hills. Solo hay joyerías, relojerías y tiendas de ropa carísima, aliñado con coches de lujo de todos los tipos de colores y marcas aparcados en la puerta de los locales. Los Camaros, Mustang o Bentleys están por todos lados.


Seguimos nuestra ruta hacia las famosas playas de Venice y Santa Mónica, pegadas una al lado de la otra. Uno tiene la imagen de la serie de Los Vigilantes de la playa, y allá que fuimos buscando los puestos de vigilancia, los famosos salvavidas naranjas o los paseos marítimos donde la gente patina o simplemente hace running. Y allí que estaban, claro. La pena es que era marzo, fuera de temporada alta, la playa no estaba muy cuidada y no había apenas nadie por la zona. Pero aún así, merece la pena la visita. Ambas playas son de arena fina y bastante anchas y grandes. En Santa Mónica está el típico (por las pelis, claro) embarcadero de madera entrando en el mar, lleno de restaurantes y tiendecitas. Como curiosidad, uno de ellos estaba dedicado a Bubba Gump, con el que Forrest Gump hizo fortuna en la película. También había carteles indicando el fin de la famosa ruta 66 que atraviesa el país, e incluso un parque de atracciones con noria incluida en lo alto.
Tras unas 2 horas de visita por la zona, partimos rumbo a Malibú (a unos 30 minutos), pero estaba anocheciendo y apenas pudimos ver nada, por lo que seguimos hacia el hotel que teníamos reservado en Santa Bárbara para esta noche.
Para finalizar el día dimos una vuelta por la zona comercial del pueblo, cenamos en una hamburguesería (sería una constante a lo largo del viaje) y echamos unos bailes en un bar-karaoke que encontramos.

Dia 4. Santa Bárbara. Big Sur
El día de hoy estaba dedicado en principio para recorrer la HighWay 1, más conocida como Big Sur, carretera que discurre por la costa entre montañas, desfiladeros y puentes sobre acantilados entre los pueblos de San Simeon y Carmel. Pero fuimos muy optimistas y no nos dio apenas tiempo, pues las distancias son enormes (casi 5 horas desde Santa Barbara hasta Monterrey sin contar paradas)
Comenzamos el día visitando la misión de Santa Bárbara, monasterio de época colonial (los españoles llegaron aquí en el siglo XVI) y su antiguo ayuntamiento, de estilo español también. Tras 1 hora de visita, seguimos rumbo norte por la autovía hasta llegar al pequeño pueblo costero de Pismo Beach, donde disfrutamos de unas preciosas vistas de la bahía y de la playa desde lo alto del embarcadero, típico de la zona. Cervecita de tranqui, varias fotos, y paseo por la costa con vistas a la bahía, la playa desierta y las montañas de fondo.

Continuamos al norte hasta el pueblo de Solvang, conocido porque un grupo de daneses lo fundó a principios de siglo y todas las casas son de estilo escandinavo (otra hora aprox)
Seguimos conduciendo por una autovía sin apenas interés, hasta que llegamos a San Simeón. Aquí paramos para ver los leones de mar que viven y descansan en las playas. Una caminito de madera te permite verlos sin apenas molestarlos. Son enormes y se mueven de una forma muy graciosa, pues al no tener patas se tienen que ir arrastrando poco a poco. La visita se lleva al menos 45 minutos pero creo que merece la pena pues los ves sin apenas gente y muy cerca, con el mar al lado.
Desde aquí comienza oficialmente la Big Sur, unas 2:30 horas hasta Carmel. La carretera es bastante bonita, llena de curvas, montañas a todos lados, algunos puentes de vértigo y acantilados con playas de foto. Dicen que merece la pena dedicarle tiempo, perderse por las carreteras secundarias que existen por los alrededores y disfrutar de la naturaleza de la zona. Nosotros tuvimos mal tiempo y la noche se nos echo encima muy pronto, por lo que no disfrutamos demasiado de la zona.
Al llegar a Monterrey, dormimos en el típico motel de carretera americano, lleno de habitaciones una al lado de otra, todas en la misma planta y dando a la calle. Varios Camaros aparcados en la puerta y alguna que otra pick-up americana. Sólo faltaba algún asesino en serie o fugitivo durmiendo al lado. Como en las road-trip movies.

Dia 5. Carmel. Parque Nacional Yosemite
Comenzamos el día visitando la península de Monterrey. Primero dando una vuelta por Carmel, pequeño pueblecito con una playa muy bonita y tranquila, lleno de casitas de campo preciosas al lado de la costa, y otras casas bastante más lujosas, que nos dan la pista de que en esta pueblo residencial viven bastantes famosos, incluido el que fue su alcalde: Clint Eastwood. Le estuvimos buscando pero, la verdad, no tuvimos suerte. ;)
A continuación entramos en la carretera de las 17 millas (17 mile Drive), de acceso controlado y de pago, donde existen desde playas donde contemplar pingüinos, leones marinos o varios tipos de aves hasta un campo de golf con preciosas vistas al mar y hoyos literalmente en el borde de los acantilados o urbanizaciones con casas de campo para ricos muy ricos. Es una zona bastante exclusiva, donde lo más llamativo para mí fue el campo de golf, justo al lado del mar.
Tras esta visita partimos hacia el parque Nacional de Yosemite, otro de los puntos fuertes del viaje. Eran 4 horas de coche y no queríamos quedarnos sin tiempo para dar una pequeña vuelta por el parque por la tarde. Como nos apetecía disfrutar del buen día que hacía, compramos comida en un supermercado y paramos a comer en un parque en un pueblo de camino.
Tras llegar a nuestro lodge en Yosemite (un hotelito chulo en pleno parque, pasado el pueblo de Mariposa), dejamos las cosas y nos adentramos por la carretera El Portal hasta llegar al valle de Yosemite, centro neurálgico del parque y donde se encuentran la famosa pared de El Capitan, el Half Dome, Glacier Point, el río Merced o un buen número de cascadas. Este valle es el más accesible del parque y está lleno de un buen número de rutas de trekking de todo tipo y dificultad. Existen otras muchas zonas en Yosemite solo accesibles tras varios días de pateada, de hecho la mayor parte no tiene carreteras. Como siempre, que pena no disponer de más días para hacer alguna travesía por el interior del parque o visitar otras zonas del parque algo más lejanas.
Aprovechamos lo que quedaba de tarde para echar miles de fotos, acercarnos a un par de cascadas y flipar con el paredón de El Capitán. También flipamos con los carteles que avisaban que había osos sueltos y por ello se recomendaba no dejar comida en los coches, cómo actuar si veías alguno cerca o cómo las papeleras tenían unos cierres anti-osos para que no fueran capaces de abrirlas. No vimos osos ni este día ni al siguiente, pero si una especie de lince (no recuerdo el nombre exacto) a pocos metros.
Cenamos en un pequeño restaurante cerca del hotel, y al irnos a dormir tuvimos otra anécdota. Subiendo la escalera hacia la habitación, vimos un mapache campando tranquilamente por allí. Es un precioso animal de tamaño medio, que ni se asustó ni se intimidó al vernos. Al parecer, en Yosemite es fácil ver animales en libertad por casi cualquier zona, y ya no se asustan de los humanos.


Dia 6. Parque Nacional Yosemite
El día de hoy lo queríamos dedicar a recorrer una ruta llamada Four Mile Trail. La web del parque es completísima y dispone de todo tipo de información sobre rutas, alojamientos, actividades y mapas. Aún así, elegimos esta ruta tras preguntar a gente de la zona, pues dependiendo del tiempo y la estación las condiciones pueden cambiar. Otra ruta que nos gustaba era una que subía a Glacier Point, tras 8 horas de pateada, que descartamos porque no era para todos los públicos. En verano es accesible en coche, pero en la época que fuimos la carretera estaba cortada. Pensábamos que la abrían o cerraban en caso de que hubiera o no hubiera nieve, pero resulta que la cortan siempre desde Noviembre a Mayo, haya o no haya nieve, imagino que por temas de personal (no hay rangers para todas las zonas) o por temas de seguridad. Una pena, porque dicho punto es un mirador natural tanto del Capitán, justo enfrente, como del Half Dome, al este, y de todo el parque en general.
Comenzamos nuestra ruta desde el valle de Yosemite siguiendo el cauce del río Merced, y subiendo poco a poco hacia una cascada muy cerca del Half Dome. Las vistas desde allí eran muy chulas, pues estábamos bastante altos, y aprovechamos para comer de picnic. Regresamos descendiendo justo desde encima de otra cascada por un caminito estrecho y de piedra. La ruta nos pareció chulísima y para todos los públicos y nos llevó cerca de 4 horas con sus diversas paradas para fotos y picnic. Al llegar abajo dimos otro pequeño paseo hacia una zona llamada Mirror Lake, que como su nombre indica se trata de un lago donde se reflejan las inmensas paredes graníticas de las montañas de enfrente, muy cerca también del Half Dome.
Este día, por fin, lo tomamos con tranquilidad y disfrutando mucho del parque. A todos nos encanta la naturaleza y Yosemite es naturaleza en estado puro. Desde los puntos altos puedes contemplar la lejanía y grandeza del parque, y es espectacular.


Dia 7. Parque de Secuoyas. Death Valley
En el planning original del viaje contemplamos atravesar Yosemite de oeste a este por Tioga Road. De esta forma continuábamos explorando otras zonas de Yosemite que seguramente son espectaculares y por otro lado ahorrábamos algunas horas de coche, pues Death Valley, nuestro próximo destino, está justo detrás de las Montañas Rocosas, la cordillera de la que forma parte Yosemite y que divide de norte a sur la parte de costa de la parte árida y desértica californiana.
El problema es que esta carretera, al igual que la que sube a Glacier Point, está cortada de noviembre de mayo. Una pena. Ello nos obligó a tener que rodear las Rocosas por el sur, y luego subir unos km al norte hasta Death Valley. Unas 7 horas de coche frente a las 4 que nos llevaría por Tioga Road.
Para salir de Yosemite elegimos Wawona Road, dirección sur. Al poco paramos en uno de los mejores miradores del valle de Yosemite: Tunnel View. Desde aquí se contempla toda la zona desde una posición elevada. Incluso hay un mapa de piedra en 3 dimensiones de la zona. Muy recomendable.
En la cordillera de las montañas Rocosas existen otros parque nacionales conocidos, como King’s Canyon o Secuoia National Park, que tuvimos que descartar por falta de tiempo, al igual que el bosque de Muir cerca de San Francisco, pero no queríamos irnos sin ver las gigantescas secuoyas californianas.
Pues bien, en el propio Yosemite existe una zona donde poder ver estos gigantescos arboles: Mariposa Grove. Y está justo a unos 30 minutos de Tunnel View. Se trata de una zona donde sigues un caminito (perfectamente indicado, como todo en Yosemite) para ir viendo distintos tipos de secuoyas. Hay trayecto corto y largo. El corto son al menos 90 minutos entre ida y vuelta. En el recorrido puedes ver alguna secuoya monumental, varias secuoyas juntas, alguna en mitad de un camino, con un agujero en medio por donde pueden pasar varias personas, alguna otra tirada en el suelo con sus inmensas raíces de varios metros, etc. Las secuoyas necesitan que el terreno de alrededor se queme para poder subsistir, por lo que la zona parece territorio de guerra. No sé lo que se verá en el resto de parques donde hay secuoyas, pero si estás en Yosemite creo que merece la pena acercarte hasta esta zona.

Lo que quedaba de día lo dedicamos a conducir hasta Beatty, en pleno parque nacional de Death Valley, pasando por Bakersfield. La carretera no tiene ningún interés hasta el pueblo de Mojave, donde giramos rumbo norte. A partir de aquí el paisaje se volvió muchísimo más árido y seco, los pueblos y gasolineras comenzaron a escasear y la temperatura se incrementó unos grados. Tras casi 7 horas de coche desde Yosemite, se dice pronto, llegamos a la entrada oeste de Death Valley por Panamint Springs. A diferencia de Yosemite, la entrada es gratuita. Nada más entrar comienzas a sentirte pequeño, pues los desniveles son importantes (hay montañas de casi 4000metros y el punto más bajo está por debajo del nivel del mar), no hay casas ni signos de vida por ningún lado y el calor se hace notar, incluso siendo marzo. En los meses de verano se llega incluso a los 50º y hay problemas con incautos turistas que no llevan agua suficiente o que no tienen gasolina para continuar.
Atravesamos Death Valley pasando por unos cuantos de bares de carretera (Panamint Springs, Emigrant y Stovepipe Wells Village) hasta llegar al pueblo de Beatty, nada más salir de los límites del parque, y uno de los pocos sitios que ofrecen alojamiento por la zona. El pueblo es el típico pueblo americano en pleno desierto, con apenas tráfico, con una gasolinera, algún que otro hotel y poca gente. Solo faltaban las plantas rodadoras de paja de las pelis de vaqueros. Poco podíamos hacer allí más que cenar con la compra que llevábamos y acostarnos.

Dia 8. Death Valley. Page
El día de hoy lo dedicamos a visitar Death Valley. Comenzamos yendo al pueblo fantasma Rhyolite, muy cerca de Beatty. Alguna que otra casa abandonada, restos de lo que fue alguna fábrica…y poco más. Existen muchos pueblos fantasmas abandonados en Death Valley, pero justo éste no tenía demasiado interés, desconozco cómo son el resto. Continuamos hacia Mustard Canyon, donde visitamos una antigua fábrica de Borax, el material que se extraía en la zona y motivo por el cual aparecieron varios asentamientos en los distintos valles, hoy día pueblos fantasma. Se trata de un recorrido de unos 45 minutos donde se pueden ver carteles explicativos sobre cómo era la fábrica antaño, un antiguo tren de transporte o los restos de las antiguas minas. Interesante, aunque lo que a mi me llamaba más la atención era la soledad, el calor y la falta de ruidos de la zona, tan característicos de las distintas zonas de Death Valley.
Continuamos visitando Golden Canyon, un pequeño paseo por un estrecho cañón de piedras calizas y algunas formas de piedras curiosas, y que a mí me recordaba a alguna escena de Indiana Jones en el desierto; Devils Golf Course, una llanura totalmente seca en mitad del valle, llena de agujeros causados por la sequía y el viento, que parecen hoyos de campos de golf pegados unos a otros; el famoso Badwater, otra llanura seca y salina, que se jacta de ser el punto más bajo de EEUU, unos 90metros por dabajo del mar. Es curioso porque desde este mismo punto se puede ver a lo lejos la cima del pico Telescope, que con sus más de 3300m es el punto más alto en Death Valley. A la vuelta pasamos por Artists Palette, un conjunto de formaciones rocosas de diversos colores (azul, moradao, rojo, amarillo) debido a la cantidad de minerales existentes.
Todos estos lugares están localizados en la parte más baja del valle, pero existen 2 puntos desde lo alto que no queríamos dejar de visitar: los miradores de Zabriskie Point y sobre todo, Dantes View. Si desde abajo la sensación que tienes es de soledad, sequedad y cierta angustia por el calor, desde arriba todas estas sensaciones se incrementan. Las vistas son espectaculares.
En resumen, creo que Death Valley o te encanta o lo odias. Te puede encantar por sus paisajes brutales, sus enormes montañas, sus valles totalmente secos, la soledad de cada lugar, la falta de ruidos o la sensación de que no sobrevivirías solo en verano en este lugar. Pero también lo puedes odiar por las mismas razones. En mi caso, me encantó, es un lugar único en el mundo.


Tras unas 3-4 horas visitando todos estos lugares, decidimos partir hacia nuestro siguiente objetivo: Page, en Arizona. Nos esperaban unas 6 horas de coche, al límite máximo de las carreteras de aquí: 60 millas/hora (unos 90km/hora). Es importante respetar los límites pues según parece si te pillan a más velocidad de la permitida tienes 2 opciones: o pagar en el momento o ir directo al calabozo. En EEUU no se andan con chiquitas. Nos armamos de paciencia y dedicamos lo que quedaba del día para realizar el viaje, por unas carreteras sin demasiado interés, salvo cuando paramos a comer en un bar de carretera muy cerca de la famosa área 51 (donde existe una base militar y se escondió y estudió un extraterrestre en los años 60), llena de merchandising asociado, o cuando atravesamos Las Vegas y sus imponentes rascacielos en mitad del desierto (de la cual hablaré más tarde).
Sobre las 21:00, ya de noche, llegamos a Page. Nos pegamos una ducha rápida y algunos valientes nos bajamos a dar una vuelta, en busca de algún bar en la ciudad. Y resulta que lo encontramos. Un par de camionetas con ruedas enormes tipo Big Foot estaban aparcadas en la puerta marcando el lugar. En el bar podías jugar a bolos, dardos o billar y tomarte una cerveza mientras escuchabas de fondo música country americana. Estaba lleno de personajes de todo tipo: desde un jugador de bolos con bigote, coleta y camisa de cuadros jugando solo con su propia bola, pasando por tíos vestidos con gorras de beisbol y ropas anchas, o rockabilis que parecían Elvis o el típico granjero americano de espaldas anchas, sombrero de cowboy y botas altas. Volvimos a darnos cuenta de que lo visto y vivido en tantas películas es la pura realidad. Tras unas cervezas Bud, nos fuimos a dormir.
Dia 9. Page. Antelope Canyon. Monument Valley
Page es un pueblo de paso que no tiene mayor interés que la presa Glen, construida por los navajos para retener el agua del inmenso lago Powell del río Colorado, que separa los estados de Arizona y Utah. Nos dimos una vuelta por ella para contemplar la inmensa obra de ingeniería realizada y sorprendernos por los contrastes de color: azul brillante del agua, y tierra de color marrón por todos lados. El paisaje había cambiado de la sequedad absoluta de Death Valley a los colores tierra de Arizona, y que seguiríamos viendo después por Utah.
Tras unos 30 minutos de paseo por la presa fuimos al verdadero motivo de llegar hasta aquí: Antelope Canyon. Visitamos la parte baja del mismo, y lo primero que sorprende es que no sabes dónde se encuentra, pues en la puerta de entrada no hay más que tierra por todos lados. Al cabo de 5 minutos de andar con nuestro guía navajo (no se puede visitar por libre), nos descubrió un pequeño agujero que se metía hacia dentro de la tierra. Se trataba de la entrada al cañón. El cañón es una pequeña oquedad en el terreno que oscila entre el metro de ancho en las zonas más estrechas hasta los 3-4 metros en algunos tramos. Es algo claustrofóbico en algunas zonas, y más cuando te cuentan que de vez en cuando se inunda en pocos minutos debido a filtraciones constantes de agua del cercano lago Powell. Se recorre no más de 500m de cañón, aunque debido a las múltiples formas de las rocas y su curiosa combinación de colores con la luz que entra y sale del mismo, puedes estar dentro casi 1 hora fotografiando múltiples lugares preciosos. El guía te va indicando las posiciones desde las que las fotos son más espectaculares o se forman formas más curiosas.
En mi opinión, es un lugar muy bonito para ver si te pilla de camino, pero quizá no me desplazaría hasta aquí solo para ver el cañón. Es pequeñito y en 1-2 horas ya has visto todo lo que tenías que ver. Aunque a mis amigos que les encanta la fotografía les ha parecido un sitio espectacular. Para gustos los colores.


Nuestro siguiente destino era uno de mis favoritos a priori: Monument Valley. Es un lugar que mucha gente descarta en su viaje por California y costa oeste porque quizá está demasiado lejos. Y es cierto, está lejos. Pero para mí ha sido uno de los mejores lugares de todo el viaje.
Tras recorrer unas 2 horas de coche desde Antelope Canyon y comer en el pueblo de Kayenta, comenzamos a ver unas inmensas moles de piedra como caídas del cielo, separadas unos cientos de metros unas de otras, de diversas formas y tamaños, de un intenso color rojizo, repartidas por unas decenas de kilómetros de terreno llano. Parecía que John Wayne iba a aparecer de un momento a otro persiguiendo a unos indios o el séptimo de caballería rescatando a un carruaje atacado por una banda de delincuentes.
Llegamos a Monument Valley.
Nos acercamos a la zona de entrada principal, y tras pagar la entrada, comenzamos a recorrer un camino de arena que recorre las moles más características desde muy cerca, algunas prácticamente desde la base. El camino no está muy bien en algunos tramos y lleva entre 2 y 3 horas hacer el camino circular.
No fue casualidad realizar la visita en el atardecer, pues en este momento del día los ya de por si intensos colores rojizos de las rocas se vuelven aún más rojizos y espectaculares, y las vistas a varios kilómetros de distancia son preciosas. También importante es ir abrigado, pues aunque pueda parecer una tierra seca y árida, que lo es, estamos a más de 2000 metros de altitud, y por tanto hace fresquete.
Algunas de las rocas tienen formas extrañas que recuerdan a animales, pero lo que más espectacular me parece es el conjunto visto en su totalidad. Enormes rocas rojizas formadas durante años por el viento, esparcidas separadas entre sí, y que parecen caídas del cielo. Visita muy recomendable.
Ya de noche, condujimos otros 20 minutos hasta el pequeño pueblecito donde habíamos reservado el hotel: Mexican Hat.
Elegimos este sitio adrede para poder disfrutar al día siguiente de otro lugar parecido a Monument Valley, pero más pequeño y gratuito llamado Valley of the Gods, para ver los meandros de Gooseneck Park y para contemplar la imagen más famosa de Monument Valley desde este lado de la carretera 163.

Dia 10. Monument Valley. Gran Cañon del Colorado.
Comenzamos el día rumbo a los meandros de Gooseneck State Park, un lugar donde se pueden contemplar desde lo alto los meandros que forma el río San Juan. A primera hora de la mañana la luz era un poco mala pues no se veía el fondo del río, por lo que no recomiendo la visita a esta hora. Es un lugar de paso, y prescindible si andas justo de tiempo.
Seguimos hacia Valley of the Gods, un lugar un poco más alejado donde puedes encontrar piedras parecidas en formas y tamaños a las de Monument Valley. Es menos espectacular y conocido, pero a cambio es gratuito y durante las aproximadamente 2 horas que dura el camino de tierra que lo recorre, no ves prácticamente a nadie, lo que le da también un punto de misticismo y tranquilidad.
Regresamos por la carretera 163 en dirección Monument Valley, y tras pasar Mexican Hat, comenzamos a contemplar la estampa que veníamos buscando: carretera estrecha con línea amarilla en el centro, con un desnivel de bajada y luego de subida importantes, y al fondo las inmensas moles de Monument Valley. Un cartel indica el lugar donde Forrest Gump decidió parar de correr en su película tras no sé cuantos días sin parar. Las vistas desde aquí son las más famosas de Monument Valley. Sin duda, merece la pena venir.


Tras echar cientos de fotos en la mítica carretera, pusimos rumbo hacia nuestro siguiente destino. Tras unas 3 horas llegamos al gran Cañón del Colorado, o más bien, al acceso sur o South Rim, el más accesible y visitado.
Existen 2 accesos turísticos más: el acceso norte o North Rim (para los más exploradores y aventureros), que aparte de estar abierto solo en primavera y verano, es accesible solo en 4x4; y el acceso sur-oeste (para los sibaritas), que igualmente es menos accesible al estar más lejos de la carretera principal, y que únicamente te lleva al famoso Skywalk, la estructura de suelo de cristal en la que puedes literalmente caminar con el vacío del cañón bajo tus pies, a un ‘módico’ precio de más de 100 dolares el paseo de pocos minutos, y sin posibilidad de sacar fotos. Una ganga, vamos.
Una vez en el South Rim, existe una única carretera llamada Desert View Drive, que te lleva por los lugares más representativos: miradores, puntos de salida de varios senderos, algún pequeño museo indio o restaurantes y comedores al aire libre. Todo está muy orientado al turismo de masas, organizado con autobuses que te llevan a uno u otro lado (Kaibab route, Village Route y Hermits Rest Route) y mapas y documentación exhaustiva de las distintas zonas.
Como todo, necesitarías una vida entera para recorrer los distintos puntos de acceso del cañón, recorrer sus miles de senderos, poder acampar a los pies del río Colorado y visitar todos los puntos de interés de la zona, pero como sólo disponíamos de unas 3-4 horas, las dedicamos a visitar los distintos miradores de las zonas Keibab y Village, pues Hermits, que dicen que es una de las más recomendadas, no nos dio tiempo. Una pena. Aún así, ver el gran Cañón es toda una experiencia única en el mundo, lo mires por donde lo mires. Es un lugar inmenso (tiene unos 400Km2), de ahí su nombre. No es el cañón más profundo del mundo, pero sí el más grande. Las vistas de la lejanía te dan para ver varias decenas de kilómetros, y el río Colorado, abajo del todo, parece un estrecho hilo de agua cuando es en realidad un río bravo en algunos puntos. Dicen que si miras de abajo a arriba los distintos estratos de los acantilados sobre el río puedes ver la historia geológica de los EEUU (a ojos de turista se observa los distintos colores y tipos de roca en dichos estratos). Como punto final, merece la pena buscar un sitio tranquilo y sentarte a contemplar la inmensidad durante un buen rato.
No tuvimos en cuenta en esta ocasión que la luz del atardecer no le sienta muy bien al cañón, pues las partes bajas se quedan en sombra. Recomendaría ir a plena luz del día, con el sol en lo alto.

Ya de noche, recorrimos los casi 60 minutos que llevaban desde este punto a Williams, el pueblo donde dormiríamos esta noche. Los precios de los hoteles en pleno Gran Cañón son más del doble de pueblos cercanos como Williams o Flagstaff, así que lo tuvimos claro: motel de carretera en Williams, en plena ruta 66. Y fue todo un acierto, ya no por el motel, normalito, sino por el pueblo, que veríamos al día siguiente. Por la noche de este día salimos a tomar algo a un bar que, igual que el de Page, nos pareció el típico de la América rural profunda: algunos cowboys en la barra, una mesa de billar, carteles de cervezas por las paredes, música country, techos altos, máquina para poner discos, videojuegos ochenteros de disparar para matar ciervos o un juego alargado en el que tenías que deslizar una pieza y dejarla lo más próxima posible al final de la barra, sin que se cayera. Me encantó este bar tan auténtico.
Dia 11. Ruta 66 a Las Vegas. Helicóptero al Gran Cañón del Colorado.
La primera parte del día de hoy la queríamos dedicar a recorrer algunos pueblos de la mítica ruta 66, que por esta zona siguen conservando un poco la esencia de lo que un día debió de ser.
Comenzamos visitando el pueblo donde dormimos: Williams, que tiene algunas cosillas chulas como una gasolinera museo, un conjunto de casas que simulan un pueblo del oeste, algunas casas de madera antiguas o varias tiendas de recuerdos y cosas raras. También tuvimos la suerte de ver también algún que otro coche tuneado con motivos cincuenteros (un cadillac rosa, otro con llamaradas y ojos de fuego). Tras cerca de 1 hora de paseo que a mí me gustó, y decidir descartar la visita a Flagstaff, otro pueblo típico de la ruta 66, pues estaba en dirección contraria a donde queríamos ir hoy, continuamos conduciendo por autovía (que en este tramo coincide con la ruta 66) hasta el pueblo de Seligman. Aquí te desvías a la derecha y conduces por fin por la verdadera ruta 66.
Llegamos al pequeño pueblo de Peach Springs (en el que se basó la película Cars), que tal y como ocurrió en la película dejó de tener vida tras la construcción de la autovía a pocos kilómetros. No vimos apenas gente ni ningún edificio o lugar digno de visitar, todo parecía abandonado. Al poco de pasar este pueblo, si que encontramos un lugar que nos encantó. Era un bar de carretera, lleno de coches y furgonetas viejos, que recordaban mucho a los coches protagonistas de la película. También había una gasolinera años 50 que aún funcionaba, y varios carteles de anuncios de bebidas y tabaco antiguos colgados por las paredes. Todo acompañaba, pues no había ni un coche por la carretera, había aparcado un descapotable rojo en la puerta (colocado seguramente ahí para poder hacerte fotos con él) y algunas bolas de paja correteaban a su aire cerca.

Ya dentro nos dimos cuenta de que el dueño, como no podía ser de otra forma, era un friki de la ruta 66, y vendía todo tipo de artilugios y recuerdos, además de un Elvis de tamaño real en cartón. Ouu yeahh.
Otro sitio que yo pensaba que sólo existían en las películas americanas. Pero estaba equivocado.
El siguiente pueblo en el que paramos fue Kingman, último pueblo que visitaríamos relacionado con la ruta 66. De los otros dos, éste es el menos auténtico, pues se trata de una pequeña ciudad donde sólo hay algunas alusiones a lo que fue la ruta, o algún pequeño museo.
Aprovechamos para comer en una hamburguesería, como no, ambientada en los años 50, con suelo de baldosas negras y blancas, camareras vestidas tipo Grease y Marylin Monroe sentada al lado nuestro.
En este punto dejamos la ruta 66, con el sentimiento de que la propia carretera en sí misma es una carretera normal sin ningún interés, pero en donde algunos pequeños pueblos o bares de carretera tratan de mantener encendida la leyenda para mantenerse vivos ellos mismos. Aún así, creo que merece la pena recorrer algunos kilómetros y pasar por algunos de los pueblos.
Nuestro siguiente destino era recorrer en helicóptero el Gran Cañón del Colorado. Para ello conducimos unas 2 horas más hasta llegar muy cerca de la presa Hoover, donde estaba la empresa que contratamos para sobrevolar el cañón.
El viaje en helicóptero es toda una experiencia. Caro (unos 250$) pero una pasada.
Recorrer la enorme presa Hoover desde lo alto, descubrir la inmensidad del lago Mead, adentrarte por el cañón a escasos metros de las paredes, descender al nivel del río Colorado, volver a subir en 5 segundos sorteando la parte alta de los acantilados, ver condudir el helicóptero con un joystick a un tipo americano con gafas de Cobra o regresar plácidamente directos hacia el sol mientras contemplas el atardecer, bien merece la pena.
La propia experiencia de viajar en helicóptero, si no lo has hecho nunca, ya merece la pena. Se conduce con un joystick!! Es un poco claustrofóbico pero es emocionante. El viaje lleva unas 2 horas entre ida, aterrizaje al lado del río, tomar un picnic y regreso.

Tras la experiencia del helicóptero, llegamos por fin a Las Vegas, donde nos alojamos en el hotel Hard Rock, y dimos nuestra primera vuelta por el caos de luces, tráfico y gente que es esta ciudad, donde los casinos están abiertos las 24 horas del día y el dinero y el juego es el motor que todo lo mueve.
Teníamos ganas de ir a alguna discoteca o pub a bailar y escuchar algo de música actual, pues en nuestras anteriores salidas nocturnas en Page y Williams no fue posible (cosas de la América profunda), y Las Vegas nos parecía el sitio ideal. Fuimos a una discoteca con gente latina y música nada comercial y a una discoteca con gente y música muy rara, de las que salimos escopetados al poco tiempo. Al día siguiente lo volveríamos a intentar.
Dia 12. Las Vegas
El día de hoy lo dedicamos por completo a recorrer la ciudad. El principal atractivo son los hoteles, cada uno con su temática. Por dentro están llenos de casinos, máquinas tragaperras de todos los tipos y tamaños, salas temáticas, tiendas, bares y restaurantes diversos. Algunos tienen jardines exteriores espectaculares (como el Belaggio), otros réplicas de monumentos famosos (como el Paris, el Cesar Palace, el New York o el Luxor), otros son de temática moderna (como el Cosmopolitan, el MGM o el Planet Hollywood), otros son réplicas de ciudades o civilizaciones (como el Venetian, el Cesar Palace, el New York o el Sahara) y otros tienen incluso flamencos en una especie de pequeño zoo (como el Flamingo).
La mayoría de ellos tienen espectáculos varias veces al día, de unos 15-30 minutos de duración, que sirven como publicidad y para atraer público. La ciudad se compone de una calle principal de unos 5km de largo y decenas de hoteles-casino situados a ambos lados. Es por tanto complicado recorrerlos todos a pie. Y el tráfico es imposible. Cuatro carriles a cada lado continuamente saturados de coches.
Recorrimos el Venetian (toda una réplica de la ciudad de Venecia, con canales y cielo azul incluidos), el Belaggio (dedicado al mundo floral y animal), el Paris (con su propia torre Eiffel), el Cesar Palace (lleno de estatuas, columnas y mármoles egipcios y romanos), el propio Hard Rock (todo un culto al rock), todos bastante cerca unos de otros. Aún así, nos llevó más de dos horas, pues todos ellos son bastante grandes por dentro.
Echamos, como no podía ser menos, unos cuantos dólares en algunas tragaperras, y nos acercamos a ver cómo jugaban en alguna mesa de ruleta, blackjack o poker. Todo en las Vegas es carísimo (una botella de agua en cualquier sitio vale unos 8-10$), incluido comer (mínimo pagas 20$ por hamburguesa y coca cola) o entrar a un sitio de pago o ver alguno de los espectáculos de pago, por lo que nuestro presupuesto no estaba para arriesgarlo jugando.
Nos sorprendió que todos los casinos estaban llenos de gente jugando a todas horas, normalmente de clase media-baja, y no vimos casi ninguna mesa de gente de dinero (de apariencia al menos), lo cual nos llevó a pensar que deben existir zonas reservadas en los hoteles para clientes Vip, no visibles para el resto de gente.
Por la tarde nos fuimos en coche a uno de los famosos outlet de la ciudad (hay uno al norte y otro al sur), donde dedicamos casi 3 horas a comprar todo tipo de ropa, que si bien es más barata que en España, tampoco suponía demasiada ganga (alrededor de 5-10€ menos por cada 50).

Ya de noche, fuimos a ver el espectáculo de las fuentes del Belaggio, el volcán del Mirage y el desembarco pirata del Treasure Island, los 3 bastante recomendables y de los mejores según dicen.
Para cenar decidimos ir a la parte más antigua de la ciudad, el downtown donde se originó este gran negocio del juego que es Las Vegas: Fremont Street. Cenamos por allí y recorrimos algunos de los casinos, bastante más pequeños y antiguos, con menos gente, y donde lo importante es el casino en sí mismo, y no el hotel-espectáculo. Es una zona un tanto deprimida pero que tiene su encanto también.
Entramos en una discoteca de la zona pero nos encontramos, al igual que el día anterior, música extraña y gente muy rara que no nos dio muy buena espina. Tras una copa, nos fuimos al hotel a descansar.

Dia 13. Las Vegas. Vuelo a San Francisco
Nos quedaban unas pocas horas en Las Vegas que dedicamos a recorrer algunos de los hoteles que no nos dio tiempo a visitar el día anterior, como el Mirage o el Flamingo.
Por falta de tiempo, descartamos toda la parte sur de la ciudad, donde se ubican hoteles famosos como el Luxor, el Mandalai o el Excalibur, o la parte norte con hoteles como Circus Circus, el Sahara o la torre Stratosphere, donde se tienen las mejores vistas de toda la ciudad, y donde se encuentra una atracción mecánica que literalmente da vueltas alrededor de la torre sobre el vacío.
Lo dejamos para otra ocasión en que vengamos a Las Vegas con muchos miles de dólares dispuestos a gastar, pues nos dio la impresión de que, si te sobra el dinero, Las Vegas se tiene que disfrutar de otra forma más lujosa, como en las películas.
A media mañana cogimos el vuelo de vuelta a San Francisco, y ya desde lo alto descubres que Las Vegas es una ciudad de cartón piedra, diseñada desde la nada y en mitad del desierto. Increíble pero cierto.
Nada más llegar a San Francisco notamos el cambio de temperatura en el ambiente, pues ésta es una ciudad bastante fría. Cogimos un mini bus hasta el hotel, que previamente habíamos acordado ya que el aeropuerto está a bastantes kilómetros del centro de la ciudad y los precios de los taxis están por las nubes. Tras dejar las maletas salimos a conocer la ciudad a pie. Paseamos por la zona del Civic Center y el museo de Arte Asiático, muy cerca de nuestro hotel, por el entorno de la calle Powell y la Union Square. En toda esta zona nos sorprendió la cantidad de mendigos viviendo literalmente en las calles en campamentos para nada improvisados, muy cerca de calles llenas de hoteles de lujo y coches caros. Las 2 caras de esta sociedad juntas: el éxito y el fracaso.
Tras coger un tranvía llegamos al distrito Financiero, lleno de rascacielos imponentes por todos lados. Desde allí seguimos nuestro paseo por los distintos embarcaderos de la zona, hasta llegar a Fisherman’s Wharf y el famoso pier 39, conocido por dar cobijo a un grupo de leones marinos que toman el sol tranquilamente mientras decenas de curiosos les contemplamos a pocos metros. La zona está llena de restaurantes y bares donde poder tomar algo y cenar. Dicen que se come el mejor pescado de la ciudad, aunque nosotros no lo encontramos. Tras cenar, regresamos al hotel cansados de otro día agotador.
Dia 14. San Francisco. Tour en bici y alcatraz.
Sólo disponíamos de 2 días para ver y disfrutar de esta maravillosa ciudad, y aunque sabíamos que era muy poco tiempo creo que los aprovechamos bien. Aunque para verla bien, al menos necesitas 5 días.
Salimos del hotel bien pronto rumbo a Union Square, a unos 10 minutos andando. Esta plaza es el símbolo y centro neurálgico de la ciudad, y a día de hoy es una zona comercial. Muy cerca está la primera tienda de Apple así como diversas tiendas de Levi’s (también originaria de la ciudad), Victoria’s Secret o muchas otras.
También cerca parte el famoso tranvía Powell&Mason. La primera parada está llena de turistas pues es donde el tranvía da la vuelta sobre sí mismo en una plataforma giratoria, empujado manualmente por los operarios. Algunos músicos callejeros amenizan el momento. Comenzamos a recorrer las famosas calles empinadas de la ciudad, incluida Russian Hill, donde se han rodado tantas películas de persecuciones de coches, flipando con las vistas de toda la ciudad, sus decenas de rascacielos y con las calles tan particulares.
Al final del recorrido, llegamos muy cerca de la plaza Ghirardelli, donde teníamos reservado el alquiler de unas bicicletas.
Qué mejor forma de ver el Golden Gate, que pasando por encima de él y disfrutando de un paseo en bici como si viviéramos allí. Llegar a Sausalito desde aquí te lleva cerca de 90 minutos si no paras nada, pero a nosotros nos llevó casi 3 horas porque fuimos despacio y parando muchas veces. El carril bici está muy bien acondicionado y las vistas del puente y la bahía son preciosas. Se sale de Fort Mason y sus embarcaderos y se pasa por el museo Marítimo, el palacio de Artes Decorativas y la inmensa zona verde de Presidio, donde puedes disfrutar de las mejores vistas del puente o de sus múltiples zonas de césped. Una vez en el Golden Gate se tienen unas vistas espectaculares de San Francisco y de la bahía.
Llegamos a Sausalito con bastante retraso y sin apenas tiempo para disfrutarlo, pues habíamos reservado el tour de Alcatraz al atardecer y teníamos que regresar en un barco que te lleva de nuevo a San Francisco (incluidas las bicis). No tuvimos tiempo más que para comer unas pizzas rápidas y dar un paseo por las casas flotantes del pequeño puerto. Una pena no haberlo disfrutado un poco más, pues el pueblecito tiene cierto encanto.
Ya en el barco de regreso a la ciudad, pudimos contemplar una de las imágenes más típicas de San Francisco, en la que la niebla, que surgió de repente de la bahía, comenzó a aproximarse a la ciudad hasta ocultarla completamente, sólo dejando sin tapar las puntas de los rascacielos más altos. Preciosa imagen, que al parecer es bastante frecuente pues las aguas de la bahía están gélidas todo el año.

Nada más desembarcar, dejamos las bicis en la tienda de alquiler y fuimos literalmente corriendo hasta el embarcadero desde donde salía el barco hacia la isla de Alcatraz. Llegamos por los pelos.
El tour de Alcatraz es una de las visitas que más me han gustado de San Francisco. La aproximación en barco a la isla, de noche y con niebla, te introduce en el ambiente carcelario y de leyenda que rodea a la famosa prisión. De hecho elegimos este horario precisamente por esto mismo. Al llegar a la isla comienzas a ver una serie de edificios medio abandonados que añaden un aire lúgubre al entorno. Tras desembarcar recorres a pie las estancias exteriores, aunque lo realmente interesante es la prisión en sí misma. Me sorprendió lo pequeña que es (con lo grande que parece en las películas), aunque está muy cuidada y orientada al turismo. Puedes ver casi todas las estancias, desde celdas de presos famosos como Al Capone, hasta la celda con el agujero que cavó uno de los presos que logró escapar con vida, o la biblioteca, o el patio, o las estancias de vigilancia de los guardias. La visita guiada y que te cuenten las varias anécdotas y hechos ocurridos en la cárcel hacen que la visita valga realmente la pena.
Tras casi 3 horas de visita, regresamos ya de noche cerrada a San Francisco.
La sensación que te deja la visita a Alcatraz es la misma que en otros lugares visitados a lo largo del viaje:
Se publicita un cierto lugar, sea monumento natural o algún edificio/lugar, haciendo alguna película o construyendo leyendas al respecto, para posteriormente rentabilizar dicho lugar haciendo alusión a la película o leyenda creada previamente. Es todo un negocio, y los americanos en esto de crear show-bussiness son los reyes.
Para finalizar el día cenamos en un restaurante de comida rápida, y regresamos al hotel.

Dia 15. San Francisco. Castro, Ashbury-Haight. Twin Peaks. Downtown.
El día de hoy estaba destinado a visitar los barrios más al sur de la ciudad. Primero paseamos por Castro, cuna de los movimientos gays, lleno de casitas de madera bastante ‘cool’ y comercios de todo tipo. Barrio animado, con mucha gente por la calle y varios de los famosos murales que decoran de forma reivindicativa la ciudad. Cuesta encontrarlos, por lo que es recomendable tener un mapa de donde se encuentran exactamente.
También aquí se encuentra la Misión Dolores, el asentamiento religioso español más al norte en EEUU.
Al cabo de unos 90 minutos de paseo, tomamos un autobús a los colinas Twin Peaks, muy cerca. Desde lo alto se ve una vista panorámica de toda la ciudad, con sus esbeltos rascacielos, la bahía e incluso el Golden Gate a lo lejos. El lugar más alto para tener las mejores vistas de la ciudad.

Tras otra hora de paseo por la zona, bajamos de nuevo en bus pero esta vez al barrio de Haight-Ashbury. El barrio está lleno de casas de colores victorianas de doble planta, con escaleras elevadas en la entrada, y con apariencia de ser residencia de gente pudiente. Es un barrio eminentemente residencial, donde la parte más conocida es Alamo Square. Desde allí se observan buenas vistas de los rascacielos de la ciudad a lo lejos, con las casitas de madera en primer plano (imagen conocida por la serie Padres Forzosos).
En la confluencia de las calles Haight y Ashbury existen también una serie de calles (7 u 8 no más), donde el barrio es totalmente distinto, pues está lleno de tiendas alternativas de todo tipo, desde ropa de segunda mano a tiendas de autor, o venta de música o varios restaurantes animados. También se pueden encontrar por la calle todo tipo de personajes variopintos de cualquier tribu urbana o gente moderna como geeks o hipsters. Desde esta ciudad se originan las tendencias de multitud de aspectos de la vida diaria. Es una zona curiosa que merece la pena visitar.
Esta vez, al estar cerca del hotel, decidimos darnos un descanso antes de continuar la visita de la ciudad.

Dia 16. Vuelo de regreso.
El viaje tocaba a su fin. Un largo vuelo de vuelta nos esperaba, escala en Boston como a la ida.
Como siempre, contentos con la experiencia vivida y en mi caso, con ganas de volver a este inmenso país tan parecido en algunas cosas a Europa pero tan distinto en otras muchas. Una cultura muy distinta, donde todo es enorme, desde los coches a las personas o las desigualdades sociales, donde el cine está presente en cada esquina y donde pues venir una y mil veces y tendrás un viaje distinto.
Ya por la tarde, cogimos de nuevo el tranvía (¡de lo mejor de la ciudad!), y nos fuimos de nuevo a las famosas calles empinadas de Russian Hill y Nob Hill. Allí nos paramos para disfrutar de unas vistas espectaculares tanto de la bahía como de la zona financiera y en general de toda la ciudad.
A poca distancia nos pasamos por la calle Lombard, famosa por las curvas de lado a lado que bajan el desnivel de la calle a la siguiente. Es curioso cómo los coches bajan por aquí tan despacito.
Desde aquí bajamos hacia una de las zonas de ocio de la ciudad: la avenida Columbus esquina con Kearny Street, lo que llaman barrio Italiano. Es una zona llena de restaurantes de todo tipo, bares de copas y discotecas. El ambiente es muy bueno, de gente entre 20 y 40.
Cenamos en un restaurante dedicado al ajo muy curioso, y luego echamos unos bailes en un bar con música en directo cubana. Buen fin de fiesta para terminar el viaje.
