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NUEVA ZELANDA

Cultura MAORÍ  - 12 días

Dia 1. Vuelo Colombo (SriLanka)-Christchurh.

Dia 2. Christchurch.Lago Tekapo. Lago Pukaki.

Dia 3. Lago Pukaki. PN Mt Cook. Lago Ohau. Arrowtown. Lago Wakatipu.

Dia 4. Te Anau. Milford Sound. PN Fiordland.

Dia 5. Milford Sound. PN Fiordland. Queenstown.

Dia 6. Queenstown. Lago Wanaka. Wanaka.

Dia 7. Wanaka. Glaciares Franz Joseph y Fox.

Dia 8. Okarito. Hotitika. Ross. Punakaiki.

Dia 9. Cabo Fouldwind. Reefton. Paso Lewis. Hamner Springs. Christchurh.

Dia 10. Vuelo Christchurh – Auckland. Auckland. Traslado a Tongariro.

Dia 11. Tongariro national park. Taupo. Huka Falls. Wai-o-tapu. Rotorua.

Dia 12. Rotorua. Whakarewarewa. Mt. Maunganui. Auckland.

Dia 13. Vuelo Auckland (NZE) -Nadi (Fiji)

No hay que perderse:

  • Naturaleza en estado puro. Montañas, valles, glaciares, bosques, fiordos, volcanes, termas.

  • Auto-caravanas. Acampar en un lago con vistas a las montañas nevadas es todo un lujo.

 

Medios de transporte:

  • Avión. Vuelo interno Christchurch-Auckland.

  • Auto-caravana. Recorrido 9 días por la isla Sur.

  • Coche. Recorrido 4 días por la isla Norte.

Información útil:

  • Época: Octubre y Noviembre de 2017

  • Días de viaje: 12 días

  • Tipo de grupo: En pareja.

  • Tipo de viaje: Road trip de naturaleza, actividades deportivas, glaciares, trekings y fotografía.

  • Alojamientos: auto-caravana en isla sur, hoteles y campings en isla norte.

  • Presupuesto (todo incluido): 2200 euros aprox.

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Introducción

 

¿Qué venimos a buscar en este bello país de las antípodas? Cordilleras, montañas, valles, ríos, bosques, fiordos, volcanes, aguas termales, playas. Todo lo que puede ofrecer la naturaleza se puede encontrar en este remoto país en un estado casi virgen. La naturaleza de las 2 islas neozelandesas es tan única, está tan cuidada, tan bien documentada y es tan respetada por la población  que debería ser un ejemplo para todos los países del planeta.  Y ocurre exactamente lo mismo con la fauna y flora. Aquí se encuentran especies animales y vegetales únicas en el mundo, que no se pueden encontrar en ningún otro lugar. Esta conjunción creo que es precisamente lo que hace tan especial este país.

Cuidémoslo entre todos y que siga así.

 

¿Cuánto tiempo dedico a cada isla? ¿Qué lugares merecen la pena en cada una? Estas preguntas son difíciles de responder y estarán siempre condicionadas al tiempo de que dispongas y a tus gustos, obviamente.  Para ver y disfrutar ambas islas visitando las zonas más turísticas de ambas y hacer actividades en ellas, se necesitan al menos 20 o 25 días como poco, sin contar el traslado para llegar. Como nosotros no disponíamos por desgracia de ese tiempo, tuvimos que descartar muchos lugares. Entre estos lugares descartados están  la península Coromandel  y la región de Auckland en la Isla Norte o el parque nacional de Abel Tasman, la bahía de Pincton o las regiones de Kaikoura o Dunedin en la Isla Sur.  Como siempre decimos, los dejamos para la próxima visita.

 

En cuanto al estilo del viaje, siempre habíamos tenido claro que queríamos hacer un Road Trip.

Lo mejor que tiene este país es su naturaleza y la mejor forma de llegar a todas partes es por carretera. Si pensamos en la libertad e independencia que te da ir con coche propio, le añadimos la aventura que supone poder dormir en sitios de ensueño mirando las estrellas junto a un lago con montañas nevadas, ya no hay duda del estilo del viaje. Además todo en este país está preparado para disfrutar del campo y de las auto-caravanas. ¿De verdad hay otra forma de viajar por Nueva Zelanda que no sea un Road Trip?

 

La auto-caravana. ¿Cuál alquilo? ¿Qué hay que hacer para mantenerla a punto? ¿Es fácil de usar si no lo has hecho nunca? Preguntas cuya respuesta hay que tener claro antes de alquilar una de ellas.

En primer lugar hay que comentar que Nueva Zelanda es el paraíso de las caravanas y las auto-caravanas. Las hay de todos los tamaños y servicios imaginables. Hay decenas de blogs y de información donde documentarse bien al respecto, por lo que aquí daré sólo unas pinceladas básicas:

 

Las hay de 2 tipos: con baño o sin baño. Para nosotros esta ha sido la decisión principal a tomar ya que tenerlo te permite ser 100% autónomo al disponer de ducha, lavabo y váter, todo muy pequeño pero suficiente para unos días. Las auto-caravanas que tienen baño se llaman self-contained, que viene a ser algo así como autosuficientes. Es bastante importante este concepto ya que muchos de los lugares habilitados para pernoctar con caravana o auto-caravana sólo lo son para aquellas que son self-contained.  Y hay multas si no lo cumples, ojo.  Estos lugares son los más bonitos e idílicos, en orillas de lagos o con vistas a las montañas, y sin necesidad de pagar un camping.

 

El mayor problema de todas las caravanas es la gestión de la electricidad.  Muchas de las cosas que ofrecen las caravanas funcionan con ella, como el microondas, la televisión, la bomba de agua (el motor que eleva el agua del tanque al grifo) y los enchufes, además de cualquier cosa que conectes a ellos  como por ejemplo el móvil o las cámaras de fotos.

La mayoría de modelos de auto-caravanas disponen de 2 baterías independientes para almacenarla, una para cuando el vehículo está circulando y otra para cuando está parado y se usa la parte de la ‘casa’ de la auto-caravana. De esta forma la falta de electricidad en una de las baterías no afecta a la otra.

El problema es que a veces la potencia no llega a ser suficiente según el modelo de auto-caravana elegida y según lo que se esté usando.  El microondas o la televisión, por ejemplo, consumen bastante y por tanto hay que ser muy precavidos en usarlos, o no usarlos directamente, pues son prescindibles.

 

Otra cosa a tener muy en cuenta es la calefacción. Las hay de gas o de electricidad, según el modelo. Y si es de gas, es más caro, pues ofrece independencia del sistema eléctrico.   

Si es de electricidad tienes el problema comentado anteriormente, lo cual puede llegar a ser importante según la época del año y la zona que se visite, pues en los Alpes neozelandeses, por ejemplo, siempre hace frío por las noches.  Si es de gas, problema resuelto, podrás hacer uso de ella en todo momento.

El siguiente punto importante es el ya comentado del gas. Casi todos los modelos tienen una bombona de gas de unos 8-10 litros que dura más de 20 días sin problemas. Con ella funcionan cosas como los fogones de cocinar, el agua caliente o el calefactor siempre que sea de gas.

 

Otro de los puntos a considerar en las auto-caravanas es el mantenimiento diario que hay que realizar.  Se ha de parar para rellenar los tanques de agua limpia, usada para la ducha, lavabo y fregadero, y para vaciar el tanque de aguas sucias, que es  donde se acumulan las aguas salientes ya usadas de los 3 puntos anteriores. Para realizar esta operación es fundamental disponer de un mapa o aplicación que te indique los lugares habilitados para ello, llamados dump points. Existen diversas apps gratuitas con mapas offline donde poder buscar los diversos dump points así como los puntos donde poder pernoctar. Todos los pueblos disponen al menos de 1 dump point, aunque no todos tienen los mismos servicios (algunos no disponen de agua limpia para recargar, por ejemplo). Esta operación te puede llevar de 10 a 20 minutos, diariamente, y contando con que puede haber más caravanas esperando como tú.

Hay que tener en cuenta también que los depósitos de agua limpia de la auto-caravana tienen una cierta capacidad, que da como mucho para 3 o 4 duchas más cocinar un par de días.

 

Con todo lo expuesto hasta ahora, y teniendo en cuenta los distintos precios de las caravanas, nosotros elegimos una auto-caravana self-contained con baño y calefacción eléctrica. Seguimos la estrategia de parar cada 2 días en un camping para poder disponer de toma eléctrica ilimitada y así poder cargar los distintos gadgets que llevamos (cámaras, móviles, etc), además de tener la posibilidad de tomar una ducha con algo más de espacio y sin necesidad de estar ahorrando agua.  Decidimos que no disponer de calefacción a gas no iba a ser un problema y nos salió bien la jugada, pues con el edredón nórdico de que disponía la caravana fue suficiente para no tener frío en ninguna de las noches.

 

Por último, ¿dónde puedo y dónde no puedo pernoctar?

El único sitio donde se puede pernoctar con cualquier tipo de caravana es en los campings, que son de pago.

Si la caravana es self-contained, se podrá pernoctar además en los lugares indicados como tales, muchos de ellos gratuitos, que suelen ser los más bonitos y mejor ubicados. 

Está prohibido hacer noche en ciudades y pueblos así como en lugares no señalizados. No se puede parar la auto-caravana en cualquier lugar bonito que veamos, pues te pueden multar.

 

Dia 1. Vuelo Colombo (Sri Lanka) - Christchurh.

 

Tras nuestro viaje por Sri Lanka, el siguiente destino en nuestra vuelta al mundo particular era el país más alejado de España: Nueva Zelanda. Y aunque nos ahorramos unas cuantas horas de vuelo al no partir de España (de haberlo hecho así serían al menos 24 horas con 2 o 3 conexiones), llegar desde Sri Lanka nos llevó la friolera de 14 horas.  Primero 4 horas de vuelo entre Colombo y Singapur.

Aquí tuvimos una escala de un par de horas que aprovechamos para conocer este fantástico y enorme aeropuerto, siempre en las listas de los más lujosos y grandes del mundo, donde hay cosas tan curiosas como un mariposario, varios centros comerciales o zonas de relax con decenas de árboles y cascadas de agua, además de miles de tiendas, restaurantes y hoteles. Es impresionante.

El último vuelo nos llevaría a Christchurch en unas 9 horas, destino final en la isla Sur de Nueva Zelanda.

Aunque la mayor oferta de vuelos era a Auckland, ciudad principal de la isla Norte, o Wellington, capital del país, preferimos buscar el lugar más cercano a los lugares que queríamos visitar en la isla Sur.

Además tratamos de aprovechar un vuelo nocturno y así poder dormir las 9 horas de vuelo.

 

Dia 2. Christchurch.Lago Tekapo. Lago Pukaki.

 

Llegamos al aeropuerto de Christchurh sobre las 10:30, bastante cansados pues apenas dormimos 3 o 4 horas. Malditos asientos estrechos, ojalá pudiéramos dormir en ellos los que somos un poco altos.

Lo primero que pensamos nada más aterrizar fue: ¡joder que fuerte, estamos en la otra punta del globo! La de penurias que tuvieron que pasar los primeros exploradores para llegar hasta este sitio tan remoto, con los medios tan escasos que tenían en aquella época de aventureros y buscadores de fortuna.

 

Para nuestra desgracia todavía pasaría otra horita para poder salir del aeropuerto. Nos esperaba el estricto control de aduanas neozelandés, estricto como pocos en el mundo. Aunque en este momento no entendí tanto celo, a medida que fuimos conociendo el país entendimos el por qué son tan cuidadosos con lo que entra al país. Gran parte de su fauna y flora es autóctona y endémica del país, y por ello muy sensible a factores externos. Y entre estos factores pueden estar microorganismos, enfermedades o alimentos que podemos querer entrar al país, consciente o inconscientemente.

En uno de los días posteriores del viaje nos enteramos, por ejemplo, que varias especies de aves neozelandesas como el kiwi, el kea o el kakapo están en peligro de extinción por haberse introducido hace años pequeños depredadores que han sabido desarrollarse en el país a base de esquilmar a estas aves protegidas y haberlas expulsado de su hábitat natural. Es algo a tomarse en serio.

Nosotros también tuvimos nuestro momento ‘spanish’ en la aduana al tratar de entrar unos cuantos paquetes de jamón y chorizo envasado que traíamos desde España (ideales para los días de caravana, pensamos). Algunos de ellos los tuvimos que dejar porque no tenían ni etiqueta de procedencia ni fecha de envasado o consumición preferente. Además de pasar el mal rato de apartarnos de la fila principal, tener que abrir toda la maleta y dar varias explicaciones en inglés a los agentes de aduanas. Muy majos y comprensivos, por cierto.

 

Tras el momento aduana tomamos un pequeño minibús que nos llevaría a la agencia de alquiler de caravanas, a unos 5 minutos en coche del aeropuerto. La agencia está muy organizada y orientada a los clientes, tanto novatos como expertos en el caravaning, con mucha información a tu servicio para leer.

Te obligan a visualizar un video explicativo de cómo funciona la caravana, las normas de circulación en Nueva Zelanda y las 4 o 5 cosas ‘especiales’ a tener en cuenta, como por ejemplo que algunas señales indican puentes con sentido no prioritario, cómo realizar el mantenimiento diario del depósito de aguas sucias o cómo funcionan las webs tipo CamperMate o WikiCamps, que te muestran todas las estaciones de servicio, puntos de interés y zonas de acampada del país, con mapas offline muy bien documentados.

Y OJO, se conduce por la izquierda como los ingleses.

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Una vez te entregan la caravana te dejan tiempo para que puedas revisarlo todo y acostumbrarte a ella, sobre todo si eres novato en el tema como nosotros. Manejar y mantener una caravana no es fácil y es por ello que se tratan de cerciorar que estás confiado antes de partir.

Al cabo de unos 45 minutos, salimos de la agencia. Nueva Zelanda nos esperaba.

 

En este primer día de viaje teníamos pensado comenzar a visitar la zona de los grandes lagos.

La carretera hasta el pueblo de Fairlie fue más bien monótona y aburrida, pero me sirvió para irme acostumbrando a la auto-caravana y sus medidas así como la señalización vial. Al cabo de 30 o 40 minutos ya estaba realmente disfrutando de la conducción, lo cual es realmente fácil por estas carreteras, la verdad. Son amplias, bien señalizadas y sobre todo, no hay apenas tráfico en casi ninguna (este comentario lo hago teniendo en cuenta el resto de días del viaje, claro).

También aprovechamos para parar en un supermercado y aprovisionarnos de comida, bebida y desayuno para los 2 próximos días. La idea era llevar siempre algo disponible para comer pero ir comprando poco a poco para no saturar los armarios de cosas. Todo el espacio en la caravana cuenta, y cuantas menos cosas tengas que se puedan mover y caer, mejor.

A partir de Fairlie la carretera se adentra en territorio más montañoso y empiezan a aparecer algunas cumbres nevadas y bastantes curvas, hasta llegar al precioso y enorme Lago Tekapo, primera parada del día y primero de los grandes lagos de toda esta región suroeste del país. Cerca de la pequeña iglesia del Buen Pastor, ubicada a escasos metros de la orilla, se encuentra una de las mejores vistas del precioso y enorme lago, con unas aguas cristalinas y de un color azul precioso. Esta zona de grandes lagos neozelandeses es famosa por la pureza y limpieza de sus aguas.

Habíamos leído que una buena opción para tomarse una cerveza o un café era el Astro Cafe, ubicado a unos 20 minutos en el cercano observatorio del Monte John. Aquí se encuentran una de las mejores vistas 360º de todo el país. Pero por desgracia eran las 17:30 y cerraban a las 17:00.

Primera lección del día: aunque no se haga de noche hasta cerca de las 22:00, la mayoría de lugares cierra a las 17:00 o las 18:00. Habría que tenerlo en cuenta para la próxima.

 

El segundo lago que visitamos fue el Lago Pukaki, donde decidimos pasar la primera noche al enamorarnos, literalmente, de las hermosas vistas que teníamos desde una de sus orillas, con el majestuosos monte Cook al fondo, el pico más alto de Nueva Zelanda con más de 3700 metros.

Nuestra primera cena ‘a bordo’ fueron unos deliciosos tallarines con queso y una ensalada, regados con un buen vinito blanco neozelandés. Perfecto menú para una primera noche bajo las estrellas.

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Dia 3. Lago Pukaki. PN Mt Cook. Lago Ohau. Arrowtown. Lago Wakatipu.

 

Qué pedazo de amanecer más bonito. Ahora sí que entendemos a unos amigos que tienen una Campervan y nos dicen que prefieren estas vistas al despertar que las del mejor hotel de ciudad. Despertarse en un lugar como este es todo un puntazo y desayunar calentito un buen café con tostadas recién hechas, también. Pero hemos pasado un pelín de frío al despertarnos y salir del nórdico, todo sea dicho. La tan deseada ducha tendrá que esperar a cuando el sol caliente de verdad en un par de horas.

Primera prueba de fuego de noche en auto-caravana pasada con nota. Y con mucha alegría.

 

La aventura continuó al alba, yendo hacia el pueblo de Monte Cook, justo al final de la carretera 80 y tras haber recorrido a lo largo la orilla oeste del lago Pukaki, jalonado casi por completo por diversas cadenas montañosas. Al final de la carretera se encuentra el Parque Nacional del monte Cook.

Desde allí hay varias rutas de trekking de diversos niveles. Nosotros nos dimos una pateada de 1 horita hasta el mirador del glaciar del lago Tasman, lago glaciar ubicado justo en la base del Monte Cook y que es el de mayor longitud del país con más de 26km de largo. Desde este punto se tiene una amplia vista del glaciar, desde que la masa de hielo se origina en lo más alto de la montaña hasta que se descompone en el lago, lo cual es bastante impresionante y te da una muestra de lo poderosa que es la naturaleza. Aunque para nuestro asombro el glaciar estaba en claro retroceso. Más adelante en el viaje leímos que los glaciares neozelandeses están experimentado un calentamiento general y ello está provocando un retroceso gradual y bastante importante de la masa de hielo en todos ellos, lo cual es una pena. Nos estamos cargando el planeta. 

 

En esta zona descubrimos que Edmund Hillary, la primera persona del mundo occidental (porque hay diversas teorías acerca de que algunos sherpas locales lo consiguieron antes) que subió al Everest, era neozelandés y ésta era una zona que frecuentaba habitualmente en sus entrenamientos.

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El siguiente punto de la ruta fue el lago Ohau, mucho más pequeño que el lago Pukaki pero no por ello menos espectacular. Cerca de él, y cercano a la población de Ohau, se encuentra el muchísimo más pequeño lago Middleton, uno de esos lugares mágicos donde se puede contemplar la perspectiva de espejo de sus cristalinas aguas que reflejan las montañas que lo rodean. Lugar muy fotogénico.

Como nos estaba encantando el lugar, decidimos sacar nuestras sillas y mesa y comer en la orilla del lago Ohau. No había absolutamente nadie y teníamos unas vistas de escándalo. Además el tiempo acompañaba así que, ¿Qué más podíamos pedir al día?

 

Tras la comida seguimos rumbo sur por la carretera nº 6 hasta llegar primero al pueblo de Cromwell, donde aprovechamos para reponer algo de bebida, y después al pintoresco pueblo de Arrowtown, uno de los más visitados del país por su pasado minero y la cantidad de oro que se extrajo de sus alrededores a mediados del siglo XIX, en plena fiebre del oro.  El pueblo conserva una calle principal de unos 200 metros con diversos edificios de la época, que hoy día son en su mayoría tiendas de ropa y restaurantes, y una serie de refugios y construcciones de origen chino en la misma ribera del río. Tras dar una vuelta por ambos lugares, la impresión que nos llevamos es que no merece demasiado la pena salvo que te pille cerca o te encante rememorar la forma de vida de los primeros buscadores de oro.

 

Como ya se estaba haciendo de noche, nos pusimos a buscar un lugar donde pasar la noche, con la idea de dormir cerca del lago Wakatipu y lo más al sur posible de Queenstown. Pero por desgracia esta zona no disponía de ninguna zona de acampada gratuita, aunque si algunas de pago cerca de Queenstown.

No nos convencía ninguna y estuvimos dándole vueltas un buen rato a dónde podíamos dormir.

Como comenté al principio NO se puede dormir en cualquier saliente de la carretera ni en zonas no marcadas para ello, bajo riesgo de multas. Si pensamos en la geografía española o europea es difícil de entender que no haya ningún lugar con un descampado o un trozo de tierra abandonado, pero en Nueva Zelanda esto no existe. En todo nuestro viaje no hemos encontrado ningún lugar así, aunque parezca mentira. Todo está documentado hasta el último detalle y todo lugar tiene un fin. Incluso los senderos y rutas por la naturaleza están perfectamente marcados y balizados para que no te salgas ni un centímetro a los lados. El objetivo final es cuidar la naturaleza. Si lo pienso bien, me parece una gran idea. Y lo mejor es que todo el mundo lo respeta.

Dadas las circunstancias, decidimos seguir un poco más al sur por la nº6 hasta llegar a una zona permitida muy cerca del pueblo de Kingston, en la punta más meridional del lago Wakatipu. No era mi mucho menos idílica pero era lo mejor que podíamos encontrar. Con este pequeño percance aprendimos que hay que planificar con un poco más de antelación el lugar donde se pretende dormir.

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Dia 4. Te Anau. Milford Sound. PN Fiordland.

Dia 5. Milford Sound. PN Fiordland. Queenstown.

 

El día de hoy y el siguiente eran dos de los marcados como obligatorios en todo viaje a Nueva Zelanda.

El lejano e inaccesible fiordo de Miford Sound, a unas 5 horas en coche desde Queenstown por la carretera nº 94.  A pesar de ello, es uno de los lugares más sorprendentes y espectaculares de todo el viaje. Y no sólo por el fiordo, colofón final de la ruta 94, sino por toda la carretera desde Te Anau, pues hay multitud de lugares de interés donde parar, además de rutas señalizadas de varias horas hasta varios días.

 

Dejamos Kingston, lugar donde habíamos dormido la noche anterior, y tomamos la carretera 6 en dirección sur, luego la 97 hasta enganchar con la 94, que ya no dejaríamos. Toda esta zona es como un gran conjunto de verdes y amplios prados donde se crían ovejas de lana merina principalmente, aunque también vimos alguna finca con gamos y ciervos y otras de vacas. Lo curioso es que, aunque los rebaños son enormes, con miles de cabezas en algunos casos, las ovejas siempre están en grupos de 2 o 3, formando pequeñas unidades familiares. Este tipo de fincas son inmensas y todas están perfectamente alineadas en forma de cuadrículas y valladas. Nueva Zelanda es un país organizado.

 

Al cabo de unos 90 minutos llegamos a la tranquila y apacible ciudad de Te Anau, ubicada en la orilla del relajante lago del mismo nombre, donde se puede desde pasear por sus cuidados jardines, alquilar un barco para navegar o realizar las últimas compras de suministros antes de continuar. Este es el último punto civilizado de la ruta, por lo que es conveniente poner a punto la caravana y echar gasolina.

Al otro lado del lago se encuentra el comienzo del Parque Nacional de Fiordland, que recorreríamos durante los 2 próximos días.

 

Desde Te Anau hasta Milford Sound hay unos 125km por una muy buena carretera, pero recorrerlos puede llevar varias horas, en función de las paradas que hagas por el camino. Y es que esta carretera conocida como Milford Road está llena de puntos de interés en los que merece la pena parar.

Lo ideal es llevar estudiado un poco donde se quiere parar, y organizarlo con el día de regreso, pues se vuelve a pasar por esta carretera, para aprovechar más el tiempo.

 

Entre los puntos de MIlford Road que visitamos están los siguientes:

Los mirror lakes, pequeñas lagunas donde se ven reflejados, en días claros, las montañas de detrás; varios ‘creek’ o ríos que bajan de las montañas formando pequeños rápidos; el valle de Eglinton, enorme pradera verde encajonada en un lugar donde las montañas parecen cerrarse a ambos lados; el lago Gunn, lago de montaña rodeado de bosques de pinos; las cascadas de Humboldt, escondidas cascadas de 300m de caída cuya silueta se puede ver en la lejanía tras una pateada de unos 30 minutos desde el aparcamiento del sendero Hollyford; the Chasm, conjunto de pequeñas y estruendosas cascadas, ubicadas en una zona rocosa al lado de la carretera; los puentes colgantes voladizos del lago Mariam; el espectacular mirador de Pop, localizado en el punto más alto de la ruta y desde el que se contemplan unas vistas preciosas de los valles de los alrededores así como una magnética montaña en forma de pirámide perfecta; el túnel de Homer, que horada un macizo de piedra en forma de anfiteatro de casi 400 metros de altura con la cumbre del monte Talbot en lo alto, único punto de acceso a Milford Sound; the Divide, punto natural que separa los Alpes del Sur entre este y oeste; los trek a la cima Key o la cabaña del lago Howden, un rato de caminata entre bosques para respirar aire fresco.

El punto cumbre, final de ruta, es sin duda el fotogénico fiordo de Milford Sound, con su famosa estampa desde el embarcadero principal hacia el pico Mitre, con su característica forma de triángulo, ubicado en mitad del fiordo y rodeado de otros enormes picos de más de 1500 metros de altura que, estando al nivel del mar, parecen incluso más altos.

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Otra de las curiosidades de casi todo el trayecto es la vegetación tropical existente. A diferencia de los paisajes de montaña de otros países donde reina la vegetación de montaña como los pinos, en esta zona lo único que se encuentra es vegetación tropical, de clima húmedo, muy verde y exuberante. Sólo hay que caminar por alguno de los senderos o adentrarte en alguna ruta por los bosques y parece que estés en otro país más cercano al trópico. Es muy curioso.

Imagino, ya que no soy un entendido en la materia, que el clima tan característico de este país es la razón de que existan tantas plantas endémicas y tantos animales exóticos, los cuales sólo se encuentran en este país.

 

El trayecto en barco por el fiordo Milford Sound es obligado si vienes hasta aquí, pues es la única forma de contemplarlo desde dentro. Durante el trayecto se van viendo los distintos salientes y entrantes de mar, el entorno único del fiordo rodeado casi totalmente por distintos picos nevados a ambos lados así como  varias cascadas espectaculares que caen directamente al mar. En alguna de ella incluso te podrás mojar de lo cerca que se aproxima el barco.

 

Es muy conveniente venir bien abrigado pues el viento suele ser fuerte y la sensación de frío y humedad es  alta. Según nos dijeron, es muy raro tener un día claro y sin lluvia en este lugar (es el 14º lugar donde más llueve de todo el mundo), pero es justamente el día que tuvimos. Sol, nubes altas y poco viento. Tuvimos mucha suerte, la verdad.

Otro de los puntos donde se suele parar durante la visita al fiordo es en el observatorio marino. Es un edificio divulgativo de la fauna y flora marinas características de esta región marina y del fiordo en particular, bastante interesante y útil para conocer un poco más este lugar. La parte más llamativa del edificio es una zona en la que bajas unas escaleras para estar literalmente debajo del agua, pudiendo de esta forma observar la vida marina en directo. En los alrededores crecen colonias del extraño y difícil de ver coral negro, en peligro de extinción, además de otros tipos de pequeños y delicados corales, estrellas de mar y varios tipos de peces.

En definitiva, Milford Sound nos ha encantado por ser un lugar majestuoso y lleno de vida, a pesar de estar tan escondido y su acceso sea tan dificultoso. El largo viaje hasta aquí merece mucho la pena.

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La primera de las noches la pasamos en el campamento de Gunns, al que se llega nada más bajar del mirador de Pop, tomando la pista llamada Hollyford track, a la derecha del parking de Marion. Es un camping un poco alejado pero interesante, al lado de un río, y con todos los servicios (baño, cocina, supermercado, plazas para pernoctar). Además aprovechamos que habíamos llegado hasta aquí para seguir por la pista y conocer las cascadas de Humboldt, unos kilómetros más adelante.

 

La segunda noche, ya de regreso a Queenstown tras unas cuantas horas, dormimos en el cercano lago Hayes, un remanso de paz ubicado en un lugar idílico donde se puede pasar la noche en la misma orilla del lago. Da igual que el sitio estuviera lleno de caravanas, es un lugar de esos que te recuerdan por qué has hecho tan bien en alquilar una auto-caravana.

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Dia 6. Queenstown. Lago Wanaka. Wanaka

 

Despertamos en el lago Hayes y al correr las persianas descubrimos un precioso lago de color azul turquesa (y ya iban unos cuantos), rodeado de multitud de plantas de bonitos colores.

Inmejorable escenario para tomar un desayuno con café caliente y tostadas recién hechas.

 

Hoy teníamos pensado disfrutar de todo el día en Queenstown, conocida por ser la ciudad de la aventura.

Y damos fe de que realmente lo es. En esta ciudad se puede practicar rafting, parasailing, kayak, navegar con veleros, senderismo de todos los niveles, alpinismo, escalada, vías ferratas, parapente…y otras un poco más extrañas y que no he visto en ningún otro país, como jetboat o shark-sailing.

La primera la hemos contratado (1h unos 50€), y es una pasada. Se trata de recorrer el cercano río Shotover con una potentísima lancha con 3 enormes motores de no sé cuántos caballos de potencia a más de 90km/hora, tomando curvas a toda velocidad y haciendo loopings 360º de vez en cuando. La clave está en el poco calado de la embarcación, de apenas 10 centímetros, gracias al cual pareces ir flotando sobre el agua sin apenas tocarla. Pura diversión sobre el agua. Y paisajes espectaculares. Compramos además un vídeo de todo el trayecto, pues las lanchas cuentan con cámaras delante y detrás para ir grabando los primeros planos en todo el trayecto y sobre todo cuando se realizan los 360º.

Respecto a la segunda actividad, el shark-sailing, se trata de un pequeño cacharro con forma de tiburón, pintado con dientes y de no más de 3 metros de largo en el que te metes dentro casi tumbado. El cacharro va a toda velocidad y es capaz de meterse hasta 2 metros bajo el agua para después propulsarse hacia fuera dando un salto. Aunque no lo hemos probado, tiene pinta de ser adrenalina pura. Lo que no esté disponible en esta ciudad en cuanto a actividades de aventura, es que no existe.

Todas las actividades son caras, cierto, pero están muy profesionalizadas y eso se paga.

 

También cerca de aquí, cómo no, está el puente sobre el río Kawarau donde AJ Hackett, el pionero inventor del bungy, decidió que tirarse por un puente atado con una cuerda era una gran idea. Aquí nació el puenting. El puente, construido en madera en el siglo XIX y de gran importancia en la época de la fiebre del oro, sirve hoy día como punto de salto del cercano centro de actividades que han construido justo al lado. En dicho centro existe un museo fotográfico y una tienda, y se pueden contratar los saltos desde el puente o un recorrido de unos 200m en tirolina, por un mínimo de 100€ cada actividad. De nuevo, carísimo.

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Queenstown es también el paraíso de las tiendas de deporte, montaña y aventura. Nos hemos vuelto locos recorriéndolas, todas enormes y con multitud de material técnico, de marcas que en Europa no son tan conocidas o tan accesibles, y encima todo casi a mitad de precio para nosotros gracias al cambio dólar neozelandés-euro, favorable al euro por 2 a 1. No hemos podido evitar comprar mil cosas. Diría casi sin riesgo a equivocarme que es el lugar donde más tiendas de este tipo he visto nunca.

La pena es no haberme comprado una camiseta de los All Blacks, pero es que ¡costaba más de 100€!

 

En definitiva, nos ha parecido una ciudad muy disfrutona en todos los sentidos. Es agradable para pasear, para ir de compras, para hacer miles de actividades, para recorrer los alrededores. Está ubicada en un lugar privilegiado y de una belleza desbordante, con el enorme lago Wakatipu y la monumental cordillera de los Remarkables como puntos cumbre. La ciudad cuenta además con multitud de zonas verdes y mayoría de gente joven, lo cual se nota en la cantidad de bares y tiendas y el buen-rollismo que se nota en la calle, llena de vida.

Sería necesario un mínimo de 2 o 3 días para vivirla al completo y sacarle todo su jugo. A nosotros se nos quedó clavada la espinita de no tener tiempo de visitar, por ejemplo, el teleférico al monte Ben Lommond, recorrer la carretera por el lago Wakatipu hasta el pueblo de Glenorchy o hacer más actividades de aventura de las descritas al principio.

 

A última hora de la tarde nos fuimos hacia Wanaka, ciudad parecida a Queenstown en cuanto a la belleza de su ubicación y a la cantidad de actividades que se pueden realizar, pero bastante menos turística, más pequeña y por tanto mucho más tranquila y residencial.

Muy cerca de la ciudad se encuentra un lugar llamado Puzzling World, que viene a ser como un parque temático dedicado a los puzles y la arquitectura, pero a tamaño gigante, donde niños y adultos recorren diversas estructuras que simulan puzles. Aunque no entramos, sí que vimos en la puerta principal las casas de colores medio caídos, símbolo del parque.

Wanaka está ubicada en un lugar excepcional en la bahía Roys, perteneciente al enorme lago Wanaka. Como la mayoría de lagos de las regiones de Canterbury y Otago, los Alpes nevados forman el telón de fondo perfecto al paisaje.  La orilla del lago que da a la ciudad es todo parque, lo cual invita a dar un paseo, hacer alguna actividad deportiva o simplemente pararse a contemplar la belleza del lugar.

Al otro lado de la calle Ardmore existen multitud de bares y restaurantes donde poder tomarse una cerveza o cenar, mientras que en las calles interiores mandan las tiendas de moda, deporte y alimentación.

Como llegamos un pelín tarde para los horarios del país, la mayoría estaban cerradas, por lo que todo el ambiente estaba un poco desangelado. Menos mal que los bares sí que estaban llenos y pudimos tomarnos una buena cerveza para llevar, pues queríamos tomárnosla tumbados en el parque.

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Wanaka, a diferencia de Queenstown, es una ciudad mucho más residencial. Sólo hay que darse una vuelta por los alrededores y observar la cantidad de casas y chalets de la zona. Todas ellas tienen una pintaza fabulosa, rollo americano con jardín enorme, todo de madera, una sola planta, garaje taller para 2 coches, salón mirador, etc. Que bien se tiene que vivir aquí.

 

Para dormir decidimos alejarnos un poco del centro de la ciudad. Tomamos Mt. Aspiring road en dirección oeste hasta llegar a una zona para campervans  en el pequeño Diamond Lake, a unos 20min.

Cenita caliente y a disfrutar de una bonita noche, esta vez en un entorno más montañoso.

 

Dia 7. Wanaka. Glaciares Franz Joseph y Fox.

 

Nos despertamos con las primeras luces del día, en una sensación de conectarte con la naturaleza difícil de explicar y que siempre me había parecido una bobada, hasta que yo mismo lo sentí. Es, no sé, como levantarte de buen humor y de muy buen rollo. Tan buen ánimo tenía que me di el paseo hasta el lago Diamond y seguí por el sendero que lo rodea, en una caminata de cerca de 45 minutos. Ideales para hacer hambre para el desayuno.

Tras las tostadas y café caliente de rigor, deshicimos el camino hecho el día anterior para llegar a Wanaka. La luz de la mañana nos regaló unas vistas preciosas de las bahías Parkins y Glendhu, así como la península de Buchanan y la isla Mou Tapu, todos ellos dentro del entorno del lago Wanaka y sus múltiples entradas y salidas formando unas bahías preciosas rodeadas de preciosos bosques de colores.

Ya en Wanaka, hicimos el mantenimiento de la caravana vaciando aguas grises y recargando agua limpia y compramos suministros para los próximos días, ya que ésta es la última ciudad grande hasta la zona de los grandes glaciares de la parte oeste de la Isla Sur, a 4 o 5 horas de camino.

De nuevo nos quedamos con la sensación de que esta ciudad y sus alrededores podían dar mucho más de sí. Solo hacía falta ver los carteles informativos sobre la multitud de actividades disponibles tomando la ciudad como campo base. Nos quedamos con las ganas de alquilar un kayak y quedarnos 15 días más.

 

Partimos de Wanaka en dirección noroeste por la carretera nº 6. Hoy dejaríamos atrás los Alpes del Sureste cruzando por el paso de Haast, único punto de conexión este-oeste en esta latitud del país.

Lo primero que nos encontramos fueron las preciosas imágenes del solitario y de nuevo enorme lago Hawea, por una carretera que parecía dejar atrás todo rastro de civilización y adentrarse cada vez más en las montañas, hasta llegar al nexo de unión con el lago Wanaka en el punto conocido como The neck, mirador natural de ambos lagos que, desde esta zona, parecen no tener rastro de civilización en los alrededores.

 

Tras dejar atrás el pequeño pueblo de Makaora llegamos al paso de Haast, punto donde cambió radicalmente el tiempo (a peor, nublado), el tipo de vegetación (de alta montaña árida a vegetación húmeda semi-tropical) y la carretera, que comenzó a ser serpenteante, con un constante sube baja continuo de montañas y pasos de puentes de un solo carril para sortear ríos de montaña.

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En esta zona existen diversos puntos donde hacer una breve parada, como por ejemplo las cascadas de Fantail o las del Roaring Billy. También existen diversas áreas de descanso donde poder estirar las piernas o comer. Eso sí, hay que tener cuidado con los insectos, pues en esta zona de mayor humedad se nota muchísima más cantidad de bichos. Cuidado con que se metan en el coche.

Recorrimos unos cuantos kilómetros más hasta llegar por fin a la costa oeste bañada por el Mar de Tasmania en el pueblo de Haast.

El paisaje, bosque húmedo con vegetación exuberante, me pareció de locura, una extrañeza absoluta, pues conviven a escasos kilómetros con zonas de alta montaña y glaciares. En esta zona de Nueva Zelanda es donde quizá mejor se aprecia lo característico y único del paisaje subtropical endémico del país, y que tanta variedad de plantas y animales alberga.

 

Tras otros cuantos kilómetros llegamos a la zona de los glaciares más famosos del país, el glaciar Fox y el glaciar Franz Joseph, separados entre sí por unos 25km en, quizá, la más bonita carretera que hayamos recorrido en todo el país, repleta de los bosques húmedos comentados anteriormente.  Para llegar al punto más cercano de observación de ambos glaciares hay que hacer un recorrido a pie de entre 20 y 45 minutos desde el parking por un camino señalizado, el cual te adentra poco a poco en el circo glaciar entre altas cumbres por las que asoman los bosques sub-tropicales, lo cual es lo más distintivo y característico de estos 2 glaciares, únicos en el mundo por tan rara mezcla.

La visión de ambos es bastante buena, a escasos 200 metros del hielo azulado y a una buena altura.

Lo malo es que ambos glaciares están en peligro real de desaparición y su retroceso es más que evidente en los últimos años, lo cual se puede ver ilustrado en varios carteles en la entrada de los mismos.

 

Hoy pasaríamos la noche en un camping en el centro del pueblo de Franz Joseph, lo cual significaba poder disponer de calefacción, agua indefinida, posibilidad de cargar todos nuestros dispositivos, fregadero así como una ducha con suficiente espacio y agua. Y lo agradecimos después de un par de días sin todo ello.

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Dia 8. Okarito. Hotitika. Ross. Punakaiki.

 

El día de hoy comenzó con la visita al pequeño pueblo costero de Okarito, compuesto por apenas un puñado de casas dispersas y ubicado a orillas del mar y de varios lagos en los que se practica la pesca. De nuevo nos quedamos sorprendidos de la cantidad de información disponible en múltiples carteles informativos, sobre los tipos de peces, su período de cría y captura y sus características principales. Y un centro de interpretación para conocer algo más sobre la historia de la región.

Como curiosidad comentar que la carretera para llegar al pueblo está llena de señales de ‘Peligro Kiwis’. Al parecer es una zona donde habitan kiwis en libertad y por ello está súper protegida. El kiwi es un animal nocturno por lo que es casi imposible verlo fuera de centros especializados y en cautividad.

De hecho en Franz Joseph existe uno de estos centros.

 

Seguimos por la carretera nº 6 en dirección norte hasta llegar a la siguiente parada en la ruta. Esta vez la visita no estaba relacionada con la naturaleza, sino con la búsqueda de oro. El pueblo de Ross es, junto con Arrowtown (que ya vimos hace unos días) y Reefton (que veríamos al día siguiente) otro ejemplo de pueblo minero construido de la nada para explotar las minas de oro existentes por la zona. Hoy día no quedan más que un par o tres de edificios reseñables, entre los que destaca el antiguo hotel del pueblo. También dispone de un pequeño sendero por el que se observan varios instrumentos antiguos usados en las minas e incluso un enorme agujero que se creó a cielo abierto. Tiene bastantes carteles explicativos (cómo no en este país) y es, bajo mi punto de vista, el que mejor ilustra lo que fue la vida de los buscadores de oro, de los 3 pueblos mineros que he citado. Eso sí, no da para más de 45 minutos.

 

Paramos a comer en uno de los múltiples lagos de la zona, el lago Mahinapua, el cual contaba con zona de merendero además de baño y agua corriente. Una normalidad en este país, todo un lujo en otros.

Dando una vuelta por uno de los senderos de la zona tuvimos la suerte de observar dos wekas, una especie de gallinas de color marrón y tan curiosas que se acercaban a nosotros cacareando y sin ningún miedo.

Por lo que vimos más adelante, es bastante común encontrarlas en zonas de merenderos, pues se acercan a comer atraídas por el olor. Y como la gente las respeta, no tienen miedo.

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La siguiente parada fue en el pueblo de Hotitika. Este sí que es un pueblo grande y que dispone de diversas opciones de ocio. Entre ellas, el Centro Nacional del Kiwi, lugar perfecto para observar de cerca a este pequeño y miedoso animal, sin duda el icono animal más característico de Nueza Zelanda.

Otra opción es pasear por su bonita y larga playa de arena fina, aunque hay que tener especial cuidado pues el mar casi siempre está picado por estas latitudes y resulta bastante peligroso.  La zona es muy tranquila y te da la sensación de estar en un entorno casi virgen, pues apenas hay gente y el paseo marítimo está separado por multitud de piedras y elevado un par de metros de la arena.

Aprovechamos para tomarnos un café recién hecho en nuestra caravana y mirando al mar. Lugar ideal para parar un momento e interiorizar la tranquilidad y sosiego que transmite el pueblo.

Lo curioso es que esta sensación de paz, buen rollito y silencio ya la habíamos notado en otros pueblos neozelandeses, quizá por la ubicación de muchos de ellos en entornos naturales limpios y muy cuidados.

Me sorprende también un poco el estilo ‘estadounidense’ de las ciudades y pueblos del país. Todo son casas y edificios bajos de una planta, normalmente de madera o chapa metálica, las calles son anchas, siempre hay sitios para aparcar, hay tiendas y bares en todos los locales de los edificios, las aceras están separadas del asfalto por césped, las casas son amplias y disponen de jardín.

Supongo que esto tendrá su explicación histórica y el componente anglosajón de ambos países tendrá mucho que ver.

 

Para acabar nuestro día recorriendo la costa oeste llegamos al punto más singular: Punakaiki. Se trata de un lugar pegado a la costa compuesto por diversas rocas de formas muy particulares, horadadas por la fuerza del mar durante el paso de los años. Debido a ello se forman un conjunto de piscinas, pozas y fumarolas naturales en salientes y entrantes de costa donde la vegetación autóctona es de nuevo protagonista por su singularidad: palmeras, arbustos y árboles de todo tipo te sorprenden a cada paso a medida que recorres el sendero que pasa por todos los puntos de interés.  La visita completa puede llevar cerca de 1 hora.  Cuanto más bravo esté el mar, mejor para ver este lugar. Y si vienes en el atardecer, como hicimos nosotros, tendrás el plus de la luz rojiza del atardecer.

 

La carretera nº 6 que va desde Greymouth a Punakaiki y luego hasta Charleston es preciosa, y merece la pena recorrerla con tranquilidad. Hay diversos lugares donde parar y contemplar playas vírgenes, desembocaduras de ríos o bosques de árboles que parecen querer llegar al mar.

Es una zona muy poco transitada y sin apenas turismo, lo que por un lado está genial pero por otro lado nos dio problemas pues no había apenas ningún sitio habilitado para pasar la noche. De hecho tuvimos que parar en un lugar sin ningún tipo de servicio y, todo sea dicho, bastante feo.

Menos mal que teníamos provisiones de sobra.

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Dia 9. Cabo Fouldwind. Reefton. Paso Lewis. Hamner Springs. Christchurh.

 

Nuestro último día de caravana llegó. Y para terminar nos pegamos un buen atracón de kilómetros, algo más de 6 horas de conducción durante todo el día en la que pasamos de la costa oeste a la este hasta llegar a Christchurch, pasando los Alpes neozelandeses.

Nuestra media venía siendo entre 4 y 5 horas, por lo que tampoco fue para tanto.

Para pasar al otro lado de los Alpes hay 2 opciones: el paso de Arthur, al sur, que te lleva prácticamente hasta Christchurh, y el paso de Lewis, un poco más al norte, y que elegimos principalmente para visitar Hamner Springs.   

 

La primera parada del día fue en cabo Fouldwind, muy cerca del pueblo de Westport.  Se trata de un paraje natural donde un agradable paseo por un sendero pegado a la costa te permite contemplar el bello paisaje de pequeños acantilados y bahías vírgenes, así como una colonia de focas que viven continuamente en un saliente de rocas de la costa. Si tienes suerte como nosotros y es época de apareamiento podrás ver multitud de estos animales tomando el sol en lo alto de las rocas, dándose un baño para ir a cazar o jugando unos con otros. La zona es también el hogar de varios tipos de aves y del extraño y pequeño pingüino azul, el cual no pudimos ver.

 

Tras realizar el último mantenimiento de la caravana y reponer suministros en Westport, pusimos rumbo a las montañas hasta llegar al pueblo minero de Reefton, el último de los pueblos mineros que visitamos en el viaje. Al igual que los otros 2, lo vimos en unos 30 minutos sin demasiado interés. No nos pareció nada del otro mundo más allá de observar las típicas casas de madera y los diversos carteles explicativos que intentar explicar los buenos tiempos de la búsqueda de oro en el pueblo.

 

Seguimos la carretera nº 7 en dirección este, la cual va ganando altura, curvas y mejores vistas a medida que avanzaba. El punto culminante fue el paso de Lewis, lugar donde oficialmente se separan la costa este y oeste y que aprovechamos para comer, pues se trata de una bonita zona con merenderos, buenas vistas de las montañas, un pequeño lago y varias praderas en altura.

La carretera de bajada desde este punto se vuelve de nuevo muy bonita con pequeñas colinas y montañas bajas, bosques tupidos y ríos anchos que van de lado a lado formando amplios y verdes valles donde los tonos amarillos de una flor (cuyo nombre no conozco) destacan sobre el continuo verde.

 

El final de este camino lo marca el pueblo de Hamner Springs, ubicado justo en el medio de uno de los valles principales y totalmente rodeado de montañas de no demasiada altura, zonas ganaderas y aguas termales naturales, motivo por el cual es principalmente conocido este lugar.

La visita al centro hidrotermal del pueblo dura un par de horas, y es perfecta para relajarse. Todo el recinto está al aire libre y dispone de diversas zonas separadas de piscinas y jacuzzis con aguas a diferentes temperaturas con diversas propiedades cada una, en un entorno natural. Dispone también de otra zona con corrientes de agua, un par de toboganes y piscinas para practicar natación.

Lo bueno que tiene es principalmente que todo está al aire libre. Pero si eres asiduo a este tipo de centros o has visitado unos cuantos, éste no te sorprenderá (yo esperaba algo más).

Aunque es justo decir que cumple su función de relajarte a la perfección.

 

Con la noche ya encima decidimos acercarnos lo máximo posible a Christchurch para no tener que conducir demasiado al día siguiente, por lo que miramos nuestra aplicación móvil y pasamos la noche en una de las zonas habilitadas más cercanas a la ciudad, a unas 2 horas de Hamner Springs.

Fue un poco paliza, pero al día siguiente lo agradecimos.

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Dia 10. Vuelo Christchurh – Auckland. Auckland. Traslado a Tongariro.

 

El despertador sonó temprano. Tomamos nuestro último desayuno en la caravana, después la dejamos en el mismo centro en el que la recogimos, nos dirigimos al aeropuerto, dejamos las maletas en facturación, cogimos el vuelo a Auckland, recogimos las maletas, nos fuimos al mostrador de la compañía de alquiler de coches, recogimos nuestro pequeño Toyota Corolla blanco y… voilá, ya estábamos en la isla Norte, con ganas de comenzar nuestra nueva aventura.

 

Sí, es cierto, lo sabemos, 3 noches en total es poquísimo para visitar la isla Norte. Pero al menos íbamos a ver 2 o 3 zonas muy chulas y lo íbamos a disfrutar a tope como siempre. Y lo que no se pudiera ver, pues lo dejamos para la próxima visita.

 

Teníamos unas 4 o 5 horas para visitar Auckland, la ciudad más importante a nivel económico y la más turística de Nueva Zelanda, a pesar de no ser la capital.

Misión imposible verlo todo, obviamente, por lo que decidimos recorrer los puntos de interés del centro de la ciudad. Entre dichos puntos pasamos por One tree Hill, uno de los mejores miradores de la ciudad y que no es sino uno de los muchos volcanes que rodean la ciudad y que, hoy día, se han reconvertido en zona de ocio y parque. Me encantan los miradores, pues es la mejor forma de hacerte una idea de cómo es la ciudad (rodeada de volcanes y de mar), cómo vive la gente (casi todo son zonas residenciales) y normalmente ver algunas de las zonas turísticas importantes, pues suelen estar siempre en sitios elevados (una iglesia o castillo en Europa, aquí es la torre de comunicaciones).

Tras aparcar en un parking del centro justo al lado de la torre de Comunicaciones símbolo de la ciudad, dimos un paseo por la misma. El centro está lleno de multitud de edificios de bastante altura, algunos rascacielos y centros comerciales un tanto insulsos y otros cuantos que parecían destinados a oficinas.   Si a esto le unimos el hecho de que había muchísima gente por las calles, ruido, tráfico y cielo gris, la impresión que nos llevamos no fue demasiado buena. Quizá fuera que llevábamos prisa y no disfrutamos del momento, pero la verdad es que no nos gustó demasiado lo que vimos.

 

Serían las 16:00 cuando subimos de nuevo al coche y partimos rumbo sur en dirección a la joya de la isla Sur: el magnífico parque nacional de Tongariro. Aunque lamentablemente descubrimos su cara menos amable que nos dejaría un tanto chafados al día siguiente.

Desde Auckland eran algo más de 4:30 horas de carretera. Otra paliza de coche. Lo peor es que se nos puso a llover bastante fuerte a mitad de camino, encontramos varias zonas de obras, algún que otro atasco, se hizo de noche enseguida y no paró de llover hasta bien entrada la noche.

Decidimos ir despacito, pues la carretera no era precisamente una autovía, sino más bien carretera de montaña con múltiples curvas, y era mejor llegar enteros que no llegar o tener un accidente.

Llegamos a nuestro hotel Skotel Alpine Resort, en el pueblo de Whakapapa, en pleno centro del PN. Tongariro, sobre las 22:00. Estábamos muertos por lo que decidimos comernos unos sándwiches en la propia habitación. Se nos había acabado la buena vida de poder cocinar en la caravana. Una lástima.

Nos fuimos a dormir con la esperanza, ilusos, de tener una ventana de buen tiempo para el día siguiente.

 

Dia 11. Tongariro national park. Taupo. Huka Falls. Wai-o-tapu. Rotorua.

 

La ventana de buen tiempo no apareció. Es más, estuvo escondida toda la mañana.

Mientras esperábamos que dejase de llover, nos pegamos un buen desayuno en la bonita cafetería del hotel, con un amplio mirador. Nos tiramos un poco de los pelos observando la multitud de folletos donde ofertaban los tours y servicios para visitar el Parque Nacional de Tongariro, desde rutas de senderismo de todos los niveles y durezas, pasando por travesías más aventureras de varios días durmiendo en refugios de alta montaña junto a volcanes, rutas en 4x4 guiadas o actividades más pros como escalada o alpinismo. Entre ellas la más famosa es la Tongariro Alpine Crossing, ruta de 3-4 dias que recorre todos los volcanes del parque, así como sus lagos en altura y otros puntos de interés, durmiendo en refugios de montaña. El parque ofrece multitud de actividades para todos los públicos y de todos los tipos. Por desgracia nosotros no pudimos hacer ninguna de ellas. Nos quedamos tan plof que no quiero ni contar aquí lo que teníamos pensado hacer. En internet hay información de todo tipo.

 

Pero bueno, como dije anteriormente algo teníamos que hacer para aprovechar el tiempo, así que decidimos poner buena cara al mal tiempo (¿qué otra opción teníamos?) y dejar Tongariro.

El cielo estaba gris y no había visibilidad más allá de 20-30 metros por lo que cualquier actividad al aire libre era una pérdida de tiempo.

Fuimos a visitar el centro de visitantes del parque, el cual nos pareció una pasada.  Bien organizado, documentación exhaustiva, orientado al público, con diversos puntos donde poder tocar o interactuar con animales disecados o hacer ciertas actividades, divulgativo, ameno…Se me acaban los calificativos. Ojalá todos los centros de visitantes fueran como los neozelandeses. Un 10 para todos ellos.

 

Como seguía sin parar de llover decidimos alejarnos del área montañosa del parque e ir a Taupo, población pegada al lago del mismo nombre.  Dimos una vuelta por la ribera del lago y por las calles del pueblo y decidimos entrar al museo de la ciudad, ubicado en un parque cercano. Se trata de un pequeño museo que incluye algunas exhibiciones interesantes sobre la historia y costumbres de los pueblos nativos e inmigrantes y la cultura asociada a los mismos. Estuvimos cerca de 45 minutos y nos gustó bastante, sobre todo para conocer un poquito las diversas culturas tradicionales locales.

Por suerte cuando salimos había dejado de llover y salía el sol, momento que aprovechamos para comer sentados en el mismo parque.

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En el museo aprendimos que Taupo es un lugar sagrado para la cultura maorí, lo cual explica la cantidad de simbología en forma de esculturas que hay por diversas zonas de la ciudad.

 

Cerca del pueblo están las no muy famosas pero realmente espectaculares cascadas conocidas como Huka Falls. Aunque existen varios saltos menores en el camino que las recorre, la mejor cascada está final del camino. Se trata de una potente y estruendosa cascada formada por la fuerte corriente del río Waikato, cuyas aguas avanzan por un estrecho cañón en línea recta y a una gran velocidad, hasta llegar al salto final, de unos 20 metros.  Tiene un caudal enorme y, según indican los carteles explicativos, podría llenar varios estadios en pocos minutos. Es realmente impresionante. 

En la parte inferior de la cascada, ya con aguas tranquilas y planas, se agolpan varias barcas rápidas como las que cogimos en Queenstown, para acercarse lo más posible al salto de agua y seguir recorriendo el río aguas abajo.

 

Desde Taupo y siguiendo dirección norte hasta Rotorua se encuentra el área con mayor actividad geotermal del país. Es una región plagada de volcanes, aguas termales y sulfurosas,  así como una serie de pueblos tradicionales maoríes acondicionados para el turismo.  

Es por ello que en esta región hay 2 actividades principales: visitar una zona geotermal y un pueblo maorí. En todos ellos hay que pagar entrada y ninguno es barato (unos 40$ cada poblado y unos 30$ la zona geotermal). Aunque todos son similares, cada uno tiene algún aspecto que lo diferencia del resto, por lo que decidirse entre uno u otro puede ser difícil. Si se tiene tiempo y dinero, quizá merezca la pena visitar varios.

 

En nuestro caso elegimos Wai-o-Tapu para el área geotermal y el pueblo maorí de Te Whakarewarewa.

El primero lo visitaríamos esta misma tarde, dejando el pueblo para la mañana del día siguiente.

Waimangu lo descartamos aunque también tenía muy buena pinta y buenas críticas.

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Wai-o-Tapu es una de las mejores zonas volcánicas visitables del país. Su visita lleva al menos 2 horas, en las que puedes observar a escasos metros varias lagunas burbujeantes de colores rojizos y amarillentos producidos por el sulfuro y el hierro de su interior, lodos de azufre de color amarillo, cascadas de agua a más de 80º, alguna que otra laguna de un color verdoso intenso, una piscina de color naranja, pozas y fumarolas efervescentes, chimeneas de humo maloliente por casi todos sitios así como diversos miradores por toda la zona.  Es un lugar muy extraño en el que todo parece una enorme olla a presión y los cambios de temperatura frío calor son continuos según avanzas por el sendero que lo recorre. También resulta extraño observar la cantidad de vegetación existente entre tanta tierra hirviente. No es ni mucho menos una zona desolada como cabría pensar, sino todo lo contrario.

 

Tras la visita a este extraño pero interesante lugar, sin duda uno de los puntos top de la Isla Norte, pusimos rumbo a nuestro alojamiento de hoy, en un camping cercano a la ciudad de Rotorua llamado Rotorua Thermal Holiday Park. Nuestro alojamiento era una pequeña cabaña con 2 camitas en las que dormimos estupendamente.

Pero antes decidimos ir a conocer un poco la ciudad de Rotorua, pues habíamos leído que tenía bastante vida nocturna.  Y damos fe de que es cierto.  Primero nos tomamos unas cervezas en un histórico pub anglosajón llamado Pig &Whistle, con muy buen ambiente y lleno de gente.

Las calles del centro estaban bastante animadas y mucho más las de una zona llamada Eat Street, que no es sino una calle peatonal llena de restaurantes de todo tipo a ambos lados, y todos llenos a reventar. Nos fue bastante difícil encontrar un sitio aquí para poder cenar, además de que no nos apetecía escuchar el ruido y tumulto de tanta gente, por lo que nos alejamos un poco de esta zona y acabamos comiéndonos unas hamburguesas en otro restaurante tipo pub de la zona, con ambiente bastante joven y música ambiente rockera, bastante más de nuestro rollo.

Después de unos días cenando ligero en la caravana, nos apetecía en cierta manera volver a comer un buen trozo de carne con una buena pinta.

 

Dia 12. Rotorua. Whakarewarewa. Mt. Maunganui. Auckland.

 

Amanecimos en nuestra cabaña de Rotorua sobre las 8:00 y de nuevo con un día un tanto gris. Al menos no había lluvia por lo que, habiendo vivido lo que vivimos en Tongariro, estábamos contentos.

Tras hacer el checkout cogimos el coche para visitar uno de los pueblos maorís más importantes de la zona, el poblado de Te Whakarewarewa. Justo al lado de éste se encuentra el también muy conocido pueblo de Te Anau, que descartamos porque alguno de los 2 había que descartar. Ambos están pegados uno al lado del otro y de hecho ‘compiten’ por ofrecer al turista la mejor vista del más conocido geiser de la zona: el geiser Pohutu, que llega a alcanzar hasta 20 metros de altura. Si bien el geiser se encuentra en Te Anau, desde Te Whakarewarewa se tienen mejores vistas al estar en altura justo encima.  Sobre gustos, los colores.

La visita al pueblo es totalmente guiada y en inglés, y dura unas 2 o 3 horas.

Te enseñan algunas costumbres y usos tradicionales maoríes sobre el uso de las zonas geotérmicas (para cocinar, bañarse o lavar), así como algunas casas y edificios característicos del pueblo, como la casa de bienvenida, decorada con las imágenes e iconos típicos maoríes. Es curioso descubrir cómo el pueblo se asienta, literalmente, sobre una colina llena de fumarolas, pozas y aguas termales en constante ebullición, con el riesgo que ello conlleva.  Un sendero te permite también recorrer los alrededores del pueblo a tu aire y sin guía, obteniendo buenas vistas desde algunos puntos.

Al finalizar la ruta te llevan a una sala al aire libre donde un grupo de personas vestidas con trajes típicos cantan y bailan danzas tradicionales de la cultura polinesia, incluida la famosa Haka, que aunque en sus orígenes fue una forma de escenificar la ferocidad y el valor de una tribu antes de una guerra, hoy día se trata más bien de una danza ritual que representa el orgullo, la fuerza y la unidad de un pueblo, y es representada en ceremonias de bienvenida, eventos de celebración o deportivos.

Es realmente llamativo verla de cerca, sobre todo por las caras que ponen sus integrantes, sacando la lengua y los ojos constantemente como queriendo separarlos del cuerpo, así como por la fuerza y coordinación de los golpes que se dan ellos mismos en articulaciones y piernas.

Para terminar tuvimos el momento guiri al salir unos cuantos turistas al escenario para escenificarla.

 

Lo que más nos ha gustado es aprender de primera mano cómo era un pueblo tradicional maorí, y, para qué mentir, y ya sé que es muy guiri, nos ha encantado ver representada una Haka de cerca.

Lo que menos es sin duda que parece un poblado de cartón piedra donde ya no vive apenas nadie, todo el mundo tiene su móvil última generación y buenas camionetas 4x4 en la puerta de casa. Todo está muy orientado al turismo de masas.

La globalización lleva a todas partes y es algo imparable.

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No nos queríamos ir de esta zona tan intensa de Rotorua sin visitar otro de los puntos interesantes de la zona, el bosque Redwoods de Whakarewarewa, ubicado entre el lago Tikitapu y y el lago Rotokakahi. Aunque está muy cerca del poblado maorí, al tener unos nombres tan complicados y difíciles de descifrar es bastante fácil despistarse.  Se trata de un bosque repleto de enormes secuoyas y distintos árboles y arbustos nativos de Nueva Zelanda, en el que es todo un gustazo darse un paseo. Hay multitud de rutas perfectamente señalizadas y documentadas con distancia, dificultad y tiempo de realización, como en casi todas las zonas de naturaleza del país (qué envidia me da este punto en particular, con lo fácil que sería documentar todo lo bueno y bonito que tienen nuestro país...).

Dimos un paseo de alrededor de 1 hora y, todo sea dicho, me dio un poco de envidia ver tanto ciclista de montaña recorriendo la zona, pues el bosque está lleno de rutas btt.

 

Nuestra última visita en la isla Norte, que en principio estaba destinada a Hobbiton, set de grabación de la película El Señor de los Anillos para representar la Comarca de los Hobbits, la cambiamos a una zona un poquito más al este, el Monte Maunganui, cerca de la ciudad de Tauranga.

Decidimos no visitar Hobbiton por parecernos excesivamente caro (84$ por 2 horas de visita) y porque  mi mujer no conoce ni lo más mínimo de las películas del Señor de los Anillos. Qué se le va a hacer.

 

Como decía, nos decidimos por pasar la tarde en la zona del Monte Maunganui, a 1 hora de Rotorua.

En la carretera de camino merece la pena parar en alguna de las múltiples fincas destinadas al cultivo del famoso kiwi, como KiwiFruit, con multitud de hectáreas plantadas por esta zona. Nunca habíamos visto el árbol que lo produce y nos apetecía saber cómo era. Es un árbol de unos 2 metros de alto, bastante achaparrado, y que se parece bastante a otros árboles frutales como el granado, el limonero o el peral. Además se plantan unos muy cerca de los otros, como nuestros frutales. 

 

Monte Maunganui es una zona de costa ubicada en un estrecho istmo de tierra, donde existen decenas de pisos de apartamentos de veraneo y casas de campo junto a una enorme y larga playa de arena fina. La zona dispone de multitud de servicios, restaurantes y actividades de ocio, y está coronada por un curioso y verde monte al final del istmo conocido en maorí como Mauao, única zona protegida del lugar.

Aquí comimos, nos tomamos un café, y echamos un buen rato saboreando el aroma del mar y de la playa. También aprendimos los 2 únicos lugares del istmo a los que ir corriendo en caso de Tsunami, las 2 únicas montañas de toda la zona.

 

Para pasar la última noche reservamos un hotel barato cerca del aeropuerto de Auckland. Llegamos bastante cansados tras cerca de 3 horas de conducción, por lo que cenamos en el propio hotel.

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Dia 13. Vuelo Auckland (NZE) -Nadi (Fiji)

 

Nuestra aventura en las antípodas tocaba a su fin.

Pero como no era el final de nuestro viaje no dejamos el país con tristeza, sino con alegría por seguir nuestro camino. Las flechas negras de Air New Zealand nos llevarían en unas 4 horas a nuestro siguiente destino en el viaje: las islas Fiji. Pero esto ya es otra historia.

¡Mihi me te whakawhetaiki a koe ki a New Zealand!

¡Adiós y gracias Nueva Zelanda!

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