ARGENTINA - 19 dias
Dia 1. Vuelo Madrid-Buenos Aires (23:50-8:35 +1).
Dia 2. De 8:35 a 17:20 libre (Buenos Aires). Vuelo a Iguazu (17:20 a 19:07). Dormir Iguazu.
Dia 3. Cataratas del Iguazú lado brasileño y argentino. Dormir en Iguazu.
Dia 4. Vuelo a Bariloche (8:50-13:50). Circuito Chico. Dormir en Bariloche.
Dia 5. Ruta de los Siete Lagos. San Martín de los Andes. Dormir en Bariloche.
Dia 6. Bariloche y alrededores. Dormir en Bariloche.
Dia 7. Vuelo a Calafate (11:00-12:45). Coche a Puerto Natales. Dormir en Puerto Natales.
Dia 8. Torres del Paine en coche. Dormir en Puerto Natales.
Dia 9. Trek a Mirador de las Torres. Coche a Calafate. Dormir en Calafate.
Dia 10. Navegación PN. Glaciares. Canal Upsala. Dormir en Calafate.
Dia 11. Trek Perito Moreno. Coche a el Chalten. Dormir en el Chalten.
Dia 12. Trek Laguna Torre. Dormir en el Chalten.
Dia 13. Trek Laguna de los 3. Dormir en el Chalten.
Dia 14. Coche a Calafate. Calafate. Vuelo a Ushuaia (15:45-17:05). Dormir en Ushuaia.
Dia 15. PN Tierra de Fuego. Navegación Canal Beagle. Dormir en Ushuaia.
Dia 16. Trek laguna Esmeralda. Lago Escondido/Fagnano. Vuelo a BA (17:10-20:30). Dormir Buenos Aires.
Dia 17. Buenos Aires: Recoleta, Retiro, Centro, Puerto Madero y San Telmo. Dormir en Buenos Aires.
Dia 18. Buenos Aires: la Boca. Vuelo a Madrid (14:35:6:25 +1)
Dia 19. Llegada a Madrid dia 5 a las 6.25

Medios de transporte:
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Aviones internos. Imprescindibles para poder recorrer las enormes distancias del país. Vuelos reservados: Buenos Aires-Iguazu, Iguazu-Cordoba-Bariloche, Bariloche-Calafate, Calafate-Ushuaia y Ushuaia-Buenos Aires.
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Coche de alquiler. En total, 3 coches: Uno para recorrer Bariloche, otro para Calafate-Torres del Paine-Chaltén y el último para Ushuaia. No es necesario 4x4 en ninguno de ellos. Total autonomía para moverte por cualquier parte y cambiar planes sobre la marcha.
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En Buenos Aires: Taxis y/o Uber. Baratos y rápidos.
No hay que perderse:
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Cataratas de Iguazú. Los más espectaculares saltos de agua del mundo, tanto por volumen de caída como por número de cascadas y belleza de todo el entorno. No hay nada igual.
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Patagonia. Tierra indómita y salvaje, ideal para los amantes de la naturaleza, los deportes de aventura y los paisajes vírgenes e inhóspitos. Y también para los amantes del buen rollo.
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Glaciares. La zona con mayor número de glaciares del mundo. Hielo Patagónico Sur.
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Perito Moreno. El glaciar más mediático y accesible. Impresionante. Único en el mundo.
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Torres del Paine. Espectacular círculo glaciar chileno en unas montañas de granito míticas.
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Chaltén. Fitz Roy. Meca de escaladores, alpinistas y senderistas de todo el mundo.
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Ushuaia. La ciudad más austral del planeta. Tierra de exploradores. El fin del mundo.
Info de viaje
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Época: Enero de 2019
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Días de viaje: 18 días
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Tipo de grupo: 3 personas
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Tipo de viaje: viaje activo, naturaleza, trekkings, glaciares, montaña, fotografía.
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Alojamientos: hoteles/albergues clase media en todo el viaje.
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Presupuesto (todo incluido): 2700 euros aprox.
Mapa del viaje completo:



Mapa Ruta los 7 lagos. De El Calafate a San Martin de los Andes:

Mapa P.N Los Glaciares, P.N Torres del Paine, El Calafate, el Chaltén y Puerto Natales:

Mapa Canal Beagle y P.N Tierra del Fuego:

¿Por qué Argentina?
Argentina es uno de esos países del mundo en el que todo viajero inquieto se pregunta cuándo va a ir, no si lo va a conocer o no, pues se da por hecho. Sólo por ver con tus propios ojos el glaciar Perito Moreno o las Cataratas de Iguazú, lugares únicos en el mundo, merece la pena venir hasta acá.
Hay cascadas imponentes como las Victoria en Zambia-Zimbaue, las del Niágara en Canadá-EEUU, o las muchas existentes en Islandia, pero ninguna alcanza ni el número de cascadas juntas (más de 300 cascadas, casi 3 km de largo en Iguazú) ni el volumen de agua caída ni la belleza del entorno selvático que las rodea.
Si hablamos de glaciares, Perito Moreno no es ni el más grande (en Argentina es el 3º de mayor tamaño) ni, quizá, el más bonito, pero su incomparable accesibilidad para todos los públicos (por carretera hasta el mismo frente de hielo) le ha dado la fama mundial que otros glaciares más recónditos no poseen.
Y si a estos 2 lugares top le añadimos la increíble y dura naturaleza patagónica, protegida por diversos parques nacionales, la facilidad para ver fauna autóctona, la riquísima y barata comida, el encanto de los distintos barrios de Buenos Aires y el buen rollo que se siente en todas partes, tenemos la mezcla perfecta para disfrutar de un viaje único.
Claro está también que si no eres un amante de la naturaleza y la actividad al aire libre, y lo tuyo es el rollo urbanita, quizá éste no sea tu país ideal.
Casi siempre habíamos descartado Argentina por el alto coste de los vuelos, tanto para cruzar el Atlántico como los vuelos internos, así como por las fechas en las que es buena época ir (nuestro invierno es el verano austral, época ideal para Patagonia). Pero en esta ocasión se alinearon los astros y por fin salió todo de cara. Una combinación de falta de motivación viajera en octubre-noviembre, unido al descubrimiento de vuelos no demasiado caros para enero, más la decisión de comprar vuelos sin esperar compañeros de viaje (lo cual no solemos hacer, pues siempre solemos tener un cierto quorum para decidirnos a comprar) hizo que este viaje por fin haya sido posible.
Sobre el tema de la organización del viaje, lo primero que hay que decir es que el país es enorme, y por tanto la posibilidad de moverte por carretera se ha de reducir a zonas muy concretas. Para ir, por ejemplo, de Buenos Aires a Bariloche, ciudad que marca el norte de la Patagonia, serían unas 17 horas de coche, sin paradas. Y para ir desde ahí a Ushuaia, otras 25 horas aproximadamente. Inviable.
Hay por tanto 3 opciones:
A) Disponer de tiempo suficiente como para no preocuparte de cuánto tardaré de un sitio a otro.
B) Reducir el viaje a zonas concretas del país, no abarcando demasiadas zonas.
C) Utilizar el avión para moverte de un sitio a otro.
En nuestro caso no pudimos evitar seleccionar la opción C), pues como siempre Mr. Fogg es de picotear mucho en muchos sitios. Nos encantan los viajes activos de no parar de moverte y vivir 25 horas al día.
A pesar de ello tuvimos que quitar algunas zonas que nos hubiera gustado visitar, como la zona noroeste de Jujuy, Tucumán y Salta, la península de Valdés, la provincia selvática de Misiones, ciudades como Córdoba o Mendoza o dedicarle menos tiempo a Buenos Aires.
Todo es imposible en tan pocos días, y menos en un país tan grande como éste.
Lógicamente el avión es la opción más rápida pero también la más cara, también a tener en cuenta.
Haciendo base en puntos concretos, existe de nuevo la opción de moverte en bus o coche de alquiler. Aunque también descubrimos in situ que existe la opción de hacer autostop, muy utilizado en Patagonia por muchísima gente que se concentra en los márgenes de las carreteras con el dedo en alto esperando que algún buen samaritano les recoja y les lleva al siguiente pueblo. De nuevo, implica necesidad de tiempo ilimitado, no sabes si te van a recoger en 1 hora o en 3 horas. En el fondo, me dan un poco de envidia porque esta forma de viajar se vive a otro ritmo y sin estrés.
Tanto con el bus como con el autostop, de nuevo tienes el hándicap de necesitar más tiempo y en el caso del bus además estás sujeto a ciertos horarios, frente a la libertad y autonomía que te da el coche.
En nuestro caso, de nuevo elegimos la opción más cómoda: el coche de alquiler.
De esta forma, hicimos los siguientes traslados en avión y coche:
-Buenos Aires-Puerto Iguazú. 2 días.
-Puerto Iguazú-Bariloche (vía Cordoba). 3 días con coche de alquiler.
-Bariloche-Calafate. 7 días en el Chaltén, Torres del Paine y P.N Glaciares, con coche de alquiler.
-Calafate-Ushuaia. 3 días para Tierra de Fuego y Canal Beagle, con coche de alquiler.
-Ushuaia-Buenos Aires. 2 días.
En nuestro viaje primamos las actividades al aire libre y las zonas de montaña, pues queríamos hacer varios trekkings y visitar varios parques nacionales de forma activa, de ahí esta selección.
Sobre el coste del viaje, creo que Argentina no es un viaje barato, incluso si vas por libre.
Lo primero que hay que saber es el valor de cambio de la divisa, el peso argentino, hecho que puede suponer incrementar o abaratar considerablemente el coste del viaje. El país lleva varias decenas viviendo una especie de perpetua inestabilidad política y económica, lo que ha supuesto varias devaluaciones monetarias muy fuertes en épocas pasadas y el miedo casi endémico en la población a nuevos problemas de esta índole, lo que provoca que la moneda sea muy inestable.
En la época de nuestro viaje (enero 2019), el cambio peso-euro estaba a 42,5 ARS=1€.
La única opción barata para moverte es el autostop o el bus, y para dormir los albergues u hostales con habitaciones y baños compartidos o las zonas de acampada, gratuitas y existentes por toda Patagonia.
También hay que contar con la entrada a los diversos parques nacionales, muy caros para extranjeros.
Las excursiones del tipo ‘navegación por el canal Beagle’, ‘trekking por el Perito Moreno’, ‘barco+4x4 en Estancia patagónica’, son también bastante caras, oscilando entre los 90 y los 150€ por persona.
La comida, eso sí, es bastante barata y, por suerte, muy variada y riquísima, tanto en restaurantes como en supermercados, bien abastecidos en todas las poblaciones.
Muestro algunos precios como ejemplo:
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Entrada Parque Nacional los Glaciares: 700ARS (16€)
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Entrada Parque Nacional Torres del Paine (Chile): 21000CLP (28€)
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Entrada Parque Nacional Tierra de Fuego: 490ARS (11€)
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Comida/cena (1 principal + 1 a compartir + 1/2l cerveza): 250-750ARS (5-15€)
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Habitación doble en hotel con baño privado: 15-28€
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Alquiler coche por día: 30€
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Vuelos internos: 90-140€
Dicho todo lo anterior, me consuelo pensando que el viaje que nos hemos pegado, contratado con una agencia, nos hubiera salido casi por 1000€ más de lo que nos hemos gastado.
El asunto de la moneda es también algo para llevarlo bien pensado, si no se quiere perder dinero.
Normalmente hay 3 opciones para el tema de disponer de moneda local en un país extranjero:
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Llevar suficientes euros y cambiarlos en un banco local a la moneda local.
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Sacar dinero en un cajero del país destino, en moneda local, con una tarjeta española.
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Sistema mixto: opciones a y b.
La opción a tiene la ventaja de que sólo pagas la comisión de cambio del banco local y la desventaja de que has de llevar encima todo el dinero en metálico necesario para todo el viaje.
La opción b tiene la ventaja de que puedes ir sacando dinero de cajeros según lo vayas necesitando, lo cual puede ser más seguro, pero el inconveniente de que necesitas que haya cajeros y, sobre todo, que el banco de tu tarjeta y el banco propietario del cajero no cobren demasiadas comisiones y hagan un buen cambio de divisa.
La opción c podemos decir que mezcla las ventajas e inconvenientes de las opciones a y b.
Para decidir entre una u otra opción, hay que hacerlo en base al país al que se viaja, pues en algunos puede interesar la opción a, pero en otros la b o la c. También influyen otros factores como pueden ser el número de personas que vayan (a más personas, mayor seguridad y viabilidad de llevar más dinero en metálico), el número de cajeros del lugar a visitar (en islas o lugares aislados hay menos, e incluso hay riesgo de que éstos no tengan dinero suficiente) o el tipo de viaje (si se hace organizado basta con disponer de algo de dinero local en metálico, si es un viaje a ciudades es más fácil pagar todo con tarjeta). Es una decisión importante, pues la elección entra una u otra puede suponer varios euros de diferencia.
A nivel económico casi siempre la mejor opción es la a, pues sólo habrás de pagar una o incluso ninguna comisión, la del banco donde realices el cambio de divisas. Con la opción b puedes llegar a pagar, en función del banco, hasta 3 o 4 comisiones (sacar dinero en extranjero y cambio de divisas con tu banco, más lo mismo para el banco dueño del cajero).
Dicho todo esto, mi recomendación para Argentina es, sin duda, la opción a: llevar suficientes euros en metálico y, nada más llegar, cambiarlos todos a pesos. El Banco Argentino tiene un muy buen tipo de cambio y no cobra comisión por el cambio de divisa. Otra razón es la dificultad para encontrar cajeros y/o bancos en ciertos lugares de la Patagonia, y la imposibilidad de pagar con tarjeta en muchos sitios, incluidos algunos parques nacionales, como por ejemplo Torres del Paine, o diversos hoteles. Algo increíble teniendo en cuenta el nivel de turismo de estos lugares, pero que a día de hoy es así.
MI segunda recomendación es, siempre que se pueda, pagar con tarjeta. Y a ser posible, con una buena que no te cobre comisión (ojo pues muchas de ellas lo hacen), y te haga el cambio de divisa al día (nada de medias ni prorrateos de valores promedios donde siempre gana el banco).
Dia 1. Vuelo Madrid-Buenos Aires (23:50-8:35 +1).
Día 1 de viaje. Viernes. Como todos los días, ha tocado madrugar para ir a trabajar. Pero hoy se puede decir que hasta nos hemos alegrado, pues por la tarde-noche comenzaba uno de nuestros viajes más esperados. Por suerte, el largo viaje de más de 12 horas Madrid-Buenos Aires partía a las 23:30, hora bastante buena para poder dormir en el trayecto unas cuantas horas. Y eso hicimos. Un par de películas y un desayuno después, y llegamos puntuales a Buenos Aires sobre las 8:30.
Dia 2. De 8:35 a 17:20 libre (Buenos Aires). Vuelo a Iguazu (17:20 a 19:07). Dormir Iguazu.
Nuestro vuelo a Iguazú estaba programado a las 17:20, luego disponíamos de algo menos de 9 horas.
Nuestra idea era pasar el control de pasaportes, recoger las maletas, pasar el control de aduanas, cambiar euros a pesos, dejar las maletas en una consigna o facturarlas para nuestro vuelo a Iguazú y dedicar el tiempo sobrante a recorrer algún barrio de Buenos Aires, tomando un taxi ó Uber al centro de la ciudad y teniendo en cuenta que tendríamos que estar de vuelta sobre las 16:20.
Como estamos ya bastante viajados, nada más aterrizar nos dirigimos casi corriendo al control de pasaportes y descubrimos, para nuestra sorpresa, que la cola de gente era ya inmensa a estas horas. Casi 90 minutos después, y bastante hartos, pasamos el control.
Recogimos las maletas rápidamente, aunque de nuevo tuvimos otra cola para pasar el control de las mismas. Por suerte sólo registraban algunas al azar y no nos tocó a ninguno de los tres. El sistema que usan es mediante la iluminación de una luz verde o roja al paso de cada persona: si cuando pasas se enciende la luz verde, puedes pasar sin revisión de maleta. Si se enciende la verde, mala suerte, toca abrirte la maleta y estar otro buen rato en el control policial.
Ya habían pasado casi 2:30 desde el aterrizaje y nos quedaba cambiar los euros a pesos argentinos. Buscamos el único banco Argentino que había en el aeropuerto y….bingo!, de nuevo otra cola enorme de gente esperando para lo mismo que nosotros. Tendríamos que tener paciencia de nuevo.
Tras cerca de otra hora hasta que pudimos cambiar todo el dinero, nos dirigimos al punto de información del aeropuerto, donde nos confirmaron nuestras sospechas: no existía consigna ni lugar alguno donde dejar las maletas en todo el aeropuerto de Ezeiza. Y para colmo, nuestro plan B (que era facturar las maletas a Iguazú) no se podía hacer hasta 4 horas antes del vuelo, es decir, a las 13:30.
Con esta situación, vimos totalmente inviable la idea inicial tan optimista de visitar durante unas horas algún barrio de Buenos Aires. No merecía la pena ni por el coste económico que supondría pagar un taxi ida/vuelta desde el aeropuerto (ubicado a unos 30km del centro) ni por el por el escaso tiempo de que dispondríamos. Así las cosas, decidimos relajarnos y aprovechar las horas libres que teníamos para tomarnos nuestras primeras cervezas argentinas. Y bien buenas que estaban.
Tras toda la mañana dedicada al aeropuerto, por fin, sobre las 16:30, pudimos subir al avión que nos llevaría a nuestro primer destino argentino: las cataratas de Iguazú.
Tras un vuelo sin contratiempos y puntual, aterrizamos en Puerto Iguazú a las 19:00.
Allí estaba nuestro taxista para todos los trayectos por esta zona, Fredy, el cual habíamos apalabrado por email con el hotel, en principio sólo para recogernos hoy del aeropuerto y al día siguiente hacer el trayecto hotel-Iguazú lado brasileño-Iguazú lado argentino-Hotel (total 2800ARS para 3 personas), pero que al final también utilizamos para el trayecto del hotel al aeropuerto del último día, pues resultó ser una persona muy agradable, de muy buena conversación y con el que nos sentimos muy a gusto. Además nos dio un par de recomendaciones que nos evitaron algunas colas (como madrugar un poco para visitar primero el lado brasileiro, con muchísima más gente y colas que en el lado argentino) y nos ahorraron algo de dinero (como pagar con tarjeta en el lado brasileiro y con metálico en el argentino).
Pero esto sería al día siguiente: hoy tocaba asimilar que por fin estábamos en Argentina, y una Argentina donde el calor y la humedad eran reinantes por el clima tropical de la zona.
Puerto Iguazú es un pueblo de calles largas y anchas donde se pueden diferenciar 3 grandes zonas: barrios tranquilos de viviendas de clase media; el centro lleno de tiendas, hoteles y restaurantes orientados al turismo y las afueras, donde cada vez hay más lujosos hoteles en terrenos ganados a la selva. Es un lugar con cierto encanto y que, dentro de lo que cabe, no está creciendo atropelladamente, algo difícil al tener uno de los lugares más visitados de todo el país, como son las cataratas de Iguazú.
La tarde noche de hoy la dedicamos a pasear por el centro, lleno de gente por las calles, tanto locales como turistas, visitando algunas tiendas de recuerdos y cenando en uno de los muchos restaurantes con música en vivo de la zona. Aquí descubrimos que la música en vivo es muy habitual en toda Argentina, y comenzamos a degustar la deliciosa y famosa carne argentina, con un riquísimo lomo y verduras a la parrilla, por poco más de 10€ persona.
Dia 3. Cataratas del Iguazú lado brasileño y argentino. Dormir en Iguazú.
El día de hoy estaba destinado a visitar las Cataratas de Iguazú, según muchos las mejores cataratas del mundo. Y he de decir que estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación: por volumen de agua, por número de cascadas, por la forma de verlas desde todos los ángulos posibles, por la cantidad de miradores, por la belleza de todo el entorno selvático que las rodea. Es algo único en el mundo.
Antes de ir teníamos las dudas que mucha gente tiene: ¿se puede ver el lado argentino y el brasileiro el mismo día? La respuesta es rotundamente sí. Eso sí, hay que estar en buena forma y prepararlo bien.
Básicamente lo fundamental es disponer de un taxi con conductor para agilizar traslados y sello de pasaportes en las fronteras, en las que hay que parar 2 veces por sentido (una en la frontera argentina y otra en la brasileira) y visitar primero el lado brasileño, madrugando un poco para evitar las colas que comentaba anteriormente, y que se forman porque hay mucho más turismo que en el lado argentino y porque es obligatorio tomar un autobús al principio que te lleva durante unos 10km al comienzo de las cataratas, lo cual es un cuello de botella inevitable que provoca esperas.
Nosotros salimos de Puerto Iguazú a las 7:15.
La visita de las cascadas del lado brasileiro se puede realizar en un par de horas. Nada más dejar el autobús comienza un sendero que se recorre a una altura suficiente como para ir observando una preciosa panorámica de todo el conjunto de cascadas que forma el río Iguazú, algo que sólo se observa desde el lado brasileiro del río. El sendero acaba justo al lado de unas preciosas cascadas que puedes observar muy cerca, tras caminar sobre una pasarela construida en una zona tranquila de agua, y que acaba literalmente en el aire, dejando justo debajo de tus pies uno de las caudalosos torrentes de agua.
Lugar espectacular que te deja boquiabierto por la cercanía del agua y la potencia de la misma al caer.





Tras finalizar la visita hay que tomar de vuelta uno de los autobuses que te llevan de nuevo a la entrada.
Allí estaba Fredy esperándonos. Y cientos de personas haciendo cola para subirse al autobús. Menos mal que le hicimos caso. Tomamos el camino de vuelta, hicimos de nuevo el sellado de pasaportes en la frontera y nos fuimos directos a la entrada del lado argentino. Serían las 11:00 cuando pagamos las entradas, mucho menos masificadas y tranquilas, tal y como nos había indicado Fredy.
Teníamos todo el día para recorrer a nuestro aire las cataratas del lado argentino, a las cuales hay que dedicar bastantes más horas si se quieren recorrer los 3 senderos principales. Nosotros estuvimos casi 6 horas, hasta las 17:00, y recorrimos todos ellos.
Primero el paseo de la Garganta del Diablo, para el cual hay que tomar un tren que te acerca hasta una pasarela (la alternativa son 30 minutos de pateada). Dicho tren está siempre abarrotado de gente y hay que sacar un ticket para reservar tu plaza. Es un sistema que no había visto nunca pero que me pareció estupendo, pues tu ticket te garantiza tu sitio en un tren concreto, y así no se esperan colas.
El segundo paseo fue el Circuito Inferior, donde hay que salvar algún que otro desnivel y escaleras.
Y el tercero fue el Circuito Superior, un gran colofón para terminar.
Fue cansado, pero mereció mucho la pena, pues en cada uno de ellos se ven diferentes cascadas y perspectivas de todas ellas. Las hay que se ven desde justo la parte alta desde donde cae el agua, en otras hay pasarelas justo debajo, otras las recorres por encima cuando el agua todavía está tranquila y no se ha precipitado hacia abajo. Las hay esbeltas y fotogénicas, en otras el ruido es atronador, otras parecen posar en fila una tras otra, otras son cascadas encadenadas en varios saltos. Lo más espectacular creo que es la zona de la garganta del Diablo, lugar donde confluyen varios saltos de agua en una zona del río tranquila en la que, de repente, el suelo se abre por diversas zonas y el agua no tiene más remedio que caer de forma abrupta y ensordecedora. Es brutal. Lo malo es que está siempre llena de gente y es difícil disfrutarla entre los grupos de gente que parece que sólo buscan sacarse una foto.
En resumen, y tal y como comentaba al principio, se pueden visitar los 2 lados en un mismo día con cierta organización y sabiendo que va a ser algo cansado, pero se puede.
Eso sí, si tienes 2 días en lugar de uno, yo dedicaría parte del segundo a hacer alguno de los múltiples treks por la selva, o visitar algún poblado indígena de la zona o hacer avistamiento de animales.
En esta zona hay multitud de opciones para todos los gustos.



Tras finalizar nuestro espléndido día de cataratas, fuimos a descansar un rato al hotel, donde nos pegamos un baño en la piscina. Recomiendo reservar un hotel con piscina en Iguazú precisamente por este momento en el que llegas tan cansado y un bañito te relaja enormemente. El clima tropical es ideal para ello, pues el agua siempre está a buena temperatura.
Tras el momento relax en el que recuperamos fuerzas, decidimos ir a pie hasta quizá el lugar más turístico de Puerto Iguazú, si no contamos con las cataratas: el hito de las 3 fronteras. Ubicado a unos 20 minutos del centro, es un parque y mirador hacia el lugar en el que los caudalosos ríos Iguazú y Paraná se unen, marcando a su vez la frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina. Las 3 banderas se encuentran en un pequeño monumento conmemorativo. Este es un lugar en el que multitud de lugareños se reúnen para pasar la tarde con sus familias, tomando alguna bebida o comida en alguno de los puestos de la zona, o disfrutando del espectáculo de luz, agua y sonido que, a las horas en punto, se reproduce para mostrar aspectos de las 3 diferentes culturas que conviven tan cerca. Merece la pena verlo.
Para la cena decidimos regresar en autobús. Mala decisión, pues nos tocó esperar unos 45 minutos. Menos mal que pasamos el rato conversando con una familia argentina muy simpática que nos contó su vida, y nosotros a ellos la nuestra. Comenzábamos a darnos cuenta ya de la facilidad que tienen los argentinos para ponerse a charlar con el que tienen al lado, con una naturalidad genuina. Aunque en este momento no lo sabíamos aún, descubriríamos a lo largo del viaje que el acento español les llama muchísimo la atención, y en cuanto lo escuchan se animan a hablar contigo, preguntándote por todo e interesándose por las razones de nuestra visita a su país. Es curioso tal cercanía, pero he de decir que muy agradable. Siempre son muy educados y bastante más parecidos a los españoles de lo que pensábamos, tanto en la manera de pensar como en la de relacionarse con el mundo que les rodea.
Tras la cena de rigor en uno de los restaurantes del centro, donde de nuevo degustamos varias ricas carnes argentinas, nos fuimos a la cama. Tras la paliza de hoy, nos merecíamos un descanso.
Además tocaba madrugar.
Dia 4. Vuelo a Bariloche (8:50-13:50). Circuito Chico. Dormir en Bariloche.
Serían las 7:15 cuando terminamos de desayunar e hicimos el check-out.
Fredy estaba allí tal y como habíamos acordado el día anterior, pues según nos indicó estando 1 hora antes del vuelo era suficiente en el aeropuerto de Puerto Iguazú. Otra cosa sería en unos años cuando finalizara la ampliación del aeropuerto que estaba en marcha, y que permitirá volar directamente a España y a otros muchos sitios. Más masificación y más riesgo de cargarnos este bello lugar. Ya veremos qué pasa en los próximos años.
Llegamos al aeropuerto a las 7:45, nos despedimos de Fredy, le dimos su propina, hicimos la facturación y nos aproximamos a la puerta de embarque. Todo estaba en orden.
El vuelo, de LAN, hizo la escala prevista en la ciudad de Córdoba y, tras cambiar de aeronave, volamos a Bariloche, donde aterrizamos puntuales sobre las 13:45.
Nos teníamos que ir olvidando ya del clima tropical para pasar a un clima más frío y ventoso, que sería más acusado a medida que fuéramos cada vez más al sur. En Bariloche empieza la región de Patagonia pero, aunque su clima es montañoso y hay nieve en las cumbres, no es tan inhóspito y radical como las poblaciones más sureñas que conoceríamos los próximos días.
Nuestra idea para los próximos 3 días era alquilar un coche para recorrer diversas zonas. A diferencia de otras zonas de la Patagonia eminentemente montañeras como Chaltén o Torres del Paine, acá en Bariloche hay actividades y posibilidades para todos los gustos. Se pueden realizar recorridos en coche de uno o dos días recorriendo puntos de interés, visitar parques nacionales con fauna y vegetación autóctona, navegar por alguno de los múltiples lagos, practicar la pesca, hacer acampada, visitar pueblos con encanto y, cómo no, hacer actividades de montaña como escalada, alpinismo o senderismo.
Es una zona llena de posibilidades para todos los gustos. Lamentablemente nos dejamos bastantes cosas por hacer, pues es imposible llegar a todo. Pero esto nos pasa casi en todos los sitios.
Hoy recorreríamos Circuito Chico, mañana haríamos la ruta de los siete lagos y el último día lo dedicaríamos a recorrer los lagos del sur, un par de miradores y el propio Bariloche.
Pero lo primero era llegar al hotel, ubicado justo en el centro.


El Circuito Chico es un recorrido circular al oeste de Bariloche, de unos 60km en total (unas 2 horas sin paradas), que pasa por algunas de las zonas más pintorescas de los alrededores de Bariloche.
La conexión entre Bariloche y Circuito Chico es la calle Ezequiel Bustillo, que parte de la ciudad en dirección oeste paralela al lago Nahuel Huapi, dejando a ambos lados hoteles, restaurantes y casas unifamiliares de madera en estilo patagónico en un entorno bastante chulo y que se nota está creciendo con rapidez.
Entre los puntos a destacar ya en Circuito Chico están el pequeño embarcadero de Puerto Pañuelo, desde donde salen barcos que recorren el inmenso lago Nauhel Huapi en dirección Chile y desde donde se puede visitar el hotel Llao Llao, que dicen es el hotel más famoso de Argentina. En el momento de la visita no vimos nada del otro mundo más allá de un lujoso hotel, pero los días posteriores descubriríamos que lo que le ha hecho famoso es su posición privilegiada, visto desde un mirador al otro lado de las montañas.
Siguiendo la carretera 77 en dirección oeste se puede parar también en los miradores de Lago Escondido y Lago Moreno, el puente de la Angostura y Bahía Lopez, puntos donde merece la pena dar un pequeño paseo. Están bien indicados.
Más adelante se encuentra una bifurcación. A la derecha, por la carretera 79, se llega a la Colonia Suiza, y a la izquierda al mirador Punto Panorámico. Decidimos ir a Colonia Suiza y dejar el mirador para otro día. Desde aquí la carretera se convierte en camino, aunque en buen estado (ripio como se dice acá).
La Colonia Suiza es una pequeña población creada en los años 40 por unos suizos emigrantes que decidieron establecerse en estas tierras. La leyenda negra habla de nazis que huían de la derrota en la segunda guerra mundial. No tengo ni idea de cuál es la verdad. El caso es que hoy día esto se ha convertido en un pueblo orientado al turismo donde cohabitan edificios antiguos, tiendas de recuerdos, restaurantes y algunas casas de hippies. Tiene su encanto, aunque parezca algo artificial.
La pena es que a última hora de la tarde, cuando nosotros llegamos, estaba todo bastante apagado. La mejor hora para visitarlo es durante las horas centrales del día.


De vuelta en Bariloche, ya casi de noche, nos fuimos a dar una vuelta por las calles del centro, llenas de tiendas de ropa, recuerdos y… ¡chocolate! No sabemos por qué, pero en esta ciudad es típico el chocolate. Y está muy bueno.
También hay multitud de restaurantes chulos y mucha vida en la calle, sobre todo en la animada y concurrida plaza principal, donde se conserva algún edificio singular del siglo pasado, y en el muelle, con gente haciendo deporte, paseando o tomando un helado. Porque claro, aquí, aunque haga un poco de frío, es verano austral.
Este pueblo es ideal para comprar, tanto recuerdos como ropa de montaña. Hay variedad y calidad.
Y, cómo no, para cenar rico riquísimo. En las 3 noches que hemos estado por aquí hemos probado diversos restaurantes, y cada uno de ellos superaba el anterior. Espléndida comida la argentina.
Dia 5. Ruta de los Siete Lagos. San Martín de los Andes. Dormir en Bariloche.
Tras la aproximación realizada el día anterior, hoy teníamos pensado ir rumbo norte por la famosa carretera de los 7 lagos, llamada así erróneamente, pues hay muchos más lagos por el camino.
Aunque en esta época anochece bastante tarde (sobre las 20:00), la ruta es bastante larga hasta San Martín de los Andes y no teníamos claro cuántas paradas íbamos a realizar. Por ello comenzamos pronto, sobre las 8:30.
Llegamos a Villa la Angostura sobre las 10:00, por una carretera sin demasiado interés que rodea el extremo oriental del inmenso lago Nahuel Huapi, lago que seguiríamos teniendo al lado durante varias horas más. Realmente es en esta población donde comienza la ruta de los 7 lagos.
Debido a lo pronto que era no había demasiado ambiente, por lo que aprovechamos para tomarnos un café para desperezarnos un poco y dar una vuelta tranquilamente.
El pueblo está completamente orientado al turismo, con decenas de tiendas de moda, restaurantes y cafeterías, además de casas unifamiliares y edificios de madera de poca altura, similares a los que ya vimos el día anterior en el Circuito Chico, y diversas empresas de actividades de todo tipo. Al igual que en Bariloche, en esta zona se puede hacer todo tipo de actividades para todos públicos.
Muy cerca se encuentra Puerto Angostura, lugar donde comienza la península Beatriz, en cuya punta más alejada se encuentra uno de los bosques de arrayanes más grandes y famosos de la zona. Se puede llegar a él mediante bicicleta (15km, 1 hora aprox.) o mediante barco, rodeando la península.
Tras informarnos al respecto de horarios y precios, decidimos descartarlo ya que nos llevaría casi todo el día. Aunque no tan grande como éste, existen otras zonas por Bariloche donde ver arrayanes.



Decidimos continuar camino y comenzar la Ruta de los 7 lagos propiamente dicha.
La carretera discurre siempre hacia el norte atravesando el inmenso parque nacional Nahuel Huapi y pasando al lado de multitud de lagos rodeados de montañas, bosques y ríos de increíble belleza.
El entorno natural que se recorre es espectacular. Todos los lagos que se observan desde lo alto disponen de miradores y carteles informativos, aunque algunos de ellos están al nivel de la carretera y se puede parar justo al lado. Debido al tamaño y las extrañas formas de la mayoría, con entrantes y salientes de agua constantes, algunos se ven varias veces durante el camino.
Todos ellos invitan a hacer alguna actividad según sus características, bien sea tomar el sol en su orilla, pescar, navegar con un barquito o darse un baño.
Algunos de los nombres de los lagos partiendo desde Villa la Angostura, son los siguientes: Nahuel Huapi, Correntoso, Espejo, Espejo Grande, Espejo Chico, Traful, Escondido, Villarino, Falkner, Hermoso, Machonico, laguna Fría y por fin el último e inmenso lago Lácar.
Como dije anteriormente, todos tienen su encanto. En algunos paras sólo a echar un vistazo, otros invitan a dar un paseo, y la mayoría están rodeados de bellas montañas.
San Martín los Andes es una bonita localidad situada a orillas del lago Lácar, de similar estilo y urbanismo a Bariloche, aunque mucho menos masificada. Dispone de una bonita zona de playa, embarcadero, varios parques y diversos restaurantes y bares donde tomarse una cerveza o disfrutar del atardecer observando la inmensidad del lago Lácar.
Tras dar una vuelta por el pueblo y tomarnos unas Quilmes bien fresquitas, no tuvimos más remedio que comenzar el camino de vuelta. Nos esperaban unas 3 horas de camino.
Para el regreso teníamos 3 alternativas: volver por las carreteras 63 y 237, volver por la 65 y 237 o regresar por la misma carretera 40 que tomamos a la ida. Tras informarnos con gente de la zona que nos dijo que tanto la 63 como la 65 son caminos de ripio en no muy buen estado, decidimos regresar por el mismo lugar que la ida. Se estaba haciendo tarde y no queríamos investigar nuevas rutas, menos por caminos de tierra. Hay que tener siempre respeto a las zonas de montaña, y más si son desconocidas.
Tras esta decisión nos sucedió la anécdota del viaje. Tras una curva cerrada con poca visibilidad me encontré un coche parado en el mismo carril por el que yo iba. El instinto me hizo frenar en seco pero aun así no pude evitar chocar con él. Nos bajamos del coche y la chica que conducía el coche que golpeé empezó a disculparse por haberse quedado parada. Era un coche de alquiler y no supo controlar los pedales. En fin, cosas que pasan. Siempre pienso que hay que ser positivo en estos casos, y la verdad es que el coche seguía funcionando y todos estábamos bien, lo cual es realmente lo importante.
Tras hacer el papeleo, hacer unas fotos de los golpes y los seguros del contrario, subimos de nuevo al coche. Por suerte no fue más que un susto y pudimos regresar. Y por suerte teníamos el seguro a todo riesgo (por apenas 11€), con lo que la compañía no nos puso ningún problema, sino todo lo contrario.
Estas son las pequeñas decisiones que te pueden condicionar un viaje. Si no hubiésemos contratado el seguro a todo riesgo nos habría tocado pagar los desperfectos. Y menos mal que el coche no se estropeó, pues nos pasó en una zona sin cobertura móvil y no sé qué habríamos hecho en tal caso.
Llegamos a Bariloche ya casi de noche, con el tiempo justo para darnos una ducha, dar un paseo por la zona comercial y elegir restaurante para cenar. De nuevo otro increíble lugar para cenar rico y barato.
Dia 6. Bariloche y alrededores. Dormir en Bariloche.
Cuando hicimos el planning del viaje, dejamos este día para visitar lo que llamamos ‘alrededores de Bariloche’, pues sabíamos que tenía muchas cosas que ofrecer pero no teníamos muy claro a qué dedicarlo. Ya el primer día por esta zona nos dimos cuenta de la inmensa cantidad de actividades posibles, por lo que sólo teníamos que elegir lo que nos apeteciera.
Y comenzamos por dos zonas que nos habíamos dejado pendientes en nuestra ruta por Circuito Chico. La primera de ellas fue el más famoso mirador de Bariloche, llamado Punto Panorámico. Se trata de un mirador al lado de la carretera desde donde se contempla la típica imagen de postal de los distintos brazos de los lagos Nahuel Huapi y Moreno rodeados de montes verdes arbolados, las cumbres andinas nevadas al fondo y el hotel Llao Llao en el centro de la imagen. Es un lugar para echar un rato simplemente observando la espectacular panorámica. Lo malo es que está atestado de turistas que suben y bajan continuamente de los autobuses para hacerse la típica foto.

El segundo punto pendiente era otro espectacular mirador conocido como Cerro Campanario, más bonito aún que el anterior, aunque también más difícil de llegar a pie. No en vano hay que subir un empinadísimo camino durante unos 35 minutos para salvar el desnivel de 200m desde la carretera, donde se puede dejar el coche. La alternativa es pagar los 200 ARS que vale el telesilla que te sube y baja a lo alto. Aunque yo recomiendo el camino. Sufrido, pero merece la pena. Además en él se puede ver algún arrayan. En lo alto del cerro hay un bar, un restaurante y unas vistas de escándalo desde una zona aún más elevada que Punto Panorámico, lo que permite una visión 360º espectacular.
Otros puntos singulares en los alrededores de Bariloche son el Cerro Otto, que dispone igualmente de teleférico para llegar a lo alto, y Cerro Catedral, centro de esquí invernal con acceso por carretera.
Descartamos ambos (porque no se puede ver todo), y decidimos irnos un poquito más hacia el sur por la carretera 40. Nuestra idea inicial era llegar por la 82 al valle del Cerro Tronador, el pico más alto de la zona con más de 3000m de altura, para hacer alguna rutilla por allí. Pero nada más llegar al cruce de los Rápidos descubrimos que había que pagar y que había que tener en cuenta las horas de regreso, pues es una carretera controlada de acceso restringido. Ello nos hizo cambiar de planes sobre la marcha, pues no merecía la pena seguir para estar 3 o 4 horas nada más.
Otra zona a la lista de ‘para la siguiente vez’.



Menos mal que allí cerca teníamos los lagos Gutierrez y Mascardi para darnos alternativas. Estos lagos son perfectos para pasar el día, comer e incluso darse un baño. Sus aguas son tranquilas y limpias y el entorno es muy soleado, pues no hay montañas altas en los alrededores. Y eso fue lo que hicimos. Disfrutar de un entorno fantástico, comer en la orilla del lago y, cómo no, darnos un pedazo de baño. ¿Quién puede decir que se ha bañado en un lago de la Patagonia?
De regreso a Bariloche, seguimos nuestro ritual de los 2 últimos días: ducha, descanso, paseo, y cena en un nuevo restaurante. Aunque como teníamos tiempo, añadimos un paseo por la zona del puerto.
También aprovechamos para hacer unas últimas compras (¡chocolate!) y despedirnos de la ciudad.
Dia 7. Vuelo a Calafate (11:00-12:45). Coche a P.Natales (4h). Dormir en P. Natales.
Hoy era uno de esos días de transición y largo viaje en el que el objetivo es simplemente llegar a destino.
Llegamos al aeropuerto de Bariloche con unos 90 minutos de antelación a la salida (más que suficiente para un vuelo local en un aeropuerto tan pequeño como éste). El vuelo salió de nuevo puntual y aterrizó sin contratiempos a la hora prevista en el aeropuerto de El Calafate. El vuelo, en el que pedí un asiento para estar en la ventana del lado derecho y poder ver los Andes, no me defraudó.
Aunque no se sobrevuela sobre las montañas centrales, sí que se ve una continua sucesión de picos nevados y montañas siempre a la derecha, la increíble soledad y belleza andina.
El descenso a El Calafate fue un poco movido por el fuerte viento lateral. No apto para asustadizos. Nada más aterrizar descubrimos que es precisamente el viento el fenómeno meteorológico más habitual en esta zona de la Patagonia. En el seguro del coche que alquilamos se incluye una cláusula antivuelco por el viento y te informan que no sobrepases los 100 km/h en caso de que sea fuerte. Incluso hay señales en las carreteras advirtiendo sobre sus peligros. Curiosa señal al que no pudimos evitar tomar alguna foto.
Recogidas las maletas, con el coche alquilado para los próximos 7 días, y advertidos del riesgo del fuerte viento patagónico, pusimos rumbo sur, en dirección a Chile.
Para llegar a Puerto Natales, elijas la ruta que elijas, hay que conducir un mínimo de 4 horas.
Ojo, en esta zona no hay que fiarse de google maps. Mejor preguntar a la gente local.
El primer punto por el que hay que pasar inevitablemente es un cruce de carreteras llamado Estancia Tapi Aike, donde se encuentra un surtidor de gasolina regentado por una familia que vive en una casa justo allí mismo y que abre sin horarios.
Si pasas y el dueño está por allí, podrás llenar el tanque de gasolina. Normalmente abre durante el día, según nos dijeron.
Para llegar a Tapi Ake se puede seguir la ruta 40 o seguir la 5 hasta Esperanza (donde hay una gasolinera y un restaurante) y desde allí la 7. Recomiendo la ruta por Esperanza ya que se circula mucho más rápido y, aunque son más kilómetros, se tarda lo mismo en tiempo y es más frecuentada en caso de accidente o avería. El tramo de ruta 40 tiene muchos baches y no se puede circular a más de 40km/h, además de no haber cobertura móvil.



En toda esta zona es muy fácil observar grupos de ciervos, guanacos e incluso ñandúes, aves similares a los avestruces pero de menor tamaño, endémicas de la Patagonia y en peligro de extinción. Hay que tener mucho cuidado en la carretera pues es fácil que la crucen sin miedo alguno. Todo el trayecto se compone de enormes campos y estepas de arbusto y vegetación baja patagónica.
Desde Tapi Ake a Puerto Natales hay 2 puntos fronterizos: al norte en Cancha Carrera (más frecuentado por su proximidad a Torres del Paine) y al sur en Río Turbio. Nosotros elegimos Río Turbio para evitar colas y así conocer esta zona de pasado y presente minero, con diversas fábricas y minas al aire libre.
Puerto Natales es un pueblo de pescadores que, como muchos otros de la zona, han evolucionado como puerto comercial orientado al transporte de mercancías y contenedores y al servicio para turistas. Existen 2 partes bien diferenciadas en el pueblo. Por un lado la zona portuaria, pasado y presente del pueblo, y por otro la zona residencial colina arriba, muy del estilo americano con largas calles, casas de una planta y grandes aceras ajardinadas.
Nuestro alojamiento para las 2 próximas noches era, de hecho, una casa de este tipo donde los dueños habían habilitado una zona a modo de apartamento, que alquilaban a turistas. En ella pudimos cocinar y prepararnos nuestro desayuno, pues disponía de cocina propia. Una chulada.
Como el viaje se nos había hecho un poco largo, decidimos ir a comprar a un supermercado cercano y cenar en casa. Los 2 días siguientes iban a ser movidos.
¿Por qué elegimos Puerto Natales si está a más de 90 minutos de la entrada del parque nacional Torres del Paine?
Pues básicamente porque en el parque nacional y los alrededores es imposible dormir en una cama por menos de 100€ la noche, y me quedo corto. Los precios están desorbitados en Torres del Paine y sólo son aptos para los muy pudientes. La gente se queja porque es carísimo, pero es lo que hay actualmente.
Como no estábamos dispuestos a pagar un dineral, decidimos quedarnos en esta bonita población a pesar de la distancia y los kilómetros recorridos. Y al final, creo que nos mereció la pena.
El planning para los 2 próximos días era hacer el trekking al mirador base de las Torres uno de los días, y el otro recorrer en coche el parque nacional y sus diversos miradores y senderos de nivel bajo. No teníamos ni tiempo ni aptitudes para meternos en otras rutas más serias como la ruta W o la O.
Aunque hubiéramos preferido hacer la ruta mañana mismo, la dejamos para el día siguiente porque daban una mejor ventana de tiempo, algo a tener muy en cuenta en el cambiante y peligroso tiempo patagónico, donde en un mismo día, según dicen, puede haber las 4 estaciones climáticas.
Lo malo es que el día del trekking tendríamos que irnos del tirón, sin ducharnos, a Calafate. Día largo.
Dia 8. Torres del Paine en coche. Dormir en P. Natales.
Hoy era el día previsto para recorrer Torres del Paine en coche.
La ruta que hicimos hoy en coche es perfecta para conocer la precioso e imponente parque nacional de las Torres del Paine, quizá el más conocido del Chile patagónico, al menos para el turismo de masas.
Es una ruta circular de unas 4:30 horas sin paradas, aunque te lleva todo el día por la cantidad de puntos de interés. La parte dentro del parque nacional es de ripio y, aunque está en un estado aceptable, hay algunos tramos bastante mejorables. Me parece buena idea no asfaltarlo para dejar el entorno más natural y evitar que los coches vayan más rápido, pero sí que se podría quitar los baches, eliminar piedras y alisarlo un poco, sobre todo teniendo en cuenta el dineral que cobran por la entrada (27€). Al menos vale para 2 días.


La ruta comienza dejando a la izquierda el inmenso lago Toro y el lago Sarmiento, los más grandes de la zona.
Ya dentro de los límites del parque nacional lo primero que se ve es la pequeña laguna Amarga, una de las panorámicas más bonitas de las Torres (si se dejan ver por las nubes, claro). El recorrido continúa por el ripio subiendo y bajando cuestas pronunciadas, hasta llegar a las pequeñas lagunas de los Cisnes y laguna Larga, justo al lado de otro de los mejores miradores de la zona: el mirador del lago Nordermskjöld, desde donde ya no se ven las Torres pero sí los Cuernos del Paine, inmensas moles de piedra que poco tienen que envidiarse.
La ruta sigue hasta un cruce donde se puede llegar, en un pequeño y bonito paseo de 1 hora entre estepas andinas, hasta el mirador de los Cuernos, lugar precioso con unas vistas increíbles de los Cuernos del Paine. Nada más empezar la ruta se encuentra un salto de agua bastante imponente y estruendoso conocido como Salto Grande. El agua en esta zona es de color azul turquesa espectacular.
A escasos 10 minutos, siguiendo el camino, se llega a una de las vistas más icónicas y fotografiadas de la ruta circular, el mirador Pehoé con la hostería Pehoé justo en medio del lago Pehoé. Aunque llena de turistas pierde encanto, es sin duda una de las fotos más bonitas y especiales de la ruta.
El hambre nos llegó justo en este momento a todos, por lo que aprovechamos para comer unos bocatas al lado de uno de los muchos pequeños lagos de esta zona.


Tras reponer fuerzas, continuamos ruta sur y luego norte hasta llegar a la guardería Grey. Este tramo está en bastante mal estado, el peor con bastante diferencia, y tardamos algo más de lo estimado en recorrer los casi 20km de ripio. En esta zona existe un restaurante y un parking grande, pues es uno de los puntos de acceso al circo glaciar del Paine para andinistas, escaladores y montañeros en general que va a pasar varios días durmiendo en refugios y tiendas de campaña, en la zona más inaccesible y puramente montañera del parque nacional, no apta para el turismo masivo. Y esperemos que siga siendo así mucho tiempo, creo que es importante dejar zonas vírgenes o al menos alejadas del turismo.
En esta zona comienza el lago Grey, al fondo del cual se puede ver el glaciar del mismo nombre. Una ruta de cerca de 1 hora recorre la playa llena de piedras del lago y sube hasta un monte donde se encuentra un mirador de toda esta vertiente oeste del Paine. El viento aquí suele ser fuerte, pero las vistas son espectaculares, tanto del glaciar al fondo como del lago y los icebergs que deambulan solitarios y perdidos por él. Paisaje virgen y espectacular.
Llegados a este punto, y ya algo cansados, pusimos punto final a la ruta circular y regresamos a casa por la ruta Y-290, en la parte oeste del parque, que deja a la izquierda el lago Toro y, tras más de 1 hora de ripio, pasa justo al lado de la cueva del Milodón, muy próxima ya a la carretera. Según leímos la cueva está bastante bien documentada ya que hace bien poco que se abrió al público, pero cuando pasamos ya estaba cerrada y no pudimos entrar.
Desde la cueva a Puerto Natales hay algo más de 30 minutos, ya por carretera.
Al llegar a Puerto Natales quisimos aprovechar las horas de luz que nos quedaban para pasear por las calles del centro del pueblo, en torno a la plaza Arturo Prat, donde se congregan la mayor parte de restaurantes y tiendas, y un poquito por el muelle, donde pudimos tomar alguna foto al curioso monumento a la mano o a los 2 nadadores saltando junto al skate park . Cenamos en un local bastante animado llamado Baguales, donde se junta prácticamente toda la gente animada del pueblo con ganas de escuchar música mientras te tomas una buena cerveza artesanal y una hamburguesa gigante. Comida rica, y barato. Ambiente de lujo.
Si quieres algo más tranquilo y comer algo más elaborado, como por ejemplo un buen pescado de la zona, es mejor darse una vuelta y buscar algún otro restaurante más tranquilo, que los hay.
Dia 9. Trek a Mirador de las Torres (8h). Coche a Calafate (4h). Dormir en Calafate.
El día del primer trekking largo del viaje llegó. Y, aunque la primera impresión del día al abrir la ventana fue de bajón por las nubes y el olor a lluvia, la previsión del tiempo para las próximas horas ratificaba una ventana de buen tiempo. Y así fue, por suerte.
Dejamos nuestro apartamento con algo de pena porque era muy confortable y amplio y estuvimos muy a gusto y tranquilos estos 2 días. Pero nada es para siempre, por desgracia o suerte.
Metimos las maletas en el coche sobre las 7:30 y pusimos rumbo a la entrada de Laguna Amarga, a la que llegamos sobre las 9:00. Sellamos nuestra entrada de 2 días seguimos algunos kilómetros más hasta llegar a la zona de refugio, camping y hotel de las Torres, punto final para los vehículos a motor y desde donde parten la mayor parte de las rutas a pie por el circo glaciar de Torres del Paine en cualquiera de sus múltiples rutas.
Nosotros íbamos a hacer la ruta al mirador Base de las Torres, la cual supone unas 8 horas o más, teniendo en cuenta paradas y comida. Unas 5 horas de subida y otras 3 de bajada.
La ruta se compone de 3 partes bien diferenciadas:
La primera es de constante y continua subida por un camino ancho y bien marcado, con puentes sobre el río al comienzo y empinadas cuestas de arena después. Al llegar a una zona alta tras casi 1:45 minutos de subida, se llega a una zona muy ventosa en la que hay que descender 15 minutos hasta llegar al refugio Chileno. Éste es el único punto de la ruta donde se puede comprar comida.
Desde aquí el paisaje cambia y prosigue por senderos estrechos atravesando bosques de ñires y lengas, entre otro tipo de vegetación típica andina. El paisaje es ahora más sombrío y protegido del sol, también bastante más bonito. El camino es siempre cuesta arriba hasta que se llega a un lugar conocido como guardería Torres, último punto seguro de la ruta .
En este lugar es donde comienza la fuerte y última ascensión de subida de 1 hora hasta el mirador Base de las Torres.
Esta parte es muy dura y no apta para corazones flojos, pues salva un desnivel de 400 metros en apenas 1 kilómetro de ascensión entre rocas y siguiendo el sendero que deja un arroyo que baja desde lo alto.



Pero claro, al llegar arriba se te olvida el sufrimiento y lo duro que ha sido llegar hasta aquí, porque la visión del circo glaciar de las Torres del Paine es de quitar el hipo. La nieve y el hielo cubren cumbres y paredes, formando pequeños glaciares que vierten el agua a la laguna glaciar de la base. Si hay suerte y las nubes dejan ver las 3 inmensas paredes graníticas que conforman las Torres junto a la laguna glaciar, serás bastante afortunado pues incluso en días soleados no es fácil verlas.
Es un lugar mágico y lleno de energía, donde merece la pena sentarse en una roca y simplemente observar lo que la naturaleza es capaz de generar. A pesar de que la ruta no es sencilla, los alrededores de la laguna están abarrotados de gente haciendo fotos y disfrutando del lugar. Sólo unos pocos locos montañeros se aventuran a seguir subiendo desde aquí a buscar algo más de libertad allí arriba. Palabras mayores, incluso en el mundo de la montaña. Es una zona peligrosa incluso en verano.
Estuvimos por la laguna cerca de 1 hora. Hicimos fotos, comimos y disfrutamos del momento. Bien abrigados, por supuesto. Hace mucho frío ahí arriba, incluso con bien tiempo.
Lo que no disfrutamos en la subida, constante desde el comienzo de la ruta, lo hicimos en la bajada. Mucho más relajados y yendo cuesta abajo, es más fácil mirar a los lados para observar el paisaje. Aunque la primera parte entre rocas nos conformamos con llegar bien abajo, pues entre la masificación de gente y la cantidad de rocas y piedras sueltas, el camino se hace peligroso. Tardamos casi lo mismo en subir que en bajar esta parte. Desde ahí el camino se hace mucho más ameno y distendido, llegando a ser un poco tedioso en la parte final, cuando se acaban los árboles y sólo queda una larguísima bajada al valle de abajo por la pista de arena del comienzo de la ruta. Las vistas son espectaculares aquí.
Llegamos al parking sobre las 17:00. Estiramos bien, descansamos un rato tirados en un prado y partimos de vuelta a El Calafate. Con suerte llegaríamos sobre las 21:30.
Pero no tuvimos suerte.
Primero porque se nos adelantó un autobús en la frontera de Cancha Carrera, que nos hizo tener que esperar casi 30 minutos a que todos los turistas del mismo pasaran el trámite fronterizo.
Después tuvimos que parar en la estancia Tapi Ake a echar gasolina, pues no habíamos calculado bien y estábamos muy justos para llegar a Esperanza, lugar más próximo con gasolinera. Por suerte, tocamos la puerta de la casa de al lado del surtidor y el dueño tuvo la amabilidad de servirnos gasolina. Con bastante desgana, todo sea dicho, pero lo hizo. Le tuvimos que dejar una buena propina al hombre.
Hay que tener mucho cuidado en la Patagonia con la gasolina, y tener siempre el depósito lo más lleno posible. Nunca sabes a cuántos kilómetros estará la siguiente estación de servicio.
Ya en Esperanza nos entró un hambre atroz (normal después de la pateada que nos habíamos pegado), por lo que paramos en una food truck que había por allí a comprar algunas empanadas y coca colas.
Seguimos camino y al poco se nos hizo de noche, con lo que tuvimos que bajar la velocidad drásticamente para evitar atropellar a la fauna local, abundante y, sobre todo, muy grandes. Mejor ir despacio.
Llegamos a El Calafate sobre las 22:30. Para colmo el gps nos llevó a 2 sitios equivocados antes de poder contactar con el dueño para que nos abriera la puerta. Los 2 próximos días tocaba dormir en unos apartamentos muy chulos con vistas al lago Argentino. Pero hoy estábamos para pocos trotes por lo que, tras la ducha de rigor, nos metimos a la cama y nos dormimos ipso facto. El día había sido muy largo y estábamos muertos.
Dia 10. Navegación PN. Glaciares. Canal Upsala. Dormir en Calafate.
Aunque no dormimos todo lo que nos hubiera gustado cuando el despertador sonó, nos sentimos con ganas y fuertes para afrontar el día. De nuevo madrugamos bastante (7:00), pues teníamos que estar a las 8:30 en el embarcadero de Puerto Bandera, a unos 40 minutos de El Calafate.
Las reservas para la actividad de hoy (conocida como Estancia Cristina + 4x4, 6300ARS por persona) y de mañana (Minitrekking por Perito Moreno, 3600ARS por persona), las habíamos contratado a través de nuestro alojamiento, Posada Larsen, desde Madrid y por email. Nos dio bastante confianza desde el principio, nos respondieron muy rápido siempre y descubrimos que todas las actividades son iguales y tienen el mismo precio, reserves con quien reserves. Las concesiones de las actividades las tienen ciertas empresas (distintas según la actividad), y no hay alternativa posible, por lo que el precio es fijo y no sujeto a cambios.
Aunque pueda parecer extraño, creo que es un buen sistema para evitar la especulación y la escalada de precios, además de asegurar que estos bellos parajes naturales no se llenan de turistas sin control.
Llegamos puntuales al embarcadero de Puerta Bandera, y nos subimos al barco para navegar junto al Canal y Glaciar Upsala, así como la Estancia Cristina, hogar con mucha historia sobre los primeros habitantes de estos remotos y duros lugares.
Entre las distintas opciones clásicas ‘para turistas’ existentes (y que se pueden investigar en Internet o mandando un correo al alojamiento), siempre tuvimos claro que queríamos que fuera lo más activo y variado posible. No queríamos estar todo el día en el barco observando canales y lagos glaciares desde la lejanía, pues sabíamos que está prohibido acercarte en barco cerca de las paredes de hielo de los glaciares, por accidentes pasados.
Por tanto, descartamos la navegación por los distintos canales del inmenso Lago Argentino para conocer uno sólo de ellos, el glaciar Upsala. Este coloso es el segundo más grande de Argentina sólo por detrás del glaciar Viedma, ambos bastante más difíciles de ver de cerca que el tercero en discordia, el famoso Perito Moreno.



La navegación en el barco se hace amena pues cada poco tiempo el speaker de la tripulación, micrófono en mano, va contando la historia del lugar, acompañada de información sobre los canales, los glaciares, la vegetación o la fauna del lugar. El viento y las olas son compañeras habituales en la travesía, durante la cual se observan las desoladas y nevadas cumbres de los alrededores, algunas con pequeños glaciares y nieves perpetuas. Dependiendo de la época es fácil ver también algún que otro iceberg flotando a la deriva por los canales. Resulta muy llamativo ver los distintos colores azules y blancos debidos a la refracción de la luz y el contenido en oxígeno del hielo. Si no has visto ninguno, te quedas impresionado. Y más cuanto más grande y cuanto más cerca se acerca el barco. Impresiona.
Nada más llegar al embarcadero de Estancia Cristina, nos subimos a los vehículos 4x4 para realizar el camino hasta el mirador del glaciar Upsala. Surgió la oportunidad de sentarme de copiloto, y no dudé ni un instante. Mejores vistas y mejor asiento. A disfrutar a tope del camino. Y verdaderamente que lo hice, al lado de nuestro conductor y guía.
La ruta, de unos 45 minutos aproximadamente, me pareció una pasada. Recorre caminos llenos de surcos, barro y piedras, supera algunos desniveles de más de 40º, pasa al lado de precipicios, sube y baja por puentes sobre ríos, te permite ver unas vistas de escándalo y atraviesa bosques de lengas y guindos.
¿Qué más se puede pedir de una ruta en 4x4?
Bueno, vale, me quedé con las ganas de conducir, pero creo que no me lo hubieran permitido.
Llegados a la parte alta de la montaña, nos encontramos con un paisaje marciano espectacular. El lugar donde en otro tiempo llegaba el glaciar, deja al descubierto hoy las diferentes capas de rocas pulidas por el hielo durante siglos, de colores rojizos, marrones y ocres.
Subiendo un poco hasta lo más alto, se observa por fin el inmenso Glaciar Upsala, valle abajo.
No esperaba encontrarlo tan lejos, la verdad, y quizá me defraudó un poco por ello. Hasta que los guías nos contaron que es uno de los glaciares que más rápido está decreciendo del mundo y no se sabe con seguridad si seguirá estando ahí en el futuro próximo, momento en el que me sentí afortunado por estar contemplando con mis ojos este espectáculo de la naturaleza, y frustrado por ser parte de las generaciones que están provocando su destrucción paulatina.



Tras el camino de vuelta, otros 45 minutos, llegamos a la Estancia Cristina, donde otra nueva guía nos llevó hasta los restos de la primera casa que se construyó en la zona, así como a la noria que construyeron para obtener agua y alguna que otra construcción interesante. La visita cultural terminó en el Museo, dedicado a contarte con todo detalle la historia del lugar y de la familia de colonos aventureros que decidió establecerse en este remoto lugar (sólo accesible en barco o a pie tras varios días) y hacer de él su forma de vida. Se trata de un museo bastante interesante y con multitud de detalles y objetos que te explican perfectamente lo duro pero interesante que fue establecerse aquí.
Hoy en día la Estancia está dedicada plenamente al turismo. Y funciona.
Comimos en el restaurante que existe allí mismo (40€ por persona o llevar tu propia comida son las opciones), porque no pudimos comprar comida. Pagamos muy caro, pero comimos bien. Y calentitos.
Porque no hay que olvidar que todos los glaciares argentinos forman parte del Campo de Hielo Patagónico, la tercera masa de hielo más grande del planeta Tierra, sólo por detrás de la Antártida y Groenlandia. Y quieras que no, se trata de un clima extremo, incluso en verano.
La vuelta en barco, bastante más tranquila, la pasamos tomando café, observando el paisaje en la cubierta, viendo fotos y descansando sin más.
Llegamos a El Calafate sobre las 20:00. Nos dimos una ducha y nos pusimos nuestras mejores galas (es decir, camiseta y vaquero) para bajar al pueblo a tomar unas cervezas y cenar. Nos fuimos directos a La Zorra, local con mucho ambiente que nos habían recomendado y que no nos defraudó en absoluto. Música en vivo (el guitarra era Juan, el chico de nuestros apartamentos), variedad de cervezas artesanales, gente animada, comida barata y abundante. Perfecto final de día.
Dia 11. Trek Perito Moreno. Coche a Chalten (3h). Dormir en Chalten.
Hoy teníamos preparado uno de los platos fuertes del viaje: el famosísimo glaciar de Perito Moreno.
Es, sin duda, uno de esos pocos lugares del mundo que tienes que ver con tus propios ojos para poder entender su magnitud, grandiosidad y belleza. Por muchas fotos que veas o te cuenten, lo que se siente estando cerca del glaciar es algo difícil de explicar. Te sientes muy pequeño.
Esta inmensa masa de hielo que no para de crecer (de los pocos en el mundo que aún lo hacen), es tan famosa por la facilidad de su acceso por carretera, apto para todos los públicos. Es tan accesible porque la lengua de hielo de su frente, de unos 70 metros de alto, se choca con el monte que tiene justo enfrente, impidiéndole seguir creciendo y provocando que se expanda a los lados del lago glaciar. Este continuo movimiento de hielo provoca la fractura del hielo, que se resquebraja y crepita sin interrupción, hasta caer partido en trozos al lago. Este sonido atronador es algo único, uno de esos sonidos que te llevas como recuerdo para siempre. Y es bastante fácil verlo, pues está en continuo movimiento.
La visión del glaciar desde las pasarelas es muy buena, pues se ve en toda su anchura y hasta varios kilómetros de profundidad, desde una posición elevada. Hay 3 o 4 pasarelas con distintos caminos posibles a realizar, aunque todos ellos van paralelo al frente del glaciar. Lo mejor es sentarse simplemente a contemplar y escuchar esta maravilla de la naturaleza en todo su esplendor.
Nosotros estuvimos cerca de 1 hora dando una vuelta por ellas, tomando fotos, y disfrutando de lo espectacular de este lugar. Y sintiéndonos unos privilegiados por poder estar aquí.

Por la mañana, antes de pasear por las pasarelas que acabo de comentar, estuvimos conociendo el glaciar desde una perspectiva mucho más cercana, con la actividad conocida como Minitrekking.
Aunque es bastante ‘guiri’ (con ello me refiero a que es apto para todos los públicos y no importa la condición física), la experiencia de pasear entre los seracs, ríos y cuevas de hielo del glaciar es única.
Aunque me quedé con ganas de algo más de actividad y menos turisteo y fotos (muchos sólo van a hacerse selfies en el hielo y ni siquiera miran el glaciar), sabíamos a lo que veníamos, una actividad enfocada al turista medio que sólo va a sacar fotos. En el otro trekking, de 4 horas y mucho más caro, era donde se podía vivir realmente una experiencia más auténtica y aventurera en el glaciar.
Otra de las cosas buenas de esta actividad fue la posibilidad de observar el glaciar desde la perspectiva al nivel del agua, lo que te hace verlo más grande y abrumador si cabe. Me pareció como el Muro de Juego de Tronos, que separa a los caminantes blancos de Poniente.
También es especial ver cómo cambia el color del hielo según la luz que le esté dando, haya mucho o poco sol, sea mañana o tarde. Azules y blancos con todos los matices posibles.
Tras todo el día dedicado al Perito Moreno, tocaba seguir rumbo por las estepas patagónicas.
Montañas peladas, escasa vegetación y ninguna construcción humana en kilómetros a la redonda, salvo el hotel La Leona, parada obligatoria para conocer un poquito más los orígenes de los primeros pobladores de la zona y alguna que otra anécdota sobre el nombre de este lugar y el precioso río del mismo nombre, justo al lado. A diferencia de la parte chilena, vimos pocos guanacos y ningún ñandú.



Llegamos a el Chaltén sobre las 19:00, tras unas 2 horas de coche por una carretera en perfecto estado.
Y nada más entrar a Rancho Grande, lugar donde nos alojaríamos los 3 siguientes días, nos dijeron que tenían un regalo para nosotros, ni más ni menos que una botella de cerveza de 1l para nosotros. No se me ocurre un mejor regalo justo en ese momento. La acabamos en unos 10 minutos.
Y es que resulta que hace un tiempo que existe la tradición en este hotel de que todo español que llega, recibe como regalo una cerveza y un papel escrito y firmado por otro español, el último que dejó el alojamiento. La tradición continuará cuando nosotros marchemos, y dejemos para los siguientes españoles una cerveza y unas palabras de bienvenida.
Nos pareció una genial idea. Y la continuaremos, claro.
Tras este genial recibimiento, decidimos quedarnos a cenar en el propio hotel, pues estaba lleno de gente pidiendo unas cosas con un aspecto buenísimo y había muy buen ambiente.
Y acertamos de pleno. Espectacular bife de chorizo, pollo con verduras y no sé qué más, todo riquísimo y barato, como venía siendo habitual en toda Argentina. Y más cervezas, claro. Que rica está la Quilmes.
Los 2 siguientes días estaban dedicados básicamente a patear por los alrededores del Chaltén, cuna del senderismo patagónico por la cantidad de rutas existentes, de todos los niveles y dificultades. De hecho coincidimos en el tiempo con una expedición en la que, lamentablemente, murieron 2 andinistas brasileños y otro español que fue en su auxilio casi pierde la vida también. Salió en todos los periódicos nacionales. Lamentablemente, son desgracias que ocurren casi a diario en esta zona, en verano.
Como nuestro nivel montañero no es tan alto, nos conformamos con hacer las 2 rutas más típicas de la zona: el trek a Laguna Torre y el trek a la Laguna de los 3, base del Fitz Roy.
Siguiendo los extraordinarios consejos de Ariel, uno de los dueños de Rancho Grande, decidimos hacer primero laguna Torre, pues daban peor tiempo mañana que al día siguiente. E hicimos bien.
Siempre hay que seguir los consejos de la gente que conoce el terreno. Y más en montaña.
Por otro lado, hay multitud de mapas de la zona en Internet y en casi todos los hoteles, donde se ven las distintas alternativas que existe, su dificultad y mucha más información. También se pueden comprar.

Dia 12. Trek Laguna Torre (6h). Dormir en Chalten.
El trek a Laguna Torre consta de unos 16 kilómetros, que se pueden realizar en unas 6 horas ida/vuelta.
Como teníamos todo el día para hacerlo, nos quedábamos a dormir en el mismo lugar y no teníamos que coger el coche para nada, decidimos tomárnoslo con calma y no madrugar demasiado.
En esta época del año en esta latitud hay luz solar hasta las 22:00, por lo que no hay que tener prisas.
Desayunamos fuerte y muy bien. Hicimos las mochilas cargando comida, agua, ropa de abrigo y chubasquero. Serían las 10:00 cuando comenzamos a andar.
El trek a Laguna Torre es perfecto como toma de contacto para conocer la zona. No tiene demasiada dificultad en cuanto a desnivel positivo subiendo (250m), pero sí en cuanto a distancia (6 horas para 22km ida y vuelta). Por tanto, hay que evaluar bien las fuerzas de que se dispone.
La ruta en sí discurre siempre por un estrecho sendero que atraviesa las más características zonas patagónicas y andinas: primero estepas con arbustos bajos, luego una zona escarpada entre riscos donde se puede ver alguna cascada y para acabar esta primera parte una subida empinada hasta el mirador del valle del Torre, desde donde se contempla una de las mejores vistas de toda la ruta. A los pies se puede observar ya un amplio valle donde las lengas dominan toda la parte baja, vigilados a lo lejos por el característico cerro Torre. El sendero continúa hacia abajo hasta llegar al propio bosque, que no abandonaremos durante un par de kilómetros. Distintos árboles patagónicos se suceden en esta parte de la ruta, sombría y enigmática. Al llegar a una zona abierta justo al lado de un río, estaremos ya muy próximos a nuestro destino: la laguna Torre. Desde este punto se puede continuar un poco más hacia el mirador Maestri, en la parte alta de la laguna.
Nosotros decidimos dejarlo en este punto ya que el día estaba siendo gris y apenas había visibilidad del Torre y las montañas anexas.
Una pena, pero así es la montaña. Para colmo hacía bastante frío, por lo que tuvimos que comer bastante apresurados y juntándonos bien para entrar en calor, en la zona de acampada Agostini, justo al lado de la laguna.
No había ni una tienda de campaña.
La vuelta se hace por el mismo camino de la ida.
Llegamos a el Chaltén bastante pronto para lo que venía siendo habitual, por lo que hasta nos pudimos echar una pequeña siesta, tras la ducha de rigor.
Ya descansados, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, compuesto principalmente por hoteles, restaurantes y tiendas, todos ubicados en edificios de una sola planta y en la sintonía marcada por la madera y los colores alegres. Se nota que esta población está bastante alejada de la civilización y, a su vez, eso mismo le da un aire y un rollo bastante chulo, muy montañero y de gente a la que le gusta la montaña y la naturaleza. Pocos turistas de autobús y todo incluido se ven por acá.
Cenamos en un restaurante dedicado a los revolucionarios del mundo de las distintas épocas y países. Lugar curioso lleno de fotos antiguas, carteles reivindicativos y comida, cómo no, riquísima.
Y con la música en directo milonguera de una pareja con una increíble buena onda. Ya se me pegan las expresiones argentinas, ¿viste boludo?



Dia 13. Trek Laguna de los 3 (8h). Dormir en Chalten.
El trek a la Laguna de los tres o Mirador de Fitz Roy era nuestro objetivo de hoy. Andando a buen ritmo y sin demasiadas paradas, ida y vuelta puede llevar alrededor de unas 8 horas, a las que añadir el tiempo dedicado en la laguna y alrededores que, si hace buen tiempo, merece, y mucho, la pena. No hay muchos lugares en el mundo tan bestiales e icónicos en el mundo senderista.
Hay 2 formas de llegar a la laguna de los Tres: Opción 1 es desde Chaltén vía laguna Capri, luego punto Poincenot y subida a la laguna. Opción 2 es salir desde Hostería el Pilar, luego punto Poincenot y subida a la laguna. La opción 2 evita la primera subida hasta Capri y permite hacer una ruta circular, pero tiene el inconveniente de necesitar un desplazamiento en taxi (8€ persona) hasta la hostería en Pilar. Nuestro amigo Ariel nos recomendó encarecidamente hacer ida y vuelta desde Chaltén, ya que según nos indicó no era lo mismo lo que se veía subiendo que bajando por el mismo camino. No sé si la otra ruta hubiera sido mejor o peor, pero el caso es que Ariel nos convenció y no dudamos.
La ruta a la laguna de los Tres es bajo mi punto de vista mucho más bonita y variada que la de cerro Torre e incluso que la de las torres del Paine. También más dura, eso sí. Toda la ida es prácticamente subida, aunque se hace fácil y el entorno es muy bonito y cambiante. Se suben caminos de piedras por medio de bosques autóctonos, se recorren sendas aéreas con vistas espectaculares de amplios valles, se atraviesan zonas llanas de tundra y arbusto bajo, se observan glaciares lejanos. También se pueden ver animales como los pájaros carpinteros u otros tipos de aves. Hay miradores excelentes de Fitz Roy y los valles colindantes. Hay zonas llanas y otras muy empinadas. Se atraviesan ríos por puentes de piedra y madera. Se escuchan arroyos de montaña. Hay lagunas escondidas como laguna Capri. Sitios para descansar. Todo esto y mucho más es la ruta a la laguna de los Tres.
Se necesitan unas 8 horas para recorrer los 23 km ida y vuelta que la componen, salvando un desnivel positivo de 750m. El desnivel es engañoso, pues la mayor parte de él (400m) hay que hacerlos en un último kilómetro casi vertical de subida por un estrecho sendero en zetas, siendo necesario trepar por las rocas en algunos puntos. Es tal la cantidad de gente en este último y duro tramo que se tarda más de 1 hora sólo en esta parte. Lo mejor es que tras el esfuerzo de este último kilómetro se esconde una de los mejores lugares de los Andes: el precioso circo glaciar del Fitz Roy.
El conjunto de laguna de los Tres, laguna Sucia, punta Saint Exupery y cerro Fitz Roy te deja sin palabras.
Son unas moles de piedra espectacularmente grandes, mucho más de lo que podías pensar viendo fotos. Impresiona su tamaño y su majestuosidad. También su inaccesibilidad. Pocas personas son capaces de llegar hasta su cima y bajar vivos. Hay glaciares perpetuos rodeándolo todo, lo cual hace todo más bello y espectacular. Es un lugar que te deja sin palabras.
Y ello a pesar de la muchísima gente que se agolpa en las rocas a orillas de la laguna para contemplar, comer y descansar de la larga subida. Lugar mágico.




Tras disfrutar del espectáculo toca bajar. Los largos 11km de vuelta son ahora casi todos de bajada, por lo que, donde antes faltaban las fuerzas para mirar el paisaje, ahora sobran y te das cuenta de lo preciosa que es toda la ruta. En la bajada es donde entiendes la insistencia de Ariel.
Recorrimos los largos 11km despacio, disfrutando de la ruta a pesar del cansancio acumulado.
Llegados a el Chaltén, nos tiramos en la cama a descansar. Nos lo habíamos merecido.
La ducha nos recuperó casi del todo y decidimos cenar de nuevo en Rancho Grande, pues nos encantaba el ambiente y la cena, no sin antes dar la última vuelta por este precioso y remoto pueblo donde todo huele a montañeros, senderistas y amantes de la naturaleza en general.
Ojalá siga así por mucho tiempo.
Dia 14. Coche a Calafate (3h). Calafate. Vuelo a Ushuaia (15:45-17:05). Dormir en Ushuaia.
Tras la paliza del día anterior dormimos cerca de 9 horas en nuestra última noche en Rancho Grande, a pierna suelta y como si nos hubieran atado a la cama. Necesitábamos descansar.
Desayunamos de nuevo muy bien y nos despedimos de Ariel y compañía, agradeciéndole el buen rollo tanto de ellos como el que se vive en el local. Y cómo no, continuamos la tradición entregando la botella de cerveza y el papelito dando la bienvenida a los siguientes españoles. Muy recomendable lugar.
Nos separaban unas 2 horas de coche hasta El Calafate, que recorrimos sin prisas disfrutando una vez más de la belleza del vasto campo patagónico, naturaleza virgen por todos lados.
Llegamos a Calafate a las 12:30, con la idea de dar una última vuelta por el pueblo y hacer alguna que otra compra final. También compramos algo de comida en el supermercado, con la intención de comer en el mismo aeropuerto, tras pasar los correspondientes controles, dejar la maleta y el coche de alquiler.
El avión salió de nuevo puntual y puso rumbo sur hacia nuestro destino más al sur del viaje: Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. O eso dicen al menos, porque descubrimos que realmente no lo es.
Puerto Williams, ciudad chilena ubicada un poco más al sur, se debería llevar ese galardón. Pero es en cambio Ushuaia quien durante los años se ha ganado la fama, que sin duda ha sabido aprovechar. Dicha etiqueta les reporta multitud de oportunidades de negocio, ya sea como ciudad portuaria y logística, como puerto base de expediciones a la Antártida o simplemente como punto de atracción turística para visitar los confines de esta parte del mundo.
Aterrizamos en el minúsculo aeropuerto de Ushuaia sin contratiempos, en un descenso que disfruté como un niño mientras observaba el mítico canal Beagle desde las alturas. Por aquellas aguas, hace unos 150 años, navegaba el buque inglés Beagle, capitaneado por el capitán Fitz Roy, con el objetivo principal de cartografiar la desconocida, remota y peligrosa Tierra del Fuego, así como los laberínticos canales que la componían. La expedición se recuerda hoy día no sólo por el ingente y pormenorizado trabajo de documentación cartográfica realizado, sino porque sirvió de base científica a un joven Charles Darwin, tripulante y naturalista en aquella aventura, que sembró muchas de las ideas que plasmó unos años más tarde en su Teoría de la Evolución de las especies, la cual significó un antes y un después en la historia de la humanidad.

Recogimos el vetusto coche de alquiler que habíamos reservado para los próximos 3 días (en la web no parecía tan viejo) y nos fuimos directos al Oshovia Hostel, hostal con cocina compartida y 2 plantas con habitaciones de baño compartido, tan típicas de la zona, que habíamos reservado para 2 noches. Tras dejar las maletas y descansar un rato, nos fuimos caminando para conocer el centro de la ciudad de Ushuaia. La ubicación del alojamiento, a unos 20 minutos, nos permitió pasear por las desiertas calles de esta zona de la ciudad, residencial y tranquila, con calles amplias y aceras anchas, muy del estilo de Puerto Natales. Llegando a la Bahía Encerrada se encuentra el Paseo de los Antiguos Pobladores, una zona verde con algunos pequeños edificios antiguos y museos, donde poco se explica sobre su historia.
Cerca se encuentra también la plaza Islas Malvinas, donde es inevitable hacerse una foto con las letras de U-S-H-U-A-I-A al fondo. Siguiendo el paseo por la costa enseguida se ve el vetusto Saint Christopher, pequeño barco hundido a escasos metros de la orilla y varado como un elemento turístico más. Siguiendo el paseo dejamos el puerto a la derecha y enseguida nos encontramos el puerto turístico, desde donde decenas de barcos no paran de embarcar y desembarcar turistas para recorrer el canal Beagle. Desde aquí salen también los barcos a la Antártida y el resto de Tierra de Fuego.
El último y quizá más interesante lugar turístico de la ciudad, el antiguo presidio que sirvió tanto para dar a conocer este remoto lugar como para comenzar su población y explotación, lo tuvimos que dejar para otra ocasión, pues estaba cerrado. Según leímos, es un lugar bien documentado y que merece la pena visitar. En su lugar recorrimos las dos calles comerciales del interior, av. San Martín y Gdor Deloqui, donde no hay más que tiendas de ropa de montaña, recuerdos y souvenirs, bastante chabacanas la mayoría de ellas y enfocadas al turista oriental, que al parecer es mayoría en la ciudad tanto por los múltiples cruceros que arriban casi a diario como por el pingüe negocio logístico que explotan diversas compañías asiáticas, no en vano es un punto vital para el tráfico marítimo mundial entre Europa, Asia y América.
De esto, así como de otros muy variados temas, estuvimos charlando unas cuantas horas con unos chicos argentinos que conocimos en la cervecería Santos, quizá el punto más animado y de buen rollo de la ciudad, ubicado en la Av. Maipú. Además de con estos chicos, con los que compartimos mesa-barril y, sin más, nos pusimos a charlar, conocimos a una chica brasileira, uno sudafricano y una croata, todos muy contentos con la cerveza argentina, la comida y el buen rollo general en el garito. Ambiente, como siempre en todas las ciudades patagónicas que hemos conocido, de 10. Buen rollo total. Y muy fácil ponerse a hablar con todo el mundo y conocer gente. Y mucho más si caen 4 o 5 cervezas artesanales y algunos chupitos. ¡Que buenas que están, por favor!
Dia 15. PN Tierra de Fuego. Navegación Canal Beagle. Dormir en Ushuaia.
Tras la fiestecita de ayer, donde lo pasamos de lujo, hoy tocaba hacer el turismo ‘oficial’.
Por la mañana nos acercamos al parque nacional Tierra de Fuego, ubicado a escasos 20 minutos de nuestro hotel. El día estaba frío y las nubes amenazaban lluvia, por lo que salimos con todo el kit de abrigo posible. En la zona visitable de este parque (sólo un 10% del tamaño total) existen algunos treks de varias horas, que descartamos por falta de tiempo, y unos cuantos pequeños lugares donde poder acercarse en coche y caminar no más de 30-40 minutos. Éstos fueron nuestros elegidos.
Uno de los mejores es sin duda la Ensenada Zariategui, donde se encuentra el quiosco postal más austral del mundo, digno de ver tanto por el propio local ubicado en un pequeño embarcadero como por las preciosas vistas de la bahía Lapataia. Tener el sello de este lugar será algo difícil de ver muy pronto.
En torno a la laguna Verde (zona de pequeños ríos y lagunas que sirve de unión entre el Lago Roca y la Bahía Lapataia), se encuentran el resto de puntos visitables del parque: desde un paseo por varias de las lagunas, a una visita documentada para conocer la turba autóctona, o la subida a un par de miradores atravesando bosques de lengas o el paseo por la ribera de uno de los ríos que los castores han destrozado como consecuencia de su introducción hace años y que hoy se ha convertido en plaga y problema serio para la conservación de la flora autóctona de la zona, no habituada a este animal.
Es impresionante ver cómo estos animales ingenieros derriban árboles de varios metros, encauzan el agua a su antojo y arrasan con todo lo que se encuentran alrededor del río. Y todo para tener sus casas. Si el castor es casi imposible de ver, sí que es sencillo ver la destrucción que provocan.
Por la tarde, y tras comer algo rápido que compramos en un súper cercano, nos acercamos al embarcadero que conocimos ayer tarde. Nuestro barco para navegar por el Canal Beagle salía a las 16:00.
Al igual que en Calafate, existen diversos tipos de excursiones y los precios de cada una de ellas son siempre los mismos, independientemente de la compañía que se elija para hacerlos.
En nuestro caso queríamos ver pingüinos, por lo que teníamos claro que la nuestra era la conocida como Pingüinera, unas 4-5 horas de excursión que nos salió en torno a los 55€ por persona. Caro, pero única opción.
Las primeras paradas del barco fueron la Isla de los Pájaros, abarrotada de centenares de cormoranes reales e imperiales de un precios color blanco y la isla de los Lobos, donde pudimos observar unas decenas de lobos marinos tumbados retozando sobre las rocas de la isla, muchos de ellos jóvenes y activos al lado de otros mucho más grandes y más holgazanes, todos tomando el sol y descansando.
La siguiente fue para una de las más icónicas del canal, el famoso faro Les Eclaireurs, precioso lugar donde miles de aves y lobos marinos comparten el poco espacio existente. El barco rodeó por completo el islote para poder observar de cerca tanto a los animales como las distintas vistas del faro, precioso en medio del canal.
La siguiente parada en Isla Martillo nos llevaría algo más de tiempo de navegación (unos 90min), incluyendo el paso más estrecho del canal, que la guía del barco nos amenizó contando algunas historias de las primeras navegaciones por el canal, así como de los primeros pobladores o el origen de la ciudad chilena de Puerto Williams, la cual dejamos muy cerca.
Llegando a Isla Martillo comenzamos a ver la inmensa colonia de pingüinos existente en la isla. La variedad más abundante es la magallánica, distinguibles por ser pequeños, de color negro y con moteados blancos. También es posible ver algunos pingüinos papua, de pico anaranjado y, si se tiene suerte, el pingüino Rey, fácilmente distinguibles por los colores amarillentos de su cuello y partes de su pico y cabeza.
De estos hay pocos y no en todas las épocas del año. Nosotros no vimos ninguno.
El barco se aproxima mucho a la isla, llegando incluso a atrancar la proa contra la playa durante unos minutos, lo que permite observar y fotografiar estos animales muy de cerca.
Tras unos 30 minutos disfrutando de los saltos, las carreras, los chapuzones y los sonidos guturales de estos simpáticos animales, pusimos rumbo de vuelta con la sensación de haber aprovechado la excursión.





Pero por si esto fuera poco, y cuando pensábamos que ya habíamos visto suficiente en nuestra travesía, de repente el barco dio un giro a babor muy extraño y se dirigió a toda máquina hacia la costa. No entendíamos nada hasta que, de repente, comenzamos a ver salir pequeños chorros de agua y vapor del agua, de forma periódica. ¡El capitán había visto a lo lejos la inconfundible señal que marca la posición de las ballenas cuando nadan muy cerca de la superficie y nos estábamos acercando a verlas!
El barco se detuvo a unos 300m y empezamos a ver claramente cómo no una, sino 2 ballenas, nadaban junto a nosotros, tranquilas y a un ritmo pausado, saliendo y entrando del agua e incluso dando saltos acrobáticos. Parecían estar posando para nosotros mientras avanzaban por el canal Beagle.
Nunca he visto una ballena tan de cerca, tan nítida y durante tanto tiempo. Que enorme suerte tuvimos de vivir este momento y de poder fotografiar tan bien este enorme y bello animal.
Sentados en el barco en el trayecto de vuelta, coincidimos con unos chicos y chicas franceses que hablaban algo de español, muy majos todos, con los que estuvimos charlando durante todo el trayecto de vuelta a puerto. Resultó que eran tanto o más viajeros que nosotros. Incluso 2 de ellos estaban dando la vuelta al mundo, llevaban casi 3 meses viajando. Estuvimos ‘enseñándonos’ los visados del pasaporte entre bromas y charlando sobre algunos destinos que nosotros conocíamos y ellos no y viceversa. Buen rollo de nuevo, y buena charla franco-inglesa-española.
¡La de gente maja que hay por el mundo!

Tras atracar en el puerto de Ushuaia, nos dirigimos directos al restaurante El Viejo Marino, recomendado en todas las webs y foros por su marisco y pescado, y que no nos queríamos perder.
Este peculiar restaurante no permite reservas, por lo que hay que acercarse al local y pedir mesa al jefe de sala, que te dirá cuánto tienes que esperar. Como nos dijo unos 40 minutos, ése fue el tiempo que aprovechamos para acercarnos de nuevo a la cervecería Santos a tomarnos unas pintas de cerveza artesanal Ale. De nuevo, un gran ambiente en el local, llenísimo de gente.
De vuelta en el viejo Marino, sentados ya en una mesa chiquita y con la carta en la mano, no dudamos en pedir los 2 platos más típicos: merluza negra y centolla al vapor. Ambos platos de 10. Sin palabras. Riquísimo y barato. 18€ por persona.
Tras la cena, nos sentó de maravilla el paseo de vuelta nocturno hacia nuestro hotelito.
Dia 16. Trek laguna Esmeralda. Lago Escondido/Fagnano. Vuelo a BA (17:10-20:30). Dormir BA.
Nuestro último día en estas latitudes la queríamos dedicar a hacer alguno de los trekkings más típicos de la zona, esto es, la subida al glaciar Martial o la laguna Esmeralda. Pero la lluvia hizo acto de presencia hoy, por lo que decidimos cambiar de planes sobre la marcha y descartamos ambas rutas a pie.
En su lugar visitaríamos en coche algunos otros puntos algo más alejados.
La primera parada nos llevó a una zona de actividades de ocio cerca de la estación de esquí de Cerro Castor, en la que estuvimos dando una vuelta y conversando con su dueño, que nos contó que, aunque ahora era temporada baja para el sector del esquí, esta zona es un centro de peregrinaje mundial lleno de actividades y turistas en cuanto llegan las primeras nevadas. El ser la estación de esquí más austral del mundo atrae. También la nieve asegurada 6 meses al año.
La segunda parada nos llevó al mirador del lago Escondido, que como su nombre indica permanece oculto casi siempre bajo un manto de nubes. Es un lugar bonito y misterioso, ubicado en lo alto de un paso de montaña con curvas y desniveles importantes.
Tras esta zona se empieza a vislumbrar a lo lejos el inmenso lago Fagnano, que más parece un mar que un lago y cuyas aguas están compartidas entre Chile y Argentina. Después de este punto nos dirigimos al pequeño lago Bombilla y algunas lagunas cercanas, accesibles tras 30 minutos recorriendo un embarrado y monótono camino de tierra. En esta zona encontramos varias familias de gente de la zona haciendo picnic, barbacoa y pescando a caña. Aunque nos recomendaron llegar aquí en el hotel, la verdad es que no lo recomendamos demasiado salvo si se viene a pescar o si se quiere pasar una noche a la luz de las estrellas junto a un pequeño lago y se busca no tener nadie alrededor. Tiene su punto pero creo que no merece la pena recorrer tanta distancia.
Hoy tenía pensado celebrar mi pasado cumpleaños (que fue hace unos días y no pude celebrar como se merece por estar en el Chaltén) en uno de los mejores restaurantes de la zona: la mesita de Almanza. Ubicado a unos 70 minutos de Ushuaia al lado del canal Beagle, se trata de un pequeño restaurante ubicado en un antiguo poblado de pescadores. Guinda perfecta para acabar nuestra visita por Ushuaia.
La reserva en la Mesita de Almanza la teníamos a las 14:00, y llegamos por los pelos. Aunque una vez allí nos dimos cuenta que no iba a aparecer nadie sin reserva previa para quitarnos nuestra mesa. El restaurante está ubicado en una pequeña cabaña de madera a escasos 10 metros de la playa y tiene unas vistas preciosas del canal Beagle. No hay demasiada gente ni en el pequeño pueblo (compuesto de apenas 10 o 12 casas de madera a lo largo de la playa) ni en el restaurante, por lo que es un lugar para disfrutar de la calma y de lo remoto de su ubicación. También de su buena comida, claro. En este caso probamos el plato estrella, volcán de centolla, el cual nos resultó delicioso pero quizá algo denso y pesado. Comimos de nuevo estupendamente bien, esta vez con un vino argentino y algún entrante adicional, por 766ARS persona. La cercanía de las mesas hace inevitable la charla con el resto de comensales que, de nuevo, nos llevó a una charla muy amigable y enriquecedora con un matrimonio de jubilados por un lado, y un par de parejas jóvenes con dinero por el otro lado.
Tras unos días por esta remota zona, he de decir que Ushuaia me ha dejado un cierto sabor agridulce.
No es una ciudad bonita ni dispone de puntos de interés relevantes (salvo la prisión). Si a ello le unimos el marcado carácter de centro logístico, el aspecto industrial de algunos barrios y la diversidad de culturas que habitan sus calles, tenemos una extraña amalgama que difícilmente encaja con el ideal de ciudad austral que yo tenía en mi mente. Esto no es malo, simplemente no lo esperaba así.
Creo que es una ciudad cuyo mayor atractivo es su ubicación y, cómo no, las maravillas de la naturaleza que la rodean y que están a tiro de piedra desde aquí, ya sea la cordillera Darwin, la Tierra del Fuego, el estrecho de Magallanes o la misma Antártida, por no hablar de su fauna y flora únicas.
Tras dejar el coche en el aeropuerto, facturamos las maletas y nos preparamos para nuestro último vuelo interno, esta vez a la capital del país.
En Buenos Aires existen 3 aeropuertos: Jorge Newbery, el más cercano al centro turístico de la ciudad, usado para vuelos nacionales; el aeródromo de El Palomar, utilizado únicamente por algunas pocas compañías de vuelos locales y el aeropuerto Internacional de Ezeiza, ubicado en las afueras a unos 40 minutos en coche del centro, y que ya conocíamos de nuestra llegada al país hace ya unos días.
La comunicación entre ellos es bastante mala en transporte público, por lo que es importante conocer bien dónde llegan y salen tus vuelos para no tener un problema. Nuestro vuelo de Ushuaia, al ser origen nacional, aterrizó en Jorge Newbery. En escasos 30 minutos de Uber llegamos a nuestro alojamiento en pleno centro del barrio de San Telmo. Era tan tarde que sólo nos apetecía echarnos a dormir.
Al día siguiente ya tendríamos tiempo de visitar un poco esta inmensa ciudad.
Dia 17. Buenos Aires: Recoleta, Retiro, Centro, Puerto Madero y San Telmo. Dormir en BA.
¿Cómo conocer Buenos Aires en 1 día y medio escasos? Pues es imposible, obviamente.
Pero sí que se puede dar una pincelada de los barrios más interesantes y conocidos, por supuesto. Aunque nuestra idea inicial era alquilar unas bicicletas, uno de los medios que más me gusta para recorrer una ciudad (sobre todo si es llana, como ésta), decidimos hacerlo todo a pie para no limitarnos a estar sólo por los carriles bici. Además no nos dio mucha seguridad el pensar en el momento de dejar las bicis en cada lugar que quisiéramos parar, aunque estuvieran candadas. Habíamos leído y oído bastante sobre la inseguridad de la ciudad (aunque al final he de decir que nos sentimos completamente seguros por todos los barrios que visitamos, incluido la Boca). Aun así, dejaríamos las bicis para otra ocasión.
Comenzamos tomando un Uber (el transporte más barato y rápido para moverte por la ciudad, junto con el taxi, si el metro o el autobús no van directos donde quieres), que por poca plata nos dejó en el cementerio de la Recoleta, que según dicen es el lugar más visitado de la ciudad. El cementerio se organiza en diversos pasillos y paseos donde las tumbas, panteones y pequeños palacetes se agolpan a ambos lados. Aquí yacen personas importantes, normalmente adineradas, de diversas épocas argentinas. Las más opulentas y curiosas pertenecen a banqueros, políticos o militares, aunque la tumba más visitada, mucho más sencilla, corresponde a Eva Perón. Es fácil encontrarla por los turistas que la rodean. Casi todas tienen placas indicando quién era la persona enterrada allí.
Las que más me han llamado la atención son otras pequeñas y muy antiguas, en las que se pueden ver incluso los ataúdes abiertos. Todo el cementerio se puede recorrer en menos de 1 hora.
Tras salir del cementerio, nos pusimos a caminar por la cercana calle Alvear, que recorre el barrio de Retiro, totalmente residencial y con varias embajadas, hasta llegar a la plaza del general San Martin, donde existen un par de puntos de interés, como el monumento a los caídos en las Malvinas (y ya van unos cuantos en todo el país), la Torre Monumental o la escultura a San Martín. La pateada hasta este parque fueron casi 30 minutos, por una zona sin demasiado interés, la verdad.
Desde aquí seguimos nuestro paseo, directos por la calle San Martín, en cuyo comienzo se encuentra uno de los edificios art Decó más importantes de la ciudad: el edificio Kavanagh. Se trata de un rascacielos de estructura y arquitectura muy original, aunque no demasiado bonito, la verdad. Siguiendo por esta calle comercial llegamos al cruce con la famosa Avenida Corrientes, ya en la zona conocida como Microcentro, en otro tiempo conocida por sus cafés y teatros y hoy un poco venida a menos. Toda esta zona está repleta de tiendas, bares y restaurantes. Eso sí, los domingos todo está cerrado, por lo que lo vimos con muy poco ambiente.
Girando a la derecha llegamos en pocos minutos a uno de los iconos de la ciudad: el Obelisco y la enorme Avenida del 9 de Julio, famosa por la ser la más ancha del mundo con 9 carriles en algunas zonas. El solo comenzó a brillar y fue un momento ideal para tomar unas cuantas fotos, sentarnos a tomar un café y descansar un poco. Ya llevábamos unas cuantas horas caminando y se notaba.
A escasos 5 minutos del Obelisco se encuentra el famoso Teatro Colón y, en dirección contraria, el mural con la silueta de Eva Perón. Hacia allá fuimos siguiendo la avenida 9 de Julio, hasta llegar a la avenida de Mayo, donde giramos a la izquierda. Al poco nos dimos de cara con el café Tortoni, el más ilustre local de la ciudad, en otro tiempo lugar de reunión para artistas y gente importante, hoy día enfocado al turismo.
Siguiendo por la avenida llegamos a la ovalada plaza de Mayo, en torno a la cual se concentran un buen puñado de edificios significativos, como son el Museo histórico nacional del Cabildo, el palacio del Gobierno, la Catedral y la sede el arzobispado, el Banco nacional argentino o la Casa Rosada, además de algunos ministerios u otros museos. Este es lugar sin duda para sentarse y dedicar un tiempo.
Tras el cúmulo de edificios emblemáticos de la plaza de Mayo, seguimos rumbo hacia uno de los barrios que más y mejor está cambiando en la ciudad en los últimos años: Puerto Madero. No en vano, siguen las obras para mejorar los accesos por carretera a esta importante zona de la ciudad. Ubicado en la antigua zona portuaria, hoy día Puerto Madero es un barrio dinámico y joven donde han comenzado a aparecer imponentes y modernos rascacielos de viviendas junto a otros de oficinas. Los vetustos edificios portuarios han sido remodelados y sustituidos por museos, oficinas y restaurantes, así como las antiguas grúas, hoy puestas en valor al igual que dos barcos de la marina argentina, uno de los cuales ha sido reconvertido en museo naval y se puede visitar por dentro. Merece mucho la pena conocer cómo funciona un buque de estas características, así como aprender un poco de la historia naval argentina. A todo ello hay que unirle un ambiente fantástico, con cuidadas terrazas y paseos a ambos lados de los diques y multitud de gente paseando o haciendo deporte.
Sin duda uno de los barrios más de moda en la ciudad. Visita obligada.
Tras comer en uno de los restaurantes de la zona (la mayoría de cadenas internacionales, todo sea dicho), seguimos nuestro largo paseo de hoy hasta llegar al barrio quizá más emblemático y característico de Buenos Aires: San Telmo. Es en este lugar donde se pueden encontrar los edificios más antiguos, donde se pueden visitar mercados de artesanía, donde se pueden ver coloridos murales y grafitis o donde se puede bailar tango o milongas en una pequeña plaza.








Lo mejor de San Telmo es dejarse perder por las distintas calles, descubriendo lo que esconde cada una de ellas: un pequeño bar, una pared pintada, una escultura, una tienda de cosas extrañas. Algunos de los edificios más antiguos se han reconvertido hoy día en mercados al aire libre, de tal forma que se pueden conocer por dentro y dejarse llevar por la atmósfera tan especial que se vive en este barrio.
Tuvimos la suerte de coincidir con día de mercado callejero, creo que son los domingos. Y gracias a ello pudimos ver toda la magia de este lugar: la plaza Dorrego se llena de puestos de artesanía, los bares llenan sus terrazas y las calles se llenan de música y color, incluyendo varios corrillos de tangueros bailando ese baile tan argentino y difícil como es el tango. Orgullo nacional.
Si no te quieres perder muchos de los rincones que esconde este barrio (incluido una mini república dentro del barrio o una ruta de murales), conviene llevarlos apuntados en un mapa. Algunos son fáciles de encontrar, pero otros están bien escondidos.
No sé si a estas alturas llevábamos 10 o más horas caminando, pero el caso es que estábamos molidos.
Necesitábamos descansar un poco, y eso es lo que hicimos. Nuestro hotel estaba bien cerca y nos fuimos a descansar una horita y a pegarnos una ducha. El día estaba siendo largo, pero aún no había concluido. Teníamos pensado cenar en el barrio que, con toda mi pena, habíamos decidido descartar por falta de tiempo: el animado Palermo.
A pesar de estar a más de 30 minutos en Uber de San Telmo, quisimos hacer el esfuerzo de ir a cenar por allí ya que habíamos quedado con un amigo-de-un-amigo que vive en Argentina desde hace poco más de 6 meses y nos quería enseñar un poco la zona. La zona está llena de gastrobares, restaurantes y locales donde tomar unas copas, escuchar música o degustar un buen bife de chorizo. Y si la compañía es buena, mejor que mejor. Gracias León por la cena, lo pasamos en grande. Genial anfitrión.
Dia 18. Buenos Aires: la Boca. Vuelo a Madrid (14:35:6:25 +1)
Últimas horas en la capital argentina, que quisimos dedicar a otro de los barrios más antiguos y característicos de la ciudad: la Boca. A pesar de estar a escasos 20 minutos a pie, preferimos acercarnos de nuevo en taxi para aprovechar mejor el poco tiempo que teníamos.
La zona turística del Barrio de la Boca que la mayor parte de la gente visita comprende las cuadras delimitadas por la calle Olavarría, el puente Avellaneda y Caminito. Casas humildes de madera y chapa, locales comerciales peculiares y color, mucho color, es lo que caracteriza este barrio. Aunque todo el mundo se queda en Caminito, lo más fotogénico sin duda, hay que darle una oportunidad a la calle Magallanes y al paseo al lado del río hasta Avellaneda.
Y, para terminar, cómo no, darse una vuelta por el famoso estadio de la Bombonera, sede del Boca Juniors y orgullo del barrio. El estadio, amarillo chillón y con una apariencia entre vetusto y destartalado, aparece como empotrado entre las calles del barrio. Debe ser una auténtica pasada vivir un día de partido en el lugar donde el fútbol no es un pasatiempo sino una religión. Fútbol y política, los dos temas principales de toda conversación entre argentinos.
Habíamos escuchado y leído muchísimas cosas malas acerca de la seguridad en Buenos Aires, y en especial en el barrio de la Boca: robos por las calles, asalto a turistas, nada de llevar cosas de valor a la vista, inseguridad general al salir de las zonas turísticas. Si bien es cierto que se ve pobreza por las calles en casi cualquier barrio, en nuestro caso no tuvimos ningún problema ni nos sentimos inseguros en ningún momento en ningún barrio. Y eso incluye la Boca, donde si bien es cierto que se intuye más pobreza, también es cierto que la gente del barrio vive del turismo, y no les interesa que haya problemas. También es cierto que no salimos de las áreas turísticas y las horas diurnas, por lo que no puedo opinar sobre ello. Supongo que, como en todo el mundo, el sentido común es la guía a seguir.
Llegaron las 11:30, y tomamos otro Uber primero hasta el hotel para recoger las maletas y después hasta el aeropuerto. Hicimos los trámites habituales y nos sentamos. Eran las 13:00. Nuestro avión salía a las 14:30. Nuestro fantástico viaje estaba tocando a su fin, y unas 12 horas de vuelo nos separaban del regreso a nuestro día a día. Como siempre en este momento, comencé a sentir un poco de tristeza al sentir tan cerca el fin del viaje. Y como siempre, comencé a darle vueltas a la siguiente aventura.
¿Cuál sería el próximo destino?


Dia 19. Llegada a Madrid día 5 a las 6.25
Aunque hacía tiempo que no hacía estas locuras, la falta de días de vacaciones me hizo esta vez ir directo a currar nada más aterrizar en Barajas. Por suerte el avión llegó con 30 minutos de adelanto, y yo me sentía descansado al haber podido dormir al menos 4 o 5 horitas en el avión.
Vamos, que volvería a hacerlo otra vez si fuera necesario.
¡¡¡Argentina, que buen viaje hemos tenido y cuánto nos has sorprendido!!!