EGIPTO
Antiguo Egipto - 12 días
Dia 1. Vuelo Madrid-Cairo. Dormir en Cairo
Día 2. Cairo: Memphis. Pirámide de Saqqarah. Pirámides de Giza y Esfinge. Dormir en Cairo.
Día 3. Aswan: Vuelo Cairo-Aswan. Travesía en faluca por el Nilo. Pueblo nubios. Dormir en Aswan.
Día 4. Abu Simbel: Coche a Abu Simbel. Abu Simbel. Espectáculo nocturno. Dormir en Abu Simbel.
Día 5. Aswan: Coche a Aswan. Museo Nubio. Zoco de Aswan. Dormir en crucero.
Día 6. Crucero: Gran Presa. Templo Philae. Obelisco inacabado. Crucero: Templo Kom-Ombo. Dormir en crucero.
Día 7. Crucero. Templo de Edfu. Esclusas de Esna. Travesía a Luxor. Dormir en crucero.
Día 8. Luxor oeste: Valle de Reyes. Templo Hatsepshut. Valle de Reinas. Colosos de Memnon. Dormir en Luxor.
Día 9. Luxor este: Templo de Luxor. Museo de Luxor. Templos de Karnak. Dormir en Luxor.
Día 10. Luxor oeste: Valles de Artesanos y Nobles. Ramaseum. Medinat Habu. Vuelo Luxor-Cairo. Dormir en Cairo.
Dia 11. Cairo: Museo del Cairo. Barrio Copto. Ciudadela Saladino. Barrio islámico. Bazar Al-Jalili. Dormir en Cairo.
Dia 12: Vuelo Cairo-Madrid.




No hay que perderse:
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Civilización egipcia. Es tal la cantidad y calidad de patrimonio arquitectónico (templos, tumbas), artístico (relieves, pinturas, frescos, esculturas) y cultural (escritura jeroglífica, papiros, objetos de la vida cotidiana) que nos ha llegado a nuestros días, que uno no puede más que quedarse maravillado de esta civilización única en mundo y tan sorprendente y especial.
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Pirámides de Giza. El complejo de pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, junto con la Esfinge, es la última maravilla del mundo antiguo que sigue en pie, con más de 4000 años de antigüedad.
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Abu Simbel. Es quizá el templo más espectacular de todo Egipto. Excavado en piedra en su ubicación original, trasladado piedra a piedra en los años 60 para su preservación.
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El Nilo. Desde el alto al bajo Egipto, todo en este país gira alrededor de este grandioso y mítico río que atraviesa el desierto con sus más de 6000 kilómetros de longitud.
Medios de transporte:
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Avión. La forma más rápida para viajar de Cairo a Aswan y de Luxor a Cairo.
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Furgoneta privada con a/c y chófer. Utilizada para las visitas por Cairo, Aswan y Luxor. También para el trayecto de ida/vuelta de Aswan a Abu Simbel.
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Barco de crucero. El navío navega desde Aswan a Luxor en 2 o 3 noches.
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Barcaza a motor / faluca a vela. Visita de los pueblos nubios cerca de Aswan y/o Luxor.
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Taxi local sin a/c. Para trayectos cortos en Luxor y Aswan. Opcional si vas por tu cuenta.
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Calesa de caballos. Para trayectos cortos en Luxor, Edfú y Aswan. Opcional si vas por tu cuenta.
Información útil:
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Época: Abril de 2017
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Días de viaje: 12 días
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Tipo de grupo: 2 parejas.
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Tipo de viaje: Turismo cultural y de relax.
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Alojamientos: hoteles de calidad media.
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Presupuesto (todo incluido): 1800 euros



Dia 1. Vuelo Madrid-Cairo.
Egipto es uno de esos países que toda persona sueña conocer alguna vez en su vida.
Recuerdo de pequeño ver en los libros esas fotos tan llamativas de sarcófagos, faraones o pirámides y, de alguna forma desde esa época, quedarse en la cabeza esa cultura tan antigua, extraña y enigmática. Supongo que será también porque es una civilización tan distinta a cualquier otra que nos hace querer verla y conocerla con nuestros propios ojos.
Y este año por fin, y tras varias intentonas pasadas, hemos tenido la oportunidad de viajar hasta este país único en el mundo.
Hoy día se viven tiempos difíciles en todo Oriente Medio (¿alguna vez no lo han sido en esta zona siempre llena de conflictos?) y Egipto no es una excepción, por lo que la duda sobre la seguridad de venir a este país la teníamos bien presente.
Aun así, y quizá viendo la sucesión de atentados en distintos países europeos, africanos y asiáticos, nos convencimos de que las probabilidades de sufrir un atentado eran similares a otros países no tan lejanos a España.
Las embajadas de países occidentales informaban como seguras las zonas más turísticas del país (las cercanas al río Nilo), y sólo desaconsejaban no visitar las zonas remotas del oeste y el conflictivo Sinaí. Lo segundo teníamos claro que no lo íbamos a visitar, pero en lo primero tuvimos dudas hasta el último momento, pues los preciosos Oasis egipcios de Farafrá o Siwa están en esta zona. Una pena, pero ante todo queríamos viajar seguros.
Egipto es un país en el que es difícil viajar por libre. Para visitar las zonas no turísticas hay que pedir permisos especiales, y para las zonas turísticas te evitas múltiples controles y trabas al ir acompañado con un guía local que hable árabe. Por no hablar de la imposibilidad de conducir un vehículo si no eres egipcio.
Con todos estos asuntos sobre la mesa, la única forma viable que veíamos era contratar un viaje organizado. Eso sí, elegimos una agencia de viajes egipcia, regentada por egipcios, pues queríamos tener un viaje privado y elegir lo que queríamos visitar y lo que no queríamos visitar, con cierto grado de elección y libertad cada día. Por encima de todo queríamos evitar formar parte de un grupo grande viajando en autobús, en los que no puedes hacer nada fuera de lo programado y no tienes trato alguno con la gente local, pues te llevan encapsulado en el autobús de un sitio a otro y no conoces la verdadera realidad del país y sus gentes.
Ello nos permitió además obtener un buen descuento respecto a las tradicionales agencias, que te cobran elevados extras por casi todo, y sentirnos un poco como viajando por libre. Aun así, como contaré posteriormente, es inevitable que te lleven a realizar las típicas visitas a tiendas de perfumes, alfombras, papiros y todo tipo de souvenirs para turistas. Lo llevan en su adn egipcio. Es algo cultural.
Nos fue bastante complicado encontrar este tipo de agencias locales, pues muchas de ellas trabajan con touroperadores europeos y te obligan a reservar con ellos pagando sus precios. Y, si están en inglés, te cobran precios más caros.
A pesar de haber viajado siempre por nuestra cuenta, quisimos ver la parte buena de este tipo de viajes: ninguna preocupación organizativa y 0 horas buscando y diseñando el viaje en blogs y páginas de búsqueda de hoteles. A esto le añadiríamos el efecto sorpresa al realizar las visitas, pues apenas habíamos visto fotos y leído nada sobre ningún sitio.
En este viaje descubrimos que viajar en viaje organizado no está mal de vez en cuando en ciertos países.
Aterrizamos en El Cairo de madrugada, en vuelo directo de Egyptair desde Madrid. Nos hacemos cada vez más cómodos y por ello ya primamos ir en vuelo directo y hacer las menos escalas posibles, aunque sea un poco más caro.
Nada más aterrizar nos dirigimos a la zona de control de pasaportes, en donde se encuentran multitud de chóferes con un cartel en la mano indicando nombres de personas o agencia de viajes.
Si vienes por agencia aquí estará tu nombre y una persona te acompañará hasta la salida de taxis, habiendo pagado por el visado unos 30 USD. En cambio, si vienes por libre, puedes ir a una de las ventanillas de bancos en esta misma zona, pagarlo por tu cuenta por 25 USD y salir caminando hasta la salida de taxis, donde estaba nuestro chófer con mi nombre. Llegamos al hotel sobre la 1:30, tras un trayecto de unos 30min sin tráfico.
Allí nos recibió el personal del hotel, nos acompañó a nuestras habitaciones y nos indicó que a las 9:00 estaría nuestro gerente del viaje para contarnos todo el planning. Nos fuimos directos a la cama para descansar un poco.

Día 2. Cairo: Memphis. Pirámide de Saqqarah. Pirámides de Giza y Esfinge.
Nos despertamos a las 9:00 y allí estaba Marco, la persona con la que había gestionado el viaje por email y watsapp en los meses previos. Marco era el dueño del hotel en el que nos alojábamos (ubicado en plena plaza Midan Tahir, centro neurálgico de esta enorme ciudad) y se encargaba además de gestionar todo el viaje. Hablaba un poco de español, lo que le permitió crear una web en castellano, fuente por la que le conocimos.
Nos comentó todo el planning previsto, nos invitó a un té, y le pagamos el total del viaje en metálico.
También nos contó que en cada zona nos recibiría una persona y tendríamos varios guías durante el viaje, que se encargarían de que estuviéramos cómodos, nos plantearían visitas opcionales y se encargarían de ‘cuidarnos’.
Si bien he comentado que no me gustan las agencias tradicionales de viajes a Egipto, también es cierto que ésta es una de las cosas que hay que asumir si acuerdas un viaje con una agencia local. No hay contrato firmado, no hay seguro, se paga en metálico. Es decir, te fías de que no te van a engañar y de que todo va a salir tal y como lo has hablado. Es una cuestión de confianza. Como no somos nuevos viajando, sabemos que esto es así en ciertos países, sobre todo los árabes y, simplemente, lo asumimos. Y, por suerte, como contaré en este diario, nos salió todo más o menos como habíamos pactado.
A las 9:30 salimos del hotel con nuestro guía Nagi. Cristiano copto cristiano, nos pareció un buen guía. Parece una tontería, pero tener un buen o mal guía te puede arruinar tu experiencia de viaje. En mi opinión un buen guía no es solo aquel que tenga conocimientos sobre lo que se visita, sino aquel que sabe hacer interesante y provocar curiosidad al que escucha, que sabe cuándo callarse y cuándo dejar tiempo libre y que tiene conocimientos de psicología occidental (no es lo mismo la forma de tratar a las mujeres si eres musulmán o cristiano, o ciertos gestos no son tratados por igual en un japonés que en un europeo, por ejemplo). En este viaje hemos tenido hasta 5 guías, y por desgracia no todos eran buenos guías. Lo contaré más adelante.
La primera visita del día fué a las ruinas de Memphis, antigua capital del Alto Egipto. Hoy día sólo quedan unas pocas esculturas, entre las que destacan una de unos 5 metros de Ramsés II, un par de esfinges y, sobre todo, una enorme estatua colosal de Ramsés II, tumbada y de la que sólo queda el tronco y cabeza. Es sumamente llamativa por el enorme tamaño y el detalle de cara y brazos. De hecho diría que es lo único por lo que merece la pena visitar Memphis en la actualidad.
La siguiente visita, a escasos 10 minutos, fue la pirámide escalonada de Saqqarah, una de las más antiguas que quedan en pie, y bastante importante por ello ya que el estilo arquitectónico en forma escalonada fue el precedente para construir las famosas pirámides de Giza. Primero fueron las Mastabas (cuya forma es como si cortaras una sección horizontal de una pirámide), luego las pirámides escalonadas (como si fueran un conjunto de mastabas una encima de la otra, siendo las superiores más pequeñas que las inferiores) y por último las pirámides en forma de triángulo perfecto.
En Saqqira, además de la pirámide, se encuentran multitud de ruinas de pequeñas edificaciones, pudiéndose contemplar a lo lejos la enorme pirámide Roja o la pirámide inclinada, otros 2 ejemplos de pirámides de las muchas existentes por esta zona.



Tras otros 5 minutos, llegamos por fin a una de las estrellas del viaje, la única maravilla del mundo antiguo que queda en pie: las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos. Son realmente impresionantes tanto por el tamaño de cada una de ellas, como por el tamaño de cada uno de los bloques de piedra que la componen o por el hecho de que sigan en pie tras más de 5000 años de historia. Realmente increíble. Se pueden visitar a pie, rodearlas o, si pagas una entrada de unos 30€, entrar a la más grande y famosa pirámide de Keops por un pasillo claustrofóbico y falto de luz hasta llegar a la cámara funeraria del faraón. Nosotros lo descartamos por el precio y porque el guía nos convenció de ello diciéndonos que no merecía la pena. Quién sabe si hicimos bien, la verdad es que no lo vimos necesario.
La visita termina en un punto elevado desde donde se observa la típica foto panorámica y aérea de las 3 pirámides con el enorme Cairo justo detrás. Desde allí se puede bajar de nuevo en camello (pagando, claro) a la zona principal.
Recomiendo dedicarle un tiempo a contemplar estas maravillas a tu aire, sin prisas y disfrutando del momento. Este lugar evoca algo especial que no sabría describir. ¡Que no lo destruya la gente alrededor ni el guía metiéndote prisa!
La última visita del día fue otro de los iconos de este país: la Esfinge de Giza. Ubicada al otro lado de la entrada principal al complejo de las pirámides, fue en su día la entrada a las mismas. Bastante deteriorada y restaurada casi por completo, quizá nos decepcionó un poco, no sé si por su ubicación algo por debajo del nivel de terreno actual o por su tamaño (la esperaba más grande). Aun así es otro de los puntos que toda visita a Egipto debe tener sí o sí. Y que cada cual decida si le gusta o no.




Eran casi las 16:00, no habíamos comido aún y Nagi insistió en llevarnos a una tienda de perfumes. Entre Memphis y las pirámides ya nos llevó a otra de papiros, donde no compramos nada, pero en esta sí que picamos. Este tipo de visitas, que como decía anteriormente es imposible evitar salvo que te pongas a malas con el guía, consisten en llevarte a la tienda, de estilo occidental normalmente (no te agobian, están limpias, todo está ordenado), donde te dan un té gratis mientras te ofrecen una explicación de las técnicas usadas para fabricar el producto en venta, ya sea un papiro, un perfume, una alfombra o una figurita de granito. Al finalizar la explicación, eres libre de comprar o no. Y es fácil comprar, ya os lo digo. Y más si es el primer día en Egipto y aún no sabes que en todas las ciudades hay tiendas de este estilo que ofrecen los mismos productos. De hecho a mano no tienen nada, os lo puedo asegurar.
Respecto a los precios, pues como todo en Egipto, nunca sabes si estás pagando lo justo o no. Debes regatear hasta llegar a un precio que tú creas conveniente. Aun así, el vendedor siempre habrá ganado contigo. Ellos saben lo que valen los productos y tú seguramente que no. La regla de oro es tomarse el regateo como un juego. Son sus reglas. No agobiarse. Así son las cosas.
Llegamos al hotel sobre las 17:00, con un hambre de muerte. En este punto del punto ya habíamos aprendido 2 cosas:
a) que los guías tratan de hacer su trabajo lo más rápido posible para llevarte al hotel y finalizar sus servicios antes.
b) En Egipto no hay horas para comer. Se come o cena cuando se tiene hambre, sean las 9:00, las 13:00, las 17:00 o las 23:00.
Así que serían las 17:00 cuando nos fuimos a comer algo a un KFC cerca del hotel. Aunque sea un país islámico, no falta alguna cadena de comida rápida occidental, donde siempre se come barato. Y, como digo, da igual la hora. Siempre hay gente.
Aprovechamos lo que quedaba de tarde para dar un paseo por las cercanías del hotel, ubicado en una de las más conocidas plazas del Cairo, la plaza Tahir, lugar donde se produjeron las primeras revueltas y concentraciones en la pasada primavera árabe de Egipto que sirvió para echar del gobierno al dictador Mubarak. El entorno hoy día es una bonita y amplia plaza con avenidas de varios carriles y rodeada de hoteles y edificios modernos, además del famosísimo Museo de Antigüedades de Egipto, que visitaríamos nuestro último día de viaje.
Para cenar preguntamos a Marco y, claro, nos ofreció el tour ‘guiri’ consistente según sus palabras en “cena en un Barco-restaurante mientras se navega por el Nilo al lado de la Corniche y se disfruta de un espectáculo típico egipcio”. Dicho así sonaba estupendo y el precio, 25 USD (20 USD tras regatear un poco) nos pareció bueno, aunque sabíamos que estábamos pagando 4 o 5 veces más por reservarlo con él. Tras el paseo en barco, cena y espectáculo, podríamos resumirlo también como ‘Cena buffet de muy escasa calidad y poca cantidad, todos apiñados en una sala pequeña del barco, mientras una bailarina primero y luego un derviche danzante trataban de buscar sitio para hacer su espectáculo’. No nos gustó demasiado, la verdad, pero al ser la primera noche tampoco teníamos con qué comparar así que nos lo tomamos con humor.
Todo sea dicho, el espectáculo del derviche estuvo muy bien, aunque algunos ya los conocíamos de Turquía, de donde son originarios estos bailarines que entran en trance mientras giran y giran decenas de veces sobre sí mismos.
Día 3. Aswan: Vuelo Cairo-Aswan. Travesía en faluca por el Nilo. Pueblo nubios.
El vuelo a Aswan salía a las 5:30, por lo que nos despertamos a las 3:30, recogimos nuestra cajita con el desayuno que muy amablemente nos habían dejado en el hotel y nos llevaron en taxi al aeropuerto (unos 30min). Llegamos sobre las 4:30, con tiempo suficiente para facturar las maletas.
Estos horarios de madrugada son típicos en Egipto para reducir el precio de los vuelos internos. Todas las agencias los utilizan para reducir el coste del viaje aunque el perjudicado sea el turista que tiene que pegarse el madrugón.
Tras un vuelo tranquilo de poco más de 1 hora llegamos al sur del país. Allí nos estaba esperando nuestro guía para Aswan: Mohamed, que nos llevó hasta el hotel para dejar las cosas, descansar un poco y tomarnos un baño.
Teníamos todo el día libre en Aswan por lo que nos comentó las distintas opciones que había fuera del tour contratado: paseo en faluca por el Nilo, visitar un poblado nubio, caminar por el zoco, visitar el museo Nubio o, simplemente, disfrutar de la piscina y el relax del hotel, de estilo resort y con muy buenas vistas de todo Aswan.
Lo más famoso de Aswan (gran presa, obelisco inacabado y Templo de Philae) lo dejamos para antes de comenzar el crucero. Elegimos la travesía en faluca por el Nilo y la visita a un poblado nubio, por unos 25USD cada uno, incluyendo además la comida en un barco-restaurante en las orillas del Nilo.
Tras pasar la mañana descansando en la preciosa piscina del hotel, nos recogieron para ir a comer la comida habitual que ofrecen a los turistas (variedad de ensaladas, sopa/crema como entrante y pollo/cordero como segundo en distintas formas) en un barco anclado en la orilla del Nilo y con unas vistas preciosas.


Un inciso sobre la comida egipcia: Es comida muy mediterránea, ligera, compuesta normalmente de distintos tipos de ensaladas, sopas, carnes cocinadas o a la brasa y frutas como postre. Si vas a un restaurante turístico será muy difícil que tengas algo distinto (salvo que estés en el Cairo y vayas a un restaurante de corte europeo con precios también europeos), lo cual no quiere decir que esté malo, pero sí que al cabo de 3-4 días comiendo lo mismo te acabes hartando. Hay que tener especial atención con los productos frescos lavados con agua y los no cocinados en general. En nuestro caso, no comíamos nunca ensaladas ni bebíamos agua no embotellada (incluso en el crucero, ojo). Es fácil que se te pueda arruinar el viaje con una gastroenteritis, pues nuestros estómagos no están acostumbrados a las bacterias egipcias.
Es algo recomendado en países en vías de desarrollo o con higiene, digamos, distinta a los estándares occidentales.
Tras la comida, nos recogieron en una pequeña barcaza a motor y navegamos por el Nilo visitando las cataratas de Aswan (que no son más que saltos de agua del río en zonas con rocas, sólo visibles en ciertas épocas del año), las cercanías del mausoleo de Aga Khan y la rivera de diversos pueblos nubios, a la otra orilla de Aswan, en uno de los cuales atracamos para dar un paseo por sus calles, atestadas de puestos para occidentales, y visitar una típica casa Nubia. Son casas amplias, con diversas estancias para cada miembro de la familia y llena de diversos patios comunicativos, la mayoría sin techo, para tratar de refrescar las habitaciones, todos ellos decorados con un estilo muy particular. Diría que son casas muy agradables para vivir y para estar. Estuvimos casi una hora con el dueño de la casa tomando té y charlando de la vida en Nubia, de la vida en Egipto en general y hasta de la convulsa política e intereses del actual mundo musulmán. Una conversación muy abierta y agradable, donde te das cuenta que toda la gente de bien está en contra del terrorismo y de las injusticias, sean del signo y religión que sean. Las chicas aprovecharon para hacerse unos tatuajes de henna en el brazo, por unos 10 USD.

Como anécdota comentar que vimos 2 crías de cocodrilo que tenían los dueños de la casa, una de escasos 50 cm y otra de más de 1 metro. Asustan su fiereza y fuerza incluso estando enjaulados. Los tienen para los turistas.
Regresamos a Aswan dando la vuelta por el otro lado de la isla elefantina. Nada más atracar le preguntamos a Mohamed si existía algún lugar para contemplar el atardecer y, aunque al principio nos dijo que no, finalmente nos llevó a un bar-restaurante sin lujos, nada turístico, en lo alto de una colina donde se tenían unas bonitas vistas de todo el entorno que rodea Aswan, en la calle Al Fanadek (a unos 700m del hotel Basma). Es curioso que los guías siempre tratan de evitar las zonas donde va la gente egipcia, como si no quisieran que conociéramos la realidad que vive la gente en cada lugar o nos fuéramos asustar por ello.
Tras tomarnos unos refrescos y contemplar el atardecer, nos fuimos caminando al hotel para cenar allí e irnos a dormir. Al día siguiente teníamos uno de los platos fuertes del viaje.
Día 4. Abu Simbel: Coche a Abu Simbel. Abu Simbel. Espectáculo nocturno.
A la hora acordada nos estaba esperando nuestro conductor para llevarnos hasta Abu Simbel. Mohamed se quedaba en Aswan. Nos esperaban unas 4 horas de viaje por una insulsa carretera sin nada que ver salvo desierto de polvo, arena y grava. Menos mal que paramos a mitad de camino a tomar un refresco y estirar las piernas. También aprovechamos para hacernos unas fotos con los espejismos que se podían contemplar en la lejanía del desierto y con el zorro que tenía enjaulado el dueño del bar, como atracción-negocio para turistas (1 foto=1 propina)
Llegamos al hotel de Abu Simbel a la hora de comer y allí nos estaba esperando Ramsés, nuestro guía para hoy, un chaval muy majo que nos recibió en un perfecto castellano y nos indicó que nos recogería sobre las 16:00 para realizar la visita a los templos de Ramses II y Nefertari.
Nos fuimos directos a la piscina del hotel, de nuevo otro hotel resort con piscina, bonitas habitaciones, amplio restaurante y hasta una discoteca que, al igual que el de Aswan, nos llamaba la atención por la escasa cantidad de gente alojada. Si en el hotel de Aswan éramos unas 10-15 personas, en el de Abu Simbel estábamos, literalmente, solos. Tras las revueltas políticas en Egipto del año 2011, y después con los atentados e inestabilidad política, el turismo ha decrecido tanto que los hoteles apenas reciben turistas hoy en día tan al sur de Egipto. Según nos dijeron en el hotel, den las épocas bonanza llegaban cientos de autobuses y decenas de aviones diarios, pero hoy día se ha pasado a recibir 1 o 2 al día como mucho. Y de ellos apenas se quedan 10 o 15 turistas a dormir. Nos dio tanta pena que decidimos hacerles algo de gasto comiendo en el hotel. Era realmente triste ver más personal (recepcionista, recoge maletas, jefe de restaurante, cocinero, camarero, limpiadoras, jardinero, etc.) que clientela. Pensando sobre ello llegamos a la conclusión que estas personas no cobrarían sueldo alguno, sino únicamente la comida y alojamiento diarios, que no sería poco para ellos.
*Nota sobre los templos egipcios: Todos los templos que hemos visto en Egipto, sin excepción, merecen la pena. Cada uno tiene algo distinto o a destacar que otros no tienen y por ello son tan especiales. Incluso a ojos no entendidos en arte o historia egipcia, como es nuestro caso, deslumbran a cualquiera por su majestuosidad, su enormidad y la ingente cantidad de detalles estéticos y decorativos. En los comentarios sobre ellos en este diario, sólo comentaré lo que bajo mi punto de vista es más llamativo de cada uno, pero no entraré en detalles de ninguno. Para ello existe ya multitud de información en libros e Internet.
A las 16:00 nos vino a recoger Ramsés al hotel y desde allí mismo, caminando, llegamos a la entrada del recinto, tras pasar por unos cuantos puestos de recuerdos y supuestas antigüedades, donde los tenderos trataban de realizar su, quizá, única venta del día, ofreciéndonos todo tipo de souvenirs. No había ni un turista salvo nosotros.
La primera imagen del templo de Abu Simbel te deja sin palabras. Lo que tantas veces has visto en fotos y libros, por fin lo tienes delante. Y a diferencia de otros lugares que te decepcionan una vez vistos de cerca, en este caso no decepciona en absoluto. Es un templo inmenso, apabullante, imponente. Las 4 estatuas de Ramses II sentado a la entrada, de unos 20m de alto cada una, cumplen su función de grandiosidad a la perfección. Vistas de cerca son incluso más grandes de lo que podrías imaginar. Y la cantidad de detalles es impresionante. Sólo por ver esta imagen ya merece la pena venir hasta aquí, pues no hay otro templo en Egipto que evoque el poder de los faraones como éste con unas estatuas tan colosales.
El templo por dentro no decepciona. Todas las paredes, techos y columnas están perfectamente conservadas y tienen un nivel de detalle, colorido y calidad que te hace quedarte embobado contemplándolas, y pensando cómo narices esta cultura tan antigua podía estar tan avanzada y hacer lo que hacían. Todos los relieves, bajo relieves y cámaras de ofrendas son espectaculares. Las luces y sombras dentro del templo están muy bien cuidadas y engrandecen el visionado de todo el conjunto. Lo dicho, es impresionante.
Tras hacer decenas de fotos por fuera, pues por dentro está prohibido (aunque los cuidadores son un poco laxos con el tema si reciben una propina), salimos a visitar el otro templo del complejo, el templo de Nefertari, justo al lado. En este templo las estatuas, aunque no tan grandes como las de Ramses II, son también impresionantes. En este caso hay 4 estatuas de Ramses II y 2 de Nefertari, todas de pie y con un paso al frente, como si estuvieran caminando. La calidad del conjunto es igualmente sorprendente, llenos de detalles y simbología por todos lados.
El templo por dentro es también precioso, lleno de escenas de la vida cotidiana y costumbres egipcias, con multitud de mujeres como protagonistas de los relieves. El color lo llena todo de magia. Y de nuevo piensas cómo hace más de 5000 años se tenía un concepto de mujer tan avanzado en comparación a ciertas culturas actuales.
Tras unas 2 horas de visita completamente solos y con todo el tiempo del mundo para dedicarle a cada templo, fuimos conscientes de la suerte que habíamos tenido al ver esta maravilla sólo para nosotros.







Nuestro guía Ramses muy bien, por cierto, con un castellano muy fluido y dando las explicaciones justas y necesarias en cada momento, siempre pendiente de nuestra respuesta, tanto verbal como gestual y de interés en sus explicaciones. Los siguientes días descubrimos que este simple hecho no era tan fácil de encontrar sobre todo en los guías de mayor edad. Según nos dijo Ramses, los más jóvenes estudian psicología del turista (cómo se han de comportar con ellos, ver si muestran o no interés sobre lo que están contando, interpretación de gestos, el trato a la mujer occidental, etc.) mientras que los más mayores son quizá más cultos y saben mucho más de arte e historia egipcia, pero nada sobre el trato hacia el turista occidental, lo que quizá puede derivar en algunos roces, como descubriríamos más adelante con el guía en Luxor.
Aún teníamos ganas de más por lo que decidimos quedarnos un poco más para ver el espectáculo de luces y sonido que había programado a las 19:00, ya entrada la noche. En este caso sí que vinieron algunos turistas más (seríamos unos 15-20 para un recinto preparado para más de 100). El espectáculo dura unos 30 minutos y, al igual que todo en este recinto, merece bastante la pena. Durante el show se proyectan imágenes junto con juegos de luces y efectos de sonido sobre las entradas de ambos templos, mientras se narra la historia de los mismos. Está muy bien montado, se ve bastante bien a pesar de la distancia y es bastante ameno.
Por la noche, para cenar, le indicamos a Ramsés (nuestro guía) que queríamos pasear por el pueblo (a 1,5km de los hoteles y del templo de Abu Simbel) y cenar allí. Nos recomendó el restaurante Eskaleh Nubian Ecolodge, justo al final del pueblo. Y la verdad es que cenamos estupendamente bien. Comida mediterránea riquísima, llena de verduras cocinadas y carne, y en un lugar con encanto y estilo egipcio. En este caso, también había varios turistas ;)
Y el paseíto, tanto el de ida como el de vuelta, tranquilo y disfrutando del fresquito de la noche egipcia.


Día 5. Aswan: Coche a Aswan. Museo Nubio. Zoco de Aswan.
Serían las 9:00 cuando nuestro callado conductor nos recogió en el hotel y pusimos rumbo a Aswan de regreso.
A las 12:30 llegamos de nuevo a Aswan, donde estaba nuestro guía Mohamed de nuevo, para llevarnos al barco donde realizaríamos el crucero los próximos días, y presentarnos a nuestro siguiente guía para el crucero y Luxor: Nasser, un señor mayor que hablaba español un poco raro y al que era difícil entender a veces. Como comenté anteriormente, era un guía de los antiguos, muy culto y con mucho conocimiento, pero con nula empatía hacia el turista.
Tras nuestra primera comida buffet en el crucero, Nasser nos tuvo que contar una mala noticia. Resulta que el barco no iba a salir hoy como estaba previsto, sino al día siguiente. Y claro, nos cabreamos porque ello suponía dedicar un día menos a Luxor, mucho más interesante que Aswan. Tras pensar alternativas decidimos llamar a Marco (de la agencia de Cairo con la que habíamos contratado el tour) y pedirle un cambio del planning para estar 1 noche más en Luxor y quitarla del Cairo, lo que suponía cambiar el vuelo Luxor-Cairo. Tras varias llamadas, broncas y malos entendidos por el idioma entre Marco, Nasser y nosotros, Marco aceptó a cambiarlo, aunque con un vuelo a horas intempestivas de la madrugada (4:00) y queriendo cobrarnos de más por todos los cambios, cosa que no aceptamos ya que no era lo que habíamos pactado.
Hablando después con tranquilidad con Nasser nos confirmó que el barco esperaba un día más porque un autobús de chinos estaba visitando Abu Simbel en estos momentos y había que esperarles hasta el día siguiente que vinieran y, por otro lado, que Marco le había intentado convencer a él de que nos convenciera a nosotros de dejar el planning como estaba para él no tener que cambiar nada y así no afrontar los gastos de dicho cambio. Por suerte para nosotros, Nasser también estaba cabreado con Marco porque le debía pagar muy poco y menospreciar su trabajo y nos defendió a nosotros en vez de a él. Aunque a estas alturas, ya no sabíamos si Nasser nos contaba realmente lo que había hablado con Marco, o estaban compinchados y todo era una treta para cobrarnos más tours extras adicionales, lo cual tampoco nos sorprendería.
En fin, tras pensar en lo ocurrido, la conclusión que sacamos fue que eran malos tiempos para el turismo en Egipto y ello provocaba situaciones como la de parar un barco con 20 turistas para esperar a que vinieran otros 100 y hacer así el viaje más rentable (mejor perjudicar a 20 que no perder dinero). Y por parte de Marco, más de lo mismo, anteponen su interés económico a que el turista (nosotros) obtengamos lo pactado y te tratan de cobrar por todo, sea lo que sea.
Como al mal tiempo hay que poner buena cara, decidimos ser optimistas y tratar de aprovechar el día extra en Aswan, comenzando por disfrutar de un barco que, a primera vista, parecía haber sido bastante lujoso cuando se construyó. Echamos una partida al billar ubicado cerca del salón de la planta principal, tratando de dominar unos palos que tenían los tacos destrozados y la mesa que no era todo lo lisa que tenía que ser. Siguiendo con el paseo por el barco, vimos una sala con unas cuentas máquinas en lo que, intuimos, en otro tiempo debió ser un pequeño gimnasio, pero que ahora estaba abandonado. No nos queríamos dar por vencidos y subimos a la planta superior, donde se encontraba la piscina. Tratamos de darnos un baño aunque enseguida nos dimos cuenta de que estaba parada y el agua estancada con un extraño color verdoso. Tampoco funcionaba la pequeña barra de bar de la piscina, que estaba cerrada y sin bebida, por lo que tuvimos que bajar a por unas cervezas al salón 2 plantas abajo. Nos había costado, pero por fin estábamos disfrutando de nuestro ‘Crucero Decadente’, nombre que le pusimos a nuestro barco para los 2 próximos días, mientras contemplábamos la grandiosidad del Nilo desde unas tumbonas y nos reíamos por toda esta situación.
Fuera de bromas, todo en Egipto está organizado desde hace años para grandes masas de turistas y, como ahora no hay apenas un 20% de lo que había, se producen este tipo de situaciones desagradables como barcos sin mantener, hoteles vacíos y turistas mal tratados por la necesidad de una población que vive del turismo.
Por la tarde nos acercamos al museo de Aswan y a su zoco junto con Nasser, que nos haría de guía (previo pago, claro). Y menos mal, porque en el zoco nos sentimos un poco intimidados con todo el mundo mirándonos, sobre todo a las chicas. No nos gustó demasiado la zona, la verdad. Ni que decir tiene que no había ni un turista salvo nosotros.
Respecto al Museo, totalmente prescindible (teniendo en cuenta que el museo de Luxor o del Cairo, que también visitaríamos, son muchísimo mejores y con multitud de antigüedades más)
De regreso al barco cenamos y ‘disfrutamos’ del espectáculo para guiris que nos montaron, con música árabe, un par de bailarines y con la participación activa del público que allí estábamos, incluidos los chinos, que ya habían llegado de su tour por Abu Simbel. Menos mal.
Día 6. Aswan: Gran Presa. Templo Philae. Obelisco inacabado. Crucero: Templo Kom-Ombo.
El día de hoy comenzó con otro desayuno buffet en el que compartimos mesa con un viajero solitario canadiense muy majete (Bryan), con el que practicamos inglés y él practicaba su castellano.
A las 9:00, puntual, nos esperaba Nasser para comenzar el típico tour de Aswan que habíamos dejado para hoy.
Comenzamos por el punto más alejado, la gran Presa de Aswan. Esta faraónica obra, realizada en tiempos del gran presidente egipcio Nasser en los años 60, fue una obra de ingeniería única en el mundo realizada para controlar el caudal del Nilo y así evitar las crecidas anuales del mismo. Esta obra provocó grandes beneficios para el país, aunque también tuvo sus detractores por el alto daño ecológico y arqueológico que supuso, entre ellos la inundación de múltiples templos (como Abu Simbel, que fue reconstruido en lugar seguro o el de Debod, hoy día en Madrid). La visita de la presa se reduce a una parada de 5 minutos para hacer fotos y ver algunos carteles explicativos. El embalse, más que un embalse, parece un mar en el mismo desierto, tal es su tamaño.
La siguiente visita, el templo de Philae, es un templo precioso dedicado a la diosa Isis, entre otras deidades, donde destacan 2 enormes pilonos decorados (paredes de entrada monumentales) y unos pórticos de columnas a los lados de un patio central. El estar totalmente rodeado de agua en una pequeña isla formado por la presa de Aswan y ser accesible únicamente en barcaza le confiere también un aura especial.
La última parada de la mañana fue para el Obelisco Inacabado. Se trata de una antigua cantera en la que un enorme obelisco de más de 20 metros fue abandonado mientras se esculpía en la roca ya que se rompió antes ser acabado. Aparte de la foto, diría que no merece mucho la pena.


Regresamos al crucero a comer y, por fin, éste partió por el Nilo rumbo norte. A medida que el barco avanza, te das cuenta de la enormidad del río Nilo y lo fundamental que es para la vida de todos los pueblos que lo han habitado, pues más allá de los 100-200 metros a ambas orillas del río, sólo hay polvo y desierto.
Es una pasada disfrutar de la navegación tranquila del barco mientras contemplas los alrededores.
Sobre las 17:00 llegamos al templo de Kom-Ombo, donde atracamos para verlo, un poco justos de tiempo porque la noche se nos echaba encima. El templo está dedicado al dios halcón Horus el viejo y a Sobek, deidad local con cabeza de cocodrilo. Debido a ello es totalmente simétrico, repartiendo las escenas y ofrendas entre las 2 vertientes. Llama la atención las escenas de un laboratorio en la parte posterior, así como 2 salas hipóstilas con altísimas columnas llenas de sobre relieves y bajo relieves. También curioso un nilómetro, usado para medir las inundaciones anuales del Nilo y el enorme pozo donde se criaban cocodrilos en honor a Sobek.
El nivel de detalle y originalidad de los relieves de este templo son increíblemente sorprendentes. En este templo nos hemos dado cuenta de que nuestro guía Nasser sabe un montón, que pena que haya tanta información en las paredes de los templos y no de tiempo a interiorizar tanto en tan poco tiempo.
Regresamos al barco a cenar, y de nuevo fuimos a ‘bailar’ en el espectáculo guiri de hoy donde los chinos lo daban todo. Menos mal que teníamos cervezas, jeje.




Día 7. Crucero: Templo de Edfu. Esclusas de Esna. Travesía a Luxor.
Serían las 9:00 cuando el barco se detuvo en Edfú. Hoy comenzábamos pronto el día para visitar otro de los templos Top del viaje: El templo de Edfú. Nada más atracar en puerto, una horda de carros de caballos se nos acercó a ofrecernos sus servicios de transporte al templo (a unos 2km, lo justo para que sea necesario usarlos). Por suerte, el ir con guía te evita el tiempo y esfuerzo de regatear, con lo cual sólo tuvimos que subir al que nos indicó Nasser. La visita nos llevó unas 2 horas, incluyendo las explicaciones del guía y las fotos. Este templo es el segundo más grande de todo Egipto (por detrás de Karnak), y está dedicado a Horus. Lo más llamativo son los enormes pilonos de las 2 entradas principales y las figuras en relieve que custodian la entrada principal, de unos 35m de altura por 100m de ancho, que muestran a Ptolomeo XII derrotando a sus enemigos en presencia de varios dioses. Es uno de los templos más completos de Egipto, pues conserva en muy buen estado la estructura principal, los patios, las columnatas laterales y varias salas hipóstilas. Su interior destaca por las ofrendas líquidas y secas, unas a cada lado. La calidad de los relieves es excepcional, debido a que fue sepultado en arena casi en su totalidad y olvidado durante siglos por las civilizaciones reinantes, hasta su redescubrimiento en el siglo XIX.




De regreso al barco, éste puso rumbo a Luxor. Nos dedicamos a disfrutar de unas horas de relax en la cubierta del barco observando el devenir de pueblos ribereños, dándonos un baño en la piscina, tomando el sol, charlando con nuestro amigo Bryan o simplemente dejando el tiempo correr.
A la llegada a las esclusas de Esna, el barco se detuvo a esperar su turno de paso en una fila de 2 o 3 barcos. Imagino que en tiempos mejores las colas aquí podían llegar a horas, aunque a nosotros no nos llevó más que unos 30 minutos en los que el barco, despacio, se acercaba a cada esclusa, esperaba paciente a que se cerraran las compuertas traseras, se llenara la estancia de agua y se abrieran las compuertas delanteras para pasar al siguiente nivel de agua. Aunque este lugar es vendido como algo turístico, se trata más bien de una gran obra de ingeniería hidráulica sobre el río Nilo. Es curioso cómo, aprovechando la cercanía del barco a las esclusas, varios lugareños se acercaron en barcas pequeñas para vender sus mercancías a los turistas, llegando incluso a lanzar pareos o vestidos a la cubierta del barco para que los pudiéramos ver más de cerca y, dado el caso, poder comprarlas.
Serían las 18:00 cuando el barco atracó en Luxor. Tiempo suficiente para dar una vuelta y estirar las piernas por Luxor, mucho más acostumbrada al turismo que Aswan, y donde nos sentimos más tranquilos de caminar por cualquier sitio a nuestro aire, sin ser observados ni analizados.
Al día siguiente tocaba otro de los platos fuertes del viaje: el valle de los reyes y las reinas.
Luxor tiene una parte al este del Nilo (los templos de los ‘vivos’, donde estaba la ciudad antigua) y otra parte al oeste del Nilo (los valles funerarios y algunos templos más), que, como mínimo, necesitan 2 días, siendo recomendables 3. Menos mal que, a pesar del lío con el barco de hace unos días, hemos podido quedarnos aquí 3 días.
Día 8. Luxor oeste: Valle de Reyes. Templo Hatsepshut. Valle de Reinas. Colosos de Memnon.
El día comenzó de forma surrealista. En la furgoneta que nos llevaría al lado oeste de Luxor, donde íbamos a ir el canadiense, 2 indios y nosotros 4, resulta que iban a ir también otras 4 personas más. Y claro, nadie pensó en que la furgoneta tiene una capacidad máxima. Discusiones, llamadas a las agencias de cada uno, tiempo perdido y al final se suben las maletas arriba y a correr, todos juntos como sardinas en lata y si el turista se queja, que se fastidie.
Más tarde vivimos otra de éstas cuando, en un parking, el vigilante ha obligado a pagar la entrada a un templo a 3 personas que no querían verlo y se quedaron en la furgoneta esperando, ya que decían que la ley obliga a pagar la entrada si se usa el parking, vean o no el templo.
Y la última ocurrió al bajarnos del crucero, cuando el gerente del mismo se nos aceró muy enfadado y dando voces porque consideraba que la propina que le habíamos dado era insuficiente. Nasser tuvo que intervenir para calmarle, y menos mal. En otros países me he sentido alguna vez como si fuésemos dinero con patas, pero aquí ha ocurrido prácticamente a diario.
El valle de los Reyes es un lugar extraño. Observando el polvoriento valle de piedra caliza, extrema sequedad y altas montañas uno se pregunta cómo es posible que en este desolado lugar se encuentren tal cantidad de vestigios egipcios, entre las cuales se encuentran las fabulosas tumbas faraónicas.
Todas ellas se excavan bajo las rocas del suelo o de las propias montañas, siguiendo complejos pozos, túneles o pasillos subterráneos. Algunas, como la de Ramses II se encuentra 200m bajo tierra. La mayoría de ellas buscaban no ser encontradas jamás para preservar el descanso eterno del faraón y, algo más mundano, para que no se robaran los tesoros que cada tumba poseía. Aun así, la mayoría de ellas han sido más o menos saqueadas, quedando hasta nuestros días únicamente las paredes y techos pintados y/o esculpidos, lo cual no es poco ni mucho menos. El grado de conservación es excelente en la mayoría de ellas, aunque sólo unas pocas son visitables por el público en general.
La excepción al robo de tesoros es precisamente la más famosa de las tumbas, la del faraón niño Tuntankamon. No fue la más escondida ni remota, pero al hayarse debajo del suelo provocó que nadie la encontrase y saquease durante años, hasta su descubrimiento a comienzos de siglo XX. Fue tal la cantidad de objetos de la vida cotidiana egipcia encontrados en la tumba, además de la legendaria máscara del faraón, que aumentó enormemente el conocimiento de la cultura egipcia y catapultó el interés mundial en la egiptología y en el turismo.
La visita al valle de los Reyes comprende normalmente la visita a 3 tumbas (hay decenas de ellas y es imposible verlas todas, además muchas están cerradas al público. Las suele elegir el guía). Dentro de ellas no se pueden tomar fotos. Hay vigilantes que te pueden multar, o pedirte dinero a cambio de hacer la vista gorda si tomas alguna foto. El objetivo es preservar las espectacularmente decoradas paredes, techos y cámaras de enterramiento.
Todas ellas muestran el camino del hogar de los vivos al de los muertos, mediante jeroglíficos de colores vivos, con distintas tonalidades y diseños a cada cual más espectacular. Es increíble pensar cómo se han podido conservar hasta nuestros días con tanto detalle y colorido. Nasser nos contó que se debe a que los egipcios acababan sus pinturas con una fina capa de yema de huevo, que servía para reforzar el color y protegerlas, además de otros motivos técnicos como la falta de humedad y permanecer ocultos a las inclemencias del tiempo y los humanos.


El valle de las reinas, muy próximo al de los Reyes, es otra de las joyas de la corona egipcia.
Aunque la más famosa y espectacular tumba del complejo estaba cerrada cuando lo visitamos (tumba de Nefertari), visitamos las de Titi y Amonherjepshep (los nombres se las traen), ambas conteniendo preciosos fragmentos polícromos de escenas de ofrenda y camino hacia el más allá. Las pinturas de las cámaras interiores están muy bien conservadas y están llenas de matices en su descripción de los ritos y ceremonias de acercamiento a la senda de los muertos. En una de ellas se conserva la momia de un feto de unos 20cm de largo en un, cómo no, buen estado de conservación. El estallido de color, luminosidad y detalle es impactante de veras.
Al no poder hacer fotos de ninguna de las tumbas, si quieres ver lo que hay dentro sólo queda la opción de comprar postales o libros al respecto (nosotros nos llevamos uno con muy buenas fotos, los venden por allí), o hacer una visita a las mismas.
Al igual que en el valle de los Reyes, las tumbas visitadas dependen en buena manera del guía, así como del número de turistas en cada una en el momento de la visita y si está abierta o no.
Mi recomendación es no obsesionarse con ver alguna en concreto, sino dejarse maravillar por las que veas. Merecen mucho la pena cualquiera de ellas, aunque algunas destaquen un poco.


El templo de Hatsepshup es un templo muy distinto al resto. No se encuentra en un lugar llano ni está aislado, sino que está justo en la base de una montaña caliza, en un lugar elevado y con unos accesos escalonados en varias fases hasta llegar al propio templo, cuya fachada principal destaca por las columnatas a ambos lados de la escalera principal. El estado de conservación de los relieves y pinturas no es demasiado bueno en general, y salvo algunas esculturas y columnas del templo principal, se nota que se ha restaurado una gran parte del mismo. Sus dos templos anexos están en ruinas. Su encanto reside principalmente en su originalidad y ubicación singular, dándole un encanto único los acantilados de la parte trasera del mismo.
La última visita del día fueron los enormes colosos de Memnon, dos gigantescas estatuas de piedra de casi 20m de altura que representan al faraón Amenhotep III, y que servían de entrada al más grande templo jamás construido en Egipto, hoy día totalmente destruido por los terremotos y por los faraones posteriores. Existían otros colosos rodeando el templo, los cuales se están intentando restaurar desde una expedición española.
Una pena que sólo queden en pie estas enormes esculturas, aunque sean imponentes por sí mismas.
De vuelta al hotel, nos dio tiempo para darnos un bañito en la piscina (recomendadísimo que el hotel tenga piscina para acabar bien la jornada), pegarnos una ducha, dar un paseo por la apacible y turística Luxor y hacer algunas compras por los bazares. Los atrapa-turistas y vendedores de todo también existen en esta ciudad, aunque nos dio la impresión de no ser tan pesados como en Aswan.



Día 9. Luxor este: Templo de Luxor. Museo de Luxor. Templos de Karnak.
Un día tranquilo el de hoy, por fin. Tour privado exclusivo para nosotros, con tiempo suficiente para ver todo y no los 15-20 minutos que veníamos teniendo en todos los templos anteriores. Y es que ésta es precisamente una de las razones por las que no me gustan los tours completos guiados, pues en ellos te dan una explicación guiada de lo más típico, obviando muchas zonas que pueden resultarte atractivas bien para hacer fotos, pasear a tu aire, contemplar algo que te haya llamado la atención o simplemente dejarte llevar donde te apetezca, además de que suelen dar por sentado que nadie tiene conocimiento de lo que se visita ni ha leído nada al respecto, dando por tanto explicaciones planas y sin sustancia. Y yo quiero algo más. Vivimos en el mundo de Internet.
El templo de Karnak, primera visita del día, es en realidad un conjunto de templos dedicados al dios Amón, y edificados por distintos faraones en diversas etapas de la historia. Su tamaño original lo sitúa como el más grande de todo Egipto. Aunque hoy día gran parte está en ruinas, hay diversos proyectos de reconstrucción en marcha. A pesar de ello, lo que queda en pie es realmente espectacular y su visita resulta del todo imprescindible.
Lo que más destacaría es quizá el tamaño descomunal de sus salas hipóstilas, llenas de enormes columnas anchas y altas, muy juntas entre sí. También llama la atención la sucesión de esculturas con cabeza de carnero del dios Khum en la entrada principal. Me ha encantado perderme por entre las ruinas, tratando de descubrir zonas sin turistas, algunas muy interesantes. Otro punto a destacar entre otros templos es el lago ceremonial, único que sobrevive con agua, a pesar de que todos los templos antiguos tuvieran uno o más pozos.







El museo de Luxor, segunda visita del día, nos ha defraudado un poco. Aunque quizá sea por mi escaso conocimiento del arte egipcio, claro. No es demasiado grande, apenas 2 pequeñas plantas visitables en 1 hora, y tampoco ofrece demasiadas cosas al visitante (repito, no soy un entendido). A destacar 2 momias reales, varios muebles y objetos personales de la tumba del faraón Tutankamon (un colchón, mesas, armarios, sandalias, objetos ceremoniales, etc) y varias esculturas de granito, basalto o alabastro de tamaño considerable, todas ellas descubiertas en las cercanías de Luxor.
El templo de Luxor, mucho más pequeño que Karnak, atesora un buen puñado de rincones bastante especiales. Para comenzar, la avenida de las esfinges, que originalmente fue una calle asfaltada de unos 3km que comunicaba Karnak con Luxor, flanqueada por decenas de esfinges de unos 3 metros de largo a ambos lados de la calle. Hoy día sólo quedan unos 100m con esfinges (restauradas muchas de ellas), aunque existe un proyecto para recuperar toda la calle, lo que supondría derribar algunos edificios modernos situados justo encima.
En la entrada del templo destacan los enormes colosos de, quizá, el más famoso y longevo de los faraones: Ramses II, cuyas construcciones perduran por todo Egipto. 4 de ellos continúan en pie, con la cabeza de otra en el suelo, lo cual es inspiración de multitud de fotos. Si con estos 2 puntos no te has impresionado aún, dentro del enorme patio principal con su multitud de columnas simétricas cilíndricas, hay otras cuantas esculturas enormes de Ramses II, incluidas 2 preciosas que dan paso a las salas hipóstilas, de nuevo llenas de unas preciosas escenas de la vida en Egipto esculpidas en la roca, en perfecto estado de conservación.
Como curiosidad comentar que en uno de los patios se encuentra una pequeña mezquita, que antiguamente fue una iglesia copta. Si dicha construcción fue el precio a pagar por mantener el templo en pie, bienvenido sea.
Tras otro largo día de visitas, nos fuimos al hotel casi al hacerse de noche. Hoy tocaba comida occidental por lo que nos fuimos a un irlandés al lado del hotel a tomar unas cervezas y comer unos sándwiches. De vez en cuando apetece desconectar de la comida musulmana.
Día 10. Luxor oeste: Valles de Artesanos y Nobles. Ramaseum. Medinat Habu. Vuelo Luxor-Cairo.
¡Qué bien que hemos hecho al estar 3 días en Luxor!
Es lo mínimo indispensable para visitar todos los tesoros que guarda la antigua Tebas. Uno para la parte Este, otro para la parte Oeste y otro para los valles de Reyes y Reinas.
Hoy de nuevo hemos flipado con la cantidad, pero sobre todo con la calidad, de las pinturas de múltiples tonos y colores en las tumbas de los nobles y, sobre todo, en las tumbas de los artesanos, del poblado de Deir-al-Medina.
Están en sorprendente estado de conservación y muestran principalmente distintas escenas de la vida cotidiana de hace más de 5000 años de artesanos, agricultores, escribas, gobernantes y, en general, cualquier persona que tuviera un oficio reconocido en aquella época. La diferencia con las pinturas de los valles de los reyes y reinas está en que éstas están centradas en unir el mundo de los vivos al de los muertos y en mostrar la vida del faraón.
En todas estas tumbas está la mayor parte del conocimiento que los arqueólogos tienen de esta civilización, y no es poco comparado con otras civilizaciones de las que apenas se conservan algunos edificios esculpidos y muy poco o nada escrito o pintado.
Otra diferencia con respecto a las tumbas faraónicas es su menor tamaño, lo cual se explica simplemente por la diferencia de poder entre ambos y su mayor número (más de 80 y algunas, dicen, todavía sin descubrir). Hoy día el pillaje, el robo y el trapicheo con los objetos saqueados de las tumbas por la gente local, hace muy difícil la búsqueda, catalogación y conservación de estas zonas. No en vano, hace unos años existió un pueblo construido justo encima de donde hoy se encuentran estas tumbas.
El Ramesseum, otro templo dedicado a consagrar y honrar a Ramses II, es otra joya fuera de los circuitos turísticos típicos. Aunque bastantes zonas están en estado ruinoso, tiene, como todos los templos egipcios, algo que lo convierte en único. En este caso son una serie de estatuas de unos 8m de alto del faraón, justo en la entrada del templo principal, que parecen contemplar con tristeza a la gigantesca mole de más de 1000 toneladas de Ramses II, caída al suelo debido a un terremoto, en la que su enorme puño cerrado parece guardar aún la fuerza contenida. Es el coloso más grande que hemos visto hasta ahora, superando los colosos de Memnon y los de los templos de Karnak y Luxor.
Por si esto fuera poco, la sala de columnas, con las montañas del valle de los Reyes al fondo, tienen un encanto especial, llenas de vida y colorido y sin la masificación de otros templos más visitados. Entre ellas se encuentran un par de escenas en relieve de la famosa batalla de Qadesh, en la que el faraón firmó el primer tratado de paz de la historia con los hititas, pueblo vecino y enemigo.




Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo en cuanto a templos, visitamos uno de los que más me ha gustado: el templo de Medinat-Habú, dedicado a Ramses III. Incomprensiblemente fuera de los circuitos turísticos clásicos, posee un poco de todo lo visto en cada uno de los templos: pilonos de entrada altos y bien conservados, salas de columnas gigantescas y pintadas a color, un patio central a cielo abierto y varias salas de ofrendas aledañas.
Además tiene varios colosos de Ramses III, esculturas muy originales y, quizá, los bajo relieves más impactantes y coloridos que hemos visto hasta ahora, algunos de varios centímetros de profundidad. Los colores azul, amarillo, rojo y blanco iluminan multitud de paredes, columnas y techos. Como curiosidad indicar la existencia de unas escenas del faraón mutilando manos y piernas de enemigos o la sala santuario, derruida, pero llena de enormes columnas circulares en las que sólo quedan 1 o 2 metros de altura.
Es simplemente precioso y un perfecto resumen de todo lo visto en Egipto.
Tras más de 1 semana visitando templos y tumbas, uno acaba un poco saturado de nombres de faraones, de sus dinastías, de columnas, cartuchos, pilonos, relieves y jeroglíficos, a pesar de que, como he comentado anteriormente, cada lugar es único y merece una visita.
Por eso la vuelta a Cairo para pasar la última noche no se nos hizo amarga, sino que la tomamos como un descanso en la recepción de tantísima información, difícil de asimilar en tan pocos días.
El vuelo Luxor-Cairo salió puntual y, tras unas 2 horas, llegamos a destino, donde nos esperaba un taxi que nos llevó de vuelta al hotel de Marco, el mismo donde dormimos las 2 primeras noches del viaje.

Dia 11. Cairo: Museo del Cairo. Barrio Copto. Ciudadela Saladino. Barrio islámico. Bazar Al-Jalili.
El último día en El Cairo sabe mejor si tu hotel está justo en la plaza Midan Tahir (centro neurálgico de la ciudad, nexo de unión entre la parte antigua y la nueva, a 2 minutos a pie del Nilo y del museo del Cairo), y desayunas tranquilamente en la terraza del hotel, observando el devenir de la gente de un lado a otro. Decenas de conductores tocan el claxon sin parar, haciéndose notar frente al resto de vehículos que hacen lo mismo para fundirse en un caótico ruido constante al que ya estás acostumbrado al segundo o tercer día de estar en Egipto.
Observas a los lados varios edificios coloniales con ese aspecto decadente tan propio de este país, junto a otros más modernos que parecen pasados de moda nada más concluirse. De repente un grupo de niños cruzan la calle corriendo, mientras otro anciano hace caso omiso a cualquier regla y aprovecha para cruzar al otro lado. Pitidos y más pitidos. Calor asfixiante. Edificios y más edificios en la lejanía. Y el Nilo justo ahí, al lado, enorme y respetado.
Todo esto es el Cairo, y se ve sólo con mirar por la terraza. Una ciudad con miles de años de historia con un aire nostálgico, decadente y romántico, que lucha por mirar hacia adelante.
De regreso a la tierra, cabe decir que cualquier visita a esta enorme ciudad debe incluir, sí o sí, una visita al museo del Cairo. Museo, caótico donde los haya, posee ingentes cantidades de objetos, muchos más de los que sus vitrinas y expositores son capaces de mostrar con la seguridad, limpieza y orden que deberían. No hay apenas información sobre lo mostrado o ésta está abandonada y oculta entre polvo. Es tal la cantidad de patrimonio del museo que sus actuales instalaciones son incapaces de gestionarlo. Es por ello que desde hace años está en proyecto la construcción de un nuevo museo cerca de las pirámides, aunque a día de hoy dicho museo sigue siendo un sueño sin terminar, envuelto en problemas de financiación y falta de recursos. Esperemos que algún día lo finalicen y todo el patrimonio egipcio pueda ser mostrado de la forma adecuada al público.
Dicho esto, también es justo decir que la visita al museo está llena de sorpresas y su caótico desorden es precisamente el encanto del mismo. Lo mismo paseas por una sala con decenas de momias y sarcófagos en vitrinas llenas de polvo, que pasas a otra sala con esculturas de varios miles de años sin ninguna seguridad o a otra que mezcla miniaturas en piedras preciosas con bustos de faraones o piezas en mármol. O te encuentras de repente una sala de alta seguridad llena de cámaras y vigilantes donde se encuentran los tesoros encontrados en la tumba de Tutankamon, además de su famosísima máscara de oro. La visita con el guía es realmente curiosa porque se centra en los objetos más importantes, que no son ni mucho menos los más cuidados ni los mejor presentados. De hecho algunos nos los mostraba directamente apoyados contra la pared o rodeado de cajas llenas de telarañas.
Si has estado en el Louvre de París o el Museo Británico de Londres, te llamará la atención que hay casi más sarcófagos en particular y objetos expuestos en general en estos museos europeos que en el Museo del Cairo. Siempre he pensado que deberían volver a su lugar de origen, pero viendo cómo se gestiona en Egipto el enorme patrimonio que se posee y la dudosa seguridad que se tendría al respecto, no sabría decir si sería bueno o no que se devolvieran.



Tras unas 2 horas de visita, nos metimos en el coche y nos fuimos directos al barrio copto de la ciudad, donde hemos notado un incremento sustancial de la seguridad nada más entrar, donde varios coches militares controlan todos los accesos y las personas que entran. La comunidad copta cristiana de Egipto (un 20% del total) es una de las más perseguidas en el país, objetivo constante de atentados por parte de los radicales musulmanes. Nuestro guía de hoy, Osama, es copto y nos ha dado bastantes explicaciones de su cultura e historia en el país.
Dentro del pequeño barrio, de apenas unas calles, hemos visitado la sinagoga de Ben Ezra y la cueva-iglesia de San Sergio, ambas ocultas entre callejuelas estrechas para no llamar la atención. Se pueden visitar algunos lugares más, pero hemos decidido dejar el tiempo para otras zonas de la ciudad que nos parecen más interesantes. Esta zona tiene un marcado carácter religioso cristiano, y no es precisamente lo que más nos interesaba.
La siguiente visita del día, la ciudadela de Saladino, está ubicada en una colina que domina toda la ciudad del Cairo, y a la que hay que ir en coche o taxi. Es un espacio enorme rodeado de murallas de época medieval, varios palacios en ruinas o con un uso distinto al original y unas vistas preciosas de todo el Cairo, incluidas las pirámides de Giza en la lejanía.
La enorme Mezquita de Mehmet Ali, del siglo XIX, nos ha parecido lo mejor de todo. Está decorada exquisitamente con los típicos motivos florales musulmanes en piedra alabastro y posee una serie de esbeltos minaretes puntiagudos.
También es destacable la puerta de Bab al-Gabal y Bir Yousef ó fuerte de Saladino. Nos hubiera gustado un poco más de tiempo para visitar estos lugares con mayor tranquilidad, pero no lo teníamos.
De camino al siguiente destino pasamos por un sitio que nos dejó un poco impactados: la ciudad de los muertos. Se trata de un cementerio donde, además de los muertos, viven multitud de familias hacinadas. Cairo tiene estos contrastes.


Llegados al bazar de Khan Al-Khalili, nos fuimos a recorrerlo del mejor modo posible: a pie.
El bazar es un caótico compendio de mercados callejeros típicos musulmanes, con callejueleas laberínticas y estrechas, tiendas pequeñas y zonas separadas según la mercancía vendida. Se nota gran diferencia entre los mercados para gente local y la zona turística de souvenirs y ropa, sobre todo en cuanto a limpieza y olores. Lo mejor es visitar los dos tipos y no llevarse sólo la impresión light de la versión turística. Hay que vivir el Cairo real.
Lo bueno esta zona es que, además de las tiendas, existen multitud de monumentos dignos de visitar o al menos pararse a contemplar. Entre ellos, la mezquita de Al-Mutanhar, las madrazas de Barquq, An-Nasir ó As-Salih Ayyub y los antiguos edificios palaciegos de Sabil-Kuttab y Qalaun, todos ellos muy llamativos.
Esta zona es conocida como Cairo fatimí, precisamente por el origen de estos edificios, y es una de las partes más antiguas y mejor conservadas de toda la ciudad histórica.
La visita a pie de toda esta zona nos llevó unas 2 horas, y eso que no entramos a visitar ningún edificio de los comentados.
Con esta última visita cerramos la parte histórica de la ciudad, con la sensación de haber concentrado en 1 día lo que realmente requiere un mínimo de 2, tanto por su extensión como por la cantidad de sitios que visitar.
Pero aún nos quedaban fuerzas para hacer una última escapada a la Corniche, calle pegada al Nilo llena de hoteles, en concreto a la terraza del hotel Intercontinental, donde fuimos a tomar unas cervezas y darnos una última cena homenaje en la preciosa terraza abierta con vistas al Nilo. Eso sí, a precio occidental. Buen final de viaje.



Dia 12: Vuelo Cairo-Madrid.
Tras 11 días recorriendo este maravilloso país lleno de antigüedades de un valor, belleza y misterio inigualable en todo el mundo, el viaje toca a su fin.
No puedo evitar pensar cómo una cultura de más de 5000 años de antigüedad, tan avanzada e inteligente para su tiempo, ha dado paso a otra que genera tanta desigualdad, pobreza y desequilibrio. El Egipto de ayer y el de hoy.
Visita imprescindible en cualquier caso.

