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MALTA - 8 dias

Dia 1. Llegada a La Valeta. Dormir en St. Julians.

Dia 2. Costa sur: Gruta Azul, templos megalíticos. Dormir en St. Julians.

Dia 3. Coste norte: Melienha Bay, Armier Bay, Anchor’s bay. Dormir en St. Julians.

Dia 4. Victoriosa, Cospicua, Senglea. Costa este: Marsaskala Bay, Marsaxlokk. Dormir en St. Julians.

Dia 5. Isla de Comino. Dormir en St. Julians.

Dia 6. Isla de Gozo. Dormir en St. Julians.

Dia 7. Ciudades de interior: Mosta, Mdina, Rabat. Gnejna Bay. Dormir en St. Julians.

Dia 8. La Valletta. Vuelta a Madrid.

Medios de transporte:

  • Vehículo alquilado todo el viaje (5 plazas)

  • Barco hasta Isla de Gozo e isla de Comino (coche incluido)

 

No hay que perderse:

 

  • Playas y calas con encanto: Islas de Gozo, Comino y Malta.

  • Turismo cultural: Victoriosa, Cospicua, Mosta, Mdina, Rabat, Victoria, Valleta. Muchas páginas de la historia se escribieron en Malta.

  • Fiesta en Paceville. Si tienes ganas de marcha, éste es el lugar.

 

isla de malta

 

Dia 1. Llegada a Malta. Dormir en St. Julians.

Llegamos a la isla de Malta con un calor asfixiante. Recogimos nuestro coche de alquiler, que nos acompañaría todo el viaje. Lo mejor para recorrer la isla es fijar una base de operaciones y desde ahí moverte a uno u otro lugar, pues las distancias son muy pequeñas (30 minutos hasta la zona norte) y las islas de Gozo y Comino son accesibles por barco con multitud de horarios.

Nos fuimos a nuestra casa alquilada para los próximos 8 días: tres plantas, cocina y salón enormes, barbacoa en la terraza y sobre todo e imprescindible: piscina. Nuestros amigos estaban allí esperándonos, pues ellos habían venido antes a estudiar inglés en una de las múltiples academias que hay repartidas principalmente por las zonas de St. Julian. A estudiar inglés, y lógicamente, a conocer gente y salir de fiesta, porque Malta, además de una isla de playas preciosas, rincones escondidos, sitios con historia y lugares de buceo, se ha convertido también en el paraíso de las academias de inglés, que ven un filón en la única isla del mediterráneo donde el idioma nativo es el inglés. No se puede comparar la marcha, el ambiente, las playas y sobre todo el buen tiempo de Malta con ningún sitio en Reino Unido o norte de Europa.  Y claro, la isla está llena de gente joven con ganas de fiesta.

Y claro está, nos tuvimos que unir a esto de salir de fiesta. La zona de marcha por excelencia es Paceville y está llena de multitud de enormes discotecas y bares por todos lados. La gente ronda los 18-35 años, por lo que, aunque justitos, nos sentimos integrados en el ambiente.

Esta primera noche nos la tomamos de contacto, por lo que nos fuimos pronto a casa. Fue una constante durante todo el viaje salir de marcha a Paceville, pues nuestros amigos salían todos los días con sus amig@s de la academia y había que practicar inglés, o lo que fuera, porque nos juntamos con gente de todas las nacionalidades: rusas, japonesas, franceses, italianos, checas, ucranianas, etc. Todos ell@s con ganas de marcha, de bailar muy pegaditos y de liarse con quien haga falta cada día. El alcohol corre a raudales, súper barato si vas a una academia (dan vales de bebida gratis) .

Esto sí que es el paraíso de los solteros.

 

Dia 2. Costa sur: Gruta Azul, templos megalíticos. Dormir en St. Julians.

Nuestra parte cultureta del viaje la comenzamos yendo hacia Ghar Lapsi, pequeño pueblecito de pescadores en la costa sur. Muy cerca se encuentra la Blue Grotto. Se trata de una cueva en un entrante de mar en el terreno rocoso de la zona. Se puede alquilar una barquita o un kayak y acercarte desde el propio mar, o como nosotros hicimos, pasear por la zona de acantilados o pegarte un chapuzón en el mar. No tiene demasiado misterio, la verdad.

Lo que si nos gustó fueron los templos megalíticos de Hagar Qim y Mnajdra, pegados uno al lado del otro y patrimonio de la Humanidad. Son 2 construcciones de más de 5000 años (se construyeron cerca del 3000 a.c) anteriores incluso a las pirámides de Egipto. Su visita no dura más de 2 horas, no  son demasiado grandes. Están construidos en piedra caliza, y en ellos se pueden observar columnas, puertas, estancias, algunos tejados e incluso algunas piedras talladas. También su estructura arquitectónica, casi intacta. Varios carteles explicativos ayudan a entender lo que significaron estas construcciones en la antigüedad. Desde lo alto de la colina se ve la pequeña isla de Filfla

Comimos en el pequeño pueblo de Blue Grotto, en un restaurante de comida típica mediterránea que nos encantó, con vistas al mar.  El pueblo tiene un par de sitios chulos donde tomar algo.

A la tarde nos fuimos a casa para disfrutar de la piscina, hacer la compra, preparar la cena y después salir de marcha. La segunda noche en Paceville nos esperaba.

Dia 3. Costa norte: Mellieha Bay, Armier Bay, Anchor’s bay. Dormir en St. Julians.

La noche anterior de Paceville fue dura, lo dimos todo y nos acostamos algo tarde. Por lo que el día de hoy lo vamos a dedicar a estar en la playa, aunque sé que no voy a estar quieto, soy incapaz de no explorar lo que hay alrededor de todo, me puede siempre la curiosidad.

Fuimos recorriendo la costa este, pasando por zonas bonitas como Qalet Marku ó la bahía de San Paul, donde giramos al oeste para dirigirnos hacia la pequeña Anchor’s Bay, lugar donde se encuentra el pueblo de Popeye.  Se trata de un parque de atracciones, privado y de pago, orientado al mundo de Popeye. Está lleno de casas de madera de colores, atracciones para niños y personajes disfrazados. Está ubicado en una muy pequeña bahía, entre acantilados, que hacen el entorno muy bonito. Desde lo alto, justo al lado de la entrada principal, se puede caminar un rato y se observa desde lo alto todo el parque.

Tras esta visita, de unos 30 minutos, pues no entramos dentro, fuimos a la bahía de Mellieha, justo debajo del pueblo del mismo nombre, ubicado en lo alto de una colina (y al que no subimos porque lo que nos interesaba era la playa). La playa es muy bonita, grande, de arena fina, con gente pero no demasiada, con posibilidad de realizar algunas actividades acuáticas (barca pedales, moto de agua, velero), y con varios chiringuitos al lado. Y el coche aparcado en el paseo marítimo, justo al lado y gratis. En resumidas cuentas, tiene de todo. Estuvimos unas cuantas horas tostándonos al sol (bueno yo como ya suponía no aguanté quieto y me recorrí la playa de lado a lado), y posteriormente nos fuimos a tomar algo a un bar justo al lado de la playa, regentado por unos cincuentones rockeros, con música rock-surfera muy animada.

Ya con hambre, decidimos apostarlo todo por la península de Marfa, confiando en aque alguna de las pequeñas calas o bahías tuviera ambiente y algún restaurante donde comer. Fuimos hasta la punta más al este de la misma, donde encontramos un mirador natural y una pequeña ermita, desde donde se veía una preciosa vista de toda la bahía de Mellieha, y luego hacia la bahía de Armier. Fue una casualidad, pero resultó que esta pequeña calita es preciosa. Una playa casi desértica, un par de restaurantes, palmeras a la entrada de uno de ellos, algún velero solitario en el agua, y cuatro casas a unos 200m a modo de pueblo de pescadores. Comimos muy rico y abundante, nos pegamos un baño, hicimos snorkel, yo me dí un paseo por el pueblo en lo alto de la colina, nos tomamos un café helado en el bar chill-out y en definitiva, disfrutamos de nuestro pequeño rincón de Malta, que imagino que no todo el mundo conoce dado que no había apenas gente (ni hoteles, por suerte) y está bastante escondido.

Ya de regreso, nos pasamos por uno de los puntos más altos de la península  (ya de por sí, elevada), la Red Tower. Realmente es un pequeño castillo de color rojizo desde donde se ve una de las mejores vistas tanto de la bahía de Mellieha a un lado como de la isla de Comino y Gozo hacia el otro lado.

Tras dar una pequeña vuelta, regresamos a nuestra casa de St. Julian. Esta noche tocaba fiesta internacional en nuestra casa.

Y vaya si fue internacional. Nos juntamos unas 20 personas de diversas nacionalidades. Para cenar unos franceses se encargaron de la barbacoa y nosotros los españoles hicimos ensaladas y tortillas. El resto, a disfrutar de la música y sobre todo de la piscina.  Nos echamos unas risas, practicamos inglés (y francés) y cuando la gente bebió más de la cuenta, nos fuimos de nuevo a Paceville.

Dia 4. Victoriosa, Cospicua, Senglea. Costa este: Marsaskala Bay, Marsaxlokk. Dormir en St. Julians.

Tras desayunar en la casa, cogimos nuestro coche hacia las ciudades al sur de la bahía de La Valleta.

Estas ciudades, junto con la Valleta, fueron en el pasado un baluarte defensivo muy importante para la isla, por la curiosa orografía de la zona: La Valleta, ubicada en el centro de una península que se adentra en el mar y totalmente amurallada. Al norte una bahía con 3 salientes de tierra y al sur otra bahía con otros 3 salientes de tierra, todos ellos con fuertes y baluartes defensivos. Esta configuración hacía prácticamente imposible atacar la ciudad por mar.

Dejamos el coche aparcado cerca de la estación de bus de Victoriosa (parking calle, 2€ hora), y caminamos a lo largo del muelle durante unos 90min. Todo este paseo es bastante bonito, cuidado e incluso diría que la zona es de gente adinerada, por el tipo de edificios y barcos anclados en el muelle.  Se tiene una buena perspectiva de todos los bonitos edificios de enfrente (Senglea) así como las murallas de La Valleta hacia el otro lado. En este paseo se puede visitar también el museo de la guerra, el museo Marítimo o el fuerte de St. Anglú, al final del paseo. Nosotros no entramos aquí, sino que nos fuimos (en coche) hacia la vecina población de Senglea. El ambiente aquí es totalmente distinto a Victoriosa. Es más como un pueblo donde puedes ver gente comprando el pan o yendo en bici o tomando algo en un bar pequeño en una plaza. Al final de la punta de tierra, en lugar de un fuerte como en Victoriosa, hay un parque (gratuito) en lo alto, desde donde se observa la mejor vista de toda la bahía sur de La Valleta. Muy recomendable llegar a este mirador.

La tercera ciudad en discordia, Cospicua, no tiene acceso al mar, por lo que decidimos no verla.

Tras dedicar buena parte de la mañana por esta zona, nos fuimos al aeropuerto a recoger a una amiga que se nos unía en el viaje. Tras recogerla, fuimos a los pueblos de la costa este de la isla. Comenzamos en el pueblo de Marsaskala y su bonita bahía, llena de pequeñas barcas, veleros, gaviotas y pequeños botes de bajura.  Aquí es agradable comer en algún pequeño restaurante con vistas a la bahía.

Tras comer, nos dirigimos a la tranquila y apacible bahía de St. Thomas. Es una pequeña bahía con una playa pequeña, con algunas casas de una planta en los alrededores. Al no ser muy turístico no hay mucha gente por lo que es ideal para tumbarte un rato y disfrutar de la brisa del mar.

La última parada del día fue en el pueblo de Marsaxlokk, en cuya bahía se encuentran multitud de las barcas típicas de colores rojos, amarillos y azules. Algunas siguen en uso por algunos pescadores, pero hay muchas perfectamente cuidadas que sirven para dar paseos a turistas. El atardecer en la bahía le da un punto romántico y emotivo a este tranquilo y bonito lugar.

De vuelta a casa, nuestros amigos estudiosos del inglés nos apuntaron a una fiesta en un barco. El velero salió desde St. Julian y navegó paralelo a la costa en dirección norte durante unas 2 horas. Un Dj pinchaba música en un área de la cubierta mientras que en la otra se podía disfrutar de la navegación y las vistas del atardecer. La bebida comenzó pronto a correr de un lado a otro, todo el mundo bailando y pasándolo genial.  Llegamos a un sitio (creo que era cerca de la torre de St. Mark) donde el barco echó anclas y la gente se empezó a tirar al mar a darse un baño, ya de noche. Comimos algo, echamos unos bailes, nos bañamos y en general lo pasamos de miedo.  Eso sí, volvimos a subir la media de edad ;).

Acabamos el día dando una vuelta por St. Julian y todo el paseo marítimo, donde también hay bastante ambiente. Está lleno de hoteles, restaurantes, playas (de rocas, ojo), tiendas y algún que otro bar de copas interesante (karaokes incluidos), donde estuvimos hasta bien entrada la madrugada.

Tanto St.Julian como Paceville están claramente concebidos para el ocio nocturno de los extranjeros.

Dia 5. Isla de Comino. Dormir en St. Julians.

El día de hoy era uno de los más esperados, pues lo dedicamos por completo a la isla de Comino, la tercera isla por tamaño del archipiélago de Malta.

Llegamos en coche a la terminal de ferrys norte tras unos 40 minutos de coche, dejamos el coche en el parking de la terminal (ojo porque hay mucho gorrilla que te intenta timar para que les pagues a ellos) y reservamos el tour a Comino. Tras unos 30 minutos de navegación desembarcamos en el pequeño embarcadero de Comino, justo al lado de las aguas azul turquesa transparentes del Blue Lagoon. No existe playa de arena sino unas paredes rocosas que dan directamente al agua. La gente se va poniendo en cada porción de roca libre y si pagas tumbona estarás en primera línea, con los pies en el agua.

Hacer snorkel aquí es casi obligado para poder disfrutar de los fondos transparentes. Si te alejas un poco verás algún que otro pez de colores y vegetación marina. Se trata en definitiva de un lugar para tirar la toalla, tomar el sol y disfrutar de la belleza del lugar. Aunque hay bastante gente, no está demasiado masificado, seguramente porque no hay una playa de arena y las rocas no son muy confortables que digamos.  Yo, como no me puedo estar quieto, decidí darme explorar un poquito la isla a pie. Existe un sendero que sube a la parte alta de los acantilados, y va bordeándolos hasta llegar a una torre de vigilancia en la punta que da hacia la isla de Malta. El camino es polvoriento, seco y no hay ni un árbol, por lo que hay que tener cuidado de llevar agua. Llegar hasta al final lleva unos 30 minutos, dependiendo de las veces que pares para observar atontado la belleza de los acantilados, las aguas transparentes vistas desde arriba o los barcos y veleros escondidos en las diferentes calas que se descubren desde lo alto.

A la vuelta, el barco se detiene en algunos de las pequeñas calas, salientes y entrantes de agua que forman los acantilados de la isla. Dependiendo del tour elegido, te podrás también bañar aquí.

Tras recoger el coche en el parking de la terminal, regresamos a casa, hicimos la cena, cenamos y nos fuimos otra noche más de fiesta a Paceville.

 

Dia 6. Isla de Gozo. Dormir en St. Julians.

Hoy dedicamos el día completo a visitar la isla de Gozo.

Para ello salimos pronto de St.Julian rumbo Cirkewwa (30 min en coche), desde donde subimos al ferry destino al puerto de Mgarr, ya en la isla de Gozo (unos 30 minutos), con coche incluido para poder movernos por la isla. Ya en Mgarr, fuimos directos a la ciudad más importante de la isla: Victoria, ubicada justo en el centro de la misma. Visitamos el castillo situado en lo alto de la ciudad, con sus enormes muros de piedra, sus callejuelas estrechas y sus terrazas amuralladas desde donde se tiene una buena vista del entorno.

En la ciudad dimos una vuelta por las calles más turísticas y comerciales del centro, aunque sin demasiado interés pues nuestro cuerpo nos pedía  playa. Hasta aquí llegó el día turístico de hoy, pues aunque Gozo tiene algunos lugares  con bastante historia, decidimos disfrutar de las zonas de costa y algunas de las bahías más bonitas y solitarias de la isla.

Comenzamos por la más famosa, y también la más llena de gente, la famosa Azzure Window, a poco más de 6 km de Victoria al norte. El sitio es conocido por un acantilado con forma de ventana, muy fotogénico. Se trata además de un lugar de buceo famoso por una cueva submarina de descenso vertical y bastante profunda, como un pozo enorme, a la que se entra andando desde la costa, llena de rocas. Es un lugar para disfrutar del buceo o del snorkel. Los alrededores, secos y pedregosos, invitan a dar un paseo con cierta tranquilidad y poder descubrir, a poco más de 30 min, la escondida bahía Dwejra y el pequeño islote del General, justo en el medio.

Como en este lugar hay poco más que un chiringuito, nos desplazamos hacia la bahía de Xlendi, a unos pocos km al sur, aunque algo difícil de llegar por ser zona montañosa. Este pequeño pueblo está lleno de hoteles, apartamentos y restaurantes, rodeando la bonita cala de forma cuadrada que se mete hacia tierra. Comimos en uno de los muchos restaurantes del pueblo, con vistas al mar y no demasiado caro.

El siguiente destino eran las playas del pueblo de Marsalforn, pero entre que el GPS nos lió un poco y que las pequeñas carreteras (que a veces son caminos) son bastante liosas, acabamos en la pequeña bahía de Xwejni, al oeste del pueblo. La calita no es que fuera muy bonita, de hecho estaba un poco abandonada, pero el mar estaba limpio y no había nadie, con lo que pudimos disfrutar un poco más del sol y del snorkel, viendo los preciosos fondos marinos y algún que otro pez.

Ya se hacía tarde, por lo que pusimos rumbo a nuestro último objetivo del día, la bahía de Ramla. Merece la pena dedicarle un par de horas a este sitio. Desde lo más alto de la zona, cerca del pueblo de Marsalforn, se divisa un valle al este que da a parar a esta pequeña bahía solitaria y accesible tras recorrer una pequeña carretera de bajada que en algunos tramos es camino de arena. La playa, de arena,  es muy tranquila y no tiene ningún edificio al lado salvo un par de chiringuitos que no desentonan en la zona. Es ideal para ver el atardecer tranquilo, bien desde la playa o bien desde lo alto de alguna de las pequeñas colinas rocosas que rodean la bahía.

Ya casi de noche, regresamos a Mgarr, donde cogimos el ferry de vuelta a Malta, y desde allí a St. Julian.

Hoy tocaba cenita tranquila y baño en la piscina de casa para acabar el día.

 

Dia 7. Ciudades de interior: Mosta, Mdina, Rabat. Gnejna Bay. Dormir en St. Julians.

El penúltimo día de viaje lo dedicamos a visitar las ciudades de interior más turísticas del país.

Aunque primero nos pasamos a ver los acantilados de Dingli, un poco más al sur. Es un paraje difícil de encontrar, sin indicaciones en las carreteras, pasado el pueblo de Dingli. Dependiendo de la zona donde pares observarás más o menos el tamaño de dichos acantilados. Hay algunos miradores por la zona y algún chiringuito, aunque no está explotado turísticamente. Como no queríamos pararnos demasiado, nos fuimos sin saber muy bien si lo que vimos eran los acantilados o no.

La siguiente parada fué Mdina. Su casco histórico es realmente bonito. La entrada a la ciudad está rodeada de grandes murallas, un foso y alguna puerta monumental. Desde el principio se nota que es una de las ciudades más turísticas del país, pues todo está lleno de autobuses de turistas, puestos de vendedores, guías que ofrecen sus servicios y mucha gente. Dentro de las murallas se pueden observar varios edificios históricos, palacios, algunos jardines, la catedral, y algún mirador a la parte baja de la ciudad. Todo ello acompañado de calles empedradas cuidadas y limpias, zona de restaurantes, tiendas de souvenirs y algún museo interesante. La visita merece al menos 2 o 3 horas.

uy cerca se encuentra Rabat, antiguo arrabal árabe de Mdina. Esta ciudad no es tan interesante como su preciosa vecina. Lo más destacable son edificios religiosos como las catacumbas de San Paul o Santa Agata o la iglesia barroca de San Paul. Decidimos visitar únicamente las catacumbas de San Paul, a unos 15 minutos andando de parking desde donde visitamos Mdina. Es un lugar un tanto lúgubre, compuesto de túneles estrechos, aunque bien iluminados y con algunas salas bien conservadas.

De Rabat nos fuimos a la bahía de Gnejna, a unos 20 minutos al norte, pues queríamos comer en la playa. En la zona puedes encontrar todos los servicios: chiringuitos donde comer o tomarte algo, alquiler de barcas de pedales o kayaks y un parking vigilado de pago. Son curiosas las casas de pescadores que hay justo al lado, salidas prácticamente de las paredes rocosas y con entradas al mar.

La zona, como tantas otras del país, es pedregosa y seca, con un cierto aire de abandono o desidia, aunque quizá por ello con bastante encanto al no estar masificada y cambiada por el turismo de masas.

A última hora de la tarde, ya de camino a casa, paramos un momento para visitar la ciudad de Mosta. O mejor dicho, su famosa iglesia llamada la Rotunda de Mosta. Se trata de una iglesia con una cúpula enorme, la tercera de Europa por detrás de San Pedro de Roma y Santa Sofía de Estambul, y que destaca por su enormidad frente a los edificios que la rodean. Por dentro no es tan espectacular, aunque está bien conservada y cuidada, y merece la pena por su particular forma circular.

Tras esta visita, nos fuimos a pasar la última noche a casa, y también en Paceville, donde salimos por última vez en Malta.

Dia 8. La Valletta. Vuelta a Madrid.

El último día en Malta lo dedicamos a visitar su capital: La Valleta.

Se trata de una ciudad turística, amurallada completamente por el lado contrario al mar, con algunos lugares de interés como el fuerte San Elmo (un tanto abandonado), el memorial Siege Bell, el bastión de Santa Bárbara o algunos palacios, monumentos conmemorativos e iglesias diseminadas por el interior, aunque la verdad es que no son demasiado llamativos ninguno de ellos. Las calles más transitadas están llenas de tiendas de moda y restaurantes como cualquier ciudad europea en estos tiempos, lo que unido a que era nuestro último día nos hizo llevarnos una impresión no demasiado buena de la ciudad.

Tras unas 3 horas de visita, comimos en un restaurante de la zona y nos fuimos al aeropuerto, rumbo a Madrid.

Como conclusión, decir que nos lo hemos pasado genial. Hemos tenido mucha más playa y relax que en otros viajes, y marcha todos los días. El país es pequeño y se presta fácilmente a este tipo de viaje.

© 2016 by MR.FOGG

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